Ella notó que el tiempo había pasado en demasía cuando su hijo mayor trajo a la casa paterna una niña pequeña y frágil, una compañera de escuela, claro. El muchacho tenía un carácter fuerte y agresivo, no consultó, ni preguntó, ni aceptó esperar, todo tenía que ocurrir esa noche, la muchacha dormiría en su habitación, expresó prepotente. Impuso, así, su rito de pasaje en doce horas de una larga noche.