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Ser Músico en la línea 140

 

Siempre tratamos de tomar eso: 140 de las 12.39 horas, cuando empieza a cruzar la avenida 9 de julio. Nos da resultado, cuando llegamos a Av. Callao ya tocamos dos o tres temas, depende de los semáforos, y la gente que es habitue del mismo nos aplaude y suele ser generosa cuando pasamos la gorra luego de nuestra actuación.

Pese a que somos muy conocidos en el ambiente de los músicos de colectivos no está de más que les cuente quienes somos, tal vez más de uno de ustedes nos conoce, soy Kiko el que toca el charango, la flauta, la quena menor y el siroco mayor en el trío, la tercera voz del conjunto musical cordillerano NOULLAN, nombre que recuerda a nuestros pasados incaicos de allende la cordillera y lejano a los valles. Nuestro joven conjunto esta compuesto por tres integrantes que tocamos bombo leguero, redoblante, quenas varias, quenas eléctricas, charango de peludo y charango de madera, ullas, panderetas, guitarra española, guitarra acústica, guitarrita, guitarrón mexicano, castañuelas y algún que otro instrumento de vientos que no queremos mencionar para no aburrir. Como verán somos un conjunto pequeño pero versátil.

Hace ya veinticinco años que vinimos desde Tres Cruces, en la Quiaca, pueblito con doscientos habitantes y a 3.843 metros de altura (digo todo esto porque nos sentimos embajadores de nuestra cultura y nuestro pueblo, tal vez le dan ganas de visitarnos).

El asunto es que hace un tiempo largo que venimos probando suerte en la capital de la república. Durante todos estos años hemos encontrado, como dicen nuestros amigos los ecologistas, nuestro nicho ecológico, valga la redundancia, en los colectivos y subtes de la ciudad, donde nos hemos especializado en recitales cortos, pocos temas intensos y frenéticos, para intentar producir impacto en nuestra audiencia colectivera. Somos, algo así, como terroristas urbanos de la música que tomamos por asalto el colectivo, si me permiten la audacia de tal comparación, para ofrecer a nuestros amigos que transitan la ciudad de un lado a otro, con bastante cara de culo, dicho sea de paso, un momento de intensidad, expansión y expresión. Es decir, tratamos de sorprender y conmover a nuestra audiencia. Tenemos conciencia de que arrancamos con una contra: nadie de los que nos escucha vino a vernos, muchos de ellos tal vez no nos conocen, por eso hemos desarrollado esta técnica musical de machacar para que no nos olviden.

Claro que no son éstos los sueños que animaron nuestra venida a la capital, estamos tan lejos de aquellos sueños donde pensábamos llenar el Luna Park, dar recitales en el Obelisco, con millones de personas, hacer cien funciones seguidas a teatro lleno en el Gran Rex, superar en audiencia a Sandro, a los Pimpinela, a Bandana, etc. pero no nos quejamos, a nuestra manera, tenemos un éxito que esta labrado por nuestra perseverancia e insistencia.

La experiencia fue otra, claro, pero estamos contentos, no hay conjuntos que desde hace tantos años tengan tantas funciones diarias como el nuestro, calculen sino, cada recital en colectivo suele durar unos quince minutos, así que hacemos casi tres recitales por hora. Como somos un grupo organizado y trabajador empezamos a las nueve de la mañana y no paramos hasta las veinte horas, con media hora para comer, o sea que le damos tupido y parejo a la tarea, durante casi once horas diarias de lunes a sábados, con un religioso descanso para nuestros cuerpos y voces el domingo, porque como ustedes saben en esta actividad lo difícil no es llegar sino mantenerse.

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Articulo publicado en
Septiembre / 2009