Pensar la educación es pensarnos tratando de ver más allá de nuestras narices.
Estamos inmersos en un escenario de paradojas, entre la necesidad de contacto y de aislamiento a la vez, de contener y anidar, pero sin abrazos, de conservar la distancia y de proteger, aunque nos sintamos desbordadxs.
Entonces, este escenario de tensiones, ¿qué implica?
Podríamos decir en primer lugar que nos implica a nosotrxs mismxs en un contexto teñido de incertidumbre y de extrañeza que nos pide, entre otras cosas, despojarnos de los preconceptos y entregarnos a la experiencia de lo que pasa.
Pensarnos también es pensar juntxs, dejándonos enseñar por la experiencia y sosteniendo las preguntas para que circulen y nos ayuden a reflexionar.
Paulo Freire también sostenía que no tener la verdad no significa no tener nada para proponer sino abrir espacios para la interrogación como la única manera de gestionar el saber, estimulando el deseo de descubrir