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La educación confinada y la niñez lejos de las veredas

 

Siguiendo al conejo, siempre apuradxs, quedamos detrás del espejo. Allí la historia atrapada parece no transcurrir.

¿Estaremos viviendo una realidad paralela? ¿Debemos ocultarnos cada unx en su madriguera y aislarnos antes de que sea demasiado tarde? 

¿Es posible que ahora los diálogos disparatados y absurdos entre Alicia y la Reina de Corazones, en los que el tiempo se encontraba alterado, pudieran mostrarnos una lógica, que a la luz de los acontecimientos que vivimos, cobran un nuevo sentido?

El bien común, inesperadamente para muchxs, se impuso por sobre el interés personal o privado, por ser el único capaz de enfrentar a la muerte causada por la pandemia.

Extrañas rutinas, a las que nos aferramos con toda la fuerza de nuestras decisiones. ¿De qué se trata ahora? ¿De quedarnos quietxs, de obedecer, de ser “responsables”, comprendiendo que el peligro puede estar en cualquier parte? ¿Será cuestión mientras tanto de entretenernos para que el tiempo pase o para que transcurra acumulando información, verdadera o falsa, de manera compulsiva? ¿Habremos quedado a salvo de ese modo?

Estar adentro, para poder estar afuera algún día.

Estar en los márgenes, descolocadxs inventando nuevos rituales, haciendo malabares.

Cada unx escribe su silencio, entre voces de otrxs y entre gritos contenidos.

Espejismos, monstruos peligrosos, amenazantes, diminutos, invisibles pero poderosos, capaces de sacarnos el aliento o el soplo vital que nos mantiene en este mundo.  

Solo queremos seguir respirando. Respirar como un gran proyecto. El futuro, entre paréntesis.

 

Cuando el bien no es común, deja de ser bien.

El bien común, inesperadamente para muchxs, se impuso por sobre el interés personal o privado, por ser el único capaz de enfrentar a la muerte causada por la pandemia.

De golpe vimos las veredas del mundo vacías y nos estremeció pensar que el aislamiento es la manera más eficaz para conservar la vida.

¿Cómo llegamos hasta acá? ¿Qué es ahora lo normal? ¿Cómo entender que de repente el cuerpo del otrx y el propio se ha convertido en un arma mortal? Parece que ahora el otrx existe, más que nunca, y que se hace visible particularmente cuando se lo considera una amenaza.

Entonces mágicamente la tinta limón, del día a la noche y al calor de la enfermedad, develó las palabras escritas con una crudeza impensada.

¿El otrx es lo extraño, lo diferente, del que supuestamente tenemos que defendernos, ya que nos perturba y nos saca de nosotrxs mismxs?

Podríamos decir también que el otrx es lo desconocido en nosotrxs.

“Si somos iguales en nuestra condición de diferentes, la diferencia es una forma de la igualdad”- dice el filósofo Darío Sztajnszrajber.

Nos constituimos en la relación con lxs otrxs, siempre estamos en un vínculo, enlazadxs, siendo parte del entorno, de una cultura, heredando un lenguaje que nos antecede y nos humaniza.

Pero, ¿qué es lo humano? ¿Gestos individuales, que anteponen la acumulación de las riquezas a la salud y a las políticas de cuidado?

La sociedad de consumo se muestra deseosa de certezas, vertiginosa en su búsqueda de lo instantáneo como valor, orientado a la eficiencia y al aumento de la producción, donde se fabrican comidas rápidas, aunque sean chatarra y no alimenten, donde muchas empresas optimizan los tiempos con la atención telefónica al cliente, ofreciendo un menú de opciones predeterminadas que llegan a exasperar a quienes precisan escuchar una voz del otro lado de la línea. 

Micro violencias cotidianas que se invisibilizan y naturalizan como prácticas habituales. 

Ante la pandemia se detuvo la cadena de montaje y el desenfreno del tiempo encontró un límite.

La visión de un mundo pujante, que avanza a pasos agigantados de la mano de la tecnología se ha resquebrajado y parece estar marchando en retroceso, con la misma fuerza, al desamparar a millones de seres humanos que pierden sistemáticamente sus derechos.

Los llaman “lxs vulnerables”, como si fuera una condición que les pertenece por nacimiento o por su propia constitución, invisibilizando las causas o las acciones que promueven y determinan su marginalidad.

Entonces, ¿se puede pensar en una respuesta personal, particular, que se reduzca al ámbito de lo privado y a la voluntad? diciéndonos: - Si nos enfocamos en superar los obstáculos, si creemos fervientemente en nuestras capacidades, si mantenemos la calma, si transmitimos tranquilidad a lxs demás, entonces podremos resolver los conflictos que la vida nos plantee.

Para sostener tal afirmación tendríamos que relativizar o dejar de lado tanto la dimensión del inconsciente como las fuerzas que, desde el contexto social, económico, político, nos determinan, violentan o condicionan.     

¿Qué pasa en el terreno de la educación?, donde el mercado también metió su cuchara.

En medio de las violencias que se naturalizan, ¿cómo pensamos la escuela y la educación? Es posible que la respuesta dependa de la perspectiva desde la cual lo consideremos.

Es en la escuela donde se gesta el saber y el conocimiento al mismo tiempo que construimos nuestra subjetividad.

Pensar privadxs del encuentro no es cosa fácil.

Las preguntas se multiplican.

¿Cómo interrogarnos desde la complejidad y no caer en planteos binarios banalizando los problemas y reduciendo las alternativas a dos extremos, que suelen ser planteados como irreconciliables, separando lo que de hecho está unido?

Lo individual y lo colectivo, la certidumbre y la inseguridad, lo nacional y lo global, la disciplina y la libertad.

Las redes, la solidaridad y la hospitalidad versus la normalización, el autocontrol y la vista puesta en el accionar individual.    

Violencias invisibles que nos plantean el desafío de desmontar lo que quedó unido artificialmente. Presencia como control, protección como imposición o cuerpos en riesgo como espectáculo mediático. 

¿Qué quedará como herencia de todo esto, de este tiempo de catástrofe y de aislamiento social? ¿Qué necesitarán de nosotrxs las escuelas?

¿Habrá quienes sigan valorando el resultado y la productividad por sobre las políticas de cuidado?

¿Habrá quienes insistan en evaluar a cada unx por separadx, etiquetando y dejando al margen a quienes, por los motivos que fueren, no se adapten a los modelos estandarizados, a los ritmos o a las exigencias de rendimiento que deben ser cumplidas?

Habrá que repensarnos y repensar si lo importante es la producción de “bienes” o de sentidos.

Habrá que pensar a la educación como una “obra abierta”, tal como lo hizo Humberto Eco al referirse a la obra de arte, al decir que la obra no se termina hasta que el observador la completa y hace su parte.

¿Cuál será nuestra parte?

¿Seremos capaces lxs docentes de abrir nuestra mirada para construir colectivamente una escuela abierta a la diversidad de miradas, donde nadie sea vulnerado, donde nos abramos a los problemas sin temor a contaminarnos?

No existen los vínculos sin tensiones, ni sin diferencias, sería como pretender entrar al mar sin mojarnos.

Pongamos los afectos en juego, dejemos que fluya la vida a través de la interrogación que surge de nuestros malestares, sin intentar sofocarlos, controlarlos ni negarlos sino expresándolos, compartiendo, intercambiando visiones y explorando.

¿Seremos capaces de desacomodar fijezas y liberarnos de las formas que nos tienen maniatadxs, para poder generar posibles modalidades de encuentro y a la vez sepamos dejar a resguardo lo que consideramos valioso y no queremos perder?

 

No todo es innovación y cambio, a veces se trata de conservar lo conquistado.

¿Cuál será de acá en más nuestra percepción del mundo, de la educación, de la importancia del contacto humano fuera de las pantallas?

¿Cuál será el éxito que perseguiremos? ¿Qué precio estaremos dispuestxs a pagar?

¿Qué se supondrá que será en el futuro una educación de calidad?

Los proyectos educativos que propiciemos ¿qué tendrán que ver con las infancias?  

¿Seguiremos dejando a las infancias sin tiempo para el juego? ¿Las dejaremos ser?

¿Seremos capaces de construir un tiempo donde cada otrx tenga su lugar, en el que respetemos a nuestro medio ambiente y vibremos con la belleza o con el aroma de las flores?

 

Ana Kurtzbart
Maestra, Psicoanalista.
tallersomosmaestros [at] gmail.com

 
Articulo publicado en
Mayo / 2020