…mucha magia y mucha
suerte tienen los niños
que consiguen ser niños…
Eduardo Galeano.
Pensar la educación es pensarnos tratando de ver más allá de nuestras narices.
Estamos inmersos en un escenario de paradojas, entre la necesidad de contacto y de aislamiento a la vez, de contener y anidar, pero sin abrazos, de conservar la distancia y de proteger, aunque nos sintamos desbordadxs.
Entonces, este escenario de tensiones, ¿qué implica?
Podríamos decir en primer lugar que nos implica a nosotrxs mismxs en un contexto teñido de incertidumbre y de extrañeza que nos pide, entre otras cosas, despojarnos de los preconceptos y entregarnos a la experiencia de lo que pasa.
Pensarnos también es pensar juntxs, dejándonos enseñar por la experiencia y sosteniendo las preguntas para que circulen y nos ayuden a reflexionar.
Paulo Freire también sostenía que no tener la verdad no significa no tener nada para proponer sino abrir espacios para la interrogación como la única manera de gestionar el saber, estimulando el deseo de descubrir
Como decía el filósofo alemán Martín Heidegger: “La respuesta es la desgracia de la pregunta”.
Paulo Freire, pedagogo y filósofo brasileño, defensor del pensamiento crítico, desarrolló la pedagogía de la pregunta como un modo de concebir el proceso de enseñanza – aprendizaje.
Sostenía que sin pregunta no hay construcción posible del saber ni del conocimiento.
La pantalla partida, posiblemente quedará en nuestro imaginario colectivo como símbolo de época
Sostener espacios colectivos es vital sobre todo para poder transitar estos tiempos tan difíciles condicionados por el aislamiento pero el espacio de la conversación es fructífero en tanto implica la escucha, dando lugar a la diversidad de miradas, perspectivas y representaciones.
La pantalla partida, posiblemente quedará en nuestro imaginario colectivo como símbolo de época.
Por otro lado, la falta de contacto físico refuerza la importancia de intercambiar visiones acerca de una realidad que muta porque está viva y por lo tanto no tendría mayor sentido plantearnos clasificar o intentar catalogar la experiencia.
Es imposible encuadrar o controlar lo mutante.
Si reducimos nuestra mirada a una interpretación o a una generalización que establece lo que es correcto o incorrecto nos alejamos del acontecimiento, lo cual nos impide pensar lo singular.
¿Será cuestión de acompañar, escuchar, observar, tomar nota y leer la situación para enunciar el problema?
¿Será necesario plantearlo en términos de experiencia cercana?, ya que de lejos no podemos ver ni cuidar y en tal caso, ¿cuáles son los cuidados posibles en tales circunstancias?
Gilles Deleuze, filósofo francés, plantea que cada problema tiene la solución que merece su formulación.
Entonces, ¿se trata de garantizar la continuidad pedagógica o la continuidad es una ilusión, un fingimiento, un autoengaño para poder sobrellevar la densidad de lo que estamos atravesando?
¿Tendríamos que poder continuar confiando en que las plataformas virtuales se ofrecen como un soporte eficaz y virtuoso, aunque la realidad tal cual la conocimos se haya roto? o ¿tendríamos que recalcular para encontrar el camino a seguir a la luz de lo que pasa?
¿Se trata de potenciar nuevas rupturas?
¿Se trata de virtualizar la educación?
¿Se trata de no “perder” el tiempo y priorizar los contenidos y los programas?
¿Se trata de rescatar el vínculo entre lxs niñxs y lxs docentes?
¿Se trata de repensar qué es educar?, ¿qué es un aula?
Desde el silencio y la soledad del aislamiento, ¿cómo recuperar la voz de lxs niñxos?
Desde el silencio y la soledad del aislamiento, ¿cómo recuperar la voz de lxs niñxos?
La escucha acontece en una relación, en un contexto y en una realidad que hoy no se presenta organizada sino fragmentada, traumática, atravesada por problemas viejos y nuevos y la virtualidad es solo una variable o una herramienta.
Hasta hace poco la escuela se había transformado en una casa donde el/la docente era padre-madre que daba de comer.
Ahora la casa necesita ser escuela donde madre –padre juegan el rol docente.
¿Podremos abrirnos a sentir para ver, palpar, escuchar lo que pasa y nos pasa?
Se aprende de lo que no se sabe, por lo cual es importante que nos hagamos preguntas en el terreno de lo común
Se aprende de lo que no se sabe, por lo cual es importante que nos hagamos preguntas en el terreno de lo común.
Preguntas que no nos encierren en la dualidad impotencia / omnipotencia sabiendo que entre ambas está la potencia de lo posible.
El tiempo y el espacio están alterados. Nos vemos encerradxs en pantallas aplanadas y en cuadraditos, que muestran solo un recorte de nosotrxs mismxs y de lxs demás, con sonidos entrecortados e imágenes que por momentos se desdibujan y se vuelven borrosas.
La experiencia pedagógica entonces queda reducida a un espacio que en parte nos salva pero que a la vez limita y minimiza nuestra expansión y expresión. Anula los sentidos, pero el imperativo es la búsqueda de formatos que nos permitan mantenernos juntxs, aunque distanciadxs.
Habrá que demorarnos para construir nuevas formas de morar.
Salir de lo binario de lo virtual / presencial, sin confundir la emergencia con lo que emerge.
¿Quién se arroga la verdad de este tiempo?
Paulo Freire, quien pensó a la educación como práctica de la libertad dijo: “La verdadera realidad es el devenir, no es el ser o el no ser sino una tensión entre ambos. Es una búsqueda y no un resultado. Es un proceso que circula entre el diálogo y las rupturas”.
También señalaba que si aceptamos que el saber se construye y es dinámico, podemos interrogarnos sin asociar la pregunta con la ignorancia o con una debilidad. Cada unx tiene parte de la verdad y la riqueza de la búsqueda está en hacerla juntxs.
Existe una exigencia de saber respecto del/la docente, el/la maestrx enseña y el/la alumnx aprende, aunque lxs dos aprendan y enseñen.
Freire también sostenía que no tener la verdad no significa no tener nada para proponer sino abrir espacios para la interrogación como la única manera de gestionar el saber, estimulando el deseo de descubrir.
¿Qué determina éste contexto cognitivo – emocional - histórico – político - económico - social?
¿Cómo afrontar la interrupción sin negarla, propiciando espacios comunes y experiencias que tengan sentido?
Si la unidad de aprendizaje es la tarea hecha de manera individual, ¿no estaremos intensificando el aislamiento?
Lxs chicxs no están en la virtualidad, están en sus casas, las que bien pueden ser escenarios protectores y contenedores o de riesgo, violencias y abusos
Lxs chicxs no están en la virtualidad, están en sus casas, las que bien pueden ser escenarios protectores y contenedores o de riesgo, violencias y abusos.
Se impone la necesidad de pensar desde la complejidad y desde los derechos de las infancias.
¿En qué insistiremos, qué obstáculos veremos, qué posibilidades?
¿Haremos hincapié en la productividad o en el cuidado de los vínculos? ¿Serán opciones excluyentes?
¿Qué propuestas serían interesantes en este contexto? ¿Podríamos plantearnos alejarnos un poco de las pantallas, sobre todo teniendo en cuenta a quienes no tienen acceso a la conectividad? ¿Sería posible reconstruir algo de la trama a partir de una película o de un cuento que permita seguir grupalmente algún indicio o una línea argumental, construir una historia o un dibujo colectivo, escribir en conjunto un diario de la pandemia, que quede como un registro singular y a la vez común, pudiendo convertirse en bitácora de éste tiempo?
¿Será posible transformar las pantallas en ventanas y a través de ellas o sin ellas volvamos al papel y a los lápices de colores, para escribir cartas o poemas a mano alzada, dibujar, garabatear, logrando que se repartan junto con los bolsones de comida, para nutrirnos de intercambios que sean transportados por muchas manos, rociadas en alcohol y dispuestas a cerrar heridas?
Tener presente las necesidades de lxs niñxs y de lxs docentes implica no caer en la figura del doble ciego, del que no ve al que no ve.
¿Estaremos reconociendo en toda su dimensión la importancia de construir una pedagogía de la confianza para que la educación llegue por derecho propio a todxs sin distinción de ningún tipo, ni de exclusiones?
Si consideramos que el racismo fue el que inventó las razas podemos deducir que la exclusión dio lugar a la necesidad de promover la inclusión.
Es enorme el compromiso y el esfuerzo de lxs educadorxs frente a lxs que quedan marginadxs por un sistema que señala, desaloja y suele dejar fuera de juego a quienes se apartan de los modelos de “normalidad”.
Atender disonancias, desplazamientos, quiebres requiere de miradas amplias y plurales, que sepan abrirse a lo viviente sin congelar ni reducir lo que pasa a una sola forma para que se adhiera a una teoría o a una explicación previamente elaborada.
¿Seremos capaces de registrar los efectos que produjo la pandemia en cada unx de nosotrxs y en las tramas vinculares que conforman la comunidad educativa?
¿Podremos formularnos las preguntas que nos pongan a trabajar, obviando las interpretaciones que paralizan la construcción de sentidos y se colocan por encima de los acontecimientos?
¿Sabremos caminar juntxs para reconstruir lo que se ha roto?
No hay duda de que solxs no podremos, de que se trata de un trabajo colectivo que requiere de registros sensibles, del reconocimiento del otrx y del pensar sin preconceptos, dejándonos enseñar.
¿Será cuestión de re-crear, de volver a creer, o será acaso primordial, en este contexto, recuperar del pasado remoto, de la Grecia antigua, la concepción de escuela en sus orígenes, como un espacio para el ocio, pero desde una perspectiva de revalorización de un tiempo que se movía en la esfera de lo libre?
Se trataba de un lugar de encuentro, de un tiempo destinado al cultivo del intelecto dedicado al aprendizaje y al juego de la experiencia.
Para ello se reunían en grupos para discutir sobre cuestiones relativas a la filosofía y otras artes, guiados por algún maestro que los incentivaba a reflexionar y a meditar. La música y la contemplación eran las dos grandes actividades del ocio.
Tendrá entonces su importancia, y en dicho sentido, al momento de salir del confinamiento, recuperar el recreo y los patios poblados de juegos y de voces en movimiento para volver a las rondas y a tener los bolsillos llenos de arena.