El traumatismo colectivo nos atraviesa hasta las entrañas. En los cuerpos, en las guardias, en las internaciones, en las calles, en los consultorios, en los diferentes espacios.
En este texto buscaré herramientas en algunos momentos de la historia, precisaré algunos conceptos, para poder llegar a la propuesta de cómo tener dispositivos clínicos a la altura de este traumatismo “generalizado” (tal como lo define Enrique Carpintero) que vivimos.
Vivimos tiempos excepcionales. Salimos de una pandemia de covid-19 y la nueva crisis del capitalismo tardío ha llevado a un ascenso del neofascismo en distintos lugares del mundo.
La respuesta fascista a tiempos de malestar no es nueva.
Hace 100 años, en una Europa devastada por la “Gran Guerra” y por la gripe española, los modos fascistas se impusieron como respuesta a los distintos malestares de dicho momento histórico. Malestares, las formas de lo que hoy llamamos padecimiento subjetivo.
Nos enfrentamos con procesos de desubjetivación que nos exigen, como entonces, la inteligencia y la imaginación colectiva para enfrentar este “traumatismo generalizado”
Los psicoanalistas tomaron la propuesta de Freud en el Congreso de Budapest de 1918. Freud allí propuso innovaciones técnicas para atender las problemáticas de entonces. Lo más recordado del texto que leyó allí (Nuevos caminos de la terapia psicoanalítica) es su final, donde afirmaba que los psicoanalistas atendían a las clases altas de la sociedad y que era poco lo que podían hacer por las “capas populares, cuyo sufrimiento neurótico es enormemente más grave”.
Luego, suponía que “puede preverse que alguna vez la conciencia moral de la sociedad despertará y le recordará que el pobre no tiene menos derechos a la terapia anímica que a los que ya se le acuerdan en materia de cirugía básica”. Así se crearán “sanatorios o lugares de consulta” con tratamientos gratuitos. Y esto llevaría a “adecuar la técnica a las nuevas condiciones… es muy probable que en la aplicación de nuestra terapia a las masas nos veamos precisados a alear el oro puro del análisis con el cobre de la sugestión directa.”1
Durante los siguientes años llegó a haber 12 clínicas de estas características en Europa, donde se destacaron el Poliklinik de Berlín (fundado en 1920) y el Ambulatorium de Viena (creado en 1922). Ambos lugares fueron posibles durante las gestiones socialdemócratas y tuvieron la vida de dichos gobiernos.2 Estos dos centros fueron liderados por los jóvenes, muy jóvenes, de poco más de 20 años. Otto Fenichel y Wilhelm Reich, figuras del grupo autodenominado izquierda freudiana.
El triunfo del nazismo transformó la historia. Se clausuraron las experiencias de las clínicas psicoanalíticas. Los logros quedaron sepultados junto con su historia. Mucho del psicoanálisis que nos habita se forjó en dichos lugares, aunque no se lo reconozca. Desde la formación hasta la extensión de los límites de la práctica en patologías que no eran para el análisis, como el trabajo con niños, adolescentes y pacientes graves. Los datos de los primeros diez años de trabajo en cada lugar son elocuentes. En el Poliklinik consultaron 969 varones y 989 mujeres. En el Ambulatorium 1445 varones y 800 mujeres. La mayor parte eran trabajadores, estudiantes y desocupados. Un quinto de todos esos análisis habían sido gratuitos.3 La historia oficial sigue siendo que el psicoanálisis era para mujeres burguesas y el pago, un hecho fundamental para un tratamiento psicoanalítico. No fue, ni es así.4
Nos enfrentamos con procesos de desubjetivación que nos exigen, como entonces, la inteligencia y la imaginación colectiva para enfrentar este “traumatismo generalizado”.
¿Por qué hablamos de traumatismo generalizado?
Tal como ha definido Enrique (Carpintero): “Hoy debemos incluir lo traumático que produce una cultura en el exceso de realidad que produce monstruos…el exceso de realidad es para referirme a una realidad cuyo exceso impide la capacidad de simbolización, produciendo hechos traumáticos que generan monstruos en tanto no son del orden de la fantasía o del delirio. Sus efectos son los síntomas en los que encontramos los aspectos más angustiantes y dolorosos, lo más sufriente del sujeto producto de significaciones que no puede poner en palabras; es decir, por los síntomas del desvalimiento, característicos de nuestra época: suicidios, adicciones, depresión, anorexia, bulimia, etc.”
El “traumatismo generalizado” implica una precarización subjetiva, como efecto de padecer el exceso de realidad.
Una situación clínica: un paciente que atiendo tuvo una hija durante la pandemia, luego de haber perdido un primer hijo. Se crió “solamente” con estos padres… Y algo que se sucede una y otra vez en la clínica, empezó a haber un retraso en la adquisición del lenguaje. Del jardín al pediatra y de allí al neurólogo. Rápidamente, apurados por un enfoque biologicista, diagnóstico de TEA (trastorno de espectro autista), certificado de discapacidad y distintas clases de tratamientos para “entrenar” a la hija (“como si fuera un mono”, según mi paciente), porque la ventana del crecimiento neuronal se cierra. No importan padres que se sienten “como las ruedas de un auto”, que giran y giran, llevando a distintos tratamientos, sin espacio alguno para ellos, la pareja, los vínculos y la familia.
Aquí tenemos un concentrado de la actualidad.
- Una situación de encierro que promueve aislamiento (que la pandemia potenció, ya que actualmente se repite una y otra vez aislamientos dentro de las familias, los colegios, los grupos con la ilusión de la “conectividad” virtual).
- Una respuesta biologicista a la problemática, que profundiza el aislamiento y el encierro.
Los excesos traumatizantes en las subjetividades encuentran diversos caminos. Uno de ellos es multiplicar dispositivos que potencien lo traumatizante. Bien lo sabemos, por ejemplo, en casos de violencias. Más actividades, más estímulos: los tratamientos para TEA con TCC suelen ser un tour de force para los padres, varias veces por semana de “entrenamiento” al aparato biológico fallado del niño/a.
La respuesta unilateralmente biologicista tiene la ilusión cientificista, que puede profundizar los aislamientos y las violencias destructivas y autodestructivas
Los diversos malestares subjetivos tienen formas de tramitarse. Así como la respuesta neofascista de promover el odio a un semejante profundiza los malestares y la violencia destructiva y autodestructiva, la respuesta unilateralmente biologicista tiene la ilusión cientificista, que puede profundizar los aislamientos y las violencias destructivas y autodestructivas.
La cuestión es cómo podemos construir dispositivos psicoanalíticos que sean espacio soporte de este exceso de realidad.
Tenemos algunos mojones importantes para construir estos dispositivos que puedan convertirse en espacio soporte.
Me centraré en tres cuestiones.
El inicio de la pandemia coincidió con la salida de nuestro número donde en Topía en la Clínica nos ocupamos del “trabajo a distancia”. No fue una simple coincidencia. Desde fines del siglo pasado, el trabajo de entrecruzamiento de Psicoanálisis, Sociedad y Cultura de quienes hacemos Topía implica una perspectiva específica sobre lo que llamamos “nuevos dispositivos psicoanalíticos”.5 Una clínica psicoanalítica que toma la complejidad de la subjetividad actual. No para repetir teorías, ni eslóganes marketineros, ni divanes de Procusto, ni convertirnos en meros técnicos del inconsciente.
Volviendo, el trabajo a distancia, es la mayor modificación de nuestro dispositivo. Esto llevó a trabajarlo en varios números y específicamente compilados en un libro de descarga libre que publicamos en 2021.6
El trabajo a distancia se volvió parte del trabajo psi. Pero aún nos queda conceptualizar qué diferencias implica que el trabajo sea con pantallas, telefónicamente o por algún otro medio. A partir de eso, cuáles son sus indicaciones y contraindicaciones. Quien considere que es un mero cambio de camino en la ruta del análisis está ciego de las dimensiones que implica. Los dispositivos se han incorporado como extensiones de nuestro cuerpo. No son nuestro cuerpo.7
En mi experiencia, ante situaciones de crisis graves (desde depresiones profundas hasta situaciones de crisis neuróticas o psicóticas) la presencialidad es una indicación fundamental. No hay posibilidad de abordar sin el cuerpo presente, sin el contacto. Es como lo que sucedió con los pacientes límites y el diván. Contraindicado. La oferta que iguala presencialidad y virtualidad es una propuesta que puede favorecer las situaciones traumatizantes. Así como lo imprescindible que son los abordajes de un equipo de Salud Mental en estas situaciones. Pero aquí tenemos otra cuestión:
El traumatismo generalizado es parte de nuestra subjetividad como trabajadores de salud. No estamos en una torre de marfil.
Tenemos una tormenta imperfecta.
Por un lado, un exceso de realidad en la clínica… y en la vida misma. Situaciones complejas, graves… Una tarea que se ha incrementado, ya que el exceso de horarios, la cantidad de contactos a cualquier hora del día.
Por otro lado, cada vez menos espacios de soporte de la tarea. Hablo desde análisis personal, supervisiones, grupos de trabajo, grupos de estudio, equipos… En síntesis, los distintos espacios que permiten soportar nuestra tarea. Las reuniones de equipo muchas veces son burocráticas o espaciadas, las supervisiones clínicas suelen llegar tan solo en los momentos álgidos. La precarización no sólo es económica, también subjetiva. Se ha instalado en nuestros propios huesos.
Cuanto mayor es el exceso y menor el espacio-soporte, mayor el traumatismo.
En espacios como estos, estamos creando espacios soportes para compartir estos excesos.
Desde hace años, desde nuestra revista insistimos en lo que Enrique (Carpintero) llama el “giro del psicoanálisis”. Sintéticamente, si en la época de los inicios del psicoanálisis el paradigma fue la represión sexual, hoy vivimos tiempos donde el exceso de realidad produce traumatismos con la muerte-como-pulsión como paradigma de nuestra época.
La oferta que iguala presencialidad y virtualidad es una propuesta que puede favorecer las situaciones traumatizantes.
La resultante es nuestra precariedad subjetiva, que se produce al no encontrar un espacio soporte, que es el norte de la brújula de nuestros “nuevos” dispositivos psicoanalíticos. No son nuevos, en cuanto a “novedad”, sino dispositivos de acuerdo a las problemáticas que nos enfrentamos, tal como las primeras entrevistas vinculares y familiares de psicoanalistas surgieron en los Policlínicos de hace 100 años, hoy encontramos distintas experiencias clínicas, grupales, familiares, comunitarias, que permiten crear nuevos espacios soportes frente a este exceso de realidad.
Contamos con genealogías y herencias de cómo hacer frente a situaciones excepcionales (como las que mencioné al inicio). Nuestra caja de herramientas se forja en espacios colectivos como este. Jamás en la individualidad. Estos espacios son nuestro soporte para tiempos como los de hoy, insoportables.
Frente a las precarizaciones, los monstruos, la muerte-como-pulsión desatada, tenemos espacios soportes, nuestras Topías. Para sostener y sostenernos en la clínica y en la vida.
Manos a la obra. ◼
*Texto de la exposición en las Jornadas organizadas por la revista y la editorial Topía realizadas los días 28 y 29 de junio: “Psicoanálisis en el fin de una época. Construyendo pensamiento crítico contra la derecha neofascista”.
Notas
1. Freud, Sigmund, Nuevos caminos en la terapia psicoanalítica (1918), en Obras Completas, Tomo XVII, Amorrortu, Bs. As., 1979.
2. Danto, Elizabeth Ann, Psicoanálisis y justicia social (1918-1938), Gredos, Madrid, 2013.
3. Danto, Elizabeth Ann, op. cit.
4. Vainer, Alejandro, “La revolución rusa y sus resonancias entre los psicoanalistas europeos. La construcción de una izquierda freudiana” en Carpintero, Enrique (compilador), El psicoanálisis en la revolución de octubre, Topía, Buenos Aires, 2017.
5. Desde abril de 1991 se edita Topía. Primero hubo diferentes artículos sobre clínica. En 1998 comenzó a publicarse como revista Topía en la clínica. Nuevos dispositivos psicoanalíticos. Esta perspectiva se profundizó y se incorporó como sección en Topía abarcando diferentes facetas de la actualidad de la clínica psicoanalítica. Esta perspectiva está condensada en la propuesta de Enrique Carpintero sobre “El giro del psicoanálisis”: https://www.topia.com.ar/articulos/editorial-algunas-reflexiones-sobre-el-giro-del-psicoan%C3%A1lisis
6. Vainer, Alejandro (comp.), Contigo a la distancia. La clínica psi en tiempos de pandemia, Topía, Bs. As., 2021. https://www.topia.com.ar/editorial/libros/contigo-distancia-clinica-psi-tiempos-pandemia
7. En este sentido sigo los desarrollos de César Hazaki, especialmente en el reciente Planeta Cyborg. De humanos a usuarios, Topía, Bs. As., 2024.
Alejandro Vainer - Psicoanalista
alejandro.vainer [at] topia.com.ar
IG: @alevainer