¿Qué ideas tenían los argentinos, al final de la década del cincuenta, acerca de la Salud mental? ¿Esta era una de sus preocupaciones? ¿Qué prejuicios tenían acerca de la enfermedad mental?, ¿Qué información disponían acerca de los distintos tratamientos psiquiátricos?
Una investigación que realizan Floreal Ferrara y Milcíades Peña a través de una encuesta por muestreo durante los meses de julio, agosto y septiembre de 1959, en las ciudades de Buenos Aires, La Plata, Rosario, Córdoba y Tucumán establecen algunas interesantes conclusiones.
Entre ellas aparecen que el 90 % no nombra a la locura entre las enfermedades más temibles;
el 64 % considera que la locura es esencialmente un comportamiento extremado y sistemáticamente distinto al que se considera normal. Solamente reconocen como "enfermedad mental" lo que clasificaríamos como una conducta psicótica violenta y agitada.
Cuando deben contestar acerca de las causas de la enfermedad mental 3 de 4 personas consideran que las mismas son orgánicas, tales como las lesiones cerebrales o el alcoholismo. Lo factores de orden biológico son los más mencionados. Luego le siguen los problemas psicológicos (conflictos familiares, amorosos, falta de cariño, etc.), pero son aún menores quienes mencionan las condiciones sociales como causa de la locura. Vale destacar que para el 52 % el "leer demasiado" era un hecho "muy importante" como posibilidad para volverse loco, quizás recordando al famoso Don Quijote de la Mancha que enloqueció al leer muchos libros de caballería.
La imagen popular de lo que era "enfermedad mental" no difería de la concepción vigente en la psiquiatría clásica. En este sentido se menciona a las psicosis más violentas y bizarras, pero también los actos inmorales y los delitos como patologías que se consideran psiquiátricas.
Tanto nivel de prejuicio desembocó en que el 62 % contestara que les desagradaría tener como vecino a un ex enfermo mental. Y que una de cada dos personas dijera que era una desgracia contar con un enfermo mental en la familia, si ello ocurría debía guardarse en secreto. Esto habla de los caminos que tenían que recorrerse para realizar un trabajo comunitario.
La población desconocía, en su mayoría, a los psiquiatras. Una de cada dos personas nunca había tenido la ocasión de conocer a alguien que hubiera sido tratado por un psiquiatra, mientras que tres de cada cuatro jamás habían conocido a nadie dedicado a la psiquiatría. (Recordemos que, en esa época, eran los únicos profesionales encargados de la Salud Mental)
En cuanto a los tratamientos conocidos por la población el 45 % no sabían nada sobre los tratamientos psiquiátricos. Entre los que se mencionan, se encuentra el electroshock en primer lugar (32 % ), seguido por el shock insulínico (12 % ). En cambio la psicoterapia y el psicoanálisis fueron citados por tan sólo el 8 %. Por otro lado los sedantes, la religión y el confinamiento o el aislamiento fueron mencionados por el 19 % de los entrevistados.
Era comprensible que si la mayor parte de la gente suponía que las enfermedades mentales eran de origen biológico, los tratamientos más nombrados fueran los que actuaban sobre el organismo. Finalmente, el conocimiento acerca de la terapéutica no brindaba ninguna confianza en la curación. Por ello el 56 % opinaron que la locura no podía curarse.
Un tema investigado fue la escasa importancia que se le atribuyó a las condiciones de vida sobre la salud mental. En este sentido 3 de cada 4 personas afirmaron que la pobreza tenía poca o ninguna importancia en las enfermedades mentales; el 61 % respondió que el exceso de trabajo no era importante y el 87 % que una migración del campo a la ciudad tampoco incidiría sobre la salud mental.
Los autores cierran el trabajo con el cruce entre prejuicios acerca de la enfermedad mental y actitudes conservadoras para finalizar diciendo: "Todo lo cual parecería indicar que para las personas de actitud básicamente conservadora la misión primordial del ser humano es adaptarse al orden social imperante, y cualquier incapacidad para adaptarse constituye –a los ojos de los autoritarios- una prueba, o en todo caso una presunción, de inmoralidad deliberada o incapacidad constitucional más bien que de trastornos en la salud mental. Por lo cual la psiquiatría resulta para esas personas básicamente conservadoras una especialidad más bien punitiva que terapéutica, y en todo caso misteriosa".
A partir del año 1957, con al creación del Instituto de Salud Mental, la psiquiatría comienza a participar en el denominado “campo de la salud mental” donde debe compartir su práctica con psicoanalistas, psicólogos, psicopedagogos y otros profesionales de la salud. La creación por Mauricio Goldenberg del primer Servicio de Psicopatología en el Policlínico de Lanús, el inicio de la carrera de Psicología en la UBA, la formación de Centros Comunitarios y el auge y difusión del psicoanálisis son factores fundamentales que contribuyen al debate ideológico y político de las décadas del sesenta y setenta. Esta situación lleva, necesariamente, a un cambio en las ideas y las prácticas sobre la “enfermedad mental”.
Enrique Carpintero y Alejandro Vainer
(Este texto forma parte de una investigación que los autores están realizando, hace dos años, sobre la historia de la Salud Mental en la Argentina en las décadas del sesenta y setenta).