El presente escrito intentará reflexionar, a partir de un caso clínico, las posibles relaciones entre la psicosis y el concepto de huellas mnémicas como parte de la constitución del psiquismo desde una perspectiva psicoanalítica.
Partiremos de reconocer que cuando un sujeto padece un brote psicótico queda en estado de perplejidad, perdiendo las coordenadas tanto de la realidad como de la orientación, cortando al mismo tiempo el vínculo con el mundo de lo objetal, situación que conlleva un intenso sufrimiento y estado de angustia.
En el caso clínico presentado podemos inferir que en el sujeto la alucinación aparece como desbordando la investidura y se da a expensas de la realidad objetiva.
Intentaremos pensar la importancia de las vivencias infantiles y cómo quizás estas se entretejan, de alguna manera, en la construcción alucinatoria.
Podremos pensar, así como la alucinación actuará como posible mecanismo vía el cual se buscará restituir el puente que conecta lo psíquico con el mundo exterior, aun cuando en ella la realidad se encuentra totalmente comprometida bajo una alteración sensoperceptiva.
Partimos de reconocer que existen corrientes teóricas que le atribuyen tanto al autismo como a la psicosis un origen netamente biológico-genético dándole peso exclusivamente a lo endógeno, es decir a todo lo que el niño hereda.
Otras corrientes, intentan explicar tanto al autismo como a la psicosis a partir de causas psicógenas estrictamente, relacionadas fundamentalmente con factores del entorno primario. Diríamos que bajo esta visión el origen se explica por causas psíquicas puras.
Intentaremos pensar la importancia de las vivencias infantiles y cómo quizás estas se entretejan, de alguna manera, en la construcción alucinatoria.
En el presente trabajo, se entiende que tanto el autismo como la psicosis se suceden ante una conjunción de lo psicógeno en simultaneidad con el componente biogenético, en tanto armado complementario, que se forma entre lo que viene dado (lo heredado diríamos) más las vivencias; y cómo a partir de este entrelazado se constituye tanto el sujeto como su aparato psíquico.
Bajo esta lógica entenderemos la importante influencia del contexto en el sujeto y el efecto comando que ejerce sobre el mismo. Tanto lo vivencial como lo transmitido por los padres interactuarán en la constitución del psiquismo del niño. Tradiciones y cultura generarán una influencia sobre los padres que a su vez transmitirán a su descendencia a partir de una época que afirmamos, los determina.
Es también desde esta época y contexto desde donde deberemos entender tanto los diagnósticos como sus posibles tratamientos.
Llamaremos Juan a un adolescente de 16 años que llega al servicio de urgencia hospitalaria a través de ambulancia de SAME junto con personal policial quienes lo asistieron en la vía pública por una desorganización conductual. Además, el joven es acompañado por sus padres en el ingreso al efector de salud.
Al momento del examen se encuentra vigil, orientado, desaseado, colaborador pasivo y por momentos reticente, hiperprosexico, inquietud motora, con marcada latencia de respuesta, signos de impulsividad manifiesta, discurso desorganizado desplegando ideación paranoide de persecución y mística (“me persigue una secta, me di cuenta por los colores de su ropa”, “me quieren operar para sacar el corazón”, sic).
Refiere alucinaciones visuales y auditivas e insomnio de varios días de evolución. No se observa conciencia de situación ni de enfermedad.
Partimos de reconocer que existen corrientes teóricas que le atribuyen tanto al autismo como a la psicosis un origen netamente biológico-genético dándole peso exclusivamente a lo endógeno, es decir a todo lo que el niño hereda.
Sus padres expresan que en los últimos días el adolescente manifestó actitudes que a ellos les resultaron extrañas. Relatan que el día anterior al ingreso hospitalario se encontraban circulando en el vehículo junto a su hijo cuando el mismo al estar detenidos frente a un semáforo abrió la puerta trasera del auto y salió corriendo sin ningún tipo de explicación.
Luego, más tarde de acontecido ese episodio, fueron contactados desde una comisaría la cual los convocaba a ir a buscar a su hijo que había sido encontrado en cercanías a la zona desorientado, angustiado y con poco aseo.
Tanto el paciente como sus padres niegan antecedentes de tratamientos por salud mental pero estos últimos refieren que Juan al nacer presentó una enfermedad cardiaca con diagnóstico de: transposición de los grandes vasos, motivo por el cual debió ser intervenido quirúrgicamente en varias oportunidades al inicio de su vida y transcurrir largos períodos cursando internación hospitalaria.
Tomando algunas conductas de Juan al momento del ingreso a la guardia parece importante mencionar que entra pateando las puertas del hospital y todo cuanto se cruzaba por delante de él, se lo observaba esquivo con sus padres y sin poder responder a la contención verbal que estos pretendían brindarle.
Al momento de ingresar al consultorio con el equipo interdisciplinario de salud mental Juan cede en su excitación psicomotriz y acepta ser entrevistado frente a la propuesta del equipo que giraba en torno a asegurarle que pretendían ayudarlo.
El adolescente refiere que, desde el día anterior, momento en que se arroja del auto de sus padres, tiene a un grupo de personas persiguiéndolo para sacarle el corazón, “me amenazan y persiguen todo el tiempo” (sic), refiere que este mismo grupo de personas también estaban cuando llegó al hospital “corren detrás de mí y me dicen que quieren sacarme el corazón” “son como una secta que nunca antes vi” “me los pude sacar de encima recién pateándolos” (sic).
Ahora bien, cabe preguntarnos; ¿Estamos frente a un recuerdo de su vivencia infantil vinculada a la patología cardiaca al momento de nacer o estamos frente a una franca alucinación? ¿O quizás, huella mnémica y alucinación se encuentran vinculadas en esta viñeta?
Para intentar dar respuesta a estos interrogantes comenzaremos por sostener que lo percibido se inscribe en forma de huellas mnémicas, como resultado de las cantidades retenidas en el sistema impasadero que pueden surgir, en algunos sujetos, como mecanismos particulares destinados a desembarazarse de volúmenes hiperintensos de estímulos. Algunos de estos restos pueden en algún momento devenir en consciente o también podrían nunca hacerlo.
En el caso clínico presentado podemos inferir que en el sujeto la alucinación aparece como desbordando la investidura y se da a expensas de la realidad objetiva.
El caso clínico presentado permite reflexionar cómo a partir del momento que la psicosis se hace presente se interrumpe la conexión con la realidad y aparece como resultado la alucinación tanto visual como auditiva (referida al conjunto de personas que lo persiguen con el único fin de sacarle el corazón). Es decir, a través de la psicosis Juan corta conexión con la realidad y logra modificarla misma a través del contenido de su alucinación. Dicho de otro modo, desestima la realidad y la sustituye mediante el proceso alucinatorio modificando así lo objetivo para defenderse de aquello que lo desborda.
Esta situación conlleva a reflexionar sobre la relación entre los conceptos de recuerdo y alucinación y a poder diferenciar la intensidad con la que se dan ambos, y para ello Freud establece:
El recuerdo, aún el más vivido, se diferencia siempre de la alucinación, así como de la percepción externa. Solo que con igual rapidez caemos en la cuenta de que en el caso de reanimación de un recuerdo la investidura se conserva en el sistema mnémico, mientras que la alucinación (que no es diferenciable de la percepción) quizá nace cuando la investidura no solo desborda desde la huella mnémica sobre el elemento P, sino que se traspasa enteramente a este. (Freud, 1923, p. 22).
Tomando el concepto de huella mnémica podemos preguntarnos también: ¿Se alucina con una idea libre o se alucina con un “resto” que en algún momento entró vía percepción?
Y en este sentido, sostenemos que, en el proceso de formación de la alucinación, el psiquismo se sirve del contenido de las vivencias infantiles reprimidas constituyéndose así de alguna manera en un retorno de lo reprimido que puja por traspasar a la conciencia. Este proceso, insoportable para el Yo, hace que el mismo eleve el sistema defensivo para protegerse de que aquel contenido se torne consciente. De esta manera lo reprimido retorna por la vía de la alucinación en la psicosis, en donde a pesar de las barreras que pone el Yo la huella puja por salir.
Resulta necesario mencionar que el efecto patógeno en la psicosis es el resultado de la tensión conflictiva entre el Yo y la realidad exterior. En dicho conflicto el Yo comandado por el Ello, desestima una representación insoportable junto con su afecto comportándose como si ésta nunca hubiese ocurrido. Es decir que el sujeto se defiende de la realidad desestimándola y refugiándose en la enfermedad. En este punto es importante que, a diferencia de este mecanismo, en la neurosis el conflicto psíquico es entre el Yo, ahora regido por el Principio de Realidad, contra el Ello hacia el cual emprende defensas para sofocar una parte del mismo.
Desde este marco teórico sostenemos que algunas vivencias del sujeto se inscriben en el psiquismo en forma las huellas mnémicas, que en determinadas presentaciones clínicas pueden emerger a través de mecanismos particulares destinados a desembarazarse de volúmenes hiperintensos de estímulos con el fin de evitar el colapso del aparato psíquico.
Asimismo, lo que ambas estructuras pueden tener en común es que “tanto neurosis como psicosis expresan la rebelión del Ello contra el mundo exterior; expresan su displacer o, si se quiere, su incapacidad para adaptarse al apremio de la realidad” (Freud, 1923, p. 193).
En relación a la ruptura con la realidad que supone la psicosis, podemos afirmar que cuanto más radical sea la defensa mayor suponemos que será el costo psíquico que padezca el sujeto. La vía de la alucinación y el delirio suponen un carácter altamente penoso y conllevan elevados niveles de sufrimiento para el aparato psíquico.
En el caso clínico presentado podemos inferir que en el sujeto la alucinación aparece como desbordando la investidura y se da a expensas de la realidad objetiva. Además, podemos observar como sus síntomas podrían estar determinados en su forma por el contenido de lo reprimido en sus vivencias infantiles; pudiendo establecer alguna posible asociación entre aquellas vivencias traumáticas de la temprana infancia en torno a las intervenciones quirúrgicas por su patología cardíaca y el contenido de la alucinación en donde el sujeto se siente perseguido y amenazado porque lo quieren “operar para sacar el corazón”. En este sentido podríamos hipotetizar que aquellas huellas inscriptas no pudieron ser ligadas psíquicamente producto del trauma, y aquello no representable emerge en forma de alucinación.
En el caso expuesto la realidad está comprometida lo cual obliga a entenderlo desde el concepto de una psicosis con producción alucinatoria en el cual la investidura desborda desde la huella mnémica sobre el elemento P y lo traspasa.
A modo de síntesis, hemos intentado abordar a la psicosis como una patología multicausal. Entendiendo que en su etiología intervienen una conjunción de factores relacionados con lo constitucional heredado, las vivencias sexuales de la temprana infancia que son capaces de dejar fijaciones de la libido y vivencias del adulto con potencial desencadenante de la enfermedad.
Esta concepción permite dar cuenta de que el modo en que se interrelacionan los factores mencionados, determina la singularidad de cada sujeto, lo cual es un aspecto muy relevante para la intervención clínica.
Desde este marco teórico sostenemos que algunas vivencias del sujeto se inscriben en el psiquismo en forma las huellas mnémicas, que en determinadas presentaciones clínicas pueden emerger a través de mecanismos particulares destinados a desembarazarse de volúmenes hiperintensos de estímulos con el fin de evitar el colapso del aparato psíquico.
Para concluir nos parece valioso re-pensar nuestra intervención profesional, frente a casos como el compartido, con las herramientas que aporta el psicoanálisis. Desde este paradigma podemos comprender al aparato psíquico teniendo en cuenta su complejidad, lo cual resulta imprescindible para poder abordar la urgencia subjetiva alojando al sujeto en su singularidad, con el objetivo de aliviar su padecimiento psíquico.
Marina Argañaraz
marina.arganaraz73 [at] gmail.com
Licenciada en Trabajo Social de la Universidad de Buenos Aires. Integra las Juntas Interdisciplinarias de Evaluación de la Discapacidad (GCABA) y el Equipo de Salud Mental del Hospital General de Agudos Doctora Cecilia Grierson.
Freud, S. (1916-1917). Conferencia 23. Los caminos de la formación del síntoma. Parte III Tomo XVI. Obras completas. Amorrortu editores.
Freud, S. (1924). La pérdida de la realidad en la neurosis y la psicosis. Tomo XIX. Obras completas. Amorrortu editores.
Freud, S. (1923). El yo y el ello. Capítulo II, Tomo XIX. Obras completas. Amorrortu editores.
Freud, S. (1925). Nota sobre la “pizarra mágica”. Tomo XIX. Obras completas. Amorrortu editores.
Freud, S. (1920). Más allá del Principio de Placer. Capítulo IV. Tomo XVII. Obras Completas. Amorrortu editores.
Freud, S. (1895). Proyecto de una Psicología para Neurólogos. Tomo I. Obras Completas. Amorrortu editores.