La cuestión de la contratransferencia sigue desatando polémicas. Mi intención es avanzar en una perspectiva específica para este instrumento de trabajo. Para ello haré una breve vuelta sobre la historia para luego avanzar en algunas propuestas.
I
Las definiciones pueden variar en algunas cuestiones. La clásica incluye el “conjunto de las reacciones inconscientes del analista frente a la persona del analizado y, especialmente, frente a la transferencia de éste.”[1] Algunas otras incluyen también las respuestas “afectivas y emocionales” del analista frente a la transferencia del paciente.
¿En qué situación clínica puede evitarse las reacciones del inconciente del analista? Negarlo sería suponer que habría posibilidad de un analista que fuera sólo espejo, función analítica o deseo del analista.[2] Un implacable cirujano del inconsciente, cuyo propio inconsciente no reacciona cotidiana y productivamente cuando tiene algunos tropiezos, llamado contratransferencia.
Las divergencias teóricas de cómo tomar a la contratransferencia tienen consecuencias clínicas. Es una larga historia que continúa.[3] Sinteticemos algunas posiciones: los que la toman como obstáculo y quienes la consideran un instrumento.
Por un lado, está aquélla que retoma a la postura de Freud de 1910. En ese momento le pone el nombre de “contratransferencia” o “transferencia recíproca” (según la acertada traducción de López Ballesteros). La define como el “influjo que el paciente ejerce sobre su sentir inconsciente” y que es necesario que se lo domine a través del análisis personal. Allí es donde Freud afirma que “cada psicoanalista sólo llega hasta donde se lo permiten sus propios complejos y resistencias interiores.”[4] Estos “puntos ciegos” son los que hacen imprescindible el análisis del analista. Esta perspectiva es retomada por Lacan, quien considera la contratransferencia como “la suma de los prejuicios, de las pasiones y de las perplejidades del analista, incluso de la insuficiente información del analista.”[5]
Por otro lado, el “redescubrimiento” de la contratransferencia hecho por Paula Heimann y Heinrich Racker de mediados del siglo pasado. Estos analistas de la escuela kleiniana postularon que la contratransferencia no era un obstáculo, sino un instrumento. Pero desde una perspectiva particular: “La contratransferencia del analista es, no sólo parte esencial de la relación analítica, sino que es creación del paciente. Ella es parte de la personalidad del paciente”.[6] El inconsciente del analista está en contacto con el inconsciente del paciente y responde a él. Aunque Heimann luego relativizó dicha posición y Racker postulaba diferenciar la contratransferencia como instrumento de aquélla fruto de los puntos ciegos del analista, esta postura tuvo efectos de propiciar que se tomaran todas las reacciones contratransferenciales del analista como efecto de la transferencia del paciente.
En ambas posturas opuestas hay un punto en común: un analista espejo, que gracias a su análisis personal será “casi objetivo”. En el primer caso, cuando aparecen los obstáculos contratransferenciales serán producto de restos no analizados del analista: los “puntos ciegos” que convocan nuestros pacientes y debemos reducir al mínimo para operar. En el segundo, será menester limpiar bien el espejo del analista para que la contratransferencia pueda reflejar el inconsciente del paciente. Postular que es posible un analista “casi” sin puntos ciegos es continuar con el ideal positivista que tenía el propio Freud y muchos de sus seguidores. Un ideal en el cual, bien analizados, nos convertiríamos en una pura función analítica, un puro deseo del analista. Seres iluminados con un mínimo de oscuridad.
II
Algunas premisas para avanzar en mi posición:
-La contratransferencia no es sólo un obstáculo. Es inevitable. Siempre reaccionamos con nuestros pacientes. A veces obstáculo, pero siempre herramienta de trabajo.
-La contratransferencia no abarca sólo las reacciones del analista ante los pacientes. La contratransferencia, en sentido extensivo, es la forma en que la subjetividad del analista se pone en juego en la situación clínica.[7]
-El oficio del analista implica un “estar” de la subjetividad, que incluye a nuestros procesos contratransferenciales. No sólo varían entre analistas, sino también a lo largo de las “edades” de cada analista.[8]
-El análisis implica un particular encuentro intersubjetivo donde transferencia-contratransferencia se determinan mutuamente.
III
Freud define a la contratransferencia a partir de encontrar un obstáculo. Nosotros tomamos conciencia de la contratransferencia en los momentos que perturba nuestro trabajo. Por ejemplo, un paciente que habitualmente se mostraba poco conforme con su vida y con su análisis. Me sorprendió en al inicio de una sesión con un supuesto agradecimiento argumentando que la sesión anterior le había servido para hacer un negocio financiero y ganar algo de dinero. En ese momento quedé sumido en varias sensaciones. No había gratitud en su tono, era más bien una burla. Lo curioso era que la decisión de dicho negocio ni siquiera había sido tema de la sesión anterior. Mientras lo seguía escuchando pensaba en para qué continuaba su análisis si se quejaba constantemente de cierto estado de vacío depresivo que insistía y por el cual siempre apostaba a la “pastilla mágica” de su psiquiatra como único remedio. Evidentemente él venía a una cosa y yo estaba en otra. Sin dudas, estaba tomado por mi contratransferencia.
Estos procesos contratransferenciales tienen varios destinos según el analista, su experiencia y su momento vital: de resolverse mediante el propio análisis de la contratransferencia en la sesión, si se puede integrarlo con las asociaciones del paciente y profundizar en el trabajo clínico. De no resolverse allí será el genuino convocante a dedicar tiempo de las propias sesiones del analista y/o espacios pertinentes de supervisión. La contratransferencia como obstáculo es el desencadenante de los pedidos de supervisiones. Uno no sabe qué hacer, o bien algo le hace desconfiar de la línea de trabajo, como el caso mencionado, y necesita un espacio particular para drenar los procesos contratransferenciales. De ese modo puede transformar el obstáculo en motor del análisis, tal como Freud decía de la transferencia. Esto implica un trabajo personal y teórico del analista para poder deslindar la complejidad de la contratransferencia. Poder ver qué hay del paciente y qué del propio analista en esa trama tejida de transferencia-contratransferencia que se coaguló como obstáculo, haciendo visible la contratransferencia.
IV
La contratransferencia como obstáculo muestra sólo la punta del iceberg del conjunto de la contratransferencia. Hay toda una serie de fenómenos contratransferenciales que tenemos cotidianamente en la clínica psicoanalítica. Estas pueden aparecer como asociaciones, modelizaciones, teorizaciones, estados afectivos diversos, ocurrencias. Estas no sólo no son obstáculos, sino parte central de nuestra tarea. La cuestión es qué hacemos con ellos.
Pero, ¿dónde empieza y dónde termina nuestra contratransferencia? Los límites son claros si nos mantenemos en definirla sólo como obstáculo: no sé qué hacer con dicho paciente en una situación determinada o bien el surgimiento de angustias, temores, actuaciones en el analista. Esa contratransferencia perturba el trabajo. Pero si avanzamos y sostenemos que en todo momento hay procesos contratransferenciales, ¿quién puede delimitar qué hay de contratransferencia y qué hay de pensamiento teórico-clínico en cada momento? Por ejemplo, ¿cuánto hay de reacción contratransferencial y cuánto de pensamiento clínico en acto cuando se nos ocurre espontáneamente una intervención que rompe el clima de monotonía y aburrimiento de una sesión y la hacemos “casi sin pensar”?[9] Es que en la clínica psicoanalítica atendemos a varias cuestiones “polifónicamente”: el discurso verbal, sus palabras y sus contenidos, la trama de discursos no verbales, las propias reacciones que son inseparables de nuestra forma de pensar el análisis. La interrelación entre estas diferentes “líneas musicales” organizan (conciente, preconciente e inconcientemente) las diversas formas de intervenciones del analista.
El no poder diferenciar contratransferencia, en sentido restringido, de pensamiento clínico, nos lleva a la contratransferencia en sentido extensivo, abarcando el conjunto de la subjetividad del analista en sesión. Nuestra tarea está determinada por la propia subjetividad, y nuestro compromiso es el permanente trabajo sobre nuestra contratransferencia.
V
Si postulamos que el análisis implica un tipo particular de encuentro intersubjetivo, tenemos que considerar los aportes de la subjetividad del analista para configurar la trama transferencia-contratransferencia, cuestión desestimada por quienes continúan con el ideal del analista espejo.[10]
La subjetividad del analista es tan visible como la “carta robada” del cuento de Poe.Está bien escondida a la vista de todos. Sólo que con el “prejuicio lingüístico” que nos atraviesa, pocos la ven allí. Son nuestra vestimenta, nuestros gestos, nuestra forma de hablar, nuestro lenguaje, nuestro consultorio y cantidades de datos que transmitimos en el encuentro analítico. Y también fuera: la circulación de información hoy pública que circula por internet. Todo ello muestra nuestra ideología, pertenencia de clase, valores, teorías analíticas, la experiencia clínica y de vida. Son diversas cuestiones que siempre están presentes y determinan el marco de la trama transferencial que se organizará a partir del encuentro de la subjetividad del paciente con la subjetividad del analista. O sea, son elementos de la subjetividad del analista, que en el encuentro clínico se transforman en contratransferencia. Por eso no podemos pensar a la contratransferencia solamente como las “reacciones” del analista, tal como proponen las definiciones. La idea de “reacción” o “respuesta” presupone un analista espejo, no de un analista cuya subjetividad está siempre en juego.
Para ejemplificar lo anterior: durante los inicios de mi formación no hacía mucho hincapié en el trabajo con los sueños de los pacientes. No era una cuestión personal, sino una marca de una época. No solía preguntar por los sueños en las entrevistas y señalar su importancia para el trabajo. Esto llevaba a que los pacientes trajeran sólo eventualmente algunos sueños. Luego, a raíz de algunos cambios conceptuales, que siempre son subjetivos, empecé a tomar en cuenta los sueños y darles otro lugar en el trabajo clínico. Esto hizo que pacientes que no traían sueños, comenzaran a soñar, traer sus sueños y trabajarlos. Esta experiencia la tiene todo analista. La transferencia del paciente se organiza de acuerdo a la trama de encuentro intersubjetivo con el analista. Esto implica que cambios en la subjetividad del analista -y por ende en su contratransferencia-, promueven cambios en las transferencias de los pacientes.
Esta posición tiene varias consecuencias. Una de ellas es que la neutralidad es imposible, porque es fruto de considerar un analista espejo y no un analista sujeto. Por lo contrario, es necesario conservar el principio de abstinencia, pero en función de cada paciente y cada situación, para promover el trabajo analítico.[11] El trabajo sobre nuestra contratransferencia será la brújula que nos permitirá adecuar una abstinencia que no sea un ritual sino una herramienta clínica.
VI
La praxis analítica va tallando al analista. Vale recordarlo: no es lo mismo analista con experiencia hospitalaria, con trabajos con algunos tipos especiales de pacientes y situaciones (psicóticos, límites, trabajos en crisis, etc.), trabajo en equipo, trabajo con distintos grupos etarios. Tanto sus teorizaciones como su contratransferencia estarán talladas por su particular praxis y sus pertenencias institucionales dentro del campo de Salud Mental.[12] Las experiencias van decantando aquello que se conoce como el “estilo” de cada analista, sedimentación contratransferencial de la praxis.
Finalmente estas líneas sobre la contratransferencia continúan aquella afirmación del propio Freud: “…todo hombre posee en su inconsciente propio un instrumento con el que es capaz de interpretar las exteriorizaciones de lo inconsciente en otro”.[13] Pero esta tarea de trabajo con la propia contratransferencia es más abarcativa y más compleja que lo que imaginaba Freud hace un siglo. No se enseña, pero se aprende no sólo a través del análisis personal, sino también en las supervisiones clínicas, las lecturas y debates teóricos, las discusiones con maestros, pares y discípulos y, sobre todo, en el abanico de situaciones clínicas por las que atravesamos.
Alejandro Vainer
Psicoanalista
alejandro.vainer [at] topia.com.ar
Notas
[1] Laplanche, Jean y Pontalis, J.-B., Diccionario de Psicoanálisis, Editorial Labor, Bs. As., 1971.
[2] Un analista sin sujeto. Una definición del “deseo del analista” es clara en este sentido: “un analista no como ser humano que tiene sentimientos, sino como una función, un rol, un papel que debe representar y que puede ser representado por muchos individuos extremadamente diferentes. El deseo del analista es un deseo centrado en el análisis y sólo en el análisis… se trata de un deseo inagotable de que el paciente concurra a la terapia, de que ponga su experiencia, sus pensamientos, sus fantasías y sus sueños en palabras, y que asocie con ellos.” Fink, Bruce, Introducción clínica al psicoanálisis lacaniano. Teoría y Técnica, Ed. Gedisa, Barcelona, 2007. El subrayado es nuestro.
[3] Para una excelente historia del concepto de contratransferencia: Volnovich, Juan Carlos, “Contratransferencia a lo largo de la historia”, en Topía Revista Nº 39, Bs. As., noviembre 2003. También en www.topia.com.ar
[4] Freud, Sigmund, “Las perspectivas futuras de la terapia psicoanalítica” (1910), en Obras Completas, Vol XI, Amorrortu Editores, Bs. As., 1979.
[5] Lacan, Jacques, “Intervención sobre la transferencia”, en Escritos 1, Ed. Siglo XXI, México, 1984. Si bien no es la única versión sobre la cuestión, sigue siendo la predominante en las polémicas actuales. Ver Cabral, Alberto C., Lacan y el debate sobre la contratransferencia, Ed. Letra Viva, Bs. As., 2009.
[6] Heimann, Paula, “On countertransference”, en Revista uruguaya de Psicoanálisis, Vol. 4, 1961-2.
[7] Para el concepto de contratransferencia en sentido extensivo tomo los aportes de M. Neyraut en La transferencia,Ed. Corregidor, Bs. As., 1976 y E. Carpintero en Registros de lo Negativo, Ed. Topía, Bs. As., 1999. Esta postura amplía el concepto de contratransferencia, y además propone que la contratransferencia determina la transferencia.
La noción de subjetividad como efecto del entrecruzamiento de tres aparatos (psíquico, orgánico y cultural) que se dan en un espacio corporal continúo las ideas de Enrique Carpintero. Carpintero, Enrique, Registros de lo negativo. El cuerpo como lugar del inconsciente, el paciente límite y los nuevos dispositivos psicoanalíticos. Ed. Topía, Bs. As., 1999. También se pueden consultar varios de sus textos más recientes como “La curiosa anatomía del alma”, en www.topia.com.ar
[8] Ulloa, Fernando, Novela clínica psicoanalítica, Ed. Paidós, Bs. As., 1996.
[9] La noción de “metapsicología de bolsillo” de Jean Laplanche, como el conjunto de conceptos con los que el analista se aproxima a la clínica, muestra cómo la teoría se hace cuerpo en cada analista de forma particular de acuerdo a su subjetividad.
[10] Cada vez más investigaciones toman en cuenta el encuentro intersubjetivo entre paciente y analista. Por sólo mencionar dos ejemplos de diferentes orientaciones teóricas: Maldavsky, David y colaboradores, La intersubjetividad en la clínica psicoanalítica, Lugar Editorial, Bs. As., 2007; Thoma, Helmut y Kächele, Horst, Teoría y práctica del psicoanálisis, Ed. Herder, Barcelona, 1989.
[11] Vainer, Alejandro, “Neutralidad y abstinencia. Una introducción”, en Topía Nro. 52, Bs. As., abril 2008.
[12] Aunque fue descripto desde hace muchos años, vale recordar que los procesos contratransferenciales son diferentes de acuerdo a la praxis con tipos de pacientes y situaciones clínicas. Por ejemplo, son distintos para quienes trabajan con crisis y situaciones psicóticas de quienes suelen trabajar con pacientes neuróticos. También la contratransferencia es dependiente del dispositivo implementado y su pertinencia con los diversos diagnósticos en juego. Vainer, Alejandro, “Subjetividad, diagnósticos y nuevos dispositivos psicoanalíticos”, en Topía Revista, Nro. 57, Bs. As., noviembre 2009.
[13] Freud, Sigmund, “La predisposición a la neurosis obsesiva”, en Obras Completas, Vol. XII, Amorrortu Editores, Bs. As., 1979.