Un virus recorre el mundo | Topía

Top Menu

Titulo

Un virus recorre el mundo

 

Un fantasma recorre Europa, el fantasma del Comunismo
Karl Marx. Friedrich Engels

Un fantasma recorre el Mundo
Aníbal Quijano

El fantasma que nos sobrevuela en su versión más cruel -la muerte en solitario por asfixia- nos sumerge en el desaliento (nunca mejor usado el término) (…) desaliento que va inflando el presente al punto tal que amenaza evaporar hasta el más próximo pasado para terminar bloqueando la posibilidad de avizorar el futuro.

Ese fantasma introducido por el virus, comparte con Hamlet, con el comunismo, la condición de espectro: un fenómeno sobrenatural y paradójico; la visibilidad furtiva e inaprensible de lo invisible o, mejor aún, la invisibilidad de lo vivible. Es el fantasma de la muerte individual y es, también, el fantasma de la extinción de la especie. Si acaso, el fin del mundo. Con todo, la sentencia “es más fácil imaginar el fin del mundo que concebir el fin del capitalismo” (atribuida tanto a Friedrich Jameson como a a Slavoj Zizek) se corresponde con la aceptación cínica de una realidad infinita: el realismo capitalista al que aludió Mark Fisher.1

El fantasma que nos sobrevuela no es el virus, es el Sistema que produjo el virus y garantizó su expansión y es el Capitalismo que produjo una humanidad precarizada donde triunfa la pulsión de muerte

Pero el fantasma que nos sobrevuela no es el virus, es el Sistema que produjo el virus y garantizó su expansión y es el Capitalismo que produjo una humanidad precarizada donde triunfa la pulsión de muerte. No es el virus, es el Capitalismo que conduce al sujeto a la inmolación, al sacrificio guiado por la convicción que así lo exige el superyó en su versión más cruel. “El superyó implica una renuncia pulsional cuyo saldo no se traduce en pacificación sino en hostigamiento pues, justamente, la potenciación de esa renuncia deviene en la erotización de la pulsión de muerte.”2

“I can´t breathe.” En el susurro ahogado de John Floyd convergen tanto los estragos del racismo como la angustia ante la amenaza de la enfermedad y la muerte, y la muerte real por asfixia.

“I can´t breathe.” Ese susurro ahogado elevado a grito de guerra no hizo más que transitar por la herida abierta del racismo anglo sajón, pero, también, nos toca muy de cerca no solo por el racismo que posibilitó la colonización de América sino, también, por la reactualización de las imágenes de la tortura -el “submarino”- durante el terrorismo de Estado.

“Un nombre por otro, la parte por el todo: siempre podrá tratarse la violencia histórica del Apartheid como una metonimia (dice Derrida). Tanto en el pasado como en el presente. Por diversas vías (condensación, desplazamiento, expresión o representación), siempre podrán descifrarse a través de su singularidad muchas otras violencias que se producen en el mundo... Prohibido el reposo a cualquier forma de buena conciencia.”3

“No le tengo miedo a la muerte. Lo que temo es estar solo en el momento de la muerte. La agonía en solitario. Me persigue el fantasma de estar en una sala de terapia intensiva, esas máquinas, el respirador, el desamparo sin atenuantes, el destierro irreversible, la nada… No es la muerte a la que temo, es al desierto intolerable.”

La escena tan temida de quién esto enuncia remite a un hecho traumático: el terrorismo de Estado. El secuestro, la desaparición, la tortura. La Pandemia y sus secuelas se encargaron de renovar ese dispositivo siniestro y es, entonces, cuando la figura del desaparecido resurgió con toda esa carga de no estar ni vivo ni muerto: no estar.

Vivir bajo amenaza no es experiencia nueva. El riesgo de caer en la redada se potencia y nos obliga, no solo a revivir ese terror sino, también, a transformar la angustia señal en recurso salvador.

Respirar en un contexto que no da respiro

Se han cumplido diez años de ese fenómeno que nos dejó asombrados y desconcertados. ¿Habrá tenido un sentido profético? ¿Fue el anticipo, augurio de una tragedia que se veía venir?

En septiembre de 2012, grandes multitudes se pusieron a respirar para vivir mejor. Fue en septiembre de 2012, cuando el gurú espiritual Sri Sri Ravi Shankar llegó a la Argentina y la puso a respirar después de dejar respirando a otras regiones del mundo. Sri Sri Ravi Shankar visitó una cárcel y una villa, dio conferencias de prensa y cautivó a más de 150 mil personas que respiraron en Palermo. El fanatismo por sus cursos, la popularidad del “arte de vivir” dejó perplejos a quienes sospechaban todo tipo de intrigas detrás de la convocatoria a lograr el bienestar a partir de inspirar aire puro, ese elemento de la naturaleza que, además, es uno de los pocos que aún conserva la gratuidad y que, por lo tanto, tiene un alto poder democratizante.

La ilusión creada se apoyaba en los beneficios de vivir una vida sana en base al aire puro que incluía la desmentida del aire contaminado, la polución ambiental, su origen y sus consecuencias. Todas las especies aeróbicas corriendo el riesgo de quedar reducidas a la nada a expensas de las anaeróbicas y, para celebrarlo, una fiesta maníaca de respiración colectiva.

Protegido por Macri, interlocutor de Maduro, protagonista de las negociaciones por la Paz en Colombia, Sri Sri Ravi Shankar logró anticiparse al futuro al ubicar la respiración colectiva como bien supremo poco tiempo antes que la humanidad toda se viera amenazada por el fantasma de la muerte por asfixia.

Tan de acuerdo a los imperativos de la época el gurú espiritual supo construir una comunidad de cápsulas cerradas, individuos listos para sumergirse en un océano social que baña a todos, al tiempo que garantiza el narcisismo extremo. Allí, en el centro de la masa-océano, la experiencia solipsista de un goce saludable y natural; dos caras de la misma moneda. Por un lado, el aislamiento personal, el narcisismo extremo; por el otro, sumergirse en la masa de modo tal que quede abolido el encuentro con el otro.

El “arte de vivir”, ¿por qué no sumarse a la experiencia?

Es beneficioso por dónde se lo mire: bueno para la salud, un método natural que elude quedar prisionero de las trampas del dominio y la opresión, a nada obliga y, además, es gratis. Tiene la enorme ventaja de ser neutral, no exige tomar partido ni presiona para asumir una determinada ideología; es más: no tiene otra ideología que la del sentido común. Los beneficios de aprender a respirar son muchos. Sin embargo, esa práctica, inocente y benéfica, se nos presenta como la violencia simbólica en estado puro desde el momento en que naturaliza la explotación al elevar al aire que todos respiramos al lugar del ideal que nos iguala.

Violencia del superyó

En una sociedad como la nuestra, dominada por un proyecto de explotación y exterminio, el discurso del Otro absoluto se inscribe en el inconsciente como deseo de muerte y frecuentemente se expresa a través de acciones destructivas 

El Otro. El Otro mayúsculo. El problema de la violencia reside en el Otro; en las marcas que ha dejado en el inconsciente la relación con el Otro. Si la constitución del sujeto psíquico se erige sobre la herida que dejó abierta el desamparo original del bebé frente a la mamá o a los adultos responsables de la vida o de la muerte, la situación de extrema indefensión social, la experiencia de inermidad por la que transitan les niñes no hace otra cosa que reabrir la marca que el Otro grabó en ellas y en ellos, y de esta manera, los predispone a quedar subordinados al Poder. Así, en una sociedad como la nuestra, dominada por un proyecto de explotación y exterminio, el discurso del Otro absoluto se inscribe en el inconsciente como deseo de muerte y frecuentemente se expresa a través de acciones destructivas hacia los demás y hacia ellos mismos. Violencia ejercida, violencia padecida, da lo mismo porque en esos pibes se borra el límite entre víctimas y victimarios. Ese Otro incorporado en el seno de lo propio explica la destructividad, pero, sobre todo, la auto destructividad que los habita.4

“Siempre hubo nacimiento y estructura social (dice Enrique Carpintero). Lo que está cambiando son las configuraciones específicas de las organizaciones sociales que sostienen este proceso que lleva a modificaciones en la forma que se procesa la pulsión de muerte. En especial aquélla que deviene de los factores estructurantes del proceso primario. La consecuencia de la actualidad de la cultura mundializada es que el sujeto queda atrapado en el desvalimiento originario propio de la muerte‐como‐pulsión.”5

Ya no intenta controlar, someter, sujetar, reprimir, amenazar a los jóvenes para que obedezcan a las instituciones dominantes. Ahora, simplemente destruye, disuelve las instituciones de modo tal que las pibas y los pibes quedan sueltos, caen blandos, precarios, móviles, livianos…

El problema reside en el Otro. Más, aun: el problema reside en que la nuestra tiende a ser una cultura sin Otro. Al menos, sin un Otro simbólico ante quien el sujeto pueda dirigir una demanda, hacer una pregunta o presentar una queja. La nuestra tiende a ser una cultura colmada por Otros vacíos.6 No hay un Otro en la cultura actual y todavía está por verse si el Mercado reúne las condiciones de dios único, capaz de postularse para ocupar el lugar vacante que el Otro tuvo en la modernidad.7 Más bien parecería que los nuevos tipos de dominación remiten a una tiranía sin tirano8 donde triunfa el levantamiento de las prohibiciones para dar paso a la pura impetuosidad de los apetitos. El capitalismo ha descubierto -y está imponiendo- una manera barata y eficaz de asegurar su expansión. Ya no intenta controlar, someter, sujetar, reprimir, amenazar a los jóvenes para que obedezcan a las instituciones dominantes. Ahora, simplemente destruye, disuelve las instituciones de modo tal que las pibas y los pibes quedan sueltos, caen blandos, precarios, móviles, livianos, bien dispuestos para ser arrastrados por la catarata del Mercado, por los flujos comerciales; listos para circular a toda prisa, para ser consumidos a toda prisa y, más aún, para ser descartados de prisa.9 Así, la cultura actual produce sujetos flotantes, libres de toda atadura simbólica.

Jóvenes violentos

Esa indefensión original nos predispone a quedar subordinados al Poder, y el Poder exige sacrificios: sacrificios humanos. El Poder exige sacrificios, pero, además, busca el consenso. Es muy probable que el operativo de instalar en el imaginario social la figura de jóvenes -cada vez más jóvenes, chicos- violentos y peligrosos encubriendo las causas que los generan no sea una acción tan neutra ni tan inocente como pudiera creerse. Bajar la edad de imputabilidad es una medida que requiere iniciativa y, mucho más, aceptación. Esos jóvenes a los que les espera una temporalidad sin futuro y una desafiliación marcada por la exclusión del trabajo y la falta de inscripción en formas estables de sociabilidad, víctimas de la reconversión neoliberal de la economía mundial, tienen muy mala prensa y son objeto de una verdadera campaña difamatoria por parte de los medios de comunicación de masas.

Esos jóvenes -nuestros jóvenes- no conforman una masa dispuesta a cambiar el mundo. Al menos, no todos. Sin embargo, las múltiples subculturas adolescentes, las “tribus urbanas”, molestan e interrumpen la tranquilidad con sus exabruptos violentos, con sus impertinencias estéticas, con su indiferencia hacia los sagrados valores de la cultura. Le meten miedo al pequeño burgués; perturban a los adultos de clase media y de clase alta que administran la cultura hegemónica. Esas pibas y esos pibes que se cortan solos (en el sentido literal y metafórico de “cortarse solos”) capaces de elegir una identidad a partir de cómo se autoperciben, no configuran un sujeto histórico alentado por un objetivo a cumplir. Y, aun así, incomodan: dejan bien en claro que son “otros”, que un abismo cultural los separa del mundo convencional que los rodea, que una barrera cognitiva tan transparente como infranqueable se interpone entre nosotros.

Esa generación dispuesta a cantar presente en este mundo, antes que una clase peligrosa que viene a quitarnos nuestros privilegios y nuestro patrimonio, se ocupa de confrontarnos con nuestros fracasos y con el fracaso de una cultura que hizo de la ciencia, virtud, y gloria, de la prosperidad.

Las manadas de jóvenes no son nuevas ni es tan reciente el interés mediático y académico que las tiene como destinatarias. Lo novedoso, en todo caso, es la figura que adopta en el imaginario social. Ante el colapso subjetivo producido por la catástrofe financiera y política del neoliberalismo agravada por la Pandemia; ante el terror a un “aluvión zoológico” que aprovechando la “crisis” viniera a expropiarle las pertenencias a la “gente decente”, los jóvenes se nos aparecen como manifestación posmoderna, versión light de un lumpen proletariado peligroso, desafiante y molesto.

Esas pibas y esos pibes desconfían de la información que queremos transmitirles; si son poco receptivos es porque sospechan que ese conocimiento y ese sistema axiomático que les ofrecemos no es ajeno a la catástrofe que les toca vivir

En realidad, esas pibas y esos pibes desconfían de la información que queremos transmitirles; si son poco receptivos es porque sospechan que ese conocimiento y ese sistema axiomático que les ofrecemos no es ajeno a la catástrofe que les toca vivir. Y, lo que no les perdonamos es que, con su irreverencia, nos hagan saber que nuestra gloria de burgueses cultos y civilizados generó, permitió -o, al menos, no logró impedir- las peores calamidades que sufrió la humanidad (desde Auschwitz a Hiroshima; desde la ESMA al consenso que toleró la instalación del neoliberalismo entre nosotros, por mencionar sólo algunos); gloria de burgueses que produjo una generación sufrida, castigada y maltratada a la que sólo le queda refugiarse allí: en la oscuridad de una plaza, en la precariedad de un estigma (un tatuaje, un piercing, una cicatriz), la precariedad de un estigma elevado a emblema.

Juan Carlos Volnovich
Psicoanalista
jcvolnovich [at] gmail.com

Notas

1.Fisher, M, Realismo Capitalista: ¿No hay alternativa?, Caja Negra, Buenos Aires, 2017.

2. Gerez Ambertín, Marta, Entre Deudas y Culpas: Sacrificios, Letra Viva, Buenos Aires, 2008.

3. Derrida, J, Espectros de Marx, Editorial Trotta, Madrid, 1995, p. 9.

4. García Reinoso, G, “Relaciones del Psicoanálisis con lo Social y lo Político”, Psicomundo, 2000.

5. Carpintero, E, Capitalismo Mundializado y Proceso de Subjetivación, CLACSO, 2013, p. 63.

6. Dufour, Dany-Robert, “El carácter incompleto del Otro” en El arte de reducir cabezas. Sobre la servidumbre del hombre liberado en la era del capitalismo global, Paidos, Buenos Aires, 2007.

7. Dufour, Dany-Robert, ¿El Mercado será el nuevo gran Sujeto? en El arte de reducir cabezas. Sobre la servidumbre del hombre liberado en la era del capitalismo global, Paidos, Buenos Aires, 2007.

8. Arendt, Hanna, Du mensonge a la violence, Calman Levy, París, 1972.

9. Virilio, Paul, La inseguridad del territorio, Asunto Impreso, Buenos Aires, 2000.

 

 

Temas: 
 
Articulo publicado en
Agosto / 2021