Lo que aquí les comparto es un relato con reflexiones borroneadas a partir de algunas anécdotas de estos primeros 22 días de cuarentena. Es una exploración de este registro en forma escrita, las anécdotas suelen quedar relegadas a la oralidad. Como cualquier anecdotario, oral o escrito, éste tiene su localización precisa y sus sesgos. Localización: CABA, en zona de departamentos. Sesgos, varios. Uno de ellos es sesgo de clase, de amplísima clase media urbana -y no tanto también-. Otro es el sesgo feminista. Son lentes con que vivimos la cotidianeidad. Y aunque no tendría ningún caso intentar borrarlos, deliberadamente querría no hacerlo. Tampoco naturalizarlos.
El sesgo feminista está en su inspiración más básica: lo personal es político. Y esto rehúye todo intimismo, más bien lo contrario.
El sesgo feminista está en su inspiración más básica: lo personal es político. Y esto rehúye todo intimismo, más bien lo contrario. Se esmera en visibilizar detalles, sutilezas y condiciones de vida en general. La vida en el centro. La vida, no la supervivencia. En este sentido, intervenir la cuarentena, leerla, pensarla y politizarla es des-domesticarla. Es echarla a rodar por los espacios que en este momento hacemos en común. Es en verdad devolverla a muchos de esos espacios de los que estos relatos han tomado impulso. Y nada me gustaría más que me vuelva en discusiones o anime espirales de ida y vuelta del compartir-pensar.
Esta cuarentena me encuentra en posición de única adulta a cargo de una niña de 6 años que ha comenzado hace semanas su primer grado escolar. Nos reúne a ella y a mí en un full-time que no acostumbrábamos, más allá de las vacaciones. Pero “no estamos de vacaciones”, más bien todo lo contrario. No hace falta detenerse en -mas tampoco invisibilizar- lo que eso implica en cuanto a recarga de tareas para las que solemos estar más acompañadas. Algunas de esas tareas estaban a cargo de otras trabajadoras: de casas particulares, de educación escolar y extraescolar. Esas y otras tareas convocan ahora a un dueto que se estrena en varias de ellas: teletrabajo[1] y escolarización son las más evidentes. Tampoco vendría al caso detallar ni dejar de nombrar la enorme creatividad, capacidad lúdica y destreza afectiva de esta pequeña que me acompaña y que impide el aburrimiento o cualquier desesperanza. Y yo me dejo jugar en esa sabia alegría abandonando lo más posible los imperativos de productividad.
En esta circunstancia tengo que redoblar esfuerzos que ya hacía por inventar momentos de soledad para dar espacio a mis ganas de estudiar y de compartir-pensar. Todes les amigues que están con las mismas ganas han intensificado intercambios. Recibimos y reenviamos publicaciones de pensadores de distintos lugares del planeta, como siempre. En ese sentido, no estamos aislades. Se extrañan los abrazos, la expresividad de los rostros amigos y las mesas de reunión, pero nuestras complicidades permanecen y en algunos casos se intensifican creativamente. Incluso hallamos nuevas complicidades de cuarentena porque nos acompañamos a pensar-la y no a pasar-la.
Tampoco estamos desmovilizades. El aislamiento físico no necesariamente conlleva la discontinuación de nuestros activismos. Necesita por el momento valerse de otros medios que nos mantengan actives hasta el horizonte de reencontrarnos, a la salida de la cuarentena, una vez más, en las calles desbandadas, en marchas de bronca, lucha y esperanza. Mientras tanto, no tomamos la pasividad. Nos inquietamos pensando cómo intervenir esta cuarentena, más allá del quedarse en casa. Intervenimos con ruidazos porque las Violencias de Género (VG) y los femicidios que se extienden por todo el mundo se intensifican en cuarentena. ¿Cuál pandemia?
La cuarentena obligatoria se puede usar políticamente en un sentido diferente al control poblacional que destila individualismo
Intervenir, leer, compartir-pensar. A veces un compartir-pensar crece y nos invita a escribir. Entre las lecturas de cuarentena pude acceder a Sopa de Wuhan[2]. Partiré de algunos acuerdos. Voy a coincidir con Patricia Manrique[3] en que no hace falta repetir o comentar a velocidad lo que ya se ha pensado. Mucho menos repetir lo que para otras localías habrá sido esgrimido, como advierte María Galindo[4]. Coincido también con Paul B. Preciado[5] en que la cuarentena obligatoria se puede usar políticamente en un sentido diferente al control poblacional que destila individualismo. Y activamente me propongo registrar las distintas instancias en que algo de lo común se arma. Son momentos en que la vida se recubre de iniciativas que se alejan de la mera supervivencia, aunque parezcan ser las menos, las mínimas, las minoritarias. Aunque sean algunas de ellas de tonalidades contra las que luchamos siempre y también ahora, cuando la veta cromática de la cuarentena parece tomar un verde militar y/o un fétido amarillo.
Empiezo por casa[6], donde me quedo porque vivo en una y eso es un privilegio. ¿Cuál enfermedad?[7]
Donde me quedo, decía, haciendo una cuarentena que empezó antes que la general obligatoria por una gripe muy leve pero contagiosa y pasible de recargar el ambiente y la circulación de virus. Donde me quedo para proteger un sistema de salud que -como en cualquier parte del mundo- en su debilitamiento de larga duración capitalista no aguantaría un contagio masivo a velocidad. ¿Cuál pandemia?
Soy psicóloga, egresé de la universidad pública. Manejo algunas herramientas que me pueden permitir sostener anímicamente, contener, ayudar a pensar estrategias de afrontamiento, a registrar riesgos, a nombrar la angustia. Afortunadamente, lo que estimo en una buena cantidad de personas, toman mi apoyo. En este momento el encuadre casi no cabe. Pacientes, ex pacientes, personas que llaman por primera vez y no pacientes cuentan con mi acompañamiento video-telefónico. Algunas son personas mayores que viven solas. Personas en otros grupos de riesgo. Personas que realizan test para descartar covid-19 o familiares de otras que confirman dengue. Personas que no están en mayor riesgo para la gripe pero que por distintas razones sí lo están para afrontar el aislamiento. Familias con pacientes psiquiátricos. Médicos/as que pueden ir nombrando de algún modo algo de la angustia de tener que arrojarse al contacto permanente con el virus sin la correspondiente protección, que ven venir el temido colapso, que trabajarán con otres que no quieren estar allí, que saben que pronto empezarán a decir las horas de muertes a un ritmo mucho más veloz que el habitual.
También mujeres desbordadas de encierro en malestares sin nombre[8]. Otras personas que enfrentan la angustiante situación de estar solas en el exterior, en países hacia donde partieron antes incluso de que el covid-19 fuese decretado epidemia y tuviera mayor foco de interés general. Otras en pequeñas ciudades del interior del país que sin saberlo están siendo infectadas de desinformación en contextos en que los endebles y mal sanos servicios del sector salud suelen volverse iatrogénicos, con o sin pandemias.
Mayoritariamente, son personas a quienes esta cuarentena les redobla un aislamiento social que podía o no estar siendo interrogado en procesos de análisis, pero que en este momento cobra otro sentido. Soledades y desamparos a los que la cuarentena les hace zoom. Soledades y desamparos fabricados[9] mucho antes de la cuarentena, intensificados en esta circunstancia sanitaria. ¿Pandemia de qué?
Esta casa donde tengo el privilegio de vivir y donde me quedo, no es una casa. Es un departamento en un edificio cuyo encargado está en grupo de riesgo. Es un edificio de 51 departamentos que se queda sin servicio de higiene para la cuarentena. Como casi todo el mundo, la persona que administra no sabe qué hacer y ante los pedidos de gestión de un reemplazo responde “la gente se está organizando como puede para cuidarse entre ellos”. De pronto, la cuarentena la envuelve en el peor sentido del cuidado: el “sálvese quien pueda”. Ese malsentido la lleva a considerar con ligereza y sin pudor que puede dejar de cumplir su función, aunque seguirá enviando liquidaciones de expensas por mail...
Vecinas bienintencionadas comienzan a ofrecerse para limpiar. Solicito ubicar alguna regulación institucional para que este aspecto de la gestión de cuarentena no recaiga así, sin más, sobre ellas. El GCBA responde a mi consulta en sentido inverso a lo que le han instruido a la administración. Esta respuesta contradictoria de parte del GCBA ¿es excepcional? La urgente necesidad de garantizar la higiene queda finalmente saldada con el ofrecimiento de compensación monetaria a algún habitante del edificio que quiera prestar el servicio por estos días. Pido que sea en blanco. Se proveerán también insumos de protección y prevención de contagio. Finalmente, un vecino toma la tarea. Me pregunto qué habrá sucedido con las vecinas que estaban dispuestas a hacerlo gratuitamente. ¿Todo esto, suena raro? Instituciones estalladas[10] y territorios en disputa[11]. La gestión privada se retira ante la crisis, el municipio deja hacer, el trabajo doméstico no remunerado[12] tiene cara de mujer, el trabajo pago (que no tardará en significarse como heroico arrojo a la hiperexposición al virus) de varón. ¿Cuál es el mal mundialmente diseminado?
Esta es una hipótesis: durante la cuarentena hay proliferaciones. La mera supervivencia ¿no estaba instalada antes? Vida desnudada, vidas mulas[14], de eso, ¿no había ya?
El lugar más peligroso para una mujer es su hogar. Se sabe hasta el hartazgo. Quedarse en casa se transforma en riesgo y las VG y los femicidios proliferan en cuarentena
También había ya pandemia de VG. Las academias y los activismos hace tiempo hablan de genocidio[15]. El más antiguo, el más sistémico, el más global. Es un acumulado de muertes, de vidas despreciadas[16] que difícilmente la pandemia covid-19 pueda igualar.
El lugar más peligroso para una mujer es su hogar. Se sabe hasta el hartazgo. Quedarse en casa se transforma en riesgo y las VG y los femicidios proliferan en cuarentena. También proliferan recursos y creatividades para tejer redes en aislamiento. Y queremos creer que un barbijo rojo tal vez salve una vida. Que, por esta vez, una receta de cocina permita liberar. Que el Estado y la comunidad quieran y puedan de una vez cuidar esas vidas.
Alerta: 10 días. 12 femicidios. A diez días del inicio de la cuarentena obligatoria, el 30 de marzo a las 18 hs. hubo ruidazo feminista de alerta, repudio y de demanda de medidas más efectivas contra las VG y los femicidios. En la manzana donde vivo fue un ruidazo estridente y duró más de 15 minutos. Muches jóvenes en esta manzana. Algunas señoras salieron a mirar qué pasaba. Nuestros carteles les dieron la pista y se pasaron la voz de balcón a balcón: “es por los femicidios”. Comenzaron a aplaudir.
Mi hija de 6 años se sumó cuando yo ya me había retirado. Buscó algunos instrumentos de percusión y encontró complicidad en unas jovencitas de un balcón cercano. Un juego –casi de muñecas- prolongó lo que parecían los últimos ruidos. Otras jovencitas más se unieron también lúdicamente y el ruidazo se relanzó por algunos minutos más. ¿Es insignificante[17]?
Entre tanto, el socorrismo épico garantiza la continuidad, en cuarentena, de los derechos de las personas con capacidad de gestar.[18] Seguimos pidiendo Aborto Legal Seguro y Gratuito![19]
En cuarentena proliferan los memes. Esto es autoevidente. Memes y fake news secuestran los celulares. Algunos nos hicieron reír. Algunos nos inquietan. Es una banalidad y un analizador[20]. Metáforas bélicas, mensajes de odio, mensajes de pánico, desinformación-desamparo. Echan a correr deslizamientos de sentido que nos toman de rehén para que interpretemos que si rompes la cuarentena sos basura. Más tarde, otro dará a entender que, aunque tu salida sea para hacer las compras esenciales, no sos, pero te pareces mucho a una bolsa de basura. La velocidad con que irrumpen y se multiplican dejan entrever la imposibilidad de tramitar esta pausa. Una plétora mostrativa de todo lo que hacemos cuando “no hacemos nada”. Sin embargo, como decía, al menos en casa, mi trabajo se ha multiplicado. Y eso en proporción inversa a mis ingresos. Y sé que soy de las privilegiadas.
Hay uno de estos memes que me deja pensando: ¡Un personaje, sentado a la mesa con otres de igual pigmentación dérmica cuenta que al salir fue detenido por la policía al grito de “Papeles!” / “Y qué hiciste?” / “Grité ´tijeras´, gané y me fui corriendo”. ¿Es lo mismo no poder salir en una cuarentena que ser un simpapeles? Ilegales son los que dejaron ir a Pinochet. Pero no estamos “De igual a igual”[21]
Esa frase insiste con eufemismo cansino. “La pandemia nos iguala”. ¿Qué quiere decir? ¿Que no hay más clases sociales, violencias, discriminaciones? ¿Que no hay grupos de riesgo? ¿Que no hay selección darwiniana para los escasos respiradores? ¿Qué no hay médicxs sin insumos de protección en lugares olvidados del mapa? And so on…
¿Qué clase se protege con esa frase?
Federico Ferme convida en grupo de Whatsapp a pensar qué se puede decir del himno nacional entonado después del aplauso de las 21. (En mi manzana se escuchó “La cigarra” y “quedateencasalpqtp” pero –afortunadamente- no el himno). También nos hace preguntarnos qué se aplaude a las 21. Interroga lo obvio[22] y continúa disparando interrogantes y lecturas sobre posibles sentidos inconfesables[23] del quedateencasa, entre otros. Él también se vale de algunas anécdotas: en su manzana alguien vigila desde el balcón y bate si hay peatones identificados como posibles enemigos (in)visibles.
“Une les ve que tienen la marca de la gorra y ese placer de dar chipote y cachiporra”[24]. Entre tanto, Sofía Visuara, que conoce bien los imaginarios que suscitan y golpean a las situaciones vitales derivadas de la marginalidad y la exclusión social me comparte un llamamiento a des-identificar a la ciudadanía de la figura del vigilante.
De estas anécdotas, quienes viven en CABA, en zona de departamentos, ¿quién no tiene una para contar? Siguen algunas de mi cosecha:
En los primeros días de la cuarentena obligatoria irrumpe una cadena de Whatsapp en el grupo de vecinos: andan robando, se hacen pasar por SAME, dicen que hay algún caso, entran y roban a todos los departamentos… etc. Alguien me pide que escriba e imprima una advertencia sobre esta posibilidad para pegatinear por el edificio en plan de avivar giles. No quiero. ¿Cómo puede una negarse a aportar un recurso en épocas de suma solidaridad de cuarentena? Intento rápido un pequeño experimento sociológico: digo que me parece fake y que, además, teniendo en cuenta mi gripe… entregarles algo tan indesinfectable como un papel… ¿Quién va a pasar a buscarlos? El grupo se llena de grillos. Temen más a mi gripe que a sus monstruos proyectados. Posiblemente calibren que mi gripe sí es real.
Semana actual: se activan los trolls y se arma cacerolazo cyborg[25]. Desde un balcón bien munido de altoparlantes parte la noche una sirena y arranca la batería de cocina a-diestra-da.
Alguien en Facebook pregunta si se puede conocer la geolocalización de infectades en San Miguel (Pcia. De Buenos Aires). Ánimos de hipervigilancia que afortunadamente se cruzan con criterios mínimos de resguardo de derechos de pacientes. A diferencia de Lima, Perú donde les ciudadanes pueden acceder a la app CovidPerú, con información que incluye un mapa en permanente actualización que detalla los casos de infección por covid-19 en cada manzana y con colorímetro de gravedad de infección... Tal vez Byung-Chul-Han[26] subestimó a Latinoamérica. Raúl Zibechi[27] parece acertar el diagnóstico.
Otro posteo en Facebook me deja perpleja: una querida amiga de infancia (tiempos en que no había internet) -médica egresada con honores de la universidad pública, ubicable hacia la izquierda del espectro ideológico, guerrera del arcoíris[28], yerbera[29] de estos tiempos- descarga en su muro lo que creo entender como angustia. Debe abocarse a la primera línea de atención de esta pandemia con todo por aprender y sin insumos de protección. Su posteo hace ver –para quien quiera verlo- la precarización laboral de los trabajos “feminizados”. Y advierte en medio del desagravio: “No somos Héroes”. En su rezongo -y supongo que envuelta en las latencias[30] de las metáforas bélicas y las efemérides de estos días- compara –no sin salvar distancias- su situación y la de sus compañeres con los soldados argentinos enviados a combatir a Malvinas sin alimentos, armas o abrigos acordes. Su posteo desencadena comentarios entre los que se muestran rencores que vienen de antes.
Yo quiero comentar otra cosa, mi amiga no sé si dice lo que yo leo, entonces yo lo digo: le necropolítica[31] que ha desmantelado nuestros sistemas sanitarios y nos expone a luchar sin armas contra el tal enemigo invisible viene, sí, desde los años de plomo. Fue continuada por muchos más años después y hace poco el voto popular recordó que puede elegir democráticamente un presidente que venía mostrando con honestidad brutal su intención de desguace de lo público.
En esta cuarentena hay también mucho votante de Macri que se alegra de tener Ministerio de Salud. A mí eso no me parece poco, como sí me lo parecieron los pañuelos blancos de esta manzana el 24/3.
El departamento donde vivo da al pulmón de manzana, como otros 7 de los 51 del edificio. Hay otros 8 que dan a la calle. En el medio, los 35 restantes son internos y la mayoría no tiene balcón ni patio. En uno de ellos viven una niña de 5 y su hermano de 4. No toleran bien la cuarentena ni elles ni su madre -quien tampoco acostumbra el 24x7 de ese rol y menos aún encerrada-. Salen a la terraza y comienzan las quejas en el grupo vecinal de Whatsapp. El tono va subiendo, se llega a hablar de denuncia. Intervengo para que baje. Empiezan a surgir ideas menos “puni-cosas”[32]. Se logra acordar un modo “seguro” para que les niñes puedan subir a jugar a la terraza al menos una vez al día. La literalidad de la regla de hierro de no ocupar los espacios comunes y del imperativo de aislamiento va haciendo lugar a un uso más razonable, amable y cuidadoso de los espacios “comunes” ahora desolados.
En este edificio tenemos habitantes septa y octagenarias y sin convivientes. El aislamiento social posiblemente les dañe más que visitarse entre sí. Se convoca a un médico que “autorice” las visitas. Nadie amaga denunciar. Se organizan las compras esenciales para ellas. Igual, ellas viven-desobedeciendo.
El primer fin de semana de cuarentena obligatoria es largo. La noche del sábado una música a decibeles inusuales aun para los hábitos saturnales de esta manzana, arma clima festivo. De balcón a balcón se gritan los brindis y se agitan los cuerpos. Al día siguiente, el clima, meteorológicamente hablando, invita a balconear. Al atardecer y sin haberlo previsto, los balcones se transforman en plateas. Alguien saca su guitarra y rememoro domingos de juventud en Plaza Francia. Cierra la noche de domingo con exquisito y vitoreadísimo concierto de piano…
Me opera la metáfora bélica y aun embelesada pienso “qué buena ´moral de tropa´”.
Al segundo cacerolazo-troll-de-las-21.30hs. consecutivo lo tapamos con gritos y se logró frenar. ¡A mí –como a tantes más- el primero me hizo sentir agobio de cuarentena, lo que no había sentido en estos 21 días! Al silencio de cacerolas le siguen gritos transformados en jolgorio. Alguien pide cantando por “unas chinas hoy”[33]. Desde otra ventana, donde hay, se ofrece “vení a buscar, voy a estar acá” y todo ese ruido concluye en carcajadas.
La noche del 2 de abril, mientras escribo estos relatos, me alegra el silencio de mi manzana a las 21.30 hs.
Nos llegan las noticias de la imposibilidad de ritos velatorios en distintas partes del mundo. Las noticias de Guayaquil destrozan[35]. ¿Cómo prepararse[36] para duelar y/o acompañar duelos en esta cuarentena?
En estos días sobrevino la muerte de un familiar lejano, afecto de mis afectos, por causas ajenas a esta pandemia. Duelo sin ritual a causa de ella. Sin poder abrazar, más que con palabras a sus deudos.
Desde el GCBA exhortan a trabajadores de salud mental a voluntariar acompañamientos en los hoteles de repatriades. Sin insumos y sin protección. Sin disposición a permitir que les profesionales diseñen la mejor estrategia posible, la más cuidadosa[37]. Escenario seguro, concepto sanitario básico, incomprensible para quienes agitan a las manadas con el troyano de la inseguridad. La precarización de nuestros trabajos se pone más ruidosa. Las vacancias del sistema de salud de cobertura universal teórica, a plena vista.[38] También la precariedad de nuestras formaciones cuando en la encerrona de la teoría única y las prácticas rituales, pierden hospitalidad[39]. Es momento de repensarnos. En eso estamos…
Buenos Aires, 3 de abril de 2020.
Luisina Giusto
Lic. en Psicología. Feminista.
luisinagiusto [at] gmail.com
[1] Sobre esta cuestión ver: Scassera, Sofía.: “Coronavirus y trabajo a distancia: los nuevos hámsters de las plataformas” en Anfibia, UNSam. Accesible en: http://revistaanfibia.com/ensayo/hamsters-plataformas-teletrabajo/
[2] Agamben, Giorgio., Zizek, Slavoj. Nancy, Jean-Luc et al. Sopa de Wuhan, ASPO (Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio), 2020. Fue compartido en el grupo de Whatsapp de la Maestría en Estudios Interdisciplinarios de la Subjetividad, cohorte 2018 por el compañero Ismael Fernández a quien agradezco. Accesible en: https://kehuelga.net/spip.php?article6587 También agradezco a Belén Casas quien con anterioridad me compartió algunos de los artículos que allí se reúnen. Con Belén leímos Sopa de Wuhan en simultáneo, compartiéndonos por Whatsapp nuestras primeras impresiones sobre algunos de sus textos.
[3] Manrique, Patricia. “Hospitalidad e inmunidad virtuosa” en Agamben, Giorigio., Zizek, Slavoj. Nancy, Jean-Luc et al. Ob. Cit.
[4] Galindo, M.: “Desobediencia, por tu culpa voy a sobrevivir” en Agamben, Giorgio., Zizek, Slavoi. Nancy, Jean-Luc et al. Ob. Cit.
[5] Preciado, Paul B.: “Aprendiendo del virus” en Agamben, Giorgio., Zizek, Slavoj. Nancy, Jean-Luc et al. Ob. Cit. El artículo levantado anteriormente por Lavaca.org me fue compartido por Laura Gobet a quien agradezco. También accesible en https://www.lavaca.org/notas/encerrar-y-vigilar-paul-preciado-y-la-gestion-de-las-epidemias-como-un-reflejo-de-la-soberania-politica/
[6] Aunque tomaré otro rodeo, coincido con Pablo Tajman en este criterio de empezar por casa. Ver Tajman, Pablo.: “El virus y el psicoanálisis” en Lobo Suelto, 28/03/2020. Accesible en: http://lobosuelto.com/el-virus-y-el-psicoanalisis-pablo-tajman/
[7] Ver Villani, Roly: “La cuarentena de lxs sin techo” en Anfibia, UNSam. Accesible en: http://revistaanfibia.com/cronica/la-cuarentena-lxs-sin-techo/
[8] Friedan, Betty: La mística de la feminidad. Madrid: Cátedra, 2009 [1963]
[9] Fernández, Ana María y col.: Política y Subjetividad. Asambleas barriales y fábricas recuperadas. Buenos Aires: Tinta Limón, 2006.
[10] Fernández, Ana María et. al.: Instituciones Estalladas. Buenos Aires: Eudeba, 1999.
[11] Fernández, Ana María: Las lógicas sexuales. Amor, política y violencias. Buenos Aires, Nueva Visión, 2009.
[12] Larguía, Isabel: Hacia una ciencia de la liberación de la mujer, Barcelona: Anagrama, 1976.
[13] Fleisner, Paula: La vida que viene. Estética y filosofía política en el pensamiento de Gorigio Agamben. Buenos Aires: Eudeba, 2015.
[14] Barttolotta, Leandro; Gago, Ignacio; Sarrais Alier, Gonzalo: La gorra coronada: diario del macrismo. Buenos Aires: Tinta Limón, 2017. Agradezco a Federico Ferme la sugerencia de esta lectura.
[15] Lagarde, Marcela: ¿Fin al feminicidio? Comisión Especial para Conocer y Dar Seguimiento a las Investigaciones sobre los Feminicidios en la República Mexicana y a la Procuración de Justicia Vinculada, Cámara de Diputados, México, 2004. Federici, Silvia: Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpos y acumulación originaria, Madrid: Traficantes de Sueños, 2010 [2004]. Fernández, Ana María: “Gender Violence: femicides in Argentina” en Interdisciplinary Journal of Family Studies, XVII, 2/2012. Fuerza Artística de Choque Comunicativo: “Femicidio es genocidio” en lavaca.org., 2/6/2017.
[16] Butler, Judith: Vida precaria. El poder del duelo y la violencia. Buenos Aires: Paidós, 2006.
[17] Castoriadis, Cornelius.: El avance de la insignificancia. Buenos Aires, Eudeba, 1997.
[18] Ver: “Lo importante y también urgente” en Diario Página 12, Rosario 12, 22 de marzo de 2020. Accesible en: https://www.pagina12.com.ar/254480-lo-importante-y-tambien-urgente
[19] Ver Alcaraz, Flor: “Coronaviurs y aborto: el derecho a la interrupción del embarazo no está en cuarentena” LATFEM.org, 26/03/2020. Accesible en: https://latfem.org/coronavirus-y-aborto-el-derecho-a-la-interrupcion-del-embarazo-no-esta-en-cuarentena/
[20] Lourau, René: El análisis institucional. Buenos Aires: Amorrortu, 1975.
[21] Canción de León Gieco.
[22] Fernández, Ana María: El campo grupal. Notas para una genealogía. Buenos Aires: Nueva Visión, 1986.
[23] Ferme, Federico: “Para una economía de los intercambios simbólicos. Debate con el subjetivismo y el objetivismo en la obra de Bourdieu” en Vieytes, R. (coord.) Los modos de la narración. Buenos Aires: FUCES, 2019. Accesible en: http://dspace.uces.edu.ar:8180/xmlui/bitstream/handle/123456789/4768/Los%20modos%20de%20la%20narraci%C3%B3n.pdf?sequence=1
[24] De la presentación 2020 de Agarrate Catalina, Murga Uruguaya campeona del último carnaval. Accesible en: https://www.youtube.com/watch?v=otsc5smEDtI
[25] Con perdón de Dona.
[26] Han, Byung-Chul.: “La emergencia viral y el mundo de mañana”. En Agamben, Giorgio, Zizek, Slavoj. Nancy, Jean-Luc et al. Ob. Cit.
[27] Zibechi, Raúl: “A las puertas de un nuevo orden mundial”. En Agamben, Giorgio., Zizek, Slavoj. Nancy, Jean-Luc et al. Ob. Cit.
[28] Canción de Rata Blanca
[29] La yerbera es un personaje ya mítico de Gualeguaychú, Entre Ríos. Mujer con saber y poder de curar con hierbas, saber-poder que le valió su apelativo.
[30] Fernández, Ana María: Las lógicas colectivas. Imaginarios, cuerpos y multiplicidades, Buenos Aires: Biblos, 2007.
[31] Mbembe, Achille.: Necropolítica. Madrid: Melusina, 2011[2006].
[32] Ver las relaciones entre punitivismo y pánico moral en Cohen, Stanley: Demonios populares y “pánicos morales” Barcelona: Gedisa, 2017 [1972].
[33]Canción “Legalización” de Ska-P.
[34] En memoria de J. J. “gringo” Cruz (1929-2020) quien prodigó ternura paternal a mi padre a puro ejercicio de función.
[35] https://www.pagina12.com.ar/256736-el-drama-de-los-muertos-por-coronavirus-en-las-calles-de-ecu
[36] Tal vez la excepcionalidad de esta circunstancia también incluye el hecho de saber que pronto podríamos morir, duelar o estar en posición de acompañar duelos. Por imposible que parezca, es muy sensible que algo de esto se trastoca.
[37] Ver comunicado de profesionales del Htal. Ameghino en Facebook.
[38] Como bien visibiliza Belén Casas, también en Facebook.
[39] Fernández, Ana María: Jóvenes de vidas grises. Psicoanálisis y Biopolíticas. Buenos Aires: Biblos, 2013.
IMAGENES
Habla de la cuarentena en la casa. Padres enseñando la tarea en la casa.
Femicidio. Gente en los balcones por la cuarentena.