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La crisis de la pandemia llevó al estallido del espacio llamado “posmoderno”

 

Vi ante mí un hombre de elevada estatura,
de mirada hosca y dura, de sólidas mandíbulas y
frente huidiza. Me dejé caer, más que bajé, del caballo,
y lo único que sé es que al cabo de unos instantes
estrechaba mis manos entre las suyas mientras lloraba.
Le había abrazado.

Jack London, La peste escarlata

 

La crisis que trajo la pandemia del Covid-19 llevó a que estallara un mundo que creíamos con posibilidades infinitas donde, incluso, se hablaba de que en pocos años podríamos vencer nuestra finitud. Sin embargo, la muerte nos rodea como una nevada mortal y solo atinamos a defendernos; las metáforas bélicas que algunos gobiernos utilizan contra el virus es un mecanismo de defensa que no tolera la sensación de incertidumbre y miedo de nuestra fragilidad humana.

De un día para otro gran parte de la humanidad volvió a tomar medidas que se utilizaron desde el siglo XIV ante otras pandemias: la cuarentena, zonas restringidas, distancia de seguridad social, usos de mascarillas, lavarse las manos, cierre de fronteras, prohibición de reuniones. Es cierto, el uso del rastreo por celulares, los algoritmos y los estudios computarizados de modelos estadísticos están ayudando en algunos países a disminuir los contagios. Pero con todos los desarrollos tecnológicos y científicos sigue estando la dificultad de crear una vacuna: se vuelve a hablar, como en otras épocas, de la inmunidad de rebaño donde va a morir la población más vulnerable. Estas circunstancias llevaron a la fragmentación del espacio libidinal, imaginario y simbólico que construyó la cultura del capitalismo tardío. Ese espacio donde los procesos de subjetivación están determinados para obtener ganancias y desarrollar un consumismo desenfrenado en busca de la felicidad privada.

 

El espacio-soporte donde se establecen los lazos afectivos, imaginarios y simbólicos

La cultura consistió en un proceso al servicio del Eros que a lo largo de la historia fue uniendo a la humanidad toda. A este desarrollo se opone como malestar -como plantea Freud-, la pulsión de muerte que actúa en cada sujeto. Es por ello que la cultura permite crear un espacio-soporte intrasubjetivo, intersubjetivo y transubjetivo donde se desarrollan los intercambios libidinales. Este espacio ofrece la posibilidad de que los sujetos se encuentren en comunidades de intereses, en las cuales establecen lazos afectivos, imaginarios y simbólicos que permiten dar cuenta de los conflictos que se producen. Es así como este espacio se convierte en soporte de los efectos de la pulsión de muerte: la violencia destructiva y autodestructiva.

El cuerpo como metáfora de la subjetividad, se dejará aprehender al transformar el espacio real en una extensión del espacio psíquico. Desde aquí hablamos de corposubjetividad donde se establece el anudamiento de tres espacios (psíquico, orgánico y cultural)

Es aquí donde creo necesario utilizar el concepto de corposubjetividad que alude a un sujeto que constituye su subjetividad desde diferentes cuerpos. El cuerpo orgánico; el cuerpo erógeno; el cuerpo pulsional; el cuerpo social y político; el cuerpo imaginario; el cuerpo simbólico. Cuerpos que a lo largo de la vida componen espacios cuyos anudamientos dan cuenta de los procesos de subjetivación. En este sentido, definimos el cuerpo como el espacio que constituye la subjetividad del sujeto. Por ello, el cuerpo como metáfora de la subjetividad, se dejará aprehender al transformar el espacio real en una extensión del espacio psíquico. Desde aquí hablamos de corposubjetividad donde se establece el anudamiento de tres espacios (psíquico, orgánico y cultural) que tienen leyes específicas al constituirse en aparatos productores de subjetividad: el aparato psíquico, con las leyes del proceso primario y secundario; el aparato orgánico, con las leyes de la físico-química y la anátomo-fisiología; el aparato cultural, con las leyes económicas, políticas y sociales.

De esta manera entendemos que toda producción de subjetividad es corporal en el interior de una determinada organización histórico-social. Es decir, toda subjetividad da cuenta de la singularidad de un sujeto en el interior de un sistema de relaciones de producción que constituye el espacio en el que se dan las relaciones sociales en la que -como dice Spinoza- los cuerpos afectan y son afectados por otros cuerpos en el interior del colectivo social. Por ello cada época histórica establece los valores y los permisos que sostienen al sujeto. Es aquí donde los sectores sociales hegemónicos establecen una organización económica, política y social cuyo objetivo es reproducir el orden social hegemónico. La crisis mundial que ha generado la pandemia llevó a que estallara la relación del sujeto con el espacio-soporte en que se sostienen las condiciones de dominación del capitalismo mundializado. Es decir, con ese espacio que algunos llaman “posmoderno”.

Pero antes de avanzar en esta perspectiva veamos brevemente tres momentos históricos para describir la relación del sujeto con el espacio donde se realizan los procesos de corposubjetivación.

 

El medioevo y la peste negra

En el medioevo el espacio era algo que estaba habitado. No había un espacio independiente de los hombres y mujeres que lo habitaban. La mayoría raramente se movía a más de veinte kilómetros. El espacio-soporte era fundamentalmente visual y sensorial y estaba ligado a los vínculos que se establecían dentro de las aldeas y ciudades. Esto se refleja en los mapas de la época donde no hay un mundo separado de esas relaciones, de un mundo creado y regido por Dios cuyo centro era Jerusalén.

Los sectores socialmente vulnerables se encuentran con inequidades estructurales, las malas condiciones de vida y las dificultades de acceso a la salud; estas repercuten en el incremento del peligro frente al covid-19 y otras enfermedades

En 1348 aparece una misteriosa enfermedad que asola ciudades y pueblos llenando de cadáveres las calles. No era la primera peste que devastaba a Europa, pero esta se dio con una gran intensidad. Llegaba de Oriente y se expandió a través de los puertos de Génova y Venecia. Los signos de la enfermedad eran una gran inflamación de los ganglios linfáticos que comenzaron a llamar “bubones”, palabra que deriva del griego “bubón” que quiere decir, bulto y tumor. De allí que se empezó a denominar la enfermedad como “Peste bubónica” o “Peste negra”. Como se creía que ésta era producto de los olores que había en el aire se intentaba evitar la infección con mascarillas y aislando a la gente. Fue en los Estados Venecianos donde se comenzó a utilizar la palabra “cuarentena” para un período de aislamiento arbitrario de los infectados de 40 días, un número bíblico que nombra los días que pasó Jesucristo en un retiro espiritual en el desierto. Poco podían hacer los médicos en esa época ya que desconocían el origen de la enfermedad que era provocada por el bacilo yersinapestis, una cepa bacteriana que vive en las pulgas de las ratas negras; pero también podía transmitirse de persona a persona a través de microgotas respiratorias o sea que no es posible erradicarla eliminando simplemente a todas las ratas. Lo único que quedaba era ofrecerse a la salvación de Dios y buscar chivos expiatorios entre los que se contaban los judíos a los cuales se los perseguía y mataba en sucesivos pogromos. En pocos años la epidemia diezmó a casi la mitad de la población europea. Con el tiempo se volvió a controlar la situación, pero la población ya no volvería a ser la misma. La sensación de que había un enemigo fuera del espacio-soporte que se habitaba, trajo como consecuencia pensar un mundo lleno de acechanzas y peligros; ya no era un mundo desconocido del que se relataban historias exóticas: era un mundo donde habitaba el mal. Los efectos psicosociales que trajo la peste negra permitieron un proceso de transformación de la experiencia del espacio en el medioevo, que se va dando lentamente hasta llegar al Renacimiento, donde comienza a aparecer una nueva dimensión del espacio.

 

La modernidad y la llamada gripe española que se inició en EE.UU.

El Renacimiento es un período intermedio entre el Medioevo y la Modernidad. En esa época el espacio empieza a ser independiente de la experiencia y se transforma en abstracto regido por las leyes de la geometría y la matemática. Galileo decía: “la filosofía está escrita en ese grandioso libro que está continuamente abierto ante nuestros ojos (lo llamo universo). Pero no se puede descifrar, si antes no se comprende el lenguaje y se conocen los caracteres en que está escrito. Está escrito en lenguaje matemático, siendo sus caracteres triángulos, círculos y figuras geométricas.”

En el siglo XV se inició una nueva manera de percibir y conocer la naturaleza que crea un espacio previo, anterior e independiente de los objetos y las personas que lo habitan. El ser humano se empieza a creer independiente y enfrentado a la naturaleza. Spinoza escribe su famoso texto Ética demostrado según el orden geométrico, allí plantea que va a tratar de describir las pasiones como si fueran círculos, triángulos o cualquier otra forma geométrica. Su crítica de un dios trascendente para concebir la inmanencia de Dios, que lo considera sinónimo de la Naturaleza, podemos ubicarla en estos cambios de época. A partir de este período los sistemas de medición y exploración de nuevos territorios condujeron a una reorganización global del espacio y sus formas de representarlo. Esto lleva al inicio de la modernidad, la cual nos trae la representación de un espacio donde Dios es reemplazado por la razón: el campo del conocimiento salta de la Biblia a la ciencia. El Iluminismo trae a la ciencia como nuevo modelo para representar en el imaginario social el espacio-soporte desde un progreso que se cree infinito.

En términos sociales e históricos se llega a la modernidad a partir de la transformación de la sociedad preindustrial, rural y tradicional en la sociedad industrial y urbana que se produce con el desarrollo del capitalismo. El inicio de la modernidad se destaca por afirmarse en el gran tamaño de las máquinas y la conquista territorial. Si tenemos que destacar algunas características podemos señalar:

  • Se crean los Estados-Nación que tienen un territorio delimitado y una población que se identifica con valores imaginarios y simbólicos que le dan un lugar de pertenencia.
  • El descubrimiento de América fue motivado por fines comerciales propios de los inicios del capitalismo lo que permitió explotar nuevos territorios y utilizar mano de obra esclava para afianzar los desarrollos económicos.
  • Con la creación de la sociedad industrial se construyen fábricas donde las máquinas reemplazan el trabajo manual. Esto lleva a que aparezca junto a la burguesía un nuevo sector social: el proletariado. Pero este hecho requería una concentración de la población en las ciudades que se convirtieron en centros de producción y consumo de bienes que generaron los procesos de corposubjetivación propios de la vida moderna.

Es en este espacio-soporte urbano donde se producen grandes modificaciones a partir de diferentes epidemias. En la Argentina en 1871 aparece la Fiebre Amarilla producida por un mosquito que se encontraba en algunos focos infecciosos como el riachuelo de Buenos Aires, aguas estancadas y las precarias condiciones sanitarias de la población. Esto llevó a que la población de alto poder adquisitivo que vivía en la zona sur de la ciudad emigrara al norte. La epidemia llegó a exterminar a miles de personas por su condición de hacinamiento y vulnerabilidad; entre ellos a la casi totalidad de la población negra. Su resultado fue mejorar las condiciones de higiene de la ciudad, de establecer una red de agua potable y construir cloacas y desagües. También fue el comienzo del control social y político desde el poder hegemónico de la población inmigrante para disciplinar el movimiento obrero; lo cual aumentó, cuando aparece otra epidemia en 1918 venida desde Europa que puso en evidencia los problemas sanitarios y habitacionales en las grandes ciudades. Esto provocó un clima de pánico y de protesta en los sectores sociales más vulnerables, ante lo cual el Estado tomo medidas de represión y prevención. En dos años la epidemia mató en el mundo más de 40 millones de personas; es considerada la más devastadora de la historia. Si bien comienza en la base militar de Fort Riley de EEUU, se la conoce como Fiebre Española. Es que el virus entra a Europa por España y como éste era un país neutral en la Primera Guerra Mundial que se estaba desarrollando, le da este nombre ya que no censuraba la información como otros países que participaban del conflicto bélico. Ahora sabemos que la enfermedad fue causada por un brote de influenza virus A del subtipo H1N1. La mayoría de las víctimas fueron jóvenes y adultos saludables. En el verano de 1920 el virus despareció tal como había llegado.

Las epidemias tienen profundos efectos en la estabilidad social, política y cultural de los países. Recordemos que en Buenos Aires se produce en 1919 una insurrección obrera que se conoce como La Semana Trágica; que finalmente logra algunas mejoras de los trabajadores como la Jornada de 8 horas y el descanso dominical. Podemos decir que no existe un área importante de la vida humana que las enfermedades epidémicas no hayan afectado profundamente.

 

Efectos de la pandemia del Covid-19

 

Lo importante son las inversiones rentables; esto explica que las grandes empresas farmacéuticas abandonaron hace años la investigación sobre tratamientos o vacunas contra los virus respiratorios

Si Marx y Engels escribían que con la Modernidad “Todo lo sólido se evaporaba en el aire” para dar cuenta de la creación y destrucción permanente, como una forma de existir en el tiempo y el espacio moderno, esto se acelera en el capitalismo tardío. En la llamada “posmodernidad” la experiencia global del mundo ya no sigue los criterios del espacio geográfico y la expansión territorial, sino una distancia temporal que se vuelve más corta a medida que aumentan las capacidades tecnológicas del espacio cibernético y se desarrollan las capacidades técnicas para el transporte y la teletransmisión. Sin embargo, la cultura deja de ser soporte de las existencias de los sujetos; el pasado no existe y el futuro es incierto: solo hay que vivir el ahora en una sociedad donde impera el “sálvese quien pueda” en la que se ofrece la ilusión de la felicidad privada. Su resultado son los síntomas de esta época referidos a lo negativo. La globalización capitalista solo le interesa la circulación del capital, cuyo objetivo es la especulación financiera para obtener ganancias ignorando las consecuencias que provoca: el crecimiento desmesurado del empleo precario, el subempleo y el desempleo. Lo importante son las inversiones rentables; esto explica que las grandes empresas farmacéuticas abandonaron hace años la investigación sobre tratamientos o vacunas contra los virus respiratorios. También el hecho de que 17 años después de la epidemia del SARS no se haya logrado ni un tratamiento ni una vacuna contra el virus. Es que para estas industrias dan más dinero las enfermedades no transmisibles como el cáncer, las cardíacas y la diabetes que, además, requieren medicamentos que se deben consumir toda la vida. Ahora bien, este espacio que inauguraba la llamada posmodernidad fue el que hizo estallar la pandemia del Covid-19.

Veamos algunos de sus efectos:

-En algunos países los medios tecnológicos están ayudando a detectar a aquellas personas asintomáticas que fueron afectadas por el virus; asimismo pueden controlar que se cumplan las pautas establecidas para mantener la cuarentena. Debemos reconocer que la puesta a prueba de esta tecnología se ha transformado en un medio donde los gobiernos afianzan las condiciones de control de la población.

  • Las redes sociales permiten las posibilidades de que se pueda trabajar desde la casa y la comunicación entre familiares y amigos. Pero estas posibilidades encuentran una limitación en la angustia y ansiedades que provocan el aumento de las horas de trabajo; así como la necesidad del encuentro cuerpo a cuerpo con el otro. Paradójicamente, esto último se manifiesta con mayor fuerza entre los jóvenes a quienes se los creía perdidos en el mundo virtual.
  • Cuando los Estados impusieron la paralización de la producción y el comercio, apareció una realidad que se escamoteaba: los trabajadores existen. Estos son los que producen valor y no los empresarios, ni la Bolsa de Valores de los mercados financieros. El mundo sin los trabajadores se detiene.
  • Al detenerse la producción y comercialización basada en el consumismo puso en evidencia el deterioro del sistema social ecológico. Los cielos sin smog se volvieron más limpios, las costas aparecieron con mares más cristalinos y en algunas ciudades encontramos situaciones insólitas al ser recorridas por animales que se animaban a circular por zonas habitadas por los humanos. Además, el dejar de viajar y trasladarnos en aviones, barcos y automóviles el impacto en el medio ambiente ha sido muy bueno, aunque probablemente temporario.

​Cuando los Estados impusieron la paralización de la producción y el comercio, apareció una realidad que se escamoteaba: los trabajadores existen. Estos son los que producen valor.

  • La pandemia profundiza las enormes diferencias sociales que existen. Los sectores socialmente vulnerables se encuentran con inequidades estructurales, las malas condiciones de vida y las dificultades de acceso a la salud; estas repercuten en el incremento del peligro frente al covid-19 y otras enfermedades. Además, en el sistema de Salud Pública padecen la falta de acceso a los medicamentos y la demora en el chequeo de patología preexistentes. Debemos agregar que las carencias de un trabajo comunitario con equipos interdisciplinarios generan dificultades para transitar este momento.    
  • Es evidente que la privatización del sistema de salud y el abandono de la Salud Pública encontró un Estado desguarnecido para hacer frente a la pandemia. Sus consecuencias traerán un necesario debate sobre el papel del Estado en la organización del sistema sanitario.

Todas estas circunstancias nos llevan a replantearnos hábitos de vida, prácticas laborales y las prioridades que impactarán en la cultura del mundo pospandemia. Pero pensar que mágicamente se va a dar la posibilidad de un mundo mejor es una ilusión. Por lo contrario, imaginar un mundo distópico implica dejar de lado las luchas contra el poder que se dan -y no dudamos que van a aumentar- en distintas partes del mundo. Como siempre ha ocurrido en otros momentos históricos, el mundo por-venir va a depender del enfrentamiento entre diferentes sectores sociales: entre aquellos que van plantear, siguiendo la vieja frase de Lampedusa: “que algo cambie para que todo siga igual”, y otros que quieren un cambio radical de las condiciones vida. Es decir, una sociedad que se sostenga en un humanismo universal: una sociedad igualitaria y equitativa. Este es el desafío.

 

En el año de la Pandemia, Buenos Aires, mayo de 2020.

 

Enrique Carpintero
enrique.carpintero [at] topia.com.ar

 

 
Articulo publicado en
Mayo / 2020