Alan -un joven de 18 años asignado como varón al momento de su nacimiento- se presenta a la consulta pidiendo comenzar una psicoterapia: “tengo la duda de si soy transexual1, a veces siento que me incomoda mi cuerpo.”(...) “Hace dos años hice tratamiento, pero no pude ir más por problemas de horario.” En aquel momento refiere haber trabajado su independencia y su autonomía, pero que tuvo que interrumpir porque su madre se enfermó de un cuadro de demencia presenil y no podía quedarse sola, así que la cuidaban entre él, el padre y su abuela.
Desde una perspectiva psicoanalítica la identidad es efecto de la identificación que es el mecanismo fundante y estructurante de nuestro psiquismo
Le pregunto sobre la incomodidad de su cuerpo a lo que responde: “Es como si me sintiese más cómodo con un cuerpo que no es el mío. La otra vez fui a bailar y vi dos chicos que me gustaron y me imaginé que me gustaría ser como ellos y pensé que quiero ser lo que veo (...) Cuando era más chico vi en la tele una mujer vestida muy femenina y me imaginaba qué lindo sería ser como ella.”
Psi.: -¿Qué te imaginabas, cómo sería ser como ella?
A: -Me gustaba cómo se movía, era muy femenina, muy linda y muy delicada. Y a veces me divertía imitarla. Un día mi papá me vio caminando como esa actriz y me gritó, me dijo que no fuera maricón, que me prohibía volver a hacerlo...
Psi.: -¿Y ahora cómo es, qué te imaginás ahora?
A: -Ahora me angustio mucho cuando pienso eso, no quiero tener pechos, ni tomar hormonas, ni operarme. Pero ¿a ver si me estoy reprimiendo y soy mujer?
Otros datos que surgieron de la entrevista es que nunca pensó en tener otro nombre -“no me imagino teniendo otro nombre, me gusta llamarme Alan, lo eligió mi mamá”- y sobre su familia cuenta que desde que enfermó, su madre parece una nena, antes de eso había pasado por una depresión. “Dormía casi todo el día, sino se quedaba fumando y tomando alcohol, ya no era ella. Peleaba mucho con mi papá, ellos me hacían participar de sus peleas, eso está mal, ¿no?” (...) “Desde que a los 17 años le conté a mi papá que me besé con un chico, empezó a maltratarme y a insultarme. Cuando leí un folleto en el centro de salud, pensé que yo estaba sufriendo lo mismo que una mujer con violencia de género. Me critica cómo me visto, los programas que veo, con quien salgo, me dice que voy a terminar siendo una mujercita con vestido y tacos.” (...) “Para él todo lo que hago son cosas de mujeres y me lo reprime, es insoportable estar con una persona que te va a criticar todo.” Al indagar sobre cuándo pensó que podía “ser transexual”, lo ubica luego de que a la madre le diagnosticaran la demencia y ver en la televisión la historia de una chica transexual y se preguntó si no sería su caso.
Alan me genera la impresión de ser un joven que está solo y muy frágil; asimismo, cuando habla de cuestiones referidas a “quién es” y/o del vínculo con su padre se angustia y dice no saber donde está parado. Asimismo en algunas oportunidades pregunta si determinada cuestión está bien o mal.
Ante este panorama inicial pienso que el primer paso en el tratamiento de Alan es alojarlo y que éste pueda transformarse en un espacio-soporte donde encontrar en la función del tercero un límite -ya que no hay espacio sin un límite-.2 Un espacio donde pueda abrir sus vacilaciones y sus experiencias sin una mirada crítica que lo aplaste en su alteridad. Más aun cuando su padre no aloja ni las dudas, ni la singularidad de Alan, sino que por el contrario, lo empuja a un abismo de angustia con sentencias binarias absolutas y reduccionistas. “O sos bien macho o sos una mujercita con vestido y tacos.” Los enunciados identificatorios ofrecidos son blanco o negro -macho o mujercita-, no hay lugar ni para los grises, ni para otros colores. Y esto se manifiesta con fuerza cuando su madre enferma -“mi mamá es una hija más, es como una nena”- antes de eso, Alan se identificaba como “gay”. Pareciera que con la enfermedad de la madre en consonancia con la interrupción de su tratamiento psicológico provoca la pérdida de un lugar identificatorio en el que Alan se había podido encontrar y queda a merced de un padre persecutorio que lo empuja a una deriva identificatoria -“pensé que quiero ser lo que veo”-.
Estamos de lleno en la problemática de la identidad. Lo importante será el recorrido que tendrá que realizar Alan ya que es condición interrogarse acerca de “quién no soy” para pensar “quién soy”.
La presentación de Alan y sus preguntas acerca de quién es -¿soy varón, soy mujer, soy transexual?- nos llevan a precisar algunas cuestiones sobre el concepto de identidad. La noción de identidad tiene un aspecto polisémico ya que connota a la vez lo idéntico y lo diferente. La identidad implica sentirse y reconocerse con determinadas marcas o características singulares que a su vez nos diferencian de los otros.3 Desde una perspectiva psicoanalítica la identidad es efecto de la identificación que es el mecanismo fundante y estructurante de nuestro psiquismo en tanto conjunto de enunciados en los que el sujeto se reconoce a sí mismo y se enlaza con otros. De este modo el sujeto va adquiriendo su identidad a través de la incorporación selectiva de pequeños rasgos. “La combinación de tales migajas da forma a la identidad, a la manera de una constelación o de un caleidoscopio; es decir, por composición de partículas. Por eso, todas las identidades, incluso las bien logradas, serán siempre fluctuantes, vacilantes, inestables, móviles.”4 El sujeto no es un ente pasivo, de modo que dependerá de una variedad compleja de factores qué rasgos incorpora y de qué modo los metaboliza. En los tiempos adolescentes caen y se remodelan los sostenes identificatorios infantiles donde es fundamental la tarea de construcción de un proyecto identificatorio (o ideales del yo). Con este concepto la psicoanalista Piera Aulagnier designa “la autoconstrucción continua del Yo por el Yo, necesaria para que esta instancia pueda proyectarse en un movimiento temporal, proyección de la que depende la propia existencia del Yo.”5
El espacio de tratamiento se constituyó en un lugar donde podía plantear sus dudas e incertidumbres sin temor a que sean aplastadas o respondidas antes de formularse
“El ‘proyecto’ es lo que, en la escena de lo consciente, se manifiesta como efecto de mecanismos inconscientes propios de la identificación...”6 Esto alude a la construcción de un andamiaje singular para circular por la vida, la constitución de un yo -sostén de ideales y proyectos de caminos a seguir- que permita soportar la emergencia de lo pulsional. El proyecto estructura, ofrece coordenadas desde donde reconocerse, posibilita el juego del pensamiento, la temporalidad y el sentido. Esta autora define dos certezas que estructuran el psiquismo: “yo soy yo” y “tengo este cuerpo”. La primera certeza implica el sentimiento de mismidad en contraposición con la otredad parental (cuidador primario). La segunda se refiere a la apropiación del propio cuerpo, un cuerpo que reconozco sexuado. El resto de representaciones identificatorias son una pregunta abierta dirigida al Otro. Siguiendo a esta autora Rosa Ma. González J. señala que la pregunta por la identidad sexual -estar consciente de que poseo un cuerpo con ciertas características físicas- se juega dentro de las certezas estructurantes del psiquismo. Las transexuales femeninas tienen la certeza de que poseen un cuerpo de hombre que no les satisface, por eso deciden cambiarlo. En cambio, “la pregunta por la identidad de género -saber qué significa ser mujer/hombre- es una interrogante que dirijo a los demás, en especial en circunstancias en que siento amenazada la ilusión de mismidad, o bien cuando me confronto con lo diferente.”7
Alan pierde el sostén de su madre casi en consonancia con el de su psicóloga en un momento donde se buscan referentes externos desde donde resignificarse y sin contar con otros referentes externos, ya que su padre empieza a tomar un papel cada vez más agresivo y persecutorio. Un padre empeñado en no renunciar a la heterosexualidad atribuida al hijo, es decir, a los ideales de heterosexualidad y de masculinidad estereotipada proyectadas en él.8 En este contexto podríamos pensar que Alan añora una mujer (su madre) que lo contenga, que lo proteja, que lo cuide de este padre que lo desvaloriza, lo injuria y lo persigue.
Alan comenzó su travesía9 sin saber a ciencia cierta hacia donde lo llevaría, solo tenía como norte definir quién era. De modo que el espacio de tratamiento se constituyó en un lugar donde podía plantear sus dudas e incertidumbres sin temor a que sean aplastadas o respondidas antes de formularse. Estas vacilaciones se referían tanto a la formulación de “quién soy” como “qué quiero” o “qué postura tengo respecto de”. Todo esto conjugado con enfrentamientos sistemáticos con su padre a quien muchas veces le mentía diciéndole que salía con una “amiga” en vez de “amigos” para no tener que soportar sus denigraciones y agravios. Una de las primeras cuestiones que trabajamos fue cómo elaborar un camino para llevar adelante las decisiones que iba tomando y cómo cuidarse. Por ejemplo, una de las primeras convicciones a las que arribó fue que debía irse de su casa, ya que no soportaba más vivir con su padre. En un primer momento tuvo el impulso de irse a una pensión pero en el espacio terapéutico pudo evaluar que podría sostenerse apenas un mes con el dinero que disponía. De este modo decidió buscar un trabajo -que le permitiera estudiar y juntar algo de dinero- que sostuvo a lo largo de todo el tratamiento. En ese trabajo conoció una compañera con la que empezaron a elaborar un posible proyecto de irse a vivir juntos y compartir los gastos.
En paralelo empezó a salir a lugares gays donde empezó a conocer otros jóvenes, hacer algunos amigos (entre ellos Tobías, con quien salía habitualmente) y a tener algunas experiencias amoroso/sexuales y a la vez a exponerse a situaciones de riesgo. Estas situaciones daban la impresión de ser actuaciones dirigidas a su padre, ya que ir a lugares donde usualmente habían robos o peleas las decodificaba como “ser valiente” o “tener huevos”. O incluso besarse con otro varón en zonas que sabía hostiles alegando que si no lo hacía estaba “ocultando quien soy”. Si bien fue algo señalado, recién luego de una situación en la que fue asaltado y golpeado pudo reflexionar sobre las situaciones de riesgo a las que se estaba exponiendo. “Cuando al otro día volvía a mi casa me acordé lo que me habías dicho de la diferencia entre ser valiente o temerario y que muchas veces no me cuido, también pensé que es mejor para luchar por mis derechos participar en un grupo y en marchas de protesta que meterme en la boca del lobo yo solo.”
El desafío contratransferencial era cómo acompañar a Alan en la búsqueda de algunas boyas y marcas que le permitieran construir un proyecto identificatorio sosteniendo la abstinencia analítica
El desafío contratransferencial era cómo acompañar a Alan en la búsqueda de algunas boyas y marcas que le permitieran construir un proyecto identificatorio sosteniendo la abstinencia analítica. En muchas oportunidades apelaba a preguntar qué era lo que estaba bien o estaba mal. Nuestra posición ética es la de preservar siempre la integridad de quien nos consulta y lo explicito en la primera entrevista, ese es un límite al secreto profesional. Del mismo modo con las situaciones de violencia. Respecto del resto de los planteos acompañaba a Alan a qué él fuera encontrando las respuestas. Incluso en algunas oportunidades buscábamos en internet algunas informaciones y las analizábamos juntos en función de la respuesta que él buscaba.
Veamos algunas viñetas de los dos primeros meses de tratamiento:
Psi.: -¿Qué te hace pensar que podrías ser transexual?
A: -Es algo que a veces pienso pero al mismo tiempo me hace sentir mal. Porque pienso en vestirme de mujer y no me sentiría cómodo. Cuando era chico me puse ropas de mi mamá y era divertido, jugaba a ser mi mamá creo, pero ahora no me veo vestido con pollera o ropa de mujer.
Psi.: -Igual no es lo mismo vestirse con ropa de mujer o ser transexual... una cosa es sentirte incómodo con tu cuerpo y otra es sentirte incómodo con la ropa que usás...
A: - (piensa unos segundos) Sí, es cierto. Yo no me siento incómodo con la ropa que uso... Tampoco me gustaría hacerme operaciones, no me imagino teniendo tetas, pero cuando la otra vez me sentaba y me vi en el espejo pensé que movía la cola como una mujer.
Psi. -: Ah bueno, pero “como una mujer” no es una mujer. Tal vez te gustan algunas cosas que hacen las mujeres en esta sociedad, pero eso no quiere decir que seas mujer. Hay muchas variantes. No hay solo dos como te dice tu papá. “Macho” o “Mujer con vestido”. Hay personas trans y travestis, y también hay varones más parecidos a lo que para tu papá son los “machos” y otros más sensibles con algunas características que la sociedad considera más femeninas...
A: - Sí, y también las maricas! Cuando voy a algún boliche hay muchas, pero yo no me identifico con ellas.
(A la semana siguiente)
A: - La otra vez me quedé pensando que yo también discrimino. Cuando veo a chicos muy amanerados no quiero estar con ellos... Un amigo que es hetero estaba con unas calzas y me daba vergüenza caminar con él, pensaba que si nos veía mi viejo se iba a burlar e iba a pensar que estaba siempre con gente gay.
A menudo traía disyuntivas en las que se quedaba con cierta perplejidad y que eran, a mi entender, reflejo de las sentencias de su padre. Veamos una de esas situaciones luego de cuatro meses de tratamiento, momento en el que él se venía autodefiniendo como “gay”:
Comenzó la entrevista mostrándose muy preocupado: “Tobías me dijo que yo no era gay porque le dije que no me había gustado hacer sexo oral a un chico que conocí.” Más allá de si el comentario de Tobías había sido un chiste o no; Alan lo vivió como una sentencia que definía su ser.
Psi.: -¿Pero qué es lo que hace que alguien sea gay?
A: -Que le gusten los hombres, supongo.
Psi.: -¿Algo más?
A: -Supongo que me tendría que gustar hacer sexo oral y tener sexo con hombres...
Psi.: -¿Y, por ejemplo, los varones que en la relación sexual solo penetran y no les gusta que los penetren no serían gays, entonces?
(se queda pensando) A: -¡Claro que sí, son gays también! Es que Tobías tiene más experiencia que yo y al final me creo todo lo que me dice. A mí me gustan los hombres, pero no me gusta el sexo oral, sí me gusta besarme y tener relaciones con un hombre. Las mujeres no me atraen, así que no soy bisexual.
Psi.: -Yo no sé si lo de Tobías fue una broma, pero si te lo dijo en serio, se parece a tu papá. Así como para tu papá hay una sola forma de ser hombre, para Tobías es como si hubiera una sola forma de ser gay...
(se ríe) A: Sí, y como lo que te conté la otra vez con mi compañera de trabajo. Porque yo no le quise pagar ¡otra vez! cuando fuimos a tomar algo, me dijo que soy tacaño. Y yo me sentí mal, pero la verdad es que ella se quería aprovechar. Nunca tiene plata y siempre encuentra alguien que le pague, la semana pasada vi que se lo hizo a otro compañero, y yo le dije ‘la agarrada sos vos que siempre querés que te inviten y nunca invitás a nadie’. Después no me hablaba, pero no me sentí mal porque yo le dije lo que sentía.
Un mes después...
A: -La otra vez leí en internet sobre “personas no binarias”10 y pensé que tal vez yo podría ser no binario.
Psi.: -¿Y cómo sería ser no binario?
(lo busca en internet con el celular)
A: -Una persona que no se identifica con los géneros masculino y femenino y que puede tener características de ambos géneros. Yo soy sensible, no me gusta el fútbol, me gustan las series de baile... a veces soy temerario (se ríe) (me río junto con él)...
Si sólo contamos con dos categorías para reconocernos (masculino/femenino) y una excluye a la otra, siempre estaremos “alargándonos” o “achicándonos” para forzarnos a entrar en ese lecho de Procusto que implican los estereotipos de género
El devenir de Alan sigue abierto. Lo que sí podemos afirmar es que a esta altura del tratamiento seguía con los conflictos con su padre, pero pudiendo poner algunos límites a su avasallamiento. Uno de los cambios importantes fue que recuperó su habitación que había sido ocupada por su madre cuando ésta enfermó. El paso siguiente fue lograr que su padre golpeara la puerta antes de entrar a su cuarto. Antes de esto Alan no tenía intimidad, no había límites en los cuartos, ni en las camas que usaba cada quien. Otro aspecto central es que ya no se angustia cuando piensa o habla de su identidad. Tiene algunas balizas que le permiten ubicarse y que la angustia no lo inunde. Su travesía continua aunque con una angustia que puede manejar.
Si sólo contamos con dos categorías para reconocernos (masculino/femenino) y una excluye a la otra, siempre estaremos “alargándonos” o “achicándonos” para forzarnos a entrar en ese lecho de Procusto que implican los estereotipos de género. Como en el mito, “alargarse” o “achicarse” implicará algún modo de menoscabo y perjuicio psíquico.11
Para finalizar, diré con Piera Auglanier “la finalidad que se proponga nuestra acción será permitir que el yo se libere de cierto número de trabas que le harían imposible o muy difícil la catectización de fines, de bienes o de los otros, necesaria para administrar un patrimonio libidinal, cuyo goce necesita recuperar para ser, para tener y para ejercer esa función de anticipación de sí mismo, sin la cual se derrumban su proyecto identificatorio y su relación con el tiempo.”12
Notas
1. Las personas transexuales son varones y mujeres que se identifican y viven como integrantes de un sexo distinto al que se les asignó al nacer. Una mujer transexual es alguien que ha transicionado social, física y/o legalmente de varón a mujer, y viceversa, un hombre transexual es alguien que ha transicionado, de mujer a varón. “Transgénero” es un término más amplio que incluye a todas las personas que desafían las expectativas y suposiciones hegemónicas acerca del género, y puede ser usado para hacer referencia a transexuales, crossdressers, drag queens, travestis, hombres femeninos, mujeres masculinas, etc.
2. Carpintero, Enrique, El erotismo y su sombra. El amor como potencia de ser, Buenos Aires, Topía, 2014, p. 133.
3. La identidad refiere al sentido de continuidad temporal y espacial que reflexivamente construimos de nosotros mismos, a partir de las formas en que reaccionan los demás a nuestras características singulares, a distinguirnos de los otros y decir qué es lo que somos y lo que no somos. “No hay posibilidad de identidad que no postule, al mismo tiempo, una alteridad: no sería posible una mismidad sin la existencia de esa otredad.” (Navarrete-Cazales, Zaira, “¿Otra vez la identidad? Un concepto necesario pero imposible”, Revista Mexicana de Investigación Educativa, vol. 20, núm. 65, abril-junio, Consejo Mexicano de Investigación Educativa, México D. F., 2015, p. 468.
4. Korman, Víctor, “Identidad, exilio y salud mental”, Revista Topía N° 81, Noviembre 2017, p. 8.
5. Aulagnier, Piera (1975), La violencia de la interpretación, Buenos Aires, Amorrortu, 2007, p 167
6. Aulagnier, Piera (1986), Un intérprete en busca de sentido, México, Siglo XXI, 2005, p. 195.
7. González J., Rosa Ma., “¿Quién soy?, ¿qué me gusta? Apuntes para pensar lo hetero/homoerótico” en Gloria Careaga y Salvador Cruz (Coord.), Sexualidades diversas. Aproximaciones para su análisis, México, UNAM, Porrúa, 2004, p. 163.
8. cf Barzani, Carlos, “Papa, quiero contarte que soy gay”, Revista Topía N° 82, Buenos Aires, Abril 2018.
9. Pontalis afirma que el análisis es una “travesía” poniendo de relieve que la incertidumbre es parte inherente de ese “viaje”. Pontalis, Jean-Bertrand (1997), “¿Proceso o travesía?” en Este tiempo que no pasa, Buenos Aires, Topía, 2005, pp. 39-50.
10. Las personas no binarias -genderqueer en inglés- no se identifican con los géneros binarios masculino y femenino, pudiendo reconocerse dentro de la extensa variedad de género. Pueden percibirse o no, como personas pertenecientes total o parcialmente, a un género específico, y sienten cierta divergencia que les permite asignarse características particulares de determinados géneros. Asimismo hay momentos en los que pueden identificarse con un género durante un tiempo, y luego con el opuesto.
11. La metáfora de Procusto la ha utilizado la psicoanalista Silvia Tubert en “Masculino/Femenino; Maternidad/Paternidad” en González de Chávez Fernández, María Asunción, Hombres y mujeres : subjetividad, salud y género, 1999, pp. 53-76.
12. Aulagnier, Piera (1979), Los destinos del placer, Buenos Aires, Paidós, 1998, p. 25.