Infancias. Haciendo sitio | Topía

Top Menu

Titulo

Infancias. Haciendo sitio

 

Cuida bien al niño, cuida bien su mente,
dale sol de enero, dale un vientre blanco,
dale tibia leche de tu cuerpo...
Hoy, que un hijo hiciste, 
cambia ya tu mente…
Luis A. Spinetta

Una bienvenida

Quiero invitarlos a hablar de los niños, quiero pensar en y con ellos, conocerlos, reconocerlos sentirlos, quiero jugar con los niños, aprender juntos, quiero ser con ellos, verlos, escucharlos, aunque no haya palabra, quiero retratarlos en este escrito, partiendo de lo cotidiano. Un retrato delineado desde una mirada cómplice, desde una posición adulta encontrándose con la infancia, la de ellos, la nuestra, quiero pensar espacios y ofrecer respeto a sus tiempos de crecer.

Intervenimos, tomamos partido allí donde el niño nos convoca, así vamos andando senderos, dejándonos sorprender, acomodando escenas, ofreciendo juego, involucrándonos en su padecer, respetando su tiempo de conexión

Quiero compartir pensares… para cuidarlos bien

Ya Hay muchas palabras rondando saberes... Muchos Saberes rondando palabras…

Patología, trastorno, espectro… niñez… Paradojas de un mundo que desvía la mirada hacia un futuro aun inexistente… contradicciones modernas…

Deambuladores, atolondrados, gritones, corredores, saltadores, desafiantes, acallados, quietos… Niños…

La propuesta entonces es el encuentro: ¿Queremos verlos? ¿Queremos oírlos? ¿Respetamos sus diferencias? ¿Los queremos creativos? Decisiones a tomar ante el encuentro…

Quiero invitarlos a Verlos, acá por esta ventana.

¿Adónde miran? ¿Por dónde andan? Yo entro y entonces… Me acerco, lo toco, lo convoco, lo veo, lo escucho, lo alojo.

Y desde allí, me posiciono como ese otro, necesario para su existencia, como él lo es para la mía.

Existo porque él está allí, soy en esta posición para él, sostén, acompañamiento, entretejido que lo invita a ser, jugar, pensar, crecer. Porque soy en este mundo, lo vivo, lo experimento y así lo conozco.

Posibilitemos espacios transitados por los niños, pensando con ellos, a partir de ellos desde nuestro ser adulto que responsablemente aloja. Esa es la tarea. Desde educación, desde salud, desde la maternidad y paternidad. En la sociedad. El encuentro con el niño tiene que acontecer.

¿Que nos provoca ese encuentro? ¿Qué sensaciones nos despierta?

Punto de partida… Seamos el otro que moviliza hacia el encuentro y entonces esperemos respuesta, en un ida y vuelta, ofrezco y toma, da y tomo, soy entonces es, es entonces soy. …te llevo para que me lleves… diría Cerati.

Descifremos su código, descifremos su sentir…. Como un pequeño bebe que llora y una madre que interpreta, decodifica, da sentido, “tiene hambre”, “quiere mimos”, “está cansado”, y entonces intervenimos, tomamos partido allí donde el niño nos convoca, así vamos andando senderos, dejándonos sorprender, acomodando escenas, ofreciendo juego, involucrándonos en su padecer, respetando su tiempo de conexión.

Si el niño sufre, y tiene derecho a sufrir, necesita tiempo y un regazo amoroso donde desplegar ese sufrir, y donde, en palabras de Beatriz Janin,1 transformar el sufrimiento en posibilidades creativas, la desesperación en esperanza y el aislamiento en trabajo grupal solidario.

Ofrezcamos herramientas para que las tome y las use. Objetos, cuerpo y palabras, cual abrazo reparador.

Solo se trata de Subjetivar: Otorgar esperanza, confiar en ese niño, apostar a él en este vínculo de sujeto que crece… será la interesante aventura del encuentro entre dos.

Sabemos y lo experimentamos a diario que en los últimos años han aparecido siglas para denominar el padecer de los niños, según un manual de clasificación de los trastornos mentales (DSM), proveniente de Estados Unidos, que difundió una serie de llamados trastornos definidos con siglas, TGD, ADD, ADHD; TOC; TOD; Autismo…

Desde esta óptica, estos supuestos trastornos se definen a partir de una serie de conductas clasificadas con sintomatología coincidente. En el caso de los Trastornos de espectro autista, TEA, cualquier niño levemente o muy aislado, o que adquiere el lenguaje hablado más tarde de lo esperado, o que no logra sostener la mirada en los tiempos prefijados, entre otras, puede entrar rápidamente en este espectro y ser etiquetado precozmente como autista, sin conocer los motivos por los cuales se expresa de esta manera. El DSM partiría de la idea de que una agrupación de síntomas y signos observables, que podemos describir, tiene por sí misma entidad de enfermedad, una supuesta base neurobiológica que la explica y genes que, sin demasiadas pruebas veraces, la estarían causando. De esta manera se entiende que la respuesta básica pueda ser psicofarmacológica.

El sufrimiento infantil suele ser desoído por los adultos y muchas veces se ubica como patológico, funcionamientos que molestan o angustian, dejando de lado lo que el niño siente

Es así como el sufrimiento infantil suele ser desoído por los adultos y muchas veces se ubica como patológico, funcionamientos que molestan o angustian, dejando de lado lo que el niño siente, desconociendo conductas que corresponden a momentos particulares del desarrollo infantil como el deambular, la exploración del entorno o a situaciones vivenciadas por el niño y no visualizadas por el adulto como necesarias de tramitar, mudanzas, cambios de escuelas, duelos que también atraviesan al niño. Asimismo, las clasificaciones tienden a agrupar problemas muy diferentes sólo porque su presentación observable… es similar.

Encuentros…
Escenarios escolares

Cuando un docente se conecta con el sufrimiento de un niño y lo acompaña está posibilitando que ese niño comience a sentirse existiendo para alguien, cuando le devuelve una mirada esperanzada le brinda una imagen de sí que lo incluye en un mundo humano, cuando le habla como se le habla a cualquier niño, lo incluye en el grupo de niños…

Beatriz Janin Circ. N° 5/2016,
DGCyE.

Nuestro encuentro con el niño puede acontecer en una sala de jardín, un aula escolar cualquiera. El escenario es el espacio de la infancia allí donde se espera que algo suceda, algo del orden del aprender, aprender en cuanto cambio, en cuanto intercambio, inter-cambio… algo en mí tiene que cambiar para que el aprendizaje se dé, algo en él tiene que suceder para que ese aprendizaje signifique algo, personal individual y a la vez colectivo… Colectivo-social, colectivo-vínculos.

Entendiendo que el escenario2 se construye en el proceso de reconocer y organizar el espacio en la medida en que se lo habita, incluyendo las múltiples voces y objetos que en ese recorrido adquieren relevancia, ampliando permanentemente el horizonte de sentido y construyendo significaciones conjuntas, serán escenarios de referencia, haciendo visibles a los que participan de estos espacios, para ayudar a tomar mejores decisiones.

En estos espacios se tratará de habilitar vivencias que en la experiencia cotidiana marcarán diferencia. Huellas que quedarán como aprendizajes de vida, significados por ese sujeto personal que lo vivencia. El aprender es un momento de avance y a la vez de duelo, duelo por aquello conocido y seguro que se modifica, lo que era se mueve y genera expectativas, ya que debe dar lugar a lo nuevo, eso que el otro adulto ofrece, amorosamente desde un lugar de seguridad, seguridad que propone un tiempo y espacio habitable, propicio para el cambio. Arriesgarse sin esa mano que sostiene, es difícil, es temeroso y tal vez retraiga ese nuevo devenir, ese animarse al nuevo saber, aquello que se vuelve temor no es posible de aceptar, rechazándose y replegándose en sí mismo…

Las clasificaciones tienden a agrupar problemas muy diferentes sólo porque su presentación observable… es similar

Un escenario posible, la institución escolar, con su ritmo, su legalidad, sus tiempos: turnos de 4 horas, ¿arbitrarios? ¿Posibles? ¿Situados? Y en ellas espacios dispuestos para el aprender, en esos minutos pre estipulados la palabra se posicionará con su equivalente la escritura, lecturas escritos palabras que deben cobrar sentido… ¿para quién? ¿Para el alumno? Niño dispuesto a aprender, ¿para el docente? Adulto esperando enseñar...

Escenarios conformados también por espacios, bancos, pizarrones, cuadernos, cartucheras…

¿Cómo conciliarlos a todos en el contexto de necesidades y posibilidades diversas? Cotidianos bulliciosos escenarios de infancias. Juventudes que aparecen con sus necesidades, dudas y conflictos, ¿cómo conciliar adolescencias con contenidos?

Preguntas que nutren el pensar escenarios posibles.

Y en este cotidiano del aula, tal vez un grupo de 30 niños, en tiempos de aprender, y tiempos de enseñar. Un niño o dos o tres, no parecen aceptar las reglas que imperan, no parecen reconocer el espacio del aula con sus bancos y su pizarrón, sus lugares preasignados, no parecen estar a gusto allí, desordenan, desarman “descuajeringan’.3

Son parte del grupo, son alumnos de esta docente, de esta institución escolar, y algo hay que hacer, pensar, ofrecer…

Pensar colectivamente en equipo pensar estos niños pensar este grupo. Un buen comienzo es la posibilidad de elaborar un buen estado de situación de este grupo con el que trabajarán todo el año, este grupo con sus diferencias, con sus individualidades y sus necesidades, este grupo de alumnos y docente que desplegará durante el año escenas escolares de enseñanza. En una institución escolar particular.

¿Cómo organizar las propuestas de aula para este grupo? ¿Cómo encontrar comodidad que ofrezca aprendizajes significativos? A veces será la dinámica, otras la estrategia, otras situaciones cotidianas a rever:

Entro en un aula a conocer a una niña, alumna de un primer año en una primaria, la niña se muestra entusiasmada con la tarea, tiene muy pocas palabras pero una mirada que dice mucho, mira el pizarrón y escribe con entusiasmo,..: “Hoy está con muchas ganas” me dice su maestra, “creo que el haber dejado que eligiera donde sentarse es lo que marcó esta diferencia…” pequeña y gran intervención, pienso.

El movimiento permanente de un niño parece distraer la atención del resto, hasta parece que algunos lo miran con cierto entusiasmo.

¿Qué pasa si esta vez permitimos ese movimiento dentro del aula? ese que muestra trabajo, intercambio , y así ofrecer escenarios amigables para quienes estar sentados un largo rato, incomoda y rebela… habilitar el movimiento, el intercambio entre compañeros podría generar un cambio, aprender en movimiento.

Aceptar las diferencias para incorporarlas a la dinámica, incluye. Hablar de escuela inclusiva es pensar en accesibilidad, ajustes flexibles y razonables, barreras al aprendizaje y a la participación, trayectoria educativa integral, cronologías de aprendizaje… a la vez Incluir es conocer, es compartir, es aceptar, es discernir, es sorprenderse y sorprender, es encontrarse, es vincularse. Ofrecer tiempos y espacios posibles para que las experiencias escolares se vivencien, es favorecer aprendizaje, salir-se de lo esperado y dejarse sorprender es aprender, es cambiar, es crecer.

Un niño con dificultades para construir vínculos, necesita de un sostén y una mirada que se posicione en el lugar del que espera al otro. Mirada de Confianza y apuesta. Apuesta a lo posible. En un entramado que se construirá entre la escuela, la familia y el ámbito de salud que está acompañando a este niño, a esta familia. Para construir redes4 de sostén, redes amorosas que den seguridad.

El mundo para este niño puede vivirse hostil y terrorífico, el adulto tiene la responsabilidad de proporcionar tranquilidad, confianza y seguridad en el arriesgarse a crecer.

Me gusta la imagen de una escuela que incluya, acercando el pensar de Carina Rattero cuando ofrece la escuela como un lugar para todos, una escuela que hace lugar a la singularidad, atendiendo a la pluralidad, pero con una fuerte “apuesta al trabajo intelectual”…5

Aceptar las diferencias para incorporarlas a la dinámica, incluye

Si un niño que transita su escolaridad primaria no ha logrado adquirir la lectura y la escritura, si ya a punto de egresar, cerrar un ciclo que aún permanece abierto y dispuesto, descubre a sus 11 años que para ir a ver a su papá necesita conocer los números para acceder al colectivo que lo acerque a ese padre lejano, ese niño nos convoca a reflexionar, a crear una propuesta que lo acompañe en su necesidad y su apertura al aprendizaje de aquello que hasta ahora le fue ajeno y distante.

Este es su momento, entonces es el nuestro, y es allí donde debemos estar, pensar ofrecer y recrear estrategias que lo convoquen, que le interesen y le den la mano necesaria para acceder a ese saber, que signifique su transitar, su vida.

Escenario terapéutico

Es interesante comenzar reflexionando acerca del lugar del diagnóstico.

El diagnóstico médico, aquel con el que en más oportunidades de las deseadas, se presenta a un niño. Un niño presentado por sus padres, luego de algún recorrido desesperado ante la mirada médica del tiempo y espacio esperado al desarrollo supuesto, sea cual fuera el escenario elegido, será un niño significado por la palabra médica y sostenido por siglas descriptivas muy generales de síntomas que parecieran responder a conductas “no esperadas” (como ya se definió).

Ese niño con su nombre y apellido con su historia, queda relegado, queda oculto, queda casi desaparecido.

Y entonces ¿cómo pensar estrategias acordes a sus necesidades si no conocemos al niño sino a la sigla que lo precede?

Entonces, volvamos a empezar…

Definamos otros posibles diagnósticos, pensemos sencillamente ¿cuántas de estas conductas que describen a ese niño son comunes a varios niños? Si observamos una sala de jardín, una escena de juego en una plaza, ¿cuántos niños deambulan? ¿Cuántos juegan? ¿Cuántos se manchan? ¿Cuántos desean jugar y correr a la vez? ¿Cuántos otros solo observan o elijen espacios más solitarios?... Seguramente muchos, niños que crecen y se expresan son los que habitan estos espacios y entonces es de esperar que esas conductas observadas, asomos de juego y de infancia, así sucedan…

Repensemos ese diagnóstico. Ese que el saber médico decide apuntar para que una familia supuestamente necesitada de tratamientos, acceda a ellos, a esas cuantiosas horas de tratamientos varios que en general complican y obturan las horas de juego y vínculo en familia.

¿De qué hablamos entonces cuando pensamos en la importancia de un diagnóstico?

En palabras de Alicia Sabo: “Al enterarse del diagnóstico de su hijo, cada padre siente algo particular, que lo lleva a múltiples imágenes, nuevos temores y esperanzas, tanto como a algunas desilusiones. Preguntas varias de difícil respuesta, con un mundo de no-saberes, sabidos por los que supuestamente saben mucho (profesionales, investigadores) (...) saber de lo escrito, lo genético, lo que se ve en la ecografía, lo que se escribe en el informe médico o radiológico no asegura todo, no completa la escena, por lo que al leerlo, se debe pensar en ese aspecto parcial al que da sentido, delimitado en lo orgánico, que es sólo una porción de aquello que será un niño, fruto de una construcción a-por-venir, compleja y sobretodo, única… El diagnóstico es necesario para determinar algunos ejes fundamentales de trabajo. Profesionales, medicación y abordaje dependen de esta formulación. Por lo tanto, proponemos revisar algunas cuestiones en relación a la importancia del mismo y pensarlo para dimensionarlo en su justa medida, atendiendo a no predecir futuros no sabidos, dramáticos pronósticos que fallan muchas veces (y por fortuna muchos niños “caen” de las estadísticas), dejando a la familia a la espera de un desenlace anticipado, ya enunciado, que muchas veces no llega… Los niños quedan a la deriva como hijos-hermanos-amigos-primos, al no concedérseles la posibilidad de ser más que eso enunciado, más que su síndrome o dificultad ya que la patología los toma por completo en el enunciado del diagnóstico, que los nombra en forma anónima. Se transforman así en lo que “tienen” y no en lo que pueden ser.”6

Y así es como transitamos nuestro cotidiano en el consultorio. Partimos de ese llamado de necesidad de otra mirada, o de búsqueda de explicaciones, de tranquilidades que ofrezcan sentido a aquello que parece no tenerlo. Los padres acuden y solicitan un tratamiento para un niño que no parece comulgar con las exigencias sociales o culturales establecidas. La socialización esperada no sobreviene, la soledad impulsa a pedir ayuda… Se escuchan muchas palabras y sobre todo mucho sufrimiento en ese desconocer a un hijo que no responde a aquello esperado, soñado, imaginado.

Y entonces se hace urgente acompañar a estos padres, a esa familia, a conocer a ese hijo, niño que crece en su particularidad, niño que “dice” como puede que hay un sufrimiento allí donde debería advenir lo esperado: el lenguaje, el juego, la mirada, el vínculo… allí aparece una necesidad de entender y allí entonces armaremos un dispositivo posible que aloje a este niño y a su familia en la posibilidad de escuchar y decir, ese sufrir, esa necesidad de replegarse en solitario. Temores representados tal vez en ese desvincularse, sonidos necesitados de respuestas, de adultos que lo comprendan que den significado a ese silencio, a esa imposibilidad de parar… Movimiento ansioso que busca sostén y arruyos, movimientos o miradas huidizas que necesitan de una mirada sostenedora, que lo espere, que le devuelva una caricia de amor y aceptación.

Nuestro espacio se colma de Familias reorganizándose y recuperando emociones que se van entretejiendo en los encuentros, culturas familiares que hay que acompañar a visibilizar y respetar para crear ese escenario favorecedor de subjetividades. Escuchar, mirar, aceptar, acompañar, alojar, hacer lugar… al niño dentro de esta familia que lo enmarca, para que lo sostenga, lo contenga.

El trabajo en consultorio buscará allí donde haya posibilidad, buceando en los vínculos que preexisten a esta demanda, recuperando sentires y trabajando con ellos. En el mayor respeto por su cultura y sabiduría, por su recuperación de la escucha hacia este niño como hacia ellos mismos. Seremos Adultos donadores de sentido, adultos responsables sosteniendo la infancia de este niño. Infancia que intenta recorrer un camino, que alterado por un sufrir buscará respuestas…

Nuestros encuentros
De esto se trata…

Vamos construyendo nuestro ámbito terapéutico como un espacio entre paciente y terapeuta… allí deambulan historias, palabras, silencios, gestos, sueños, imágenes, colores, blancos y negros. Habilitamos en él la posibilidad de expresión a través del arte buscando ser ese objeto con el cual bucear en esas historias.

Escuchar, mirar, aceptar, acompañar, alojar, hacer lugar… al niño dentro de esta familia que lo enmarca, para que lo sostenga, lo contenga

Y el juego como invitación al encuentro aparece como escenario de placer y creación, reconociéndose y reconociéndonos como parte, uno del otro. Tomando palabras de Winnicott: apelando al jugar “….en él, y quizá solo en él, el niño o el adulto están en libertad de ser creadores… Me parece válido el principio general de que la psicoterapia se realiza en la superposición de las dos zonas de juego, la del paciente y la del terapeuta. Si este último no sabe jugar, no está capacitado para la tarea. Si el que no sabe jugar es el paciente, hay que hacer algo para que pueda lograrlo, después de lo cual comienza la psicoterapia. El motivo de que el juego sea tan esencial consiste en que en él el paciente se muestra creador.”

Crear… en y con el juego, donde objetos se convertirán en juguetes propicios para la exploración y el descubrimiento de sí mismo, del otro, y del mundo en el que habita, y en el arte que en su estructura ofrecerá normas, límites, descubrimientos, un lienzo sobre el cual dejar huellas, sobre el cual se ordenarán las palabras dichas al viento… y será el cuerpo entramado en esos decires que se afinará para contar lo que queramos y necesitemos decir. Las palabras, los silencios, el cuerpo serán en este caso nuestras herramientas de trabajo, como expresiones de la memoria de cada historia personal.

Así entre imágenes, sonidos, actos, palabras, decires y silencios se irá delineando un dispositivo posible para cada uno. Ofreciendo un abrazo que hará borde y una mirada que hará devenir al sujeto, entretejiéndose en los vínculos familiares que armonizarán y posibilitarán el lugar del niño en ese espacio. La familia es parte de este trabajo como posibilitadora de encuentros.

Y es así como vamos andando acompañando y sosteniendo subjetividades, en el respeto, la confianza y la apertura a la posibilidad.

Un niño que no habla pero nos convoca con la mirada, que en un vidrio dejará sus huellas a través del color, de una espuma, de una mirada…

Un niño que nos cuenta y nos hace cómplices de su cotidiano, entre experiencias palabras, creación de muñecos, aparición de personajes de pantallas que se van transformando en seres con emociones y sentidos propios, en la creación del niño a partir de materiales nobles y posibles.

La disposición y el ofrecimiento de todo tipo de materiales, artísticos, sonoros, materiales de uso corriente que invitan a la imaginación y la transformación, arcilla que al ser acariciada por manos temblorosas y débiles van dejando huella, impronta que los hace aparecer allí en esa impresión, expresión y construcción de sí mismos.

Verse reflejado en un espejo de frente o de reojo, apareciendo y desapareciendo bajo mantas o cajas, bailar, correr, saltar, rodar, descubrir su espalda, su panza, cosquillas que logran una mirada allí donde se escapaba, una sonrisa allí donde solo aparecía la mirada triste…

Claudia Kotin
Prof. De Educación Inicial. Lic. en Psicología*
Coordinadora del consultorio psicológico “Buceando Vínculos”. Psicóloga en la Escuela de Educación Especial n° 506 con modalidad de atención a niños con TES (trastornos emocionales severos) de Lomas de Zamora Prov. De Buenos Aires.

 

Notas

1. DGCyE Subsecretaría de Educación. Dirección de Educación Especial CIRCULAR TÉCNICA N° 5 / 2016

OBJETO: Dar a conocer el Documento “La escuela y la constitución subjetiva” de Beatriz Janin.

2. Dabas, Elina, “Mapeando una historia. Redes sociales y restitución de recursos comunitarios”, FUNDARED, Buenos Aires.

3. Rattero, Carina, “Los descuajeringadores. ¿Qué hace la escuela con la diferencia?” en http://www.unter.org.ar/imagenes/Carpeta%20Rattero%201.pdf

4. La Red Social implica un proceso de construcción permanente tanto singular como colectivo, que acontece en múltiples espacios y (a)sincrónicamente. Podemos pensarla como un sistema abierto, multicéntrico y heterárquico, a través de la interacción permanente, el intercambio dinámico y diverso entre los actores de un colectivo (familia, equipo de trabajo, barrio, organización, tal como el hospital, la escuela, la asociación de profesionales, el centro comunitario, entre otros) y con integrantes de otros colectivos, posibilita la potencialización de los recursos que poseen y la creación de alternativas novedosas para fortalecer la trama de la vida. Cada miembro del colectivo se enriquece a través de las múltiples relaciones que cada uno de los otros desarrolla, optimizando los aprendizajes al ser éstos socialmente compartidos (Dabas, 2002).

5. Rattero, Carina, “El fracaso de la escuela en su ‘para todos’”, en Revista Ensayos y experiencias, Ed. Novedades educativas, Nº 42: “La escuela incluye cuando sostiene al niño en su diferencia… porque entonces la enseñanza funciona como instituyente de sentido, sentido del que el niño se apropia pero también, sentido que lo toma, que lo ordena, que lo localiza en la trama simbólica que regula las relaciones con los otros y con el conocimiento en el ámbito escolar.” Norma Filidoro.

6. Sabo, Alicia, “El impacto del diagnóstico. Un antes y un después en el vínculo primordial”, s.d.

Temas: 
 
Articulo publicado en
Julio / 2018