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Imagen vs. Imaginación

 
Columna

El antagonismo entre la imagen y la imaginación forma parte de las dolencias paradojales de nuestra época, aunque lleva en sí largas décadas germinales. Es necesario darnos explicaciones para este fenómeno en el cual cierto tipo de imagen captura y limita a otros tipos y, por lo tanto, a la imaginación. Es necesario explicarlo, ya que no ha sido a través de una devaluación de lo visual ni de un oscurantismo de la imagen que la imaginación fue constreñida, enviada a una compactadora que afecta su capacidad en lo que a formas de vida y a experiencias culturales se refiere.

Demos una definición posible de “Imaginar”. Digamos que se trata de la acción de pensar a través de imágenes. Lo cual evoca dos sentidos posibles de lo “analógico”: la figuración en primer término, y las intensidades no matematizadas. Lo no lógico, lo antecedente a la lógica, lo que es figurativo y se reubica siempre un poco más allá de cada una de las figuras del lenguaje. Asumimos correlativamente que, en última instancia, todo pensamiento es en un sentido figurado, al menos que creamos en una identidad absoluta entre nuestra sensibilidad y el mundo exterior concreto.

La pregunta es: cómo pasamos de un mundo que llegó a creerse representable mediante modelos diversos, a uno que cree de sí mismo sobre todo su capacidad de mostrarse, su presentación, su visibilidad.

Podemos distinguir, a los fines de esto que hoy nos interesa, dos tipos de imágenes, o mejor dos tendencias en la imaginación. Trataremos de plantearlas desde un ángulo a la vez específico y un tanto esquemático. Es que la imaginación, si puede ser definida como la operación de pensar a través de una fuerza-imágenes, se mueve, como el resto de la actividad psíquica, entre dos polos: proceso primario y proceso secundario, tal como los definiera Freud a partir del capítulo VII de La Interpretación de los Sueños. Cuanto más cercanía y más vasos comunicantes posee la imaginación con el proceso primario es más deformante, menos antropomórfica, se permite ir desde la escena conformada por la tensión entre semejantes hacia lo que “desasemeja”, pues hay en ella un nuevo investimiento de lo parcial, de lo arcaico pulsional, cuyo límite es una abstracción migrante, en permanente movimiento, de una abstracción intensa a otra. El soñar lo muestra con su relente de imprecisión, de bizarrez en ocasiones, y también con los prodigios plásticos de los que es capaz cuando consigue una forma que parecía imposible anteriormente, eso que en ocasiones aparece en los sueños con un portento nunca antes visto, eso que se puede llamar maravilloso.

En el otro polo, la imaginación está sometida a la lógica y al narcisismo como tendencia a la buena forma. Los productos conservan el dominio lógico y la tensión yoica. Todo es, o bien dominable por “yo”, o bien comparable a “yo”, o ambas. Se está firmemente orientado hacia los procesos psíquicos de tipo secundario, y a la actividad del sistema Preconsciente-Consciente. Este es el modo imaginal que predomina en la actualidad. Es el tipo de sensualidad tibia (y hasta fría si pudiera) que soportan las formas difundidas como actuales, desde el minimalismo arquitectónico hasta la construcción de “perfiles” virtuales.

Por supuesto que la imagen narcisística no es lo único que existe ni podría serlo, pero es lo que está promovido hasta su propio límite en la cultura del actual siglo.

A principios del siglo XX parece haberse apostado a una imaginación desbordante, con tendencia a explorar el proceso primario. De ello dan cuenta en primer lugar las llamadas vanguardias históricas. Es una apuesta de la que ya casi nadie, ni en el cine, ni en la plástica, ni en la poesía parece dar muestras.

Algunas décadas después, el polo de la imaginería narcisística se ha vuelto tan dominante, que cualquier otra cosa presenta un interés dudoso, o un riesgo de estar yendo a ningún sitio, adonde nadie existe, cuando no existir es la pesadilla omnímoda de nuestro tiempo.

¿Cuáles son los problemas que esto nos trae? ¿Por qué esto nos preocupa?

La imagen sometida por la tendencia narcisista a la perfección, impugna las formas siempre precarias con las que el mundo desde su carnalidad nos seduce y nos impresiona amorosamente, con las que el mundo humanamente sentido carga nuestra energía magnética y misteriosa, la que propende hacia nuevas formas de seducción e inacabamiento.

Por eso diremos hoy una vez más que las imágenes nos engañan, pero esta vez de una forma muy distinta a la que evocaran Platón y la tradición idealista. No nos engañan porque impidan alcanzar la precisión y la pureza de las ideas matemáticamente fundadas, sino porque nos excitan, pero a la vez nos des-orientan, empobreciendo aquella búsqueda de lo no siempre bello que iniciamos en los años especialmente iluminados de la infancia.

Seguiremos reconociéndonos en formas virtuosas e inacabadas, pero esto será cada vez más un acto de resistencia cultural.

Juan M. Melero

Psicoanalista, Rosario

jxmxmx [at] hotmail.com

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Articulo publicado en
Abril / 2016