En Pulp Fiction, Samuel Jackson prueba una hamburguesa Big Kahuna. La mastica, la saborea. Mira al tipo aterrado al que le está apuntando con una megapistola y le dice “Mmmm, ésta es una sabrosa hamburguesa”. Después de unos minutos, le pega un corchazo.
Hace al menos diez años que esa imagen se trastoca en mi cabeza y yo soy Samuel Jackson: en mi mano sostengo un tenedor con una papa al horno que tiene de adorno una cucaracha y el tipo aterrado es el hijo de puta que factura con su empresa de catering que compra alimentos de cuarta para el hospital.
Lo que nunca cambia en esa fantasía gloriosa, es el corchazo.
“Hace doce años que como la comida del comedor hospitalario. Y sé que esa será la causa de mi muerte.”
(Médico de planta relativamente joven).
Los platillos que se detallan a continuación, pueden contener gluten, insectos y trazas de desechos:
Entradas
-Sopa de verduras: agua escaldada con algún pedazo de verdura en él (sazonar con al menos diez cucharadas de sal)
-Ensaladita de repollo blanco y tomate (el tomate puede sufrir de sobremaduración)
Platos principales
-Carne (de gato) estofada con papas al horno: deliciosas tajadas nerviosas con salsa ácida, acompañada por papas y/o batatas horneadas (puede incluir visitantes rastreros).
-Pescado con puré de papas: costra de polenta estilo portland que encierra al amiguito de mar, ya seco. Si se moja en el puré, se obtiene una protección ideal para no raspar el tracto digestivo.
-Milanesas (acompañamientos varios): lonjas de carne tratadas químicamente en agua (lavado especial) para quitar el exceso de aceite de la fritura. El procedimiento se realiza dos horas antes de la cena, para que llegue a su plato de manera absolutamente insípida.
-Pollo (acompañamientos varios): animal favorito en viandas de dieta. En su presentación pata o pechuga, su versión más conocida es el tamaño “paloma”.
-Pizza: inigualables cuadrados de masa de diez centímetros de alto, con leves pinceladas de salsa de tomate seca y pequeño corazón de queso fundido en el centro.
-Pizza (versión fugazzeta): base de pizza con inundación de cebollas picadas y rastros de queso rallado. (Suele repetirse por varios días, moderar su consumo).
-Fideos con salsa: exquisitos fideos blancos, blandos y recalentados servidos con cucharón. Con una ráfaga de queso rallado...inigualables. Salsas: bolognesa o estofado. Cualquiera de las dos incluyen abundantes ojos de grasa que realzan el sabor de la pasta.
-Salpicón: colchón de arroz con verduras con bólidos de carne sólida y compacta. (Recomendación: masticar varias veces, ya que puede causar indigestión)
Postres
-Fruta: naranja, manzana, mandarina (ocasionalmente, banana). Se sirven en su versión “seca” y/o “ácida”.
-Postrecito de chocolate: deliciosa crema elaborada principalmente con harina cuatro ceros.
-Flan: el clásico postre de vainilla, acompañado por una salsa livianísima de caramelo, salida directamente de una botella de Seven Up. Y eso lo cambia todo.
Cuando yo era residente, el mito urbano era que conforme desaparecían los gatos del patio, aumentaba la producción de carne estofada del comedor.
Terminé la residencia, entré en la guardia y la carne sigue sirviéndose puntualmente algún día de la semana. Ya no cuento la cantidad de gatos. Pero tampoco como la carne. Generalmente tragamos la cena, que puede ser: sopa, papas con perejil y una naranja.
En los almuerzos, estoy mucho más selectiva y la mayoría transcurren con Cristina en “La esquina de Omar”, un bar de dos por dos que hasta hace poco era doble B: Bueno y Barato. Ahora, Omar se llenó de clientes y unas milangas de berenjenas con puré de zapallo más gaseosa te salen 60 mangos. Un tecito de morondanga con un bay biscuit, 25. Y así. Lo mejor son las pastas caseras y el “wop” de pollo (no hay manera de hacerle pronunciar la k).
Antes de Omar, estaba el Restó del Día, atendido por Carlitos, un galán sometido por su mujer que te llenaba de pan y salsita de quesos. Cuando la “terrina de pollo” y el “salteado de verduras a la soja” se convirtió en el rejunte del día anterior por un precio exorbitante, nos cambiamos al bar del hospital. Cuando el bar, manejado por la Fundación del hospital cerró por malversación de fondos, nos fuimos a lo de Omar, que ya sabe nuestros nombres.
Abro la heladera inmunda del office médico.
-¿Alguien vio mi tarta?- pregunto.
Silencio.
-Tenía un cartelito que decía “Laura”- insisto.
Silencio.
-Garayola ¿fuiste vos?
-¿Qué?
-¿Vos te comiste mi tarta?
-¿Una de acelga?
-Sí.
-¿Era tuya?
-No llego a comer a lo de Omar, tengo que ir a dos salas.
-Voy a pedir a Típicamente porque a la una entro de turno- dice una médica- ¿Querés que te pida algo?
-¿Tarta o empanadas?- pregunto.
-Tarta.
-¿La de siempre?
Gesto afirmativo.
“Típicamente Argentino”, es un lugar de delivery clásico de la guardia. Y “la de siempre” solía ser toda una delicia: jamón, huevo, queso y tomate. Los primeros años de guardia, pedía esa tarta como si fuera una de las cosas más grandiosas que se habían creado en la historia del delivery: una bomba de aceite y colesterol que devorábamos extasiados. La de pollo siempre fue sospechosa, la de verdura la descartamos por ácida y la de atún, bien gracias.
Y ahora, “la de siempre” es el bodoque que termino de digerir al día siguiente y que me deja constipada otros dos más.
La cara de la médica, entrenada en resignar lo saludable en pos del turno de atención, es conmovedora. Pide dos.
El chico del delivery cae a los veinte minutos con la conservadora de cuerina roja.
-Che, nos olvidamos de comprar bebida- dice y con toda la razón.
La tarta de siempre hay que comerla rápido, mientras el queso está más o menos fundido, sino después se transforma en un paquete amarillo difícil de pasar. Entonces ahí viene el problema de la indigestión: comer a las apuradas. Pero no queda otra. Masticar poco y tragar.
Cuando el ladrillo se ubica debajo del esófago, voy al kiosco a comprar un par de líquidos. Agua podría ser. O Coca Light, la bebida con más gusto metálico en el mundo. Genial. Un ladrillo de queso y gas finito. Voy a quedar hinchada como una bola.