Una de las ceremonias más bellas del mundo ocurre en Japón. Es el Hanami, una festividad que tiene lugar durante la primavera, cuando los cerezos han florecido. Las personas se juntan para reflexionar sobre la naturaleza efímera de la vida y la mortalidad, debido a que la vida útil de las flores de cerezos es corta. Lo efímero puede ser a la vez que conmovedor, inquietante. ¿Por qué algo tan hermoso tiene que ser tan breve? Desde hace algunos años me pregunto cuántas flores de cerezo vemos caer, frágiles y tersas sobre el áspero empedrado de la crueldad. Y cuántas veces asistimos de nuevo a su caída, como en un círculo que calcula con exactitud esas pequeñas muertes que zanjan por poco la vida. Este escrito es sobre ellas y la posibilidad de que la primavera perdure.
En la madeja de crueldad en la que llegan estas jóvenes, la internación es un acto de cuidado e inaugura el espacio de alteridad a la escena suicida.