Tira a mamá del tren | Topía

Top Menu

Titulo

Tira a mamá del tren

 
Escritos de Guardia

Es políticamente correcto decir que una tiene pensamientos homicidas para con sus padres porque es parte del quilombito neurótico universal.

PERO ESTA MUY MAL TENER LOS MISMOS PENSAMIENTOS HACIA LOS PADRES DE TUS PACIENTES. Porque a vos, oh querido psico de niños, niñas y adolescentes: ¿cómo se te ocurre decir que querés matar a esa madre mamut que aplasta a su hijo, que te reclama lo mala que sos vos como profesional y que nadie como ella para seguir enfermando al pequeño bardo que la completa fálicamente para seguir nadando en las confortables aguas de su trastorno de personalidad?

En mis años de experiencia hospitalaria, he querido tirar madres y padres por la escalera, he prendido velas para que se los lleve San La Muerte al país de NUNCA JAMAS para que jamás regresen y he fantaseado con que voy en un tren y propongo a un desconocido cargarse a un par de madres psicotizantes a cambio de matarle a la amante pesada.

Sacate la careta y aceptalo: tirá a mamá del tren es una fantasía que no sólo tuvo Danny de Vito, la tenemos todos los que atendemos a las blancas palomitas. Pero nadie lo dijo, hasta hoy.

1 de Enero
¿Adivinen quién está de guardia hoy? Sí, yo. ¿Y qué hay para hacer un 1 de Enero? Atender una y otra vez al único paciente internado de Salud Mental. Sí, se internó ayer, 31 de Diciembre. Podría haber caído antes o después, pero no. Y entonces llaman de la sala. Y el tren empieza a andar.

12 PM
Si es feriado o fin de semana, el ascensor no anda porque la ascensorista no viene, entonces vas por la escalera. Calculen que si afuera hay 30 grados, en la escalera hay 48. Es el infierno. En el primer descanso ya se escuchan los gritos y golpes. No sabemos de quién. Sé que ahí dentro hay un niño de diez años con su madre. Vamos con el reemplazo de Néstor, una residente de psiquiatría de tercero que está desde ayer. Casi quemada, la pobre criatura.

Nos abre la puerta una pobre mina vestida de seguridad, sentada en el rincón que queda entre la escalera, la puerta del ascensor y la puerta de la sala. Literalmente está en un horno eléctrico, pero lo único que dice es “Te vas aclimatando”.

Linda frase, te vas aclimatando. Algo que recordaré en las próximas horas.

El enfermero abre la puerta y nos dice “Están en el SUM, le quiere pegar”. No entendemos quién le quiere pegar a quien, pero seguro vamos a cobrar todos.

Las sillas están tiradas y la madre trata de escaparse de su hijo que la corre por todo el lugar, mientras ella grita como si la estuviera persiguiendo Jason en Martes 13.

El niño tiene atravesada una venda en los hombros porque se le salió la clavícula de lugar. Nos ve, para.

-Hola, qué hacés- le digo.
-Hola, tenés la cara achatada.
-Gracias, qué lindo. ¿Cómo te llamás?
-David.
-Bueno, yo soy Laura.
-Pero tenés la cara achatada- y se ríe.

Nos reímos los dos. Bien, aflojó. Y entra en acción, mami.

-Doctora, me quiere pegar, yo no sé qué voy a hacer con este chico, yo no sé... ¡basta, David, basta! ¿Sabe lo que pasa doctora? Es que el problema es la comida.

Recuerdo mi almuerzo: una entrada de “matambre” con tres lechugas, pollo con ensalada de zanahoria y repollo y un postre inédito: tres frutillas con una escupida de crema medio amarilla. Ninguno de los médicos de la guardia se preocupó por armar menú de fin de año, así que nos conformamos con el comedor de matasanos.

-¿Qué pasa con la comida?- pregunto.
-El es de buen comer, doctora. Además en el otro hospital le daban una colación: un yogur, una fruta, una barrita de cereal...
-Sí, pero acá no hay colación.
-¡Y encima le dan pollo!
-Hay cosas peores, no crea.
-¡Pero es que a él no le gusta el pollo!

Y en esa exclamación sobreviene un tortazo de atrás. Y el grito agudo de la madre, escandaloso y aberrante.

-Decile a la doctora por qué le pegás a mami.

Miro al pibe y entiendo todo.

Davicito se va a la pieza, vuelve, trata de abrir las puertas, pero están cerradas, pega patadas. Lo dejamos descargar un rato y vamos a leer la medicación indicada. Menos kerosén, tiene de todo. Cualquiera, con esas dosis y cantidad de fármacos debería estar en coma. O muerto.

-Vino con ese plan desde el otro hospital- explica la psiquiatra.
-¿Y sabe además lo que pasa, doctora? Yo necesito llamar a mi vecina, decirle que estoy acá- aclara mami desde el pasillo.
-Bueno, eso lo podemos hacer.
-Sí, porque mi celular es viejísimo, viejísimo y me quedé sin batería.
-OK.

4 PM
-Sí, te llamo de Salud Mental...es por el chiquito internado...la madre está encerrada en la habitación y grita.

Volvemos a subir la escalera hacia el Infierno. Nos recibe la chica de seguridad.

-Se puso bravo...lo que pasa es que la madre no lo entiende- opina.

Cuando entramos, David está dándole patadas a la puerta. A todas en realidad.

-Che, qué pasa- le pregunto.
-¡Mi mamá no quiere jugar conmigo!
-¿Y a qué querés jugar?
-¡Ahora a nada!
-Ok.

Nos pasa al lado, amenazante y rezo para no morfarme una piña. Se mete en el SUM sin dejar de mirarme. Entonces, la madre sale de la habitación y viene hacia nosotras. Ya la odio, literalmente.

-¡Doctora, yo ya no sé cómo calmarlo! Está agresivo, yo no sé. Es que en casa yo lo pongo con la manguera, en el patio y se calma, el agua lo calma o si no lo llevo al comedor, donde él tiene su camita y con la oscuridad él se tranquiliza. Pero acá...ni una cortina, doctora, nada ¿no se puede conseguir algo?

Pienso en mi habitación. De noche se prende una caldera que no para hasta el otro día. Pero sí, tengo una cortina. No hay cortinas por precaución de suicidas. Entonces aparece David con una radio portátil en la mano que tiene una antena extensible y los auriculares en el cuello. Eso no es peligroso. La cortina, sí.

Apunta a la madre con la antena, la madre corre otra vez, aterrada hacia la habitación y se encierra. Ojalá se quede ahí.

- ¿Te gusta escuchar radio?- le pregunto.
-Sí, escucho AM.
-¿Y qué escuchás?
-Luis Fonsi. Sé muchos temas.
-¿Me cantás alguno?

Se le ilumina la cara. Bingo. Mientras vamos al SUM, le pregunto a la psiquiatra que tiene muchos años menos que yo, quién carajo es Luis Fonsi. Me explica y le digo que llegué hasta Ricky Martin y Chayanne.

El pibe se sube a la mesa y se manda de un tirón, dos de este tal Fonsi, una canción de un loro y algunos chistes. Le encanta que le festejemos. Y entonces, le festejamos. Remata con Resistiré. Entonces, aparece mami, again.

-Genial. Ya podés sacar un disco- le digo.
-Pero no sé más temas. En mi casa tengo una guitarra.
-¿Por qué no le cantás una entera? Esa que le gusta a Rosa...Amanece en la ruta.

Me quedo. Amanece en la ruta. Suéter. Es la canción de un tipo que acaba de tener un accidente y está muerto. No sé si la madre lo sabe, pero es demasiado. Por suerte, el pibe se cansó de cantar. Nos pide una “crítica” y nosotras un autógrafo. Y le decimos que volvemos después de la cena, para más canciones.

-Traeme público. O se cancela el recital.

Me encantaría cancelar la guardia, pibe.

8 PM
Cuando llegamos, David está comiendo tranquilo en el SUM con la madre. Nos aparecemos y mami salta de nuevo:

-¿Ve doctora? Otra vez pollo...
-Qué cosa, yo también comí pollo hoy.
-Sí, pero usted piense que encima ahora es pollo y arroz.
-¡No me gusta el arroz!-grita el pibe.
-Es que había ensalada, pero los enfermeros no se la quisieron dar- dice mami, bajando la voz.
-¡No! ¿Usted dice?
-Sí, doctora. Se lo digo. Por eso yo voy a hacer una carta al director del hospital denunciando esta situación. ¿Usted no podrá conseguirme otra cosa para comer? Porque el problema es que él se queda con hambre.
-Míreme bien. ¿Yo tengo cara de rey mago?
-No.
-Por eso. Esta es la comida que hay y si no la quiere comer, se quedará con hambre.
-¿Pero y quién lo va a aguantar entonces?
-Tengo ganas de decirle que ella, que es su hijo. Pero de qué sirve darle margaritas a la chancha.
-Y en eso sobreviene el segundo ataque: David le apunta con el índice y el pulgar.
-¿Ve, doctora? Me amenaza. ¿Eso es un arma? ¿Por qué la querés matar a mami?

Una se alegra cuando algunos padres pueden empezar a preguntarse cosas relacionadas con sus hijos, pero éste no sería el caso. David toma el tenedor y la empieza a perseguir por el lugar. La madre corre al grito de ¡basta, basta! Ojalá te clave el tenedor en la yugular.

Pero no nos queda más remedio que sacarle el tenedor al pequeño Jason. Hacemos el recital. Todos contentos. Nos vamos.

12 AM
-Hola sí, te llamo por el chiquito. Está muy agresivo, le acaba de pegar a la madre.

La psiquiatra, que ya no puede con su alma y que por pedido de mi persona ha participado en el juego de la memoria, ha bailado, cantado y demases, me mira desde su agotamiento. Y sé lo que esa mirada significa.

Y otra vez, la chica de seguridad, agobiada en los 54 grados del horno eléctrico.

-¿Todavía no te transformaste en calabaza?- le tiro.

Se ríe. Más que calabaza, es puré. Se abre la puerta y la frescura del ambiente le devuelve algún aliento. Le digo que su situación es indignante. Y me repite la frase del aclimatamiento. Increíble lo que puede hacer la alienación en un ser humano.

-¡Doctora! Me pegó una trompada... ¡en la mama! ¿Sabés que te va a pasar? Te van a atar, como en el otro hospital, te van a pinchar, porque te portás mal, porque le pegás a mamá.

Hagamos la chanza del significante: ¿a quién querías pegarle: a mamá o a la mama de mamá? Cuac. Pero no tengo a ningún lacaniano cerca. El enfermero ya no los aguanta a ninguno de los dos. Yo no los aguanto a ninguno de los dos. Tengo sueño, estoy de mal humor, acabo de comer unos fideos con salsa radioactiva y es 1 de enero y tengo que estar acá porque me pagan un bono de 600 pesos por feriado.

Llega el pibe y se acoda en el mostrador. Le mira la pulsera de mostacillas a la psiquiatra.

-Son 750- dice.
-¿Cómo sabés?- pregunta ella.
-Porque las conté.
-Hacemos la cuenta. Da eso. Ok. Vayamos al casino y llenémonos de guita con el pibe, como en Rain Man.
-
Y vos sos cara achatada- y se ríe.

Nos reímos todos, menos mami, mama, mamá. David la mira y le pide una barrita de cereal. La madre dice que no tiene. Grita que quiere una, que le baje la caja, que ahí hay. Qué caja, pregunto. Es que cada paciente tiene una donde guarda sus cosas. Ok. Bajá la caja, le digo. Mamá me odia y yo odio a mamá.

-Yo elijo- dice el pibe, cuando abre la caja y la cara se le desfigura- ¿Dónde están las otras?
-No hay más que una...- dice el enfermero.
-¡Sí que había! ¡Te la comiste vos!

Y ahí vamos otra vez: Jason entra en acción y revolea a mamá de los pelos. Juro que me da mucha gracia. Entonces se cumple la profecía y me pega un canillazo que me duele hasta hoy. Le tira una mano a la psiquiatra, se le va al humo al enfermero.

La psiquiatra me mira, suplicante. Miro que son las dos de la mañana.

Un refuerzo, para que baje y se duerma. Hasta mañana y yo sé que no es lo que quisiera, yo sé que no. Sólo una, fue mejor que miles durante el día, me digo para justificarme. Sólo hasta que por algún milagro, mama mamá se caiga del tren.

 

Temas: 
 
Articulo publicado en
Abril / 2015