Sobre el amor y sus devenires
Pablo la miró, miraba muy pocas chicas al pasar, indiferente tímido por eso cuando se cruzó con Nené, la primer vez que miraba sin ser indiferente la taquicardia lo tomó por sorpresa. Casi se detuvo sin saberlo, sólo veía ojos celestes maravillosos ojos celestes como si alguien le hubiera enseñado a decir su primer piropo qué lindos ojos tenés ella lo miró vos también me gustás mucho sabés. Pablo no se detuvo, siguió caminando, dice ahora los minutos más trascendentes donde el mundo se colorizó celeste cataratas celestes metástasis celeste celestes los cordones y veredas diarieros celestes bares celestes, intentaba recordar si hubiera habido un antes de otros colores, diabetes celeste tos convulsa celeste todo esto lo invadía brutalmente acelerándolo, apretujándolo. Pablo qué te pasó pregunta la madre cuando lo vio desorbitado, desesperadamente celeste fue a su cuarto y garabateó su primer carta celeste de su vida. Te quiero tanto tanto, decía la carta, Pablo la firmaba. Salió corriendo en un mundo ya celeste, garabateaba sus pasos hacia Nené, su primer amor, su único pensó. La taquicardia paroxística lo acompañaba en su velocidad de choque. Corría hacia un lugar, ¿hacia donde ella estaba? No podía dudarlo, cuanto más sabía su exacta dirección final de la entrega de su carta celeste, hasta los celestes ojos de Nené, tenía miedo, pavor. Todo le provocó un brusco detenimiento, sus músculos se aflojaron y cayó de bruces, su descenso fue muy rápido, no hubo infartos intermedios. Caída celeste, poner algunas palabras a tantas experiencias inenarrables. Para vos, leelo. Ella obedeció y le dijo mirándolo a los ojos: te querés meter conmigo. ¿Meter a dónde?, apabullado. Meterse hacia el fondo donde no existen sino retazos de algún gran amor, busquémoslo los dos juntos y allí estaremos metidos sin salir. Cuando lo miró fijamente Pablo sintió un inmenso dolor en toda su cara abierta a los rayos de esos ojos tan celestes tan cerca. Salió corriendo mientras escuchaba Te quiero Pablo, volvé. Pasó momentos muy lindos imborrables, imposible pensar que eso existía ese eso de los otros colores le recordó que no tenía costumbre de quedarse con nadie más de dos o tres minutos seguidos y que le horrorizaba el mar. Ojos celestes todo celeste que no duelen más acarician besan retuercen el dolor cuando existen. No me gusta el mar me aburren las olas su uniformidad el todo igual, dijo Nené, recordó Pablo el horror de la palabra uniformidad y el todo igual entonces fue ella quien las dijo, mi horror fueron sus palabras sintió pavor de esas dos palabras porque resonaban a letargo y a aburrimiento su peor de los temores aburrir. Cómo haría para no aburrirla, para mantener en los diálogos las tensión necesaria que fuera su centro vital, también el temor a aburrir aburre al otro, que ve en el esfuerzo un mundo artificioso simulacro entonces tedio, cada encuentro producía pavor porque siempre tenía un final y cada final rodeaba una escena de tedio o de uniformidad, todo era pánico al verla porque siempre la despedida era el final del ciclo, el tedio enunciado, las olas uniformes, qué bien me hace verte me hacés bien me curás siempre te recordaré siempre siempre dijo Nené, ese siempre le originó terror y la palabra te recordaré le sonó a final a recuerdo lindo de Nené en sus trece años. Musitaba las palabras siempre buscándoles todos los sentidos posibles, pero te recordaré no podía musitarla porque siempre hallaba la misma fórmula, se había transformado en un recuerdo ya era sólo un recuerdo. Nené lo miraba le sonreía se acerco y lo besó se besaron apasionadamente, le pareció que el beso era interminable comenzó a percibir un cierto deseo de desprendimiento de ella como si quisiera retirar su boca su desamor el final del beso, tuvo pánico sintió miedo del final del acabose mañana no nos podemos ver, es el cumpleaños de Patricia fiesta de chicas nada más somos compañeras desde la primaria gran amiga. Pablo no pudo dominarse comenzó a temblar, las rodillas dislocadas en un frenesí rítmico parecían dos bailarinas quiénes tus rodillas, Pablo sintió que su cuerpo comenzaba a independizarse quiero ser absolutamente franca contigo un amigo mío, Pancho Lynch aviador me invitó a volar y en el avión me dijo que me quería apasionadamente que estaba loco por mí, prefería decírmelo antes de su viaje a Indonesia profesor de Sky a su vuelta, yo le contestaría en marzo. Un largo zumbido impidiole retener todo el mensaje, solo escuchó aviador Pancho querer apasionado aviador profesor de Sky Indonesia Australia profesiones imposibles de competir, ya no estamos metidos entooooonces musitó Pablo entooooonces prefiero esperar su vuelta de Indonesia y tomar una decisión madura, podemos vernos como amigos si querés, todo queda en Stand by hasta su vuelta.
Pablo tuvo la impresión de que no podía ser Nené la que hablaba como si estuviera poseída por otra y ella solo transmitía mensajes de otredad que la habitaban, el domingo me invitó a volar pero sin tocar el tema. Él es alto 1,82 irlandés, rubio de ojos celestes, no miento me gusta mucho físicamente. Pensó Pablo que su 1,78 eran medidas de petiso todos los chicos ingleses cagadores se llaman Vic Pat Ronie Bap, todos nombres cortos contundentes Pablo ya se sentía un mapuche, qué pensás Pablo nada que seas feliz muy feliz pero yo no quiero verte nunca más me dolés mucho, adiós adiós en serio no espero nada de porteño boludo nunca más me entendés, nunca más y se retiró caminando en una mezcla de dolor insoportable y sintiéndose Facundo Quiroga. Tuvo miedo y siguió gritando ¡Adiós Nené que seas muy feliz! Nunca más. Tuvo miedo de cagarse encima Facundo no se cagaba, controlaba el esfínter hasta lo indecible culo cerrado pensó, Argentino hasta la cepa. No llamó nunca más nunca quiso verla, Pablo tenía ahora 22 años a punto de recibirse de médico, supo por un amigo que Nené estaba de novia, a Pablo no le interesaba. No tenía curiosidad. Tuvo mucho éxito con mujeres de toda edad, trabajaba en el Banco Municipal en el servicio médico, era todo feliz estaba locamente enamorado de su novia Inés, pensaba casarse. Inés era bellísima llamativa, Pablo decía estar enamorado la quería mucho, la familia de ella lo quería mucho, todo iba bien maravillosamente bien. Un día recibió un llamado soy Nené, Pablo te acordás de mí. Primero su voz después su ritmo, Pablo sintió que se estremecía en medio de un terremoto no sabía que contestar tengo ganas de verte Pablo por qué no te venís a tomar algo a casa y charlamos, Pablo se sintió onírico salgo para allá ya voy esperame, tenía miedo de que se fuera en avión. Corrió por las calles veinte cuadras como en esa película de Buster Keaton que buscaba a la novia, llegó tocó el timbre y lo atendió Nené hola Pablo hola Nené se rieron a partir de allí todo fue confuso para Pablo, sintió el amor desesperado el de antes el torbellino el tormentoso no quería pensar. Se casaron tuvieron tres hijos fueron muy felices trece años, su mamá estaba contenta se casaron en el Santísimo Sacramento del altar, y eso la colmaba de felicidad y de orgullo.
Renacimiento amoroso
El Dr. Maroldi trabajaba en el servicio de Urología, en un Hospital público de prestigio en el año 1951. La verdad es que Maroldi no era un hombre estudioso en su especialidad y concurría poco a los Ateneos Clínicos de los martes a las 11 de la mañana. Prefería irse a un café cercano al Hospital y leerse el Diario Popular con tranquilidad. Esta actitud del Dr. Maroldi no era bien vista por sus compañeros, ni por el jefe de servicio de Urología quienes le reprochaban su falta de solidaridad con el resto de los integrantes del equipo. Él les respondía siempre lo mismo: es verdad, pero créanme que estoy estudiando mucho, mucho, ya van a ver.
A los pocos meses ocurrió que, el Dr. Maroldi, comenzó a convertirse en la figura más buscada en las consultas de los consultorios externos de Urología. Una larga fila de hombres y mujeres, llegando a veces a superar el perímetro del servicio, hacían cola para consultarlo al Dr. Maroldi. Algunos de los pacientes hacían cola toda la noche para conseguir el número para la entrevista con el urólogo. Por supuesto que los demás servicios también se veían afectados por toda la gente que ocupaba las colas de los consultorios externos y sus alrededores. Además, el intercambio de comidas entre quienes esperaban al Dr., los productos alimenticios que intercambiaban en sus largas esperas. El servicio de cardiología era uno de los más afectados. Consultado uno de los urólogos por el jefe de cardiología sobre este extraño fenómeno que ocurría en el Hospital:
Che, ¿quién es este Maroldi que nos está creando este quilombo de gente? - El urólogo respondió- No sabemos qué pasa, pero sí sabemos que el jueves 21, en el Ateneo, va a explicar con detenimiento su trabajo sobre impotencia sexual masculina.
Pero hay muchas mujeres en la cola - dijo el cardiólogo-
Maroldi solo nos ha dicho que las mujeres vienen por el boca a boca y que él las trata muy bien, muy respetuosamente.
Che, ¿vos creés que puedo ir a ese Ateneo?
Para nosotros sería un honor tenerte
¿Cuándo es?
El 21 a las once en punto, no faltes.
Mientras tanto el servicio de Urología era un hervidero de chimentos.
Algún urólogo intentó pagar a una señora de la fila, y ella le respondió que el Dr. Maroldi les había pedido a todos sus pacientes que tuvieran la gentileza de esperar que fuese él, en el Ateneo, el primero en informar sobre la naturaleza del tratamiento y sus resultados. Varios otros colegas de otras especialidades habían solicitado también un permiso para ir el 21.
Por fin llegó la fecha del anhelado Ateneo donde el Dr. Maroldi iba a exponer sus ideas sobre el tratamiento de la impotencia sexual masculina. Siendo las once de la mañana el urólogo penetró por una puerta lateral del recinto y se quedó parado en el centro del salón. Se escucharon algunos gritos provenientes de la puerta central, donde algunos médicos del servicio de anestesiología pugnaban por entrar junto con el sector más fanático del Dr. Maroldi. Hubo algún tipo de enfrentamiento entre ambos grupos. En realidad había 120 personas en un recinto preparado para recibir a no más de 60, y eso se sentía en el clima imperante.
Señores he venido aquí para presentar un trabajo de nuestro servicio de Urología, y los ánimos parecen no ser los mejores para el desarrollo de una disertación científica. Esto significa literalmente que si no ceden los gritos y empellones me retiraré en cualquier momento. La contundencia de las palabras del Dr. Maroldi, dejaron sin palabras al auditorio que quedó callado. El urólogo sacó de su portafolio un pote blanco enorme donde se llegaba a observar, sobre todo en las primeras filas, una etiqueta donde se podía leer la palabra vaselina. Las siguientes palabras -continuó el Dr. Maroldi- han sido extraídas casi literalmente de la primera entrevista con la paciente L, que dio su consentimiento si eso podía contribuir al éxito de futuros tratamientos. Están en el protocolo que los profesionales podrán retirar, si así lo desean. La primera entrevista que voy a leerles ahora no es muy diferente a las otras quince que he utilizado para la casuística. Las sociedades de Urología de Alemania y Australia ya la utilizan con un resultado parecido al que pude comprobar. Esta misma mañana recibí un pedido de la Asociation of Urology de Belfast, pero volvamos a la clínica, fuente de todos nuestros saberes médicos - dijo Maroldi. Entonces abrí el pote de vaselina y le pedí a nuestra paciente que se untara el dedo índice entero, le sugerí además, que en su primera intervención se cortara la uña del dedo índice, para evitar todo tipo de dolor a su compañero. Amado compañero, dijo ella, amado. Yo continué: cuando su marido intente penetrarla usted pídale primero que utilice una almohada debajo de su cadera para mayor comodidad de ambos. Apenas el comience a penetrarla abra sus nalgas (las de su esposo) e introduzca levemente su dedo índice en el orifico anal. No debe penetrar el orificio, si no hacerlo suavemente con un ritmo lento y rítmico, dedo y orificio tienen que ser una haeceidad (Deleuze, filósofo francés). Su dedo índice introducido en el ano de su ser querido, no debe individualizarse como dedo, sino que el índice y el ano deben construir una nueva individuación donde el ritmo de su índice y las contracciones anales de su esposo van a producir una máquina de goce.
Es el ano el que con sus contracciones debe atraer al dedo, nunca introducir el dedo haciendo fuerza contra el esfínter, por el contrario es el esfínter el que debe permitir el avance del dedo. A esta altura de los acontecimientos usted o su esposo notarán que el pene ya debe estar en erección y usted visiblemente “mojada” (disculpe mi crudeza) por su excitación y sus nuevas secreciones que completarán el nuevo placer entre los dos.
Una última indicación: no debe tener pudor en llamarme o volver a verme por cualquier duda que pueda generar este tipo de intervención. La señora L no me llamó, pero al otro día recibí una carta que ella misma aceptó que leyera en el Ateneo:
“Dr. queridísimo Maroldi, el resultado del tratamiento ha sido maravilloso, mi marido me ha dicho tantos piropos olvidados. Él, sobre todo, ha olvidado su mal carácter y su mal humor con el éxito del tratamiento. Yo también lo quiero más, me siento enamorada otra vez, qué se yo. Usted ha cambiado nuestra vida, el amor ha vuelto a la pareja como en los mejores tiempos. Una sola pregunta querido Dr, él parece muy excitado por mi dedo índice y lo espera ansiosamente. Ayer cuando hicimos el amor, él mismo ya se había envaselinado solo el ano, esperándome en la cama ansiosamente. Fue fantástico, increíble. Hasta la vecina me preguntó al otro día por los gritos inusuales que proferíamos y me pidió su teléfono. Yo le dije que prefería no dárselo, porque Ud. prefiere atender en el consultorio externo de Urología en el Hospital. El boca a boca se corrió en el barrio, donde todos somos vecinos desde hace veinte o treinta años, y el viernes a la noche realizamos una fiesta de festejo por Ud., Dr. Maroldi. Generador del rescate del nuevo amor entre mi esposo y yo y de muchas otras parejas del barrio de Floresta que han construido nuevos amores, nuevos descubrimientos, nuevas felicidades. Gracias por todo. Muchas gracias”.
Firma la carta la paciente L, a quien yo, Dr. Maroldi agradezco por su valor y su integridad, por permitirme leer este trabajo en este Ateneo.
El jefe de urología, el Dr. Gutiérrez Ayerza, se acercó al Dr. Maroldi y le arrebató el micrófono para proferir la siguientes acusaciones: “quiero aclarar que hoy (mira su reloj pulsera rolex) a las 12:20 del día 21 de septiembre el Dr. Maroldi ha sido expulsado de nuestro servicio por su inmoralidad, por su falta de relato científico y por su falta de todo pudor en ese escrito repugnante que acaba de leernos. El Dr. Maroldi también es responsable por colmar este recinto médico por personas… por personas. Esa chusma que lo sigue y que hoy ha invadido nuestro ateneo sin ningún tipo de reparo y de pudor. Hoy extenderé a la Asociación Argentina de Urología el pedido de expulsión del Dr. Maroldi y pediré además al Dr. Francescoli, director de nuestro querido Hospital de tantos años de prestigio y de trabajo, para que tramite su expulsión de este Hospital. Esto que acaban de escuchar es un ataque a la ciencia y al decoro.”
El Dr. Maroldi retomó el micrófono y dijo “Señores y señoras gracias por escucharme, muchas gracias a todos” y salió del recinto por una puerta lateral con un ejemplar del Diario Popular en la mano. El jefe de cardiología lo corrió y lo alcanzó en la puerta y le dio un sostenido abrazo y le dijo “Ha sido una clase magistral, Maroldi, una verdadera clase magistral de medicina. Gracias en nombre de todo el servicio de cardiología”.
PD:
Este trabajo del Dr Maroldi fue un hecho real, ocurrido en el año 53 en un hospital.
El Dr. Maroldi era judío y muchas fueron las versiones que se suscitaron después de su expulsión del servicio de urología. Hace por lo menos quince años el médico me lo relató en forma personal a mí. El eje del trabajo, sobre todo la entrevista con su primer paciente, son casi dictados por el urólogo a mí. La lectura de este trabajo en el Ateneo Clínico originó la decisión del jefe de urología a expulsarlo del servicio. Por supuesto que me he tomado ciertas licencias literarias tratando de construir el imaginario de tan insólita situación de discriminación del médico aludido.
Me siento en la obligación de aclararlo para que se vea el poder, muchas veces arbitrario y autoritario, que un grupo de médicos puede ejercer contra otro grupo de médicos.
Actualmente las técnicas del Dr. Maroldi sobre impotencia sexual son comunes en los servicios urológicos de muchos países desarrollados. Ninguno de los nombres que surgieron en mi trabajo son reales, son todos, producto de la ficción.
Es posible que hoy el trabajo del Dr. Maroldi hubiera tenido una repercusión menos discriminatoria, de acuerdo al social histórico que nos atraviesa. También la sexología ha contribuido en muchos aspectos ampliando nuevos horizontes en la sexualidad de hoy. Yo analizaba a un homosexual y mi supervisión me decía que la homosexualidad era solo una defensa frente a la esquizofrenia (año 1960 A.P.A).