Los 50 números de la revista Topia significan el esfuerzo de un grupo de redacción y muchos de los que están aquí saben lo que es un cuerpo de redacción vivo, que encara sus tareas en medio de discusiones y de acuerdos, y es parte de la historia de la cultura argentina, donde las revistas forman un grupo especial de interés, de convocatoria, es inconcebible la cultura argentina literaria, política, psicoanalítica, sin la historia de sus revistas. Al mismo tiempo una revista, que nada sería sin sus lectores, sabe bien lo que significa mantenerlos; este lugar puede ser testimonio de lo que significa un lector en cuerpo presente, capaz de habitar estas mesas, y al mismo tiempo interpretarlo también como una natural prolongación de sus tareas de lector. Y está también la tarea editorial, que es una tarea en la que las revistas desean a veces proyectarse y no siempre lo consiguen, en este caso Topia también publica libros que forman parte de un campo de debate del psicoanálisis en la Argentina, y este número 50 bien lo atestigua.
El artículo de Enrique que abre la revista, llama y en su escritura protagoniza la idea de un psicoanálisis que llama en plural. Efectivamente, me da la impresión de que es inconcebible en la Argentina otra manera que sea diferente a ésta para pensar el psicoanálisis, el psicoanálisis tiene una antigua implantación en la Argentina, ustedes lo saben. Podemos computar un siglo de psicoanálisis en la Argentina, desde los primeros balbuceos en etapas culturales del país donde la palabra positivismo, siempre injusta o demasiado amplia, de alguna manera no hace más que describir provisoriamente esa implantación del psicoanálisis, hasta la bifurcación en innumerables corrientes y revistas de las cuales Topia forma parte en la primer fila de revistas psicoanalíticas, como Conjeturar, como Descartes, y otras que no conozco pero basta revisar un kiosco para ver la fuerte proliferación de revistas de psicoanálisis. Y eso supone una expresión que no es específicamente psicoanalítica, plural, y la pluralidad pero que registra de una manera elocuente todas las bifurcaciones y todos los lenguajes en que se ha diseminado o ramificado el psicoanálisis en la Argentina. Defender esa pluralidad hoy para Enrique presupone un debate muy fuerte en este momento con otras tendencias no psicoanalíticas que enfocan la basta dinastía que se abre a partir de los primeros trabajos de Freud, como un lugar inconveniente para pensar la psique, el inconsciente, la conciencia, la vida de las personas, e incluso las prácticas sociales. Ese debate con El libro negro del psicoanálisis abre este número y lo abre llamando a otras revistas que mencioné antes, sería inadecuado pensarlas en términos de una pluralidad porque de algún modo expresan su lenguaje con una puesta lingüística, reflexiva, conceptual, que se liga a connotaciones muy específicas del uso de la lengua psicoanalítica en la conocida versión en la que se desarrollan esos trabajos. No va a ocurrir lo mismo con Topia que es la revista llamada a defender esa pluralidad, e incluso a defenderla junto a estas otras revistas que, como todos sabemos también se sienten incómodas por el avance de las psicologías o los modelos de tratamiento como las terapias cognitivistas como aquí se ha mencionado. Conozco muy por encima ese debate pero me parece crucial desde el punto de vista de la cultura argentina porque la cultura psicoanalítica en la Argentina tiene vastísimas significaciones, muchos modelos de escritura, muchos emocionantes esfuerzos políticos e intelectuales, donde bastaría mencionar los nombres de esta pluralidad, esos enormes nombres, para señalar que es un valor cultural tal como está; en su creativa heterogeneidad que admite una gran expresividad en estos lenguajes de los cuales esta revistas son testimonio.
Me gustaría comentar algunos de los artículos que son evidencia palpable de esta heterogeneidad y del interés con el cual Topia en toda su trayectoria ha expuesto la razón de un psicoanálisis donde el sujeto está implicado, con esta palabra que dijo Alejandro que me recuerda a una palabra central, el nudo, y esta palabra también me recuerda palabras centrales de la argamasa- esta palabra no- psicoanalítica. Entonces, en ese sentido, me parece que el tema del dolor es un tema de la frontera del psicoanálisis, me parece un tema que tiene basta raigambre en la filosofía, en las filosofías existenciales desde luego, en las experiencias místicas desde luego, el tema del dolor como gran ideal educativo y como gran invitación a la auto reflexión se lo puede rastrear a lo largo de todo el pensamiento, en todas las épocas en las que busquemos en el papelerío antiguo…
Voy a mencionar los extremos entre los que se mueve esta pluralidad interna, esta extraña pluralidad interna que tiene Topia. En primer lugar voy a mencionar el artículo de Alfredo Grande, que es un artículo extremo, es un artículo de la frontera de la reflexión, un artículo que invita a pensar sobre la venganza. Así como el dolor, la venganza es también una figura de la teoría de la ética. Es posible solo hablar del psicoanálisis como una pluralidad en la Argentina si al mismo tiempo hay una vocación, una teoría, un impulso hacia el pensamiento de la ética, o de lo ético, no se puede pensar de otra manera. Incluso el interés social y político de Topia registra un interés mayor, que es el cruce de las grandes teorías y las más antiguas concebidas de la ética y del psicoanálisis. Alfredo Grande defiende la venganza. Hay que escribir ese artículo, me parece que es un artículo difícil, del extremo de la escritura, escrito no tanto sobre el dolor, porque es sobre la venganza, sino con un extremo dolor personal. ¿Cómo sería el dolor en la escritura? Difícil saberlo, este artículo me pareció de gran interés porque con un vocabulario que roza el psicoanálisis, y que es un vocabulario que creó Alfredo Grande, por lo que escuché de conferencias de él, basado en un especial estilo de humor en la escritura que desata una invitación a pensar. Personalmente, si es que importara, diría que no se si estoy de acuerdo con el artículo pero realmente poco importa porque es un artículo que estimula la reflexión en un confín, en un extremo. Es una reflexión que lleva a escribir que la venganza es un tipo de experiencia personal que estaría en el puente mismo de las cualidades del sujeto agredido y lo que es posible pensar de una sociedad dolorida. Y la venganza aparece como un pensamiento productor, como un pensamiento creativo. No se cuantos de los aquí presentes esta noche podrían validar un pensamiento de esta índole que no suele verse fácilmente en ninguna publicación argentina. Uno podría resolver no escribir nunca un artículo así o escribirlo de otra manera. Así lo escribió Alfredo Grande en esta revista y me pareció de gran interés poder leerlo porque supone una suerte de escritura sobre el dolor que en primer lugar pone un ejercicio en un dolor personal y eso solo se sostiene a través de la escritura.
Algo parecido puedo decir del artículo de Juan Carlos Volnovich, porque me da la impresión que al ser un relato de una complicadísima sesión psicoanalítica y no se como se escribiría eso; la apuesta de Volnovich al escribirlo tampoco me parece que es frecuente. He leído, por mi condición de lector vocacional de estos temas, los clásicos relatos de los pacientes de un psicoanálisis clásico hasta los relatos que hacen muchos psicoanalistas argentinos, este me parece del mismo modo que el de Alfredo Grande un relato difícil, hace a esta pluralidad del psicoanálisis escrito en otro idioma trascendental, que es también muy dolorido, y es el relato de un grito. Es un tema del psicoanálisis casi menos que un tema del arte, de cultura o de las grandes religiones. Ese artículo presenta a un personaje, que ignoro que calidad tiene como personaje, evidentemente no es un hombre; por eso digo que es difícil escribir un artículo así porque es un paciente. Y lleva, precisamente, al dolor compartido del analista o psicoanalista. Eso también me parece uno de los artículos difíciles de escribir en la Argentina, no porque la Argentina no sea un país donde cualquier cosa que pensemos sería válida en cuanto a la dificultad cultural que atraviesa Argentina que es mucha. Y ninguno de nosotros podemos admitir un país que no sea un lugar cultural donde se puedan escribir toda clase de artículos. Aun así, con el hecho de que Argentina nunca ha perdido su creatividad escritural en torno al psicoanálisis, estos artículos son difíciles. No difíciles en su lectura, porque por el contrario no lo son, y si lo fueran no sería motivo para no leerlos, son difíciles porque es difícil escribir estos artículos en un psicoanálisis que se porte bien. Es decir que viva bajo un canon de relato científico de una experiencia clínica a otros lectores que a su vez la acrecentarán con un modelo de ciencia que se va acumulando como un modelo de saberes progresivos. No se trata de este caso, se trata me parece de psicoanalistas que se proclaman como tales y que al escribir ponen su yo de escritores conmovidos, eso también me pareció una enseñanza de escritura, algo que no se lee fácilmente en otras revistas, y quise dar los nombre de las otras dos revistas porque las leo, ocasionalmente pero las leo, y tengo un fidelísimo respeto a sus autores y a sus artículos, por eso lo que estoy diciendo de Topia quiero ponerlo en mi historia de lector de estas revistas.
El artículo de Alfredo Moffat es otro artículo que provoca muchos desafíos, como ustedes sabrán leer a Moffat , que encara la idea de un gran abismo en la escritura, que supone un tipo de habla, de oralidad basada en el chiste, en una suerte de metafísica del chiste argentino, en una especie de biblia criolla pichioneana. Ignoro si muchos de los presentes, a mi me une una amistad de muchos años con Moffat y puedo decir que no se si estoy de acuerdo con lo que hace o dice, pero tampoco importa, porque me parece que debemos abrir – voy a decir una palabra vulgar- el corazón a este tipo de escritura. Y me apresuro a decirlo, porque con el cariño que le tengo a Alfredo, se que muchos exponen reservas a ese tipo de emblemas de reflexión, de análisis; pero lo cierto es que esa escritura es una herencia de Pichon que tampoco me parece que es exactamente lo que hubiera hecho Pichon, sino que está también en un extremo, en una cornisa del pensamiento, que a mi juicio son de gran interés, porque siguen despertando una gran curiosidad con respecto a que si esto es posible escribir. ¿Es posible escribir sobre la muerte así, con ese tipo de construcción de imágenes tan fuertes, con tanta vivacidad como escribe Moffat?, y con una opción que efectivamente refleja su condición de humorista psicoanalista linyera. Es una encarnación de una figura muy fuerte esa, lo digo acá, en familia, no habrá nadie que pueda decir que esto no puede existir en Argentina. Puede existir por la pluralidad del psicoanálisis en Argentina, y como se que en muchas conversaciones sobre este tema surgen reparos muy fuertes, de versiones que no se animan a este tipo de escritura y reflexión sobre qué es la muerte, cómo es velar los muertos, qué significa la despedida, qué significa el duelo; todos viejos temas clásicos, decirlos a través de una especie de humorada criolla, buscando un lenguaje desgajado, sus troncos mas establecidos, es una experiencia límite también. Estas cosas se hacen en esta revista y verlas juntas supone un verdadero desafío para el debate argentino que es una sociedad cultural difícil en cuanto al debate; todo lo proclamamos pero cuando aparece algo diciendo cualquier cuestioncilla respecto a algún artículo que escribimos ya nos enojamos, pedimos el debate pero ante cualquier amenaza mínima de debate salimos diciendo qué se nos quiso decir, ya estamos dispuestos a retar a duelo a alguien. Pero lo cierto es que seguimos pidiendo el debate. Acá hay un fuerte debate sobre cómo escribir psicoanálisis en el dolor, sobre el dolor. Es un debate fortísimo, porque el psicoanálisis se quiera o no también es una sociedad de escritores y su maestros, su inventor, el que le da su nombre es un gran escritor. Esa huella está explícitamente presente en escritura que en Argentina han bifurcado, porque en el caso de Moffat se ve muy claramente. Va al Martin Fierro, es una dicción vinculada a la tradición criolla de Juan Moreira, es posible hacer esto o no. Bueno, a mi me alegró leer en Topia un artículo de Alfredo Moffat extremo también, el extremo al que puede llegar la elaboración de un lenguaje que pertenezca al estilo y al nivel de reflexión intelectual que hay en una sociedad compleja y dolorida, como se dice aquí, como es la Argentina de los años que transcurrimos e incluso de la Argentina del día de hoy. Esta revista está implantada ahí.
Y para mencionar otros artículos voy a señalar el artículo de Cesar Hazaki, del cual muchos de uds. recibirán su novela en capítulos por internet, yo soy uno de ellos y estoy muy interesado en la escritura de Hazaki. Ahí también; ¿quién se puede meter con la televisión? En realidad solemos creer que podemos hablar muy libremente de estos temas, pero nuestra libertad es un bien que no es fácil limitar, bien lo sabemos, pero hay otra forma de limitar, que es que mientras estamos hablando simultáneamente corre la lengua colectiva y poderosa de la televisión. Podemos elegir no hacer nada con ella perfectamente, porque no hacer nada es una forma evidente de defender nuestras libertades y presuponer que hay una senda paralela importante en lo que hacemos que no precisaría pasar por la reflexión sobre la televisión; pero esto ¿es realmente posible? Aquí en el artículo de Hazaki hay una interesante observación sobre un programa que todos vimos, sabemos mucho más que lo que admitimos sobre la televisión, que es Gran Hermano, y ahí aparece una reflexión sobre lo que significa el acto de la participación en un ámbito de la televisión. ¿Quién puede pensar hoy ese fenómeno en Argentina o en cualquier lugar del mundo? No es fácil hacerlo, no se han leído muchas críticas profundas a un programa como Gran Hermano ésta de Hazaki lo es; donde, evidentemente se trata de una deposición en el sujeto en cuanto a un tipo de elección participativa donde lo que se elige efectivamente puede aludirse en términos de alegorías muy fuertes, en relación a la eliminación de personas y demás. Y se dirá que eso surge de por si. Surge de por si, pero escrito como lo escribe Hazaki, evidentemente evoca algún tipo de decisión en cuanto a los ámbitos en los que se constituye al sujeto como conciencia o como psique, que es suponer que hace cierto tipo de operaciones frente a una mirada colectiva como es la de la televisión y que está de algún modo compuesta desde un origen que no conocemos bien, desde un origen que conocemos menos, es un lenguaje muy salvaje, interesante como tal, poderosísimo, es un lenguaje atropellado al cual es poco decirle plural, porque ni siquiera es una pluralidad. Está tan cerrado en operaciones que podemos distinguir como el empobrecimiento de la riqueza que tiene cualquier itinerario vital, como al mismo tiempo se nos ofrece como difícil de reflexionar. Meterse en esos temas no es fácil, encontrar en revistas argentinas de crítica, y ésta, Topía sin dudas lo es, y es de algún modo una invitación a pensar la televisión de una manera mucho más enfática que como lo estamos haciendo. Porque evidentemente ahí, en el artículo, se concluye a tono con el tema de la revista, que el dolor se dociliza, la práctica del dolor personal en la reflexión sobre el dolor aparece tamizada, mimetizada o retrabajada en términos de una lógica, una ética o una episteme televisiva. Lo digo con estas palabras que suenan exageradas y chocantes, para percibir lo que se puede hacer pensando la televisión en términos de tradiciones terapéuticas, de tradiciones psicoanalíticas, sin abusar de la traducción en términos de alegorías, sin aplicar conceptos que aparezcan demasiado tributarios de nuestras jergas, de nuestros clichés. Evidentemente es un terreno nuevo de reflexión que ni siquiera la vieja psicología social de alguna manera fracasada en la Argentina. Es una invitación nueva a pensarla con el psicoanálisis y a renovar el psicoanálisis pensando estos fenómenos que ni siquiera alcanza ya decirles manipuladores, porque son fenómenos donde se puede encontrar curiosa y paradójicamente libertades de reflexión muy grande, por una razón que se desprende del artículo de Hazaki la televisión misma ya hace su crítica, ella misma se dice que vigila y ella misma llegó a un estado superior de la parodia de la parodia. Entones, son enormes desafíos a la reflexión. Y una revista de la pluralidad que se exige a si misma Topia los toma con justa razón.
No leí toda la revista, aunque he leído bastante, como se ve, no es fácil presentar una revista. Cuando me invitan a presentar me lo tomo mas o menos en serio, leo los libros cuando tengo tiempo; acá tuve poco tiempo pero leí buena parte de los artículos y creo dar cuenta mas o menos adecuadamente de la tarea de presentador interesado en el modo en que evoluciona esta corriente que no sé como llamarla, corriente Topia del psicoanálisis argentino. Porque evidentemente es la construcción de un lenguaje, de otro lenguaje, con una poesía de Zito Lema, roza Pichon Riviere pero tampoco lo es, no es el psicoanálisis ortodoxo, no es una mera aplicación del psicoanálisis al estudio de los problemas sociales y políticos, es una revista de traducción o de transferencia, como dice el propio Volnovich en su artículo, que no se si es a la transferencia a la que clásicamente se llama así o la invitación a una gran metáfora para pensar la sociedad argentina, y el legado del psicoanálisis que proviene de otras realidades pero que es una planta que crece en el suelo de nuestra vida intelectual de una manera muy clara.
Me pareció muy interesante el artículo de Hector Freire, diferentes a los anteriores, que son artículos doloridos sobre el dolor que se meten en la historia del psicoanálisis reciente en la Argentina. El artículo de Freire es un artículo sobre el modo en el que se registra el dolor, aunque toda la revista es eso, pero a través de las imágenes y de la construcción de lo sagrado en las imágenes en términos de lo que al mismo tiempo sería una cauterización, un tratamiento del dolor y su expresión más nítida. Es decir, la historia del dolor, que es sobre todo la historia de las imágenes sacras. Se puede hacer una historia del dolor a través de las imágenes, sobre todo a través de las imágenes sacras, un poco más allá hasta se puede pensar que en el dolor hay algo sacro, como bien lo supieron los místicos cristianos, o de cualquier religión; se puede pensar también que vivimos una época contemporánea donde hay un tipo de militancia sacrificial, que piensa de un modo aparentemente desapacible sobre la generación del dolor en la sociedad como forma de liberación también que lleva a grado místico las grandes religiones mundiales, la cristiana, la mahometana, etc. De modo tal que esos son todos temas que sería un error no considerar como propios del psicoanálisis. Si para Freud fueron sus temas, para la Argentina de hoy tienen que seguir siendo sus temas con todo lo que ha recorrido el psicoanálisis argentino en su búsqueda del lenguaje. No hay un solo lenguaje para el psicoanálisis argentino. Yo personalmente respeto mucho el lenguaje, por alguna razón que no se explicar bien me gusta que aparezca incluso en su versión argentina, que ha sido combinado con vetas de la literatura argentina muy notorias, me gusta que aparezca una especificidad que ha sido adoptada por el público argentino, con las humoradas correspondientes, la fuerte fabricación de lugares comunes, lo cual suena un poco extraño, porque son lugares comunes sobre un lugar que pretende ser no común…
… Porque también está, y esto lo tomo como ejemplo, el artículo de Cecilia Calvo, que es otro tipo de artículo, más clásico en la relación entre el cuerpo y las figuras, o entre las formas del inconsciente, y sentir el dolor sería primero algo que dice toda la revista, a través de lo que el paciente describe; el dolor precisa palabras o gritos. El problema que traduce el artículo de Volnovich, que es un artículo bien escrito como siempre ha escrito Volnovich, que toma justamente este tema de ¿que otra cosa más sería necesaria para proferir un grito, si no fuera el dolor? La enorme paradoja del grito, del paciente en este caso, que grita y sobresalta al psicoanalista; son palabras las que están aquí, qué palabras elegir. Volnovich elige las suyas.
También es el tema en Cecilia Calvo escrito con otro idioma, con otra perspectiva de la escritura pero también es el tema de quien describe el dolor, es el viejo tema de las filosofías analíticas, el tema de Vigestein, que había fundado un círculo de los odontólogos, o no me acuerdo como se llamaba, del dolor de muelas. Cómo describir el dolor de muelas, era una típica humorada de Vigestein, y suponía que la filosofía analítica, la filosofía del lenguaje, cercana al psicoanálisis debía decir algo y debía poder decir sobre el dolor. Bueno, es el tema de la revista Topia.
Cecilia Calvo lo resuelve a la manera clásica, el paciente tiene que describir, y al mismo tiempo en esta descripción tiene que haber indicios de la dificultad funcional que tiene el dolor. Sin la dificultad funcional, podría entenderse el dolor sin la previa articulación del lenguaje del paciente. Y me parece que, para terminar, en el artículo de Enrique, aparece una frase “el dolor pertenece a la intimidad pero su percepción es un entramados de factores sociales y culturales”, es la posición de Topia en sus 50 números. Es un problema de la intimidad, como se llame, y hay factores sociales, culturales, pero al mismo tiempo se dice que no hay dolor sin sufrimiento, y este es un tema que lleva a la revista al extremo que quise señalar con los artículos que mencioné, y se habla acá de una traducción, no solo de una transferencia, la traducción, además de que no hay dolor sin sufrimiento es el significado afectivo que traduce el fenómeno fisiológico en la subjetividad. Por lo tanto aquí también está el gran fantasma de la revista, que es el peso de lo fisiológico y del cuerpo, que una y otra vez amenaza a los articulistas de la revista y una y otra vez aparece con una viejísima relación, ya ni siquiera clásica de la más remota antigüedad entre lo que se puede con el cuerpo, el cuerpo mudo podría decir más que las palabras, y el encuentro de las palabras, que es quizás una obligación del psicoanálisis que yo defiendo, justifico, y que hace al psicoanálisis en Argentina, y en la corriente Topia del psicoanálisis, y me permito decirlo porque no es fácil indicar a donde se va a plasmar esta editorial, esta revista en cuanto a la construcción de un lenguaje que dispute el lenguaje y la magia del lenguaje con las grandes….(no termina la frase) Porque el psicoanálisis en función de algo difícil de describir, formas de analizar grandes metáforas de la conciencia con la literatura y con la escritura. Es eso, y si hay una corriente de pensamiento que dice aparentemente mucho mas que esto, como puede ser las otras dos revistas que mencioné, Topía no dice principalmente esto pero lo pone en práctica con todos estos modelos de escritura, de relato, de observación hecha literatura psicoanalítica del dolor al escribir sobre el dolor y al mismo tiempo de preguntarse cómo sería en el vocabulario de un paciente, en la expresión del paciente, en las artes, en las imágenes, y en el propio psicoanalista que dice homologarse a ese dolor en la escritura incluso, y vuelvo a cerrar esta improvisada exposición con el artículo de Alfredo Grande, con el asombro de entrar en zonas habitualmente prohibidas para la escritura incluso psicoanalítica que se jacta de no tener ninguna zona prohibida. Y desde luego, para la escritura política que también suele jactarse de no tener zonas demasiado incómodas y nada que no se podía abordar. En el artículo de Alfredo veo que el psicoanálisis abordó aquí, en la corriente Topia, lugares difíciles de abordar y por momentos inabordables. Juzgo que a través de este tipo de inabordabilidad de una experiencia, que finalmente se intenta trasladar a través de la escritura a la práctica clínica o lo que fuera, veo que es en torno de lo cual gira esta experiencia ya implantada en la revista Topia.