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Los nietos de Freud

 
Columna

En el número anterior publiqué el texto “A 100 años de Más allá del principio de Placer. La muerte es la compañera del amor; juntos rigen el mundo”. Allí afirmaba que el nieto de Freud con el cual trabajó el famoso juego del Fort-Da había fallecido a los dos años de tuberculosis. Sin embargo, mi amigo Carlos Pérez, al cual agradezco, me advirtió del error: no fue Ernst el que falleció, sino su hermano Heinerle.

Esta aclaración es una buena oportunidad para relatar algunos momentos de la vida de Ernst. Su historia estuvo llena de tragedia y coraje. Disfrutó de una infancia feliz con su madre, mientras su padre estaba en guerra. Fue la época en que Freud observa el juego con el carretel que hacía en la cuna: cuando lo lanzaba hacía afuera decía “Fort” (se fue) y cuando volvía “Da” (aquí está). Ésta era una manera de elaborar la sensación de pérdida de la madre cuando se iba a trabajar. Al regresar su padre de la guerra, Ernst lo sintió como un intruso. Cuando tenía cuatro años, nació su hermano, Heinerle, y él también fue experimentado como un intruso. Después de la guerra, Sophie volvió a quedar embarazada, pero contrajo la gripe española y murió, con su tercer bebé en el útero. Ernst perdió a su madre y a su hermano no nacido cuando tenía cinco años. Su hermano, Heinerle, murió tres años y medio después de tuberculosis miliar. Luego de estas muertes pasó gran parte de su tiempo con Anna Freud; a la edad de siete años, fue su primer paciente analítico. Su análisis fue fundamental en el establecimiento de la teoría y la técnica del análisis infantil. Años más tarde, su padre se vuelve a casar y tiene una hija. Cuando toda la familia emigra a Sudáfrica, Ernst se queda en Viena con la familia de Freud. A los 14 años comienza a vivir en la casa de Eva Rosenfeld y asistir a la Escuela Hietzing, iniciada por Dorothy Burlingham, bajo la guía educativa de Anna Freud y con Peter Blos y Erik Erikson como maestros. En Viena, volvió al análisis con la tía Anna, pero esta vez, se acostaba en su diván. En 1931, Ernst fue a la escuela en Berlín, pero en abril de 1933, luego de la noche de los cristales, donde se rompieron los negocios de los judíos, Ernst se fue de Alemania con Eva Rosenfeld y su hijo, Víctor. Regresó a Viena donde luego de terminar la escuela secundaria en 1935 no sabía que quería hacer, así que viajo por Palestina durante seis meses y se quedó un tiempo con Max Eitingon. Luego se fue a Moscú; pero fue en el momento de las purgas de Stalin, por lo que solo se quedó una semana. También trabajó como aprendiz de fotógrafo de retratos con Trude Fleischmann. El 11 de marzo de 1938, los nazis entraron en Viena y el 14 de marzo la Gestapo allanó la casa de Freud. El 22 de marzo, la Gestapo interrogó a Anna Freud; el 28 de marzo Ernst salió de Viena hacia París en ruta a Londres. Llegó a Londres el 1 de abril y Sigmund, Martha y Anna Freud llegaron allí el 6 de junio de 1938. (“Obituario de Ernest Freud 1914-2008”, Daniel Benveniste)

Evidentemente la gran influencia de su abuelo y su tía Anna lo llevaron a que realizara estudios universitarios de psicología en la Universidad de Londres y empezó a pensar la posibilidad de formarse como analista durante su análisis con Willi Hoffer. Se graduó en 1949 y entró en el London Institute for Psychoanalysis para su formación analítica en el análisis de pacientes adultos (1949–53) y de niños (1954–58). Willi Hoffer lo analizó, tuvo su supervisión adulta con Hedwig Hoffer y John Pratt, y su supervisión infantil con Ilse Hellman y Hedi Schwartz. Asistió a seminarios dirigidos por su tía Anna, Melanie Klein, Donald Winnicott y otros. (“El niño del carretel: Una visita a W. Ernest Freud”, Adriana Prengler)

En esa época se casa con Irene, con quien en 1956 tuvo su único hijo varón al que llamó Collin. Su práctica privada se inicia en el análisis de niños en la Clínica de Terapia Infantil en el Hampstead Child Therapy Clinic donde trabaja junto a su tía Anna. Es autor de una gran cantidad de artículos sobre el trabajo clínico con niños.

Las pérdidas y separaciones sufridas por Ernst no terminaron en su infancia. El juego del Fort-Da quedó como una marca difícil de desprenderse. A la edad de treinta años muere su hijo Collin, arrollado por un camión mientras manejaba su bicicleta. Su última pérdida significativa ocurrió cuando se mudó con todas sus pertenencias desde Inglaterra a Heidelberg. Él llegó sano y salvo, pero gran parte de sus objetos se perdieron en un accidente que provocó un incendio en el tren en que viajaban; libros, recuerdos familiares, objetos testimonio de 84 años de historia de vida. Ernst muere a los 94 años siendo el único nieto de Freud que se convirtió en psicoanalista; una vez cuando se le preguntó cuándo comenzó su formación psicoanalítica, respondió: “En el vientre de mi madre.”

Para finalizar quiero recordar un comentario de Juan Forn: una vieja costumbre de los editores holandeses era que colocaban en sus vidrieras las pruebas de imprenta de sus libros y pagaban a los transeúntes que encontraran erratas. También plantea que los chinos, más filosóficos, establecían que todo texto tiene derecho a una errata, para recordarnos que fueron hechos con manos humanas. El artículo del número anterior fue un ejemplo.

Enrique Carpintero

 

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Articulo publicado en
Noviembre / 2020

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