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Matrimonio Igualitario: repensando la sexualidad

 
XVII JORNADAS DE RESIDENTES DE SALUD MENTAL DEL AREA METROPOLITANA: “SEXUALIDAD, GÉNERO Y NEOPARENTALIDADES”

“Lo que más perturba a quienes no son gays es la forma de vida gay, y no los actos sexuales mismos (…) es el temor general a que desarrollen relaciones intensas y satisfactorias (…), y nuevas formas de vida que no se asemejen a aquellas que han sido institucionalizadas.” (Foucault, 1985: 34-35).

INTRODUCCIÓN: UN DEBATE QUE DIVIDE AGUAS

La modificación del artículo 172 del Código Civil, aprobada por el Senado de la Nación el pasado 15 de julio del 2010, por medio de la cual se habilita el matrimonio entre personas del mismo sexo, generó en los últimos meses un sinfín de argumentos, posturas y enfrentamientos ideológicos entre amplios sectores de la sociedad.
Por un lado se encontraban aquellos que bajo el lema “El mismo amor, el mismo nombre, los mismos derechos”, luchaban desde hace años por el reconocimiento del derecho fundamental de igualdad ante las leyes civiles. Por el otro, se hallaban los defensores de la “sagrada institución familiar” y los niños, que abanderados con la insignia “Los chicos tenemos derecho a una mamá y un papá” consideraban al matrimonio igualitario como un peligroso avance de la homosexualidad, constituyéndose esta última como una verdadera amenaza social, capaz de corromper la unidad de las familias y de disolver tradicionales y milenarios valores. En pocas palabras, “la pretensión destructiva al plan de Dios”, como se escuchó decir…
La pregunta, entonces, que intentará atravesar este trabajo se encuentra vinculada a las reacciones que la homosexualidad genera en la sociedad. Qué es aquello que convoca a más de 50 mil personas para que marchen exigiendo que se le deniegue el acceso a la igualdad civil a una minoría social. En última instancia será una pregunta por la sexualidad en sí misma, ¿Por qué se reacciona a veces tan mortíferamente frente a la diferencia sexual? Se querrá, mediante este escrito, brindarle un espacio a cierta urgencia de un grupo social de hacerse un lugar en esta sociedad regida por un discurso heteronormativo, que solo piensa en dos términos, hombre-mujer; términos que se corresponderían con anatomías específicas y además se considerarían complementarios. La propuesta será entonces aportar una nueva perspectiva para pensar la homosexualidad, frente al “manoseo” y el sentirse hablados y discutidos por otros que vivieron en este período las personas gays, que se opone en cierta medida a la “invisibilidad” de la que fueron parte durante tanto tiempo.

DISCURSOS SOBRE LA SEXUALIDAD

Una primera aproximación para reflexionar sobre el fenómeno del matrimonio entre personas del mismo sexo y las repercusiones que provocó en la sociedad, consiste en analizar la lógica y los mecanismos que regulan los discursos y las maneras de concebir la sexualidad en la actualidad. En “Historia de la sexualidad”, Foucault se propone realizar un proceso de desmontaje de lo instituido, llegando a la conclusión que cualquier posición sexual es en realidad una construcción. El desafío residiría de este modo, en determinar el régimen de poder – saber que sostiene en nosotros cada discurso sobre la sexualidad humana.
En el recorrido histórico que el autor efectúa, comienza planteando lo que él define como “hipótesis represiva” en relación a la sexualidad, donde esta última, a fines del siglo XIX, habría sido “cuidadosamente encerrada”: “La familia conyugal la confisca. Y la absorbe por entero en la seriedad de la función reproductora. Entorno al sexo, silencio. Dicta la ley la pareja legítima y procreadora. Se impone como modelo, hacer valer la norma, detenta la verdad, retiene el derecho de hablar – reservándose el principio del secreto” (Foucault, 1976: 9) . Sin embargo, el autor va a ir más allá de esta hipótesis, sosteniendo que a partir de vincular la sexualidad al secreto, lo que se produce en el campo de lo sexual es una gran “voluntad de saber” y un movimiento que él denomina “puesta en discurso del sexo”. A partir de ese momento se habría producido una proliferación de discursos científicos alrededor de la sexualidad (“la scientia sexualis”), donde se intentó regimentar el parámetro con el que habrían de compararse por defecto todas las experiencias sexuales. Discursos que construyeron una manera de pensar la sexualidad, ajustable únicamente en la dicotomía heterosexualidad y homosexualidad, donde a cada uno de estos términos en cuestión les corresponderían una serie de características y atributos predefenidos de ante mano. De este modo la homosexualidad fue progresivamente surgiendo asociada a los desarrollos provenientes de la psicopatología, la patología médica, la neurología y el psicoanálisis, desde donde se la vinculó a términos como “perversión”, “enfermedad” y “trastorno”. Paralelamente la Iglesia Católica también comenzó a ocupar un rol preponderante en la caracterización y construcción del imaginario social perteneciente a la homosexualidad: representándosela como una verdadera “amenaza social” y perteneciente al terreno de lo inmoral.
Esta realidad pudo claramente ser observada en los últimos meses a raíz de los innumerables debates suscitados a partir de la reforma del código civil. Fuimos espectadores de un desfile de profesionales y especialistas pertenecientes a diferentes ramas del saber (medicina, psicología, derecho, etc.) quienes opinaban acerca de si debería permitirse a los gays casarse o no, adoptar o no, sabiendo qué es lo mejor para ellos, para la sociedad, aduciendo tener la “verdadera” perspectiva sobre las cosas. Postura promovida también desde el mismo sector político, a través de lo que se denominó “audiencias públicas” en distintas provincias a lo largo del país, para reunir información sobre el proyecto de ley; allí bajo el lema de querer escuchar diferentes voces en relación a la temática en discusión, se condujo en realidad un proceso que asumió las características de una verdadera “caza de brujas”.
Excede la finalidad de este trabajo pensar a su vez, cómo en las últimas décadas, los mismos homosexuales se han definido y han respondida a esta “lógica de imputación adscriptiva heterosexual” (Meccia, 2006) mediante el advenimiento de una “lógica de imputación adscriptiva homosexual”, donde a través de la formulación de nuevos discursos, esta vez caracterizados por otros atributos y particularidades, se podría llegar a la definición de lo que ellos “verdaderamente” son y aquello que necesitan. Arribamos de este modo a una certeza teórica: “la nominación de las prácticas sexuales y su categorización refleja ideales normativos de los enunciadores (incluidos los homosexuales); no expresa realidades unitarias e indiscutibles “(Meccia, 2006).

LO ABYECTO DE LA SOCIEDAD

Donde se pusieron de manifiesto y se visibilizaron las posturas e ideologías que sostienen los discursos predominantes en la sociedad actual en lo que respecta a cómo se piensa la homosexualidad, fue en dos escenarios particulares: en los debates realizados en las Cámaras de Diputados y Senadores previos a la reforma del Código Civil y en las opiniones publicadas en los medios de comunicación, pertenecientes a quienes asistieron a la movilización promovida por aquellas organizaciones contrarias al matrimonio igualitario. En situaciones de este tipo, “cada uno de los participantes intenta instalar y legitimar su discurso en torno a las creencias sostenidas, los argumentos esgrimidos y los espacios de saber a los cuales apelan, a partir de una temática específica” (Libson, 2008:172). De lo que se trataba en esta oportunidad, era la posibilidad del matrimonio entre personas del mismo sexo y de brindarle un marco legal a la homoparentalidad. A partir de esta circunstancias, en este apartado se intentarán analizar las creencias que subyacen a determinados argumentos esgrimidos por personalidades políticas, sectores de la sociedad y su consideración como prácticas de carácter discriminatorio y homofóbico, articulándolas al concepto de abyección.
Siguiendo a Libson, esquemáticamente se podrían postular tres creencias básicas que atravesaron las numerosos debates en el plano político como en el social en relación al tópico analizado:
a) La creencia que sólo es aceptable un modelo de pareja (el modelo heterosexual) y de familia (el modelo heteronormativo).
b) Pueden ser aceptables varios modelos de pareja (heterosexual y no heterosexual) pero no así de familia (sólo es aceptable el modelo heteronormativo).
c) Pueden ser aceptables varios modelos de pareja (heterosexual y no heterosexual) y de familia.
Dichas creencias se encuentran bajo toda las voces escuchadas en el último tiempo alrededor del matrimonio entre personas del mismo sexo; en este trabajo nos centraremos sin embargo en las dos primeras. A partir de ellas, se puede postular la siguiente hipótesis: las emociones que se filtran y exteriorizan a la hora de hablar, de expresar una opinión dentro del marco del debate de la reforma del código civil “permiten visualizar claramente como aparecen socialmente manifestadas las regulaciones culturales en torno a la diferencias de los cuerpos” (Figari, 2007:1).
¿Diferencias de los cuerpos? ¿Qué implica esto? En relación a este aspecto, es sumamente interesante la perspectiva que introduce Judith Butler: ella sostiene que el imperativo heterosexual, para afirmar su existencia, necesita de la producción simultánea de una esfera de seres abyectos, de aquellos que no son sujetos, pero que forman el exterior constitutivo del campo de los sujetos (Butler, 2005:19). En dicho proceso de diferenciación heterosexual/homosexual se produce una ontologización en términos binarios, planteándose así una relación conceptualmente definida como “subalterna”, donde el homosexual, como otro subalterno presenta una desventaja en el espacio de producción de sentidos y de la disputa por valores predominantes. Según el tipo de emociones implicadas en la relación subalterna, podremos referirnos a la generación de un sujeto denominado “abyecto”. Kristeva describe que lo abyecto supone: “el surgimiento masivo y abrupto de una extrañeza que, si bien pudo serme familiar en una vida opaca y olvidada, me hostiga ahora como radicalmente separada, repugnante. No yo. No eso. Pero tampoco nada. Un “algo” que no reconozco como cosa. Un peso de no-sentido que no tiene nada de insignificante y que me aplasta. En el linde de la inexistencia y de la alucinación, de una realidad que, si la reconozco, me aniquila. Lo abyecto y la abyección son aquí mis barreras. Esbozos de mi cultura “(Kristeva, 1988: 8).
Las emociones que suscita lo abyecto, según Figari, oscilan entre la repugnancia, el asco y la indignación. Se vincula a aquello que debería ser evitado, separado y hasta eliminado; “lo peligroso, inmoral y obsceno entre la demarcación de lo hediondo y asqueroso” (Figari, 2007: 4). Frente a lo abyecto, la moral y religión surgen como herramientas primordiales para brindar seguridad en términos ontológicos. Se entiende entonces que la Iglesia haya asumido en estos meses un rol predominante en la defensa de lo que denomina como un grave ataque a los cimientos de nuestro orden social.
En este punto, remitirse a lo escuchado por la televisión, leído en los diarios, resultaría lo más ejemplificador para analizar la puesta en acto de estos elementos. Partiendo de aquellas posiciones que destacaban el reconocimiento de la aceptación de la homosexualidad como realidad (“yo tengo amigos homosexuales” y hasta se llegó a escuchar “familiares homosexuales”), donde el resentimiento se filtraba inexorablemente en cada una de sus palabras, y se pronunciaba una y otra vez el “yo no discrimino”, hasta el hecho de llamar “capricho” al derecho fundamental de igualdad ante las leyes civiles, así se podrían enumerar una gran cantidad de justificaciones provenientes de la religión, la moral, y “las buenas costumbres” que se oponían al matrimonio igualitario:
_ “A mí no me alcanza la inteligencia natural que me ha dado Dios para aceptar que es lo mismo la unión de heterosexuales que la unión de homosexuales…” (…) “lo que se propone es violento, es grosero, está equivocado en muchos aspectos” (Senador Vera)
_ “Se propone desnaturalizar el matrimonio incorporando la unión homosexual a él. (…) Este intento de remedo de matrimonio y de supuesta vocación adoptiva vale tanto para la unión homosexual, que algunos proponen como un nuevo instituto, como para la pretendida y equivocada asimilación al matrimonio.”
(La Nación, Junio 2010)
 

_ “Hay que evitar el quiebre y que se debiliten costumbres, valores y tradiciones de nuestra sociedad” (Senadora Higonet)
_ “El matrimonio gay es una falta de respeto para los católicos. Si quieren estar juntos (los homosexuales) todo bien, pero que no se muestren.” (Clarín, 14-07-10)
En la misma línea se encuentran aquellos argumentos que se oponían a la modificación del código civil, comparando la situación “gay” con el adulterio, la poligamia y las relaciones entre padres e hijos, donde la lectura “moral” no dejaba ningún margen posible de acción.
Continuando el análisis de la emoción de repugnancia que genera lo abyecto, por un lado encontramos todo aquello que lo vincula a lo que hay de “animal” en lo humano y por otra parte, el carácter contaminante de lo repugnante. El primero de estos aspectos estaría relacionado al estado de “naturaleza originaria” que se debería abandonar para formar parte de la civilización. Lo animal, asociado a lo monstruoso, asusta, atemoriza: “Lo animal es la incivilización, el fin de la sociedad. Allí donde se acaba mi seguridad ontológica en términos de que vivimos en un mismo mundo” (…) La consideración de animalidad anula el carácter humano y habilita para todo acto no solo de agresión y violencia, sino también de exterminio”(Figari, 2007: 12). En lo que concierne al carácter contaminante de lo abyecto, se encontraría relacionado al peligro de entrar en contacto con lo impuro, representando un peligro para el funcionamiento del sistema. Sistema que se habría caracterizado por cierta fijeza en el establecimiento de límites clasificatorios, y es puesto en riesgo cuando determinados elementos sociales intentan transgredirlos.
Analizando lo anteriormente expuesto, no es casual entonces que se haya escuchado a un periodista decir “mañana entonces, se va a aceptar el matrimonio entre el hombre y el perro” donde el carácter animal que residiría en la unión de dos personas del mismo sexo habilitaría el hecho de que se puedan casar en un futuro, un ser humano con un animal. Por otra parte la fantasía de exterminio de la sociedad, de la “raza humana”, vinculada a la aprobación de la reforma del código civil surgió en reiteradas oportunidades, visibilizando claramente el carácter “contagioso” de la homosexualidad, que como una epidemia mortal, pondría fin al mundo tal como lo conocemos ahora.
En la misma línea, también se expuso:
_ “Mantener la institución del matrimonio como la conocemos es de vital importancia para la continuidad del género humano, para la paz, la estabilidad y dignidad,” (Sdora. Monllau)
_ “¡Estamos siendo cómplices de la herida que le hacemos a la sociedad! (Sdora. Bortolozzi de Bogado)
El último aspecto que se podría analizar en relación a las emociones que genera la homosexualidad, en tanto lo abyecto de la sociedad, es el de la indignación, suscitada por algo que sucedió, o sucederá en un futuro que se supone produce un daño a terceros. Aquí es donde entran a ocupar un rol predominante la figura de “los niños”, y el grave daño psicológico que tendrían al ser criados por una familia homoparental. Esto se ve claramente reflejado en las siguientes afirmaciones:
_ “El entorno educativo y de profunda formación psíquico-social e identitaria, el niño la logrará a través de la figura de una mamá y de un papá”. (Sdora. Higonet)
_ “Le estamos cercenando derechos al niño que no puede generarse la defensa necesaria de sus propios derechos para poder tener o no dos papás o dos mamás.” (Sdor. Viana)
_ “Siempre hemos pensado que la recta formación psicológica y afectivo-sexual de un niño requiere la acción conjunta de elementos referenciales femeninos y masculino”. (La Nación, Junio 2010)
CONCLUSIONES:
El desarrollo histórico aquí realizado, en relación al “surgimiento” de la homosexualidad en tanto práctica discursiva, y el análisis de las repercusiones del matrimonio igualitario en el medio social, permitió introducir un debate acerca de la posibilidad de ruptura del orden binario masculino – femenino. Ruptura que implica subvertir el esencialismo de la heteronormatividad y sus consecuencias sociales discriminatorias, “revelando la lógica y los efectos discursivos de las formaciones ideológicas que sostienen las diversas regulaciones culturales y sociales” (Figari, 2007).
Vemos así, que frente a la multiplicidad y diversidad de vínculos que caracteriza a la época actual, se vuelve necesario un proceso de “deconstrucción” de aquellos conceptos que se creían cerrados y establecidos, “naturalizados” , dado que “en verdad sabemos que nada de lo humano es natural, desde el momento en que hablamos y cuando sabemos que el ser del sujeto es un ser en relación con el goce siempre singular, un ser sexuado que, ante la imposibilidad del encuentro y desde su goce, hace trama (Revista de la AAPG, 2008)”. De esta manera se pondrían en cuestión conceptos como el género, la pareja y la parentalidad como teorizaciones unívocas.

 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFÍCAS:

 

- Bersani, Leo, Homos, Manantial, Buenos Aires, 1998
- Butler, Judith, El género en disputa, Paidós, 2006
- Figari, Carlos, Las emociones de lo abyecto: repugnancia e indignación, 2007, inédito
- Foucault, Michel, Historia de la sexualidad: 1- la voluntad de saber, Siglo XXI Editores Argentina, Buenos Aires, 2002
- Iturriza, Marta, Cuadernillo de reuniones desgrabadas del Seminario “Identidad y sexualidad”, U.B.A
- Kristeva, Julia, Poderes de la perversión, Ed. Catálogos, 1988
- Meccia, Ernesto, La cuestión gay. Un enfoque sociológico, Gran Aldea Editores, Buenos Aires, 2006.
- Pecheny M., Figari C., Jones D. (Compiladores), Todo sexo es político: Estudios sobre sexualidades en Argentina, Libros del Zorzal, Buenos Aires, 2008.
- Revista de la AAPPG Volumen XXXI, Nº 1, Sexualidad/Sexualidades, Ediciones PubliKar, abril 2008

 
Articulo publicado en
Enero / 2011