Helmut Dahmer es un sociólogo alemán. Estudió con Adorno y Horkheimer. Se doctoró en 1973 y desde 1974 es profesor de sociología en la Universidad de Darmstadt. Fue coeditor de la revista Pshyché. A principios de los 80 denunció la política colaboracionista de las instituciones psicoanalíticas durante el nazismo. Las polémicas hicieron que perdiera su puesto en dicha revista. Fue cofundador del Hamburgian Institute for Social Research en 1984 y del Centro Psicoanálisis y Sociedad en Lima.
Tiene una importante producción escrita. Entre sus libros traducidos al castellano encontramos Libido y Sociedad. Estudios sobre Freud y la izquierda Freudiana (1983), La sociología después de un siglo de barbarie (2005). Es también el editor de las obras anotadas de León Trotski en alemán. Se han publicado ya siete volúmenes y hay otros en preparación.
Hemos publicado anteriormente en Topía su texto “El dispositivo antisemita”. Publicamos este artículo realizado para nuestra revista.
I
El Covid-19 comenzó su expansión por el mundo en un mercado de Wuhan, ciudad de más de un millón de habitantes en la China central. Probablemente de allí el virus saltó de los animales hacia el humano y rápidamente se extendió mediante el contagio a través de microgotas. A diferencia de epidemias anteriores, que no alcanzaban a los continentes europeo y americano, o apenas los rozaban, el agente patógeno de la nueva epidemia se aprovechó de las rutas de viaje y comercio de la actualidad y, en días o semanas, fue saltando de país en país y de continente en continente y así el Covid-19 se convirtió en pandemia. Sin inmunidad, sin estar preparados, sin medios de prevención o de curación, nos encontramos en una situación similar a la de los pobladores de las viejas culturas de América Central y del Sur cuando llegaron los conquistadores europeos. Inmunes ellos, los infectaron con enfermedades desconocidas para los autóctonos por las cuales la mayoría perecía miserablemente. La población europea fue azotada, una y otra vez, por epidemias frente a las cuales la mayoría de las veces se enfrentaba desvalida. Las que más se grabaron en la memoria colectiva fueron la peste y el cólera. Algunas de estas epidemias despoblaban comarcas enteras y eventualmente reaparecían o desaparecían del todo. Durante siglos lo único que se le podía oponer eran medidas higiénicas y de cuarentena.
Desde hace 150 años las enfermedades infecciosas dejaron de ser a causa del destino, tan poco como lo son las guerras o las catástrofes de Chernobyl o Fukushima
II
El enfrentamiento entre el ser humano y la naturaleza ya dura aproximadamente un millón de años. El ser humano, como animal “no instintivo” y por lo tanto con una gran adaptabilidad -tal lo caracterizaban Nietzsche y Herder- modificó amplios territorios, sobre todo desde la revolución neolítica y la transición hacia el cultivo y la ganadería, de acuerdo a sus necesidades. Mediante el desmonte y la construcción hidráulica acabó con mucha de la fauna. Siendo él mismo omnívoro, se escapó del destino de ser devorado en el ámbito protector de su hábitat cultural, exterminó algunos animales como los mamuts, diezmó y encerró en zoológicos y reservas a animales peligrosos para él como osos, tigres, lobos… Pero ni con mucho ganó la lucha contra los microscópicos viriones parasitarios y permanentemente mutantes, no perceptibles para él sin aparatos especiales, que para su reproducción dependen de células huésped de plantas o animales.1 El descubrimiento y la lucha contra los virus data de aproximadamente 150 años y contra las bacterias ya tres siglos y medio.
III
Hasta la era moderna, la angustiosa pregunta acerca del origen y el “sentido” de las grandes pestes tenía una sola respuesta, es decir, la respuesta mágica: los hombres desatendieron el culto a sus dioses terrenales y celestiales, no respetaron sus mandamientos y se sintieron culpables.2 Esta culpa debe pagarse y no alcanza con que dioses y demonios se apoderen de víctimas con ayuda de hecatombes de enfermedades, también deberá expiarse mediante sacrificios y rituales de purificación por parte de los culpables, quienes bajo esa presión, buscan y encuentran otros culpables. Eran candidatos a ese rol, no solamente los enfermos de peste o los leprosos, también los sospechosos de envenenar aljibes y los incendiarios, profanadores de hostias, brujos y brujas. Podemos incluir a los no creyentes o de otras creencias, “pecaminosos” de todo tipo, “señalados”, extranjeros y prisioneros de guerra… Y así cada epidemia, cada catástrofe, cada hambruna, inundación y mala cosecha era acompañada y seguida de orgías sacrificiales. En el libro Historia de la Medicina se dice3: “las epidemias psíquicas aparecían particularmente después de la Muerte Negra y encontraban su expresión en actos de éxtasis de masas como la quema de miles de judíos, las procesiones de flagelantes y las Cruzadas de los Niños.4
No pocas catástrofes “naturales” del presente son en realidad catástrofes sociales, y su camuflaje de naturales impide la búsqueda de los factores detrás de los hechos
IV
Desde la protohistoria hasta la temprana época moderna la humanidad estaba a merced de la migración de las epidemias; no sabían qué les sucedía. Recién en la segunda mitad del siglo XIX se revolucionaron tanto la Biología como la Medicina5 luego que, sobre la base de la producción de mercancías generalizada, los cálculos de utilidad permitieron un enorme aumento de la productividad del trabajo y por tanto de la dominación de la naturaleza y de las personas.6 A partir de ahí las epidemias en principio se hicieron controlables, se las podía prevenir, circunscribir e incluso abolir.7 Desde hace 150 años las enfermedades infecciosas dejaron de ser a causa del destino, tan poco como lo son las guerras o las catástrofes de Chernobyl o Fukushima. El lugar de las catástrofes naturales de antaño lo ocupan los man-made-disasters (desastres provocados por los humanos). Mientras se sigue describiendo y hablando sobre las epidemias como si se tratara de fenómenos como impactos de meteoritos, tsunamis o erupciones volcánicas y se atribuye a la naturaleza indomable aquello que solamente es producto de la incontrolada sociedad mundial, ésta, empujada por la acumulación de capital, va a los tumbos de una catástrofe a la otra. No pocas catástrofes “naturales” del presente son en realidad catástrofes sociales, y su camuflaje de naturales impide la búsqueda de los factores detrás de los hechos (epidemiológicos). Erwin Ackerknecht escribía con mirada retrospectiva sobre la “Era de la Bacteriología”: “Se comprobó que el conocimiento de los factores parasitarios causantes de enfermedades y sus tratamientos efectivos no llevaban a la eliminación de éstas cuando determinados factores sociales y económicos son desfavorables para la plena aplicación de estos conocimientos. Esto es especialmente válido para el cólera, para la malaria, para la tuberculosis y para la sífilis. El conocimiento médico sobre microbiología de fines del siglo XIX habría sido suficiente como para erradicar paulatinamente estas enfermedades. Pero las malas condiciones higiénicas y sociales aseguraron su permanencia y permiten hasta hoy su diseminación en el tercer mundo.”8
V
En la mayor parte de la historia de la humanidad fueron las cuevas, casas, ciudades y murallas las que brindaban relativa protección contra las fuerzas de la naturaleza y enemigos visibles, aunque no para enemigos invisibles y por eso desconocidos. Esto recién cambió en la modernidad, que permitió hacer visible y medible a lo invisible y crear medidas de prevención y remedios. En virtud de las investigaciones de Pasteur, Koch y sus sucesores se hizo posible proteger mejor el hábitat humano de bacterias y virus con filtros novedosos y precisos. Pero en el interior de nuestra cultura permanece la desigualdad y se agitan las luchas de clase. De los resultados de éstas depende si se desarrollan y pueden utilizar procedimientos ulteriores para la lucha contra la epidemia y si estos procedimientos servirán a pocos, a muchos o a todos.9 Ya no es más a los lobos a los que debemos temer, sino a aquellos hombres que incontroladamente disponen de métodos financieros y militares de poder; no a los nuevos virus, sino al tradicional reparto desigual de la riqueza social que hace imposible abolir el hambre, la guerra y las pestes. It’s the class-structure, stupid! (¡Es la estructura de clases, estúpido!)
Todavía no se sabe hasta qué punto la última mutación del coronavirus fue favorecida por la tala de bosques, la cría masiva de animales y el cambio climático
VI
En muchos estados del mundo la política seguida en cada lugar se considera sin alternativa de cambio. Hay partidos que solamente reforman determinadas carencias de la sociedad y no quieren cambiar su estructura. Los científicos sociales a los que les importan alternativas de cambio son marginados. Por eso son solamente los virólogos quienes funcionan como asesores (técnicos) de esos gobiernos, que administran como pueden el sistema de inequidad y dependencia. Sin embargo, los “equipos corona”, formados ad hoc por un par de políticos partidarios, se mostraron sumamente flexibles en esta primavera de 2020 determinada por la pandemia. De la noche a la mañana, luego de años y décadas de políticas de “austeridad”, por el bien de la salud pública y la economía, asumieron deudas e hicieron intervenciones estatales en los “mercados” cuyo mandato hasta el momento había sido ley para ellos.
Todavía no se sabe hasta qué punto la última mutación del coronavirus fue favorecida por la tala de bosques, la cría masiva de animales y el cambio climático. Es inequívoco que el virus se propaga a través de las rutas de comercio y turismo actuales. Es evidente que la profilaxis, contención, investigación y lucha depende de los recursos disponibles (virólogos, epidemiólogos, laboratorios de investigación, personal sanitario, camas hospitalarias, unidades de terapia intensiva, agentes desinfectantes, barbijos, respiradores, etc.) y sobre todo del respectivo estado del sistema de salud. Esto quiere decir: las poblaciones de los estados acreedores tienen frente a las de los estados deudores expectativas de sobrevida mucho mejores, también y justamente, en tiempos de pandemia, así como en el interior de las escasas islas de bienestar, las clases privilegiadas también viven mejor, más seguras y más tiempo bajo el coronavirus.
VII
Los ejecutivos, agentes de comercio, técnicos, desarrolladores, turistas y misioneros llevan al virus por todo el mundo. Pero ni en Albania, ni en Camboya, tampoco en Haití, se encontrará una vacuna contra el Covid, y en caso de que se encontrara alguna, las víctimas de la pandemia del tercer y cuarto mundo serán los últimos de todos los que podrán gozar de ésta.
En tiempos de pandemia, así como en el interior de las escasas islas de bienestar, las clases privilegiadas también viven mejor, más seguras y más tiempo bajo el coronavirus
Los llamados “hotspots” o focos dispersores de virus desde los cuales la epidemia irradia o en los cuales recrudece nuevamente son, prescindiendo de diversiones (carnaval, eventos deportivos), reuniones religiosas, mitines políticos, sobre todo cuarteles, embarcaciones, campamentos de refugiados y de prisioneros, barrios precarios y alojamientos masivos de cientos de miles de trabajadores migrantes como los que son instalados en la agricultura, grandes construcciones y fábricas de carne. Recién ahora, en que estas brigadas de trabajadores de salarios magros se tornaron víctimas de la epidemia, y por eso en posibles criminales, tanto la política como la sociedad reparan por vez primera en ellos. Ningún sindicato, ningún filántropo, alguna vez se interesó en ellos. En las “instituciones totales” -cárceles, psiquiátricos, geriátricos y asilos- la muerte mantiene una cosecha abundante. Si esto vale para los países más ricos, ¿cómo será en las zonas de pobreza?
VIII
Covid echa una luz estridente sobre las diferencias sutiles y menos sutiles que, en pos de la siempre conjurada cohesión imaginaria de “toda” la humanidad, a nivel nacional e internacional siempre fue negada, enmascarada, relativizada e ignorada.10 Especialmente para aquellos que quieren ver, covid hace visible la separación de clase, la escala de ingresos y toda la jerarquía de la estratificación social.11 Tal como en tiempos de golpes, ocupaciones y guerras se imponen suspensiones de salidas (casi arrestos domiciliarios). Con esto nos sucede, tal como escribió Anatole France, en que la ley prohíbe de igual modo a pobres y ricos dormir bajo los puentes (no sólo de Paris).12 “Stay home“ (quedate en casa) fue válido para inquilinos normales, entre los cuales los usuarios de balcones y jardines salieron mejor parados. Más aún los propietarios de casas. No se encontraron afectados la clase de los propietarios de autos, que podían movilizarse libremente en cualquier momento. Más libres aún los propietarios de casas de campo, de segundos domicilios y de residencias que, además de motorizados, no dependen del transporte público ni de los hoteles… “¡Vía libre para los ciudadanos libres!”
IX
A la larga el conformismo a las medidas tomadas produce enojo. Pero éste se dirige apenas hacia aquellos privilegiados cuya vida no se modifica bajo las condiciones de la pandemia, tampoco contra aquellos que no son alcanzados por la reducción de la jornada laboral, pérdida de ingresos o desempleo, ni tampoco contra los que decretan las medidas oficiales ni los comunicadores inconsistentes que aparecen en la televisión. La agresión alcanza en primer lugar a aquellos pocos que cumplen las nuevas reglas de manera menos estricta o directamente las ignoran: quienes guardan el distanciamiento atacan a conciudadanos que no lo toman tan estricto y en todos lados se encuentran los vigiladores de las secuencias y distancias de los que esperan en las filas. Los traspirados usuarios de máscaras insultan a los que no las usan. En lugar de pedir suplementos por riesgo y aumento de sueldos para el personal de salud, por el contrario, muchos tramos de calles vivan la imaginaria unidad de los amenazados por el corona mediante música y baile en los balcones, himnos nacionales y aplausos; y guay de aquél que se exime de estos rituales.
X
Pero ahora, después de semanas, la frustración latente aparece, primero en los medios “sociales” y luego en calles y plazas.
Brigadas de trabajadores de salarios magros se tornaron víctimas de la epidemia, y por eso en posibles criminales, tanto la política como la sociedad reparan por vez primera en ellos
Los que protestan representan a unos pocos. Una clara mayoría de la población acepta las restricciones. “Pero justamente ahora circulan por las calles viejos y nuevos demonios. Hasta hace pocas semanas los alemanes fruncían la nariz al ver a norteamericanos blandiendo armas protestando contra el cierre de empresas. Pero su alegría por el mal ajeno duró muy poco. El 8 de mayo miles de manifestantes acudieron en masa a las calles de grandes ciudades como Berlin, Munich y Stuttgart. Estos manifestantes ven peligrar sus derechos y favorecen teorías conspirativas: una increíble mezcla de extremistas, adeptos a las teorías conspirativas y ciudadanos comunes que fueron apoyados ampliamente por la Alternative für Deutschtland, la agrupación política que está ubicada en la extrema derecha.”13
Bajo el hechizo de la falta de alternativa -que en Alemania por tanto tiempo fue razón de estado-nadie sabe qué hacer ni reclamar. A nadie se le ocurre la cercana idea de reclamar la inmediata des-privatización del sistema de salud como respuesta a la crisis del coronavirus y en su lugar crear un novedoso sistema de salud no lucrativo que esté al alcance de todos en forma gratuita. Ningún sindicalista se atreve a plantear ahora, en vista de la multitud de trabajadores de jornada reducida, que próximamente se convertirán en una multitud de desocupados, poner ahora en la orden del día una redistribución del trabajo a una semana de cuatro días (con 28 horas semanales) para todos los trabajadores y un seguro de desempleo mínimo para todos aquellos para los que ya no tienen más trabajo. En lugar de eso, son miles los manifestantes a quienes antes no se les hubiera ocurrido salir a las calles en pro o en contra de algo, que ahora reclaman por el levantamiento de las restricciones, es decir, limitaciones a las salidas y obligación de uso de máscaras y de distanciamiento, que hasta ahora nos protegieron de las tasas de mortalidad como las ocurridas en países vecinos, ni que hablar de Rusia, EEUU o Brasil. No les preocupa la independencia de los ejecutivos frente al parlamento, ni tampoco la tendencia hacia un “estado fuerte”. Prematuramente dan por perdida la democracia parlamentaria, hacen ondear la ley fundamental como un talismán e imaginan que la “uniformización” de la población mediante el “bozal de Merkel” demuestra que a medias ya nos encontramos en el estado de Orwell. En la primera línea se encuentra gente de todas las capas sociales que, empujados por el miedo, generalmente niegan la pandemia, la toman por simple rumor inventado para manipular a las masas.14 Nazis que quieren aparentar no serlo, tratan de surfear esta ola de protestas ya que la “ola en contra de los refugiados” que los introdujo a los parlamentos, por ahora se va extinguiendo.
A nadie se le ocurre la cercana idea de reclamar la inmediata des-privatización del sistema de salud como respuesta a la crisis del coronavirus y en su lugar crear un novedoso sistema de salud no lucrativo que esté al alcance de todos en forma gratuita
En Alemania el torbellino de la indignación remueve todo el pasado no asumido. No escasean los figurantes para representar viejas obras; en esta actuación de espectros algunos se sienten cómodos en la revolución de 1948, otros prefieren ubicarse nuevamente en la de 1989 (“¡Nosotros somos el pueblo!”) y una tercera parte se pasea orgullosa con la imagen de Anna Frank estampada en su remera mientras a su lado mujeres jóvenes y hombres maduros radiantes de necedad desfilan con una “Judenstern”15 pegada en su pecho. Muchos son los que gritan a coro gustosamente “¡Resistencia!” en un país en el cual no hubo resistencia y en el cual muchos opositores, aún muchos años después de la guerra, eran considerados “traidores”. También la vieja “nostalgia anticapitalista del pueblo alemán”16 con tintes antisemitas, vuelve a despertarse. Los nostálgicos eligen a Bill Gates, fundador de Microsoft, como chivo expiatorio. Como programador y mecenas, de una fortuna multimillonaria mundial, para muchos manifestantes representa la personificación del mal, una especie de capitalista mundial como George Soros. ¿Y qué es lo que le echan en cara? No es el hecho de que exprima con trabajo adicional al sistema económico al cual sirve y del cual saca provecho y al que siempre amenaza con la “liberación”, o que gente como él pueda comprar gobiernos y parlamentos, no: lo que le echan en cara es que, en vistas de una nueva pandemia, haya abogado por una variante de la vieja y buena vacunación antivariólica…
Consolémonos hoy con el diagnóstico que Goya, a fines del S XVIII, anotó sobre su “Capricho” 43: “El sueño de la razón produce monstruos”.
25 de mayo de 2020
Notas
1. Los viriones son precursores o fragmentos de células vivas y, como todo ser vivo, están programados para su autoconservación y replicación. Viruela, herpes, hepatitis, fiebre amarilla, encefalitis, polio, corona, influenza, etc. son enfermedades virales.
2. En su informe de testigo visual de la peste en Florencia en el año 1348, Boccaccio escribía: “por influencia de los cuerpos celestes o por la justificada ira de Dios debido a nuestras conductas disipadas, ella fue infligida para mejorar a nosotros los mortales, comenzando unos años antes en oriente […]. De manera incontenible se abría paso de una población a otra y de esa manera se diseminaba calamitosamente también en occidente.” Boccaccio, Giovanni ([1349/53] 1472/73 El Decameron): Zürich, (Manesse) 1957, T 1 p. 13 (subrayado por mí, H. D.).
3. Ackerknecht, Erwin H. (1959), Historia de la Medicina, 7ª Ed.
4. Entre la realidad y la leyenda, se mueve un episodio insólito de la historia medieval y de las cruzadas que terminó en una tragedia de dimensiones bíblicas. A principios del siglo XIII, un niño francés procedente de la pequeña ciudad de Cloyes, al que se le había aparecido Jesucristo, según él, para encomendarle la reconquista de Jerusalén, consiguió reunir cerca de 30.000 niños y algunos adultos para dirigirse a Tierra Santa. Tras pasarse semanas rezando en Niza para que Dios obrara el milagro de trasladarlos por vía marítima a Oriente Próximo, los pocos niños que aún sobrevivían en la expedición, azotada por el hambre y las deserciones, aceptaron la proposición de un grupo de marineros locales que prometían poner a su disposición una maltrecha flotilla. Estando cerca de Alejandría (Egipto), la Cruzada de los niños terminó dramáticamente cuando los marineros vendieron a los niños como esclavos. (N. del T.)
5. Los descubrimientos bacteriológicos básicos sucedieron entre 1878 y 1887. Ackerknecht, op. cit.
6. “Recién en el mundo capitalista los hombres tuvieron que aprender a convertir todos los bienes en precios de mercado, todo trabajo en precio de coste, y todo el éxito del trabajo de su vida en magnitud del beneficio. Sólo a causa de esto los hombres adquirieron un modo de ver la naturaleza que liquida toda individualidad cualitativa en pos de meras cantidades. Sólo tiene valor lo medible y calculable” dice Otto Bauer en “Visión del mundo desde el capitalismo” (1924). La naturaleza donde el hombre y su medio se volvieron micro y macrocosmos fue calculable, despojada de su magia ya que el mundo es interpretado según el modelo de la socialización indirecta de átomos sociales. El cuerpo humano es entendido como una máquina cuyos defectos pueden ser salvados técnicamente.
7. Tuberculosis, viruela, malaria, poliomielitis, sarampión…
8. Ackerknecht, op. cit.
9. Comparar con el informe de Conis, Elena, Michael McCoyd y Jessie A. Moravek sobre la epidemia de polio y el desarrollo de una vacuna antipolio: “What to expect when a coronavirus vaccine finally arrives”, The New York Times, International edition, 22/6/2020, p. 11.
10. La frase del Himno de Europa “Sean abrazados, millones” seduce día a día, pero guay que la vanguardia de esos millones se lo tomen en serio y anhelen su admisión en Europa.
11. Hay barreras invisibles que separan a los sanos de los infectados, los mayores de los más jóvenes. Ver Apelación para la humanización de nuestras sociedades. No a un sistema de salud selectivo. Allí dice que “Nuestro futuro, no sin las personas mayores”, entre otros firmaron Manuel Castells, Jürgen Habermas, Adam Michnik y Michel Wieviorka. Franlfurter Allgemeine Zeitung, 23/5/2020, p. 7.
12. La ley prohíbe tanto a ricos como a pobres “dormir bajo los puentes, mendigar por las calles y robar pan.” France, A. (1984): Le lys rouge, Publicado en München 1925, Die rote Lilie, p. 116.
13. Sauerbrey edition, 19/5/2020., Anna (2020): “In Germany, a fraught reopening”, The New York Times, International edition.
14. “La negación del miedo puede intentarse por dos caminos. Se puede negar una situación peligrosa o sentir temor. El ‘ánimo reactivo’ es una formación reactiva fácilmente encontrada a cambio de un miedo todavía vigente.” Fenichel, Otto (1945), Doctrina psicoanalítica de las neurosis. Olten (Walter-Verlag), 1977, T. III.
15. “Judenstern” era la estrella de David que los nazis obligaban portar en su ropa a los judíos para identificarlos (NT).
16. De la cual hablaba Gregor Strasser, el “Reichsorganisationsleiter“ (director de la organización en el Reich) del NSDAP (partido nazi) el 10/5/1932.