Los inicios del psicoanálisis con niños en la Argentina | Topía

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Los inicios del psicoanálisis con niños en la Argentina

 
Segunda mención del Cuarto Concurso Libro de Ensayo Topía - 2012

El Jurado compuesto por Janine Puget, Juan Carlos Volnovich, Vicente Zito Lema, Miguel Benasayag y Enrique Carpintero al tomar en cuenta la pertinencia de los temas abordados, la manera original y bien fundamentada del enfoque y la escritura han otorgado el primer premio por unanimidad y las menciones por mayoría de votos.

El primer premio fue para Tratos de locura. Razón y Desmanicomialización de Daniel Augusto Sans (publicado recientemente por la Editorial Topía). La primera mención fue para Hacer lo imposible. Slavoj Zizek, el diagnóstico de nuestro tiempo y la perspectiva de la emancipación de Santiago M. Roggerone del cual publicamos un fragmento el número pasado.

En este caso publicamos las conclusiones de Retazos del psicoanálisis con niños en la Argentina. Creaciones institucionales, biografías mínimas y algunas curiosidades 1940 / 1969. Este libro de Ana María Bloj recibió la segunda mención. La autora es especialista en Psicología Clínica en instituciones y comunidad, UNR. Psicoanalista. Profesora titular de la cátedra Psicología Educativa II, UNR. Coordinadora del Departamento Niños del Instituto Philippe Pinel de la Ciudad de Rosario. Ha publicado numerosos artículos y libros sobre psicoanálisis y niñez en el campo de la clínica y de la educación. De próxima aparición, mencionamos el libro Los Pioneros. Psicoanálisis y niñez en la Argentina. 1922-1969, por su vinculación con la temática presentada en esta separata

 

 

Conclusiones

 

1. Algunas disquisiciones acerca del hecho de que las pioneras en psicoanálisis infantil hayan sido en su mayoría mujeres

 

A lo largo de todo nuestro recorrido hasta 1969 -y podrían extenderse nuestras consideraciones a 1972- podemos ubicar un movimiento relativamente regular y “ascendente” en cuanto a la consideración de que sólo las madres tenían que encargarse de la crianza del niño. De un modo vacilante e incluso muchas veces contradictorio, encontramos a las psicoanalistas rechazando y/o valorando alternativamente el saber de las madres respecto a la crianza de los hijos.

Lo que resulta curioso es que en ningún caso hemos encontrado argumentaciones respecto al origen del cual extraen las mujeres ese saber. Queda por tanto hipotetizar desde dos vertientes fundamentales:

- una adjudicación implícita de un saber de tipo biológico, genético, ligado al sexo femenino.

- el otorgamiento de un “saber atávico”, que se da en una transmisión de tipo cultural, pero que circularía por una especie de “vía secreta” de lo femenino.

La consideración de ambos aspectos contribuye (además del ya desarrollado relegamiento padecido por las mujeres en materia de espacios de poder) a las consideraciones respecto al saber femenino respecto de la niñez y su cuidado.

El movimiento oscila desde el otorgamiento de un “saber natural”, “instintivo” o voluntario que podemos ubicar en la obra de Reca, hasta una desvalorización y desconfianza importante de lo que una mujer puede saber o no respecto de la crianza de los niños como pudiéramos ver en la necesidad de una Escuela para Padres, o de los Consejos a los padres del Dr. Escardó en los años 60 y 70.

Podríamos suponer que a los hombres, médicos en su mayoría, se les atribuye un saber desde lo científico. Un saber respecto de cuestiones de orden técnico: abrigar o no abrigar a los hijos, vacunarlos o no, derivar a una psicóloga, trabajadora social o educadora que se haga cargo de un niño o niña, tomarles o no la fiebre y hasta regular la supuesta exageración de los cuidados maternos en muchos casos (entre otros cabe citar los consejos de Escardó respecto de no angustiarse si un niño tiene fiebre porque así la madre contribuiría con la enfermedad del niño).

Las psicólogas, en cambio, parecen ser más bien portadoras de un saber “atávico”, no sólo respecto de los modos de ejercicio de la función sino también de las posibilidades de intervenir con las madres y los niños. Encontramos una mención de Giberti que aporta a nuestra hipótesis:

 

…los psicólogos (en aquel momento en su mayoría mujeres) éramos poseedoras de un conocimiento que  nos hacía dueños de saberes mágicos y omnipotentes.[1]

 

Resulta también curiosa la coincidencia del “matrimonio” que solía darse, tanto en la práctica profesional como en la vida cotidiana entre hombres médicos (aún psicoanalistas) y esposas psicoanalistas de niños, con formación pedagógica. También en diversos tiempos las mujeres quedaban frecuentemente situadas en un espacio “auxiliar” a la práctica médica o psicológica. Igualmente la psicología, frecuentemente abordada por mujeres, tenía ese lugar secundario.

 

2. Difusión y práctica en psicoanálisis con niños. Una marca argentina

Del recorrido realizado podemos situar dos aspectos de relevancia en nuestro país en lo que hace a la inmersión del Psicoanálisis con niños, no solo en quienes se dedicaron a ejercerlo o a tomar aspectos de sus desarrollos sino a la difusión del mismo en la población en general:

- Por un lado, la propagación de la teoría psicoanalítica en los medios de comunicación ha tenido características absolutamente propias y distinguibles de las surgidas en otros países. Hemos encontrado numerosas notas, reportajes y entrevistas en los diarios y revistas más difundidos, así como la edición de semanarios de difusión general en los que escribían los psicoanalistas de la época dando consejos, brindando información, y respondiendo preguntas específicas en los habituales correos de lectores. El material más importante que hemos podido encontrar, además de las publicaciones de Escuela para Padres ya desarrollado, es el de la Revista Nuestros Hijos, editada en la ciudad de Buenos Aires, en la que participaron gran parte de los analistas y pediatras reconocidos de la época que incluimos en nuestro recorrido de este trabajo. Esta difusión no se encontró exenta de debates respecto al derecho de los legos de disponer de algunos saberes expresados por esta teoría. Lo que no puede desconocerse es el valor que dicha difusión cobró también para las numerosas consultas a psicoanalistas de población perteneciente a diversos sectores sociales, tanto en los medios públicos como privados, particularmente para el abordaje de problemáticas de la niñez.

- Otro aspecto relevante fue el ingreso del psicoanálisis en el hospital público, y con ello el planteo de que fuera posible trabajar con niños -y padres- de los sectores más desfavorecidos de nuestro país. En lo que hace a los miembros de la APA, una amplia mayoría de sus integrantes realizaron prácticas en hospitales (con excepción de los períodos de facto, en los que “suspendieron” su participación), fundamentalmente en el Hospital de Niños y el Hospicio de las Mercedes.

Encontramos en los hospitales abordados[2] ideas innovadoras, con un modo de presencia de quienes participaron y llevaron la apuesta de tipo dinámica, al mismo tiempo que analítica de las situaciones y dispositivos que se iban gestando.

Se trataba de profesionales que, por lo que podemos observar, no quedaban atados a los preceptos del saber psicoanalítico, sino que primaba la capacidad de inventiva; en la que en todo caso la teoría venía a la mano de la implementación de nuevos dispositivos y modalidades de la práctica. Se visualiza una disposición franca a la innovación, en tiempos de una teoría y una práctica que se encontraba en ciernes.

La improvisación se realiza, no obstante, a instancias de una fuerte impronta analítica y de un recorrido teórico, pero no se encontraban sometidos a la égida de dicha producción.

A modo de conclusión, se hace luz a ciertos aspectos que consideramos característicos de las prácticas y concepciones de la época indagada:

a) El conocimiento de la psicología del niño y la familia (el psicoanálisis entraba con fuerza en estas consideraciones) era puesto en el plano de una “necesidad” de los padres, como “garantía” de la felicidad de la familia y de una futura salud mental de los hijos en la vida adulta.

b) La importancia que adquirían los aspectos emocionales en la patología orgánica. La transmisión de la vinculación cuerpo-psique se encuentra referida especialmente a la relación madre-hijo (fundamentalmente en el primer tiempo de vida).[3]

c) La ausencia de la figura del padre planteada en el primer período del estudio (especialmente en lo que hace al primer año de vida del niño) va trocando hacia un paulatino acercamiento del padre: primeramente como sostén de la madre en el acto de crianza y posteriormente en la conformación de un vínculo directo con el niño (no mediado por la presencia materna). En este aspecto, podemos observar cómo esa corriente de contacto padre-hijos se ha ido haciendo progresivamente más fluido hasta la actualidad.

d) La aparición de discursos referidos a la prohibición del maltrato dirigido a los niños. En principio, referido al maltrato físico y luego como ejercicio de autoridad o dominio de los deseos o intereses del niño, entendido como maltrato psicológico.

Un hecho particular verdaderamente valioso en términos protectores para la niñez surgido con fuerza en la primera mitad del siglo y masificado en las décadas del 60 y comienzos del 70 fue la de la desnaturalización de los castigos corporales dirigidos a niños y niñas. Así, un hecho considerado natural: que a los niños se los “zurrara” (para utilizar un término de época), acaba transformándose en el imaginario social en un hecho censurable y despreciable para la mayoría de la sociedad.

Este aspecto se va reforzando sobre la base de dos cuestiones fundamentales:

1) La visualización del cuerpo del niño como parte integrante de su persona, tal como lo hemos visto en un capítulo anterior, que permite la representación del mismo como un ser que tiene y puede disponer de su cuerpo, con lo cual los padres ya no son sus “propietarios”.

2) Bajo la idea de que el padre debe enseñar con el ejemplo (desarrollada en la introducción de este ensayo y retomado bajo diversas modalidades por algunos de los autores y artículos de difusión que abordamos), el padre debe contribuir a la promoción de espacios aseguradores de confianza y no dar a sus hijos modelos de vinculación fundados en la violencia. 

e) La idea de niñez con una sexualidad que le es propia se fue conformado también a lo largo del tiempo en el imaginario social. Este es uno de los temas en los que el psicoanálisis introduce una ruptura fuerte. Esta representación, inicialmente resistida en los ámbitos científicos, va a instalarse con fuerza en el imaginario social desde finales de la década del 60 en nuestro país.

f) La idea de que el niño es un ser que piensa, que puede tener un pensamiento crítico frente a su realidad y a los conocimientos que se le transmiten.

 

El discurso psicoanalítico acerca de la niñez tuvo en el período estudiado un fuerte impacto social que se orientó a favor de la tolerancia y el respeto en aquellos aspectos que inciden en la crianza y educación de niños y niñas.

El psicoanálisis ha resultado verdaderamente valioso en tanto colaboró con otros discursos que tuvieron un fuerte impacto antiautoritario en la población. Ha sido una de las teorías que influyó en quienes sostuvieron y sostienen prácticas específicas para la niñez en nuestro país (familiares, trabajadores de la salud, de la educación, del campo de la minoridad en general).

Por las características de los procesos de construcción del imaginario social, estas figuras no resultan ni lejanamente claras ni delimitadas, sino que logran coexistir (al modo inconsciente) representaciones contradictorias, y “de arrastre” en relación a tiempos pretéritos, en las que en todo caso predominan ciertas concepciones consensuadas de modo más consciente, pero siguen “a la cola” de concepciones previas, al modo del contenido latente.

A pesar de que los desarrollos del psicoanálisis de niños de nuestro país fueron producidos en el marco de representaciones sociales hegemónicas de una determinada época (en tanto la mayoría de psicoanalistas y psiquiatras del momento pertenecieron en su mayoría a determinada clase socio-cultural), luego de este recorrido, no caben dudas que lograron producir tensiones críticas respecto a las representaciones dominantes de la niñez. El saldo de una generación en la que niños y niñas tuvieron un lugar de cuidado en la mirada adulta, a favor de la protección y creación de un marco de derechos, será probablemente una huella en la historia digna de ser recordada. 

Ana María Bloj

Dra. en Psicología y Psicoanalista

anabloj [at] yahoo.com.ar

Notas

 

[1] Giberti, E. y otros. “Primera residencia hospitalaria en psicología clínica”. Cuadernos del Niño/s. Buenos Aires: Polemos, 1993, nº 3, p. 20.

[2] Cabe destacar que hemos recorrido experiencias en otros hospitales e instituciones de salud pública de nuestro país, como los abordajes propuestos por Lanfranco Ciampi, forjador de la Cátedra de Neuropsiquiatría Infantil en la facultad de Ciencias Médicas de Rosario; o el Hospital de Clínicas, en la ciudad de Buenos Aires por citar los más relevantes. Los mismos han sido desarrollados en otros trabajos. 

[3] Poco menos de una década después de las propuestas de Escardó (en 1971) surge también en el Hospital de Niños el debate acerca del nivel de “individualidad” del niño respecto de la figura materna. El debate circula alrededor del interrogante acerca de si el niño tendría en sí tan sólo un funcionamiento psíquico limitado a la existencia de un órgano receptivo, o si se trataría de un niño que “aún con un órgano receptivo, pasivo y dependiente, puede reaccionar en distintas formas que apuntan a poder atribuirle una cierta individualidad desde los primeros momentos de su vida”. La relación madre-hijo queda definida como una interrelación de absoluta relevancia. En Alberto Campo y otros. “La ansiedad y los trastornos de funciones orgánicas en los primeros tres años de edad”. Revista del Hospital de Niños. Marzo de 1971, año XIII, Nº 49.

 

 

Articulo publicado en
Noviembre / 2013

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