La angustia por las consecuencias de la crisis climática y ecológica, denominada ampliamente como “ecoansiedad” tiene un lugar cada vez más destacado dentro de las preocupaciones globales actuales, sobre todo en la juventud. Se trata de un padecimiento psíquico íntimamente ligado a una crisis “en la naturaleza” pero que nada tiene de “natural”: se trata de una crisis histórica, propia del capitalismo y del tipo de relación que establece con el planeta. Para decirlo rápido, según la evidencia científica, el planeta ya atravesó seis de 9 “límites planetarios”, más allá de los cuales se vuelve insostenible el equilibrio en el sistema tierra: cambio climático; la integridad biosférica (contaminación plástica, por ejemplo); los cambios en el uso de la tierra, los ciclos del agua dulce, del nitrógeno y el fósforo; la pérdida de biodiversidad; y está a punto de atravesar el de acidificación de los océanos.
Nuevas generaciones nacen a la vida política con la certeza de que la explotación y la desigualdad social no están desconectadas de la destrucción ambiental, de que es necesario destruir este sistema antes que siga destruyendo el planeta y nuestras vidas mientras nos atomiza y destruye horizontes colectivos