Las preguntas sobre lo obvio encienden los caminos del pensamiento.
¿Por qué hace muchos años que cualquiera que sea psicoanalista y a la vez marxista es señalado como Freudomarxista, con su derivado bastardo, psicobolche?1
Este nombre nunca partió del Sujeto. Nadie se reconoció como participante de una corriente “freudomarxista”. Aún más, nunca existió en el mundo una “corriente”, “escuela” o “línea de pensamiento” que se identificara como “freudomarxista”. Mucho menos de “psicobolche”, acuñada en nuestro país desde la década del ‘70. Siempre fueron y son acusaciones que provienen de otros.
¿Qué es un freudomarxista para el imaginario general? Principalmente alguien muy desprolijo. Es quien hace un entrecruzamiento de poca consistencia teórica y clínica entre marxismo y psicoanálisis. En ese pastiche supuestamente se psicoanaliza mal la política y se politiza peor a los pacientes. Un freudomarxista es alguien impresentable para el campo científico e intelectual.
Un diccionario de prestigio como el de Elisabeth Roudinesco y Michel Plon2 menciona bajo esa denominación al conjunto heterogéneo de quienes fueron psicoanalistas y marxistas. Se dice que comienza con Wilhelm Reich y Otto Fenichel, siguiendo con Erich Fromm y Herbert Marcuse, hasta terminar con Marie Langer. Se menciona que todos fueron perseguidos por la oficialidad psicoanalítica. Y una fecha de defunción de este movimiento (1975), la cual no lleva ninguna aclaración. Curiosamente, allí se menciona que los primeros de ellos utilizaron otro nombre para identificarse: izquierda freudiana. El diccionario toma el nombre triunfante. Otro texto sobre la temática afirma que solamente se emplea esta denominación por “motivos prácticos”, ya que no hay ninguna homogeneidad entre los autores mencionados para denominarlos como “freudomarxistas”, aunque se sigue empleando el nombre3.
Si los primeros autores psicoanalistas y marxistas se autodenominaron izquierda freudiana, ¿qué sucedió para que se haya impuesto la descalificación que aún hoy circula?
Mi hipótesis es que el Freudomarxismo nunca existió. Freudomarxista es el nombre que el poder utilizó para desautorizar a los psicoanalistas marxistas. Este poder, en el campo del psicoanálisis tiene nombre: la Asociación Psicoanalítica Internacional. La IPA, a lo largo de su historia, siempre intentó desacreditar todas las desviaciones bajo la consigna de que “eso no es psicoanálisis”. Es cierto, no era el psicoanálisis de ellos, que pretendieron tener el monopolio del mismo. Por eso la izquierda freudiana fue perseguida por la derecha freudiana, que en su estrategia nominante se propuso desacreditar al conjunto de psicoanalistas comprometidos con los cambios sociales. Se los conjugó en este supuesto movimiento que nunca fue tal con dicho nombre. Sólo hubo un movimiento: izquierda freudiana. Desde ese momento y hasta hoy hubo distintos psicoanalistas que intentaron encontrar algunos puntos de contacto entre el psicoanálisis y el marxismo, sin la pretensión de totalidad y síntesis utópica que expresa “freudomarxismo”. Es por eso que “se llegará a esta imagen nada unitaria ni coherente de esta problemática entidad que ha recibido el nombre de “freudo-marxismo”4.
Esta denominación siguió en la historia un derrotero similar al del apelativo de “trotskista”, tal como Oscar Sotolano lo desarrolló en el número 35 de Topía. Allí Sotolano dice que “es tanta la perduración de los efectos del sistema criminal stalinista que, aún hoy, la palabra trotskista sigue siendo un modo que en el imaginario colectivo de izquierda, centro, derecha o apoliticismo pleno se representa el monstruo de izquierda elevado a la enésima potencia”5. Yo agrego: es tanta la perduración de los efectos de la derecha y del stalinismo en la salud mental y psicoanálisis, que hasta hoy freudomarxista sigue vigente como una monstruosidad, cuando –tal como pasa con Trotsky – la historia de estos autores nada tiene que ver con el significado adquirido.
Y esto es un punto central. No sólo ninguno se reconoció en ese nombre, sino que la biografía intelectual de muchos de estos autores se alejan de las monstruosidades e inconsistencias adjudicadas. El propio Wilhelm Reich en sus años marxistas y psicoanalíticos publicó obras de riguroso contenido tanto en el plano social –Psicoanálisis de las masas y el fascismo- como clínico -Análisis del carácter-. Otto Fenichel fue uno de los mayores conocedores de los avances del movimiento psicoanalítico hasta su muerte en 1945, con algunos aportes que aún continúan no sólo en el olvido, sino sin traducir al castellano. No solamente ellos dos. En los intentos de muchos de estos autores combinaron rigurosidad intelectual, un compromiso político y preocupaciones clínicas. Salvo Herbert Marcuse, que era filósofo, todos ellos tuvieron aportes valiosos sobre la praxis psicoanalítica. Sin embargo, el imaginario de inconsistencia los descalifica. Y aquí lo único inconsistente es la propia denominación que inventó una pretendida síntesis en el lugar en que se abrió una problemática en el campo de la subjetividad.
Pero esta descalificación hizo que sólo se conociera la parte “digerible” de su obra: aquella que solamente contenga el “oro” del psicoanálisis. Así vuelven a ser psicoanalistas puros para la internacional psicoanalítica un Reich que solamente se ocupó del carácter; el Fenichel de Teoría General de las Neurosis, el Bleger de Simbiosis y ambigüedad y la Langer de Maternidad y Sexo.
Por supuesto que esta descalificación no incluye a todos los intentos de cruzar en algún punto el psicoanálisis con el marxismo. Sino, en honor a la verdad, se debiera incluir bajo este nombre a parte del Surrealismo, que combinaba algunos elementos del psicoanálisis y el marxismo. Pero esto nunca fue una preocupación de las oficialidades psicoanalíticas, pero sí pasión de algunos psicoanalistas olvidados, como Enrique Pichon Rivière6.
En Argentina, la historia del marxismo y el psicoanálisis tuvo sus particularidades. Si bien los primeros marxistas y psicoanalistas fueron Jorge Thenon y Gregorio Bermann, rápidamente dejaron a Freud. Es que el stalinismo consideraba que el psicoanálisis era burgués. De ese modo, recién en 1957 José Bleger, bajo la influencia de su maestro Enrique Pichon Rivière, publicó Psicoanálisis y dialéctica materialista. Los psiquiatras reflexólogos comunistas lo atacaron acusándolo de “freudomarxista”. Bleger tuvo que diferenciarse de la descalificación en un breve texto -“Psicoanálisis y Marxismo”- de principios de la década del ‘60. Allí afirmaba que “las relaciones que se pueden establecer entre psicoanálisis y marxismo son múltiples, y que la falta de discriminación conduce con gran frecuencia a superposiciones y confusiones lamentables”. Pero aun así, Bleger mismo intentó diferenciarse del monstruo que era ser considerado freudomarxista. Él consideraba al marxismo como una concepción del mundo y que el error de elevar el psicoanálisis (considerado como una teoría científica) a ese nivel podía llevar a una integración o injerto entre marxismo y psicoanálisis, y que “para todos estos casos se debe reservar el nombre de intentos o desviaciones ‘freudomarxistas’; denominación que se emplea con frecuencia muy displicentemente para ahorrarse el trabajo de profundización.”7 Para Bleger, el Freudomarxismo era un error. Sin embargo, lo que no pudo ver fue la estrategia de tildar de freudomarxista para desacreditar a todo psicoanalista que a la vez fuera marxista. El episodio terminó con el consecuente alejamiento de Bleger del PC.
La historia de los ‘70 en nuestro país dejó como saldo que algunos miembros de los grupos que renunciaron a la APA (Plataforma y Documento) también fueran acusados por la derecha freudiana de “freudomarxistas”. Nombre con el cual ninguno de ellos se reconocería nunca.8
La fecha de 1975 que data Roudinesco fue central en nuestro país. La operatoria de la Triple A primero, y de la Dictadura militar después, intentó destruir todo vestigio de izquierda de nuestro territorio. Y con los Trabajadores de Salud Mental comprometidos sembró el terror en los cuerpos. Y en el lenguaje. Desapareció la noción de Trabajador de Salud Mental. Y para quienes seguían pensando en un compromiso, se inventó un nuevo nombre para los TSM que simpatizaran de algún modo con la izquierda: “psicobolches”. Si “freudomarxista” descalificaba, “psicobolche” degrada. En los ‘80 y ‘90 todo intento de un TSM de pensar en un mundo mejor fue vilipendiada con esta adjetivación. Finalmente un “viejo y setentista” y “psicobolche”.
Este estigma llevaba adelante la ideología de la Dictadura. La persistencia del estigma de “psicobolches” para todo Trabajador de Salud Mental comprometido, muestra aún los efectos de dicha etapa del país. Y tuvo el efecto de que muchos psicoanalistas moderaran o disociaran sus ideas y acciones transformadoras para adecuarse a los nuevos tiempos que proponía el neoliberalismo. Si no era quedarse en el pasado.
Sin embargo, hubo y hay resistencias a las naturalizaciones del poder. Hace poco tiempo me comentaron en una supervisión de residentes de una disputa entre grupos de jóvenes TSM. Los residentes del Borda eran acusados de psicobolches por los del Moyano, debido a su perspectiva social en el abordaje de la Salud Mental. En su defensa crearon un nuevo nombre: biolofachos, visibilizando la nueva alianza de la moderna psiquiatría biológica y el fascismo que reinstala la noche de los tiempos en la Salud Mental.
Es por eso que debemos avanzar con la historia. Para ello, no sólo es necesario recuperarla, sino desencubrir las estrategias que la derecha freudiana utilizó para desacreditar el compromiso de algunos psicoanalistas con los movimientos sociales. Y recién a partir de un trabajo de profundización -señalando sus aciertos y también sus errores- podremos afirmarnos en estos hilos para hacer nuestra historia. Recordar a la izquierda freudiana, no para repetirla, sino para elaborarla.
Por eso, ni freudomarxistas, ni psicobolches.
A la izquierda de Freud.
Alejandro Vainer
Psicoanalista
alejandro.vainer [at] topia.com.ar
Notas
1 Estas líneas surgieron a partir del trabajo de investigación sobre el psicoanálisis y la salud mental en los ‘60 y ‘70 que estamos realizando junto con Enrique Carpintero.
2 Roudinesco, Elisabeth y Plon, Michel, Diccionario de Psicoanálisis, Paidós, Buenos Aires, 1998.
3 Taberner Guasp, José y Rojas Moreno, Catalina, Marcuse, Fromm, Reich: El freudomarxismo, Editorial Cincel, México, 1984.
4 Subirats, Eduardo (compilador), Sex-pol. La revolución sexual. Textos de la izquierda freudiana, Barral Editores, Barcelona, 1975. El subrayado es mío.
5 Sotolano, Oscar, “Muerte de las ideologías o ideologías de la muerte”, en Topía Revista Nº35, agosto 2002.
6 Es interesante la visión de Armando Bauleo sobre la síntesis de Pichon Rivière, quien “quería unir psicoanálisis, marxismo y surrealismo. Para mí, él comprendió que el surrealismo había comenzado ya a enunciar esto ... El surrealismo fue una forma adelantada de tratar de vivir otro tipo de relaciones humanas”, Bauleo Armando, “Marxismo y Psicoanálisis”, en Langer, Marie, Cuestionamos, Granica Editor, Buenos Aires, 1971.
7 Bleger, José, “Psicoanálisis y marxismo”, en Cuestionamos, Granica Editor, 1971. El subrayado es mío.
8 Aunque parezca una paradoja, Gregorio Barenblit -que había sido integrante de Plataforma- utilizó este nombre en “Consideraciones en torno al problema de la realidad en psicoanálisis y del psicoanálisis en la realidad”, en Barenblitt, Gregorio y otros, El concepto de realidad en psicoanálisis, Editorial Socioanálisis, Buenos Aires, 1974. Pero, como siempre, adjudicándoselo a quienes jamás se hubieran reconocido en él: “Es con la prédica, más que con la producción teórica, de E. Pichon Rivière y con la obra pionera y preclara de José Bleger que aparecen los puntales del pensamiento Freudo-Marxista en el país”.