Hay muchas cuestiones políticas, sociales y económicas que caracterizan estos 20 años. Pero la creación de los muros capitalistas da cuenta de las particularidades de nuestra época. Hablamos de los muros visibles y los muros invisibles. De los muros donde, hoy no son para que la gente no salga de sus murallas, sino para que no entren. De los muros que el poder inscribe en nuestra subjetividad para separarnos de los otros y encerrarnos en nosotros mismos. En este sentido podemos decir -tal como se planteó en una presentación- que si tenemos que buscar una preocupación que caracterizó a nuestra revista fue tratar de encontrar respuestas posibles a la pregunta ¿Cómo encontramos aquello que nos mantenía unidos? Es decir, ¿cómo atravesar esos muros que nos separan de los otros y, en definitiva de uno mismo?
En el número 3, que aparece en noviembre de 1991, escribo un artículo editorial que esta encabezado por una frase de Paul Auster extraída del libro El país de las últimas cosas; allí dice: “He aquí el dilema, por un lado queremos sobrevivir, adaptarnos, aceptar las cosas tal cual están; pero, por otro lado, llegar a esto implica destruir todas aquellas cosas que alguna vez nos hicieron humanos”.
No voy a desarrollar la historia de nuestra revista. En todo caso se la dejo a quienes la puedan pensar objetivamente. Lo que sí quiero es puntualizar brevemente, como director y fundador, algunos momentos de estos 20 años.
Si nos remitimos a las revistas del campo de la cultura -en las que incluimos a las revistas “psi”- podemos dividirlas esquemáticamente en dos grandes campos. Estos responden a los modelos opuestos que Ricardo Piglia describió para acceder a la literatura. Uno es el “lugar Borges” marcado por una identificación con las letras a partir de su pertenencia social. Al futuro escritor Borges los libros le llegan por estirpe desde la biblioteca paterna, por lo tanto nace en una familia que le permitirá producir con una legitimidad previa en el ámbito de la cultura.
El otro es el “lugar Arlt” que es el lugar de la “prepotencia de trabajo”, el lugar del asalto. Esta última figura es tomada por Piglia de la secuencia de la novela El juguete rabioso, donde Silvio Astier asalta una biblioteca con un grupo de jóvenes y en lugar de ponerle un valor comercial a los libros se sorprenden por el acceso a las maravillas estéticas que proveen.
Esta metáfora que enuncia Piglia, en relación a la literatura, la podemos extender a las características que tienen las revistas para permitir acceder al conocimiento que difunden. Unas responden a lo instituido donde la publicación reproduce la política cultural y/o científica de los integrantes que sostienen la revista. Su producción está enmarcada por una legitimidad previa a partir del espacio institucional a la que pertenece.
Las otras ocupan el lugar instituyente que se sostiene con “prepotencia de trabajo”. Surgen como lugar de ruptura, de crítica, de desencuentro con lo establecido; su legitimidad se encuentra en la rigurosidad de sus ideas y en una práctica que la sostenga. Podemos recordar la mítica revista Contorno fundada -entre otros- por Oscar Massota, León Rozitchner y David Viñas o la revista-libro Cuestionamos dirigida por Marie Langer.
Es en esta perspectiva que fundamos en el año 1991 la revista Topía.
En ese primer número podemos observar que el título del Dossier fue marcando toda nuestra historia: “El psicoanálisis en la crisis de la cultura”.
Algunos detalles de esa revista marcan el paso del tiempo. Fue la única revista que no armó nuestro diagramador Víctor Macri. Las letras del título eran pequeñas líneas blancas sobre un fondo verde. Lo cual llevaba a que si uno no se acercaba no se podía leer nada. El precio era de 40.000 australes. Además fue la última revista que se diagramó con el viejo método de pegar los textos y las fotos sobre una plancha donde se sacaba la película. Luego entramos en el período de la diagramación por computación.
Quisiera leer algunos párrafos de ese primer editorial que escribí. Su título: “La Crisis del unicornio Azul”. Allí decía: “El hecho de iniciar una publicación que dé cuenta de la teoría y la práctica del psicoanálisis juntamente con el análisis de los problemas que presenta la actualidad de nuestra cultura es porque pensamos que no es posible entender las crisis individuales, familiares o institucionales por fuera de una cultura que también está en crisis.
La etimología de la palabra crisis alude al momento del juicio, de tomar decisiones, una elección como la que se encontró Edipo frente a la Esfinge en Tebas. Pero para llegar a Ello es necesario tener un espacio, un lugar en el que podamos reflexionar. Es aquí donde Topía -una palabra que encontré para definir un posicionamiento- alude a un lugar en el que el inconsciente es social y lo social se hace inconsciente, permitiendo encontrar el hilo de Ariadna de nuestro deseos. Ya que si se pierden en utopías, en sueños imposibles de ser realizados, sus consecuencias son devastadoras en el plano individual, familiar y social.” De esta manera, Topía revista se propone como un espacio de reflexión donde el psicoanálisis, al no pretender transformarse en una cosmovisión, se pueda encontrar en un diálogo fecundo con otros saberes y con los movimientos sociales y ecológicos…”
Esta perspectiva planteada en ese primer editorial la fuimos desarrollando todos estos años. No sin dificultades. Como cuando publicamos en el año 1995 dos números en blanco y negro y con un papel, francamente lamentable, para abaratar costos.
Es que si uno observa las revistas a lo largo de estos 20 años vamos a encontrar cambios permanentes en las tapas, en la diagramación, los colores, el tamaño, la cantidad de páginas, las diferentes secciones que creamos y podría seguir con muchos pequeños detalles que dan cuenta del pulsar de la vida de todos aquellos que la fuimos construyendo.
Sin embargo podemos observar una constante: pensar las transformaciones teóricas y clínicas de nuestra práctica como psicoanalistas y posicionarnos desde una perspectiva de izquierda con los conflictos sociales, políticos y culturales.
De allí que desde los primeros números aparecen trabajos sobre lo que denominamos Nuevos Dispositivos Psicoanalíticos, cuestiones teóricas en relación a las transformaciones de la subjetividad, la problemática ecológica, la política y lo político, la declaración de Gays por los Derechos Civiles fundada por Carlos Jáuregui, presidente -en su momento- de la Comunidad Homosexual Argentina. El número 8, de agosto de 1993, lo dedicamos a tema del HIV-Sida y organizamos el primer encuentro público de debate entre representantes del gobierno y organismos no gubernamentales dedicados el tema HIV-SIDA en el Salón Auditorio de la Cámara de Diputados. Entre los que se encuentra Roberto Jáuregui fundador de la fundación Huésped y también colaborador de la revista.
Desde esos primeros números César Hazaki fue responsable del Suplemento Lluvia Negra. Este estuvo anunciado en el Número 4 como programa de radio y desde el número 9 tuvo su lugar regular en la revista. Allí se publicaron diversos textos de adolescentes sobre distintas temáticas políticas, sociales y culturales. También ya estaban esbozadas las secciones de Área Corporal, coordinada por Alicia Lipovetzky y de Cultura que lleva adelante Héctor Freire.
Es decir, lo que vamos desarrollando es la necesidad de rescatar la importancia del sujeto en su relación con la trama social y ecológica. Esto es lo que planteo en uno de los editoriales: “Los grandes sueños de la modernidad se han disipado, pero la perspectiva de la actualidad de nuestra cultura no acierta con los valores de una vida mejor, a lo suma la estabilidad en la miseria. El desarrollo se hace en nombre de una eficiencia pero -me pregunto- ¿para quién, con miras a qué, para qué? Al igual que el crecimiento económico que se intenta realizar, pero ¿de quién, de qué, a qué precio y para llegar a qué? No hay promesas de un mundo mejor y la perspectiva de la felicidad no preside nuestro destino ¿Qué se le ofrece al hombre que concluye su jornada de trabajo? ¿Al estudiante que obtiene un título? ¿Consumo de subcultura? ¿Droga? ¿La exaltación de la promesa del plan de ahorro en cuotas? ¿La solución en una chapita de gaseosa?”
Evidentemente estas preguntas siguen presentes.
Pero quien expresa desde el humor estas preguntas es Tato Bores. En el número 3, de noviembre de 1991, publicamos uno de sus famosos monólogos. Voy a transcribir un fragmento que no tiene desperdicios. Parece que hablara de nuestra actualidad. Dice Tato Bores: “…Salgo a la calle y como estos no son tiempos de cólera sino también tiempos de raye, enfilé directamente para el consultorio de mi gran amigo, el psicoanalista José Suelte La Angustia.” Luego de realizarle varias preguntas el analista le explica: “…Sencillo Tato. Usted lo dijo: este es un país insalubre. Si usted estuviera perfectamente sano no podría vivir aquí. Y le digo más, si las cosas siguen así, solamente los muy esquizofrénicos, los más rayados van a ser los que van a sobrevivir. Porque para poder vivir en un lugar donde se habla de los efectos pero no de las causas, donde la culpa la tienen los que publican las cosas, no los que las hacen, donde la mitad de lo que pasa no se entiende y la otra mitad es de miedo, si uno no tiene unas cuantas neuronas chingadas, está perdido. Así que si usted está de la nuca, es normal, Tato. Y ahora lo siento, es la hora lo seguimos la próxima, concluyó José Suelte la Angustia…”
Continua Tato con su monólogo: “Salgo y me encuentro con mi gran amigo el analista político José yo te la Explicó (quién me dijo)… Tato, los dirigentes se juntan porque les conviene y más tarde, también si les conviene, pueden separarse y agarrarse a las tortas. O sea que la plataforma programática es que hacen lo que se le cantan frente al gobierno que quiere que ellos hagan lo que se les canta al gobierno. Y eso no lo hacen sólo los muchachos peronistas, lo hacen todos. Los que ayer se odiaban, hoy pueden formar un frente electoral y mañana, si te he visto no me acuerdo, y si me acuerdo es para putearte de arriba abajo, ¿Me explico Tato?
-Explicar, te explicas. Pero entonces esto quiere decir que aquí cada uno piensa en la propia ¿Y la responsabilidad social? ¿Y el deber para con los demás?
“Tato -me dijo José-, usted no entiende. Las cosas han cambiando. Los demás existen menos y uno cada vez está más solo. Ahora la idea es que el que no hace la propia para salvarse está sonado. Las nuevas sectas religiosas pronostican el apocalipsis para todos y la salvación para usted solito. Los jubilados: el que no puede laburar, a la lona. Si no tiene donde vivir, arrégleselas como pueda, y si tiene casa póngale mucha reja y cómprese un bufoso para defenderse solo. El verbo que hoy se conjuga es ‘zafar’”.
Desde esta realidad que, con ironía describe Tato Bores, fuimos avanzando.
En 1996 fundamos la editorial con varias colecciones de libros.
Publicamos como revista durante seis números Topía en Clínica que luego se transformó en un suplemento con una propuesta teórica y clínica en el interior de la práctica psicoanalítica que denominamos Nuevos Dispositivos Psicoanalíticos.
En 1998 inauguramos nuestra página Web que, en el 2001, el sitio Alexa de información estadística estableció como el más visitado de habla hispana en psicología. Luego realizamos el Primer Congreso Virtual de Psicoanálisis que se realizó en el mundo donde participaron más de 2000 personas de diferentes países.
La revista a partir del número 30 del año 2000 cambió a tamaño tabloide y no sólo afirmó su estética sino la consistencia de sus textos que, es necesario decirlo, son en su mayoría pensados y escritos por profesionales especialmente para cada número.
En la revista número 32, de setiembre de 2001, debemos destacar que en la contratapa aparece una solicitada -que también se publicó en el diario Página/12- realizada por nosotros titulada: “No criminalizar los conflictos sociales”. La misma fue firmada por aquellos que hacemos Topía revista, su Consejo de Redacción y quienes escriben regularmente. Luego fueron llegando más de 100 adhesiones del campo del psicoanálisis y de la cultura. Recordemos que este número aparece tres meses antes del alzamiento popular del 19/20 de diciembre. En esa época impulsamos la Asamblea Autoconvocada de Salud Mental y creamos el Centro Cultural de la fábrica recuperada Grissinopolis.
Podemos seguir nombrando muchos hechos de todo este tiempo en el que de una u otra manera participamos. Lo que quiero destacar es que desde nuestra revista nos propusimos además de generar un espacio para un debate en el campo del psicoanálisis y en el de la cultura participar de los acontecimientos sociales y políticos que fueron ocurriendo en todos estos años.
De esta manera tratamos de ser consecuentes con esa frase que escribió Goethe: “Pensar es fácil. Actuar es difícil. Actuar siguiendo el pensamiento propio es lo más difícil del mundo.”
En los últimos años afirmamos la lucha contra lo que denominamos la contrarreforma psiquiátrica en la defensa de la Salud Mental. De allí que producimos el documental Comunidad de locos dirigida por Ana Cutuli basado en el libro Las huellas de la memoria. Psicoanálisis y Salud Mental en la Argentina de los ´60 y `70 de Enrique Carpintero y Alejandro Vainer. Creamos en Internet el Foro de Salud Mental y Cultura coordinado por Carlos Barzani y Angel Barraco y participamos en el Colectivo 448. En la Facultad de Psicología de la UBA formamos parte del PEF (Psicólogos en Frente) cuya lista de graduados participa en el Consejo Directivo de la Facultad en oposición a la lista oficialista. En esta perspectiva, en el editorial “Argentina del Bicentenario: El poder en el campo de la Salud Mental” sostenía que “debemos tener en cuenta que para oponerse al poder privado (en el campo de la Salud Mental) es necesario que el Estado sostenga la salud pública desarrollando una política universalista de seguridad social con la participación de equipos interdisciplinarios y los usuarios. Para ello debe asignar un presupuesto adecuado para dar una cobertura de Salud a todos los ciudadanos independientemente de sus posibilidades económicas y que los profesionales cobren un sueldo acorde con la práctica que realizan. Esto no sólo es posible sino necesario”.
Podemos decir que, en la actualidad, Topía es más que una revista. Pero esto fue posible gracias a un colectivo, a un grupo de personas que fueron dando forma a este proyecto. Aquellos que escriben, los lectores y todos los que hacemos la revista. Desde el Consejo de Redacción fuimos aprendiendo a repartir tareas y, fundamentalmente, a soportar nuestra discusiones y peleas.
Esta es la fuerza que permitió llegar a estos 20 años: un grupo de trabajo donde compartimos las pasiones tristes y alegres para desarrollar -al decir de Spinoza- la potentia amiticia.
Para finalizar quiero relatarles una característica de la cultura de un pueblo llamado Swahili que habita en África. En esta cultura el pasado queda en la memoria de los demás que mueren completamente sólo cuando desaparecen los últimos que estaban en condiciones de recordarles. Esto me lleva a recordar en estos 20 años a todos los que colaboraron en la revista y ya no están. A Carlos Jáuregui, Presidente de la Comunidad Homosexual Argentina y miembro de nuestro primer Consejo de Asesores; a Ricardo Estacolchic; a Armando Bauleo; a Silvia Bleichmar; a Emilio Rodrigué y a Fernando Ulloa cuya presencia sigue estando en nuestras páginas ya que una de sus definiciones sobre el nombre de nuestra revista encabeza cada número.
*Este texto es una versión de la exposición desarrollada por el autor en la mesa redonda: “Veinte años de la revista Topía. Los últimos diez años del Siglo XX y los primeros diez del siglo XXI.” La exposición de Juan Carlos Volnovich en la misma mesa se encuentra en www.topia.com.ar