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Los psicoanálisis en tiempos neoliberales

 

Topía revista comenzó a publicar algunos de los trabajos seleccionados para el 1° Congreso Virtual de Psicoanálisis, realizado en octubre del 2000 por Internet, correspondientes al foro: “Tercer milenio: la actualidad del malestar en la cultura”.
En el trabajo elegido para este número, Enrique Guinsberg analiza el valor actual de los psicoanálisis respecto de su capacidad crítica y transformadora de lo social, situándolos en relación a la historia del psicoanálisis y a las instituciones que lo transmiten.

El psicoanálisis nace con el siglo, y éste estará profundamente marcado por él. Será nueve años después, durante el viaje que Freud realizara a la Clark University, que formula su famosa conceptualización del psicoanálisis como peste, como precisa
referencia a su carácter "subversivo", frente a los conocimientos y cultura de su época, como también por lo indicado en una obra de 1910: "La sociedad no se apresurará a concedernos autoridad (ya que) no puede menos que ofrecernos resistencia, pues nuestra conducta es crítica hacia ella; le demostramos que contribuye en mucho a la causación de las neurosis. Así como hacemos del individuo nuestro enemigo descubriéndole lo reprimido en él, la sociedad no puede responder con solicitud simpática al intransigente desnudamiento de sus perjuicios e insuficiencias"1.

En efecto, frente a las posturas positivistas y liberales dominantes a comienzos del siglo, que hacen del "progreso" y de la "razón" sus centros absolutos, el psicoanálisis disminuye el peso de la conciencia del hombre al señalar la fundamental importancia del inconsciente en el psiquismo humano, con lo que producirá, luego de la negación de la Tierra como centro del Universo, y los planteos que ven al hombre como producto de la evolución y no creación divina, la "tercera herida al narcisismo universal"2. Por otra parte, y en plena época de hegemonía de la moral victoriana, no sólo ve a la histeria (cuadro dominante de ese tiempo y que, por tanto, era centro de estudio de la psiquiatría) como producto de la represión sexual, sino coloca a la sexualidad como aspecto fundamental de la constitución del psiquismo y de la psicopatología y, dentro de esta postura epistemológicamente revolucionaria, formula por vez primera la existencia de la sexualidad infantil. Esos tres conceptos -inconsciente, sexualidad y sexualidad infantil- producen una significativa mutación teórica y transforman, sobre todo el primero, los objetos de conocimiento de la psicología.

No es éste el lugar para historiar las dificultades iniciales y el crecimiento posterior de una escuela que se convierte -al menos en el mundo occidental- en parte de la cultura de nuestro siglo ni tampoco para recordar el desarrollo que ha tenido en ya casi un siglo de vida: el surgimiento de múltiples, diferentes y a veces hasta antagónicas corrientes, las ampliaciones a prácticas psicoterapéuticas desconocidas o negadas en sus inicios, su extensión a otras disciplinas, o las persecusiones y/o limitaciones a que no pocas veces lo sometieron otras disciplinas (la psiquiatría tradicional por ejemplo) o algunos regímenes políticos (el nazismo, las dictaduras latinoamericanas del Cono Sur en los ´70 y ´80 entre otros). Sobre todo esto se ha escrito bastante y, con toda seguridad, se continuará haciendo, sobre todo por parte de sus seguidores y en la gran cantidad de instituciones analíticas que florecen en el mundo occidental.

La brevedad de espacio hace más interesante ver con un poco de mayor detalle la situación presente de los psicoanálisis y, con tal base -crítica y no conformista- tratar de especular sobre sus perspectivas, con especial referencia al centro de esta ponencia, su papel en los actuales tiempos neoliberales

¿De la peste a la domesticación?

Una primera pregunta se impone y es fundamental: la notoria y conocida aceptación que ha tenido el psicoanálisis en general ¿lo ha sido por la aceptación de sus planteos centrales, por los cambios culturales del siglo que se acercaron a las afirmaciones de Freud y sus continuadores, o por una (al menos parcial) pérdida del carácter "subversivo" de sus inicios? Respecto a esto último: ¿la peste psicoanalítica fue domesticada o, en términos actuales, cooptada con la aceptación de los psicoanalistas y de sus instituciones?

Sería difícil elegir categóricamente sólo una de esas alternativas coexistentes: ¿cómo negar el reconocimiento de la teoría psicoanalítica, realizado con base en una praxis de muchas décadas, o su peso en los cambios en las formas de vida de este siglo? Es
decir que los psicoanálisis fueron aceptados en general -salvo por sectores que lo rechazan con base en postulaciones no científicas sino morales, religiosas, etc- en tanto se adelantó teóricamente y/o coincidió con formas culturales que ya estaban en gestación o son parte del proceso de modernidad. El caso de la liberación (¿o liberalización?) sexual es paradigmático al respecto.

Pero existe otra parte fundamental, pero la más de las veces negada, no en las palabras pero sí en los hechos, por la mayoría del campo psicoanalítico. Y es la que tiene que ver con la relación hombre-cultura u hombre-sociedad, que Freud desarrolla ampliamente en una obra clave de casi los finales de su producción teórica: en El malestar en la cultura3.

Por supuesto que sobran los ejemplos históricos que lo comprueban. Es cierto que Freud nunca explicita de manera categórica estas relaciones, y menos aún ofrece ejemplos específicos (ni siquiera en la abstracción general de El malestar en la cultura que, por tanto, tiene un sentido teórico válidamente genérico), pero no se requiere un gran esfuerzo para comprenderlo. Es evidente y obvio que la satisfacción total de los deseos pulsionales es permitida, prohibida o limitada por fuerzas externas a través de una represión directa o internalizada dentro del individuo; y esas fuerzas -a diferencia de lo que ocurre en las especies animales- no son otras que las que surgen de cada cultura concreta. En definitiva todo el proceso de socialización por el que el ser biológico naciente se convierte en humano -a través de los vínculos familiares y diferentes instituciones sociales- consiste en la señalada internalización de las formas sociales y culturales hegemónicas que posibilita la forma de vida en sociedad y se expresa en el aparato psíquico.

El problema parte entonces de la no inocente transformación que se ha hecho del objeto de conocimiento del psicoanálisis. Es por cierto correcto señalar que se trata del inconsciente, pero nunca debe olvidarse que los deseos inconscientes tendrán los caminos que les posibiliten las formas culturales existentes. De acuerdo con una clásica obra de Freud, Pulsiones y destinos de pulsión, estos últimos estarán fijados por las normas sociales imperantes y siempre, de manera inevitable, existirá algún tipo de represión.

Se habló de no inocente transformación de su objeto de estudio y ya se mencionó su causa central: mientras se vea a la psico(pato)logía básica o exclusivamente vinculada a la estructura familiar, el psicoanálisis tendrá como enemigos sólo a aquellas posturas que lo rechacen desde premisas morales incompatibles4, pero tiene (como tuvo y se supone que seguirá teniendo) un importante apoyo en sectores modernizantes, liberales, etc., produciéndose en importante medida lo que plantea Wilhelm Reich: "Si el mundo burgués no condena al psicoanálisis, ¿cuál es entonces la actitud que adopta frente a él? Por un lado está la ciencia, sobre todo la psicología y la psiquiatría y, por el otro, el público lego. De ambos puede decirse lo que una vez dijo Freud a manera de broma: no se sabe si aceptan el psicoanálisis para defenderlo o para destruirlo"5.

Pero cuando afronta y considera los aspectos culturales -lo que implica factores sociales y políticos- es el "establishment" quién puede, y generalmente lo hace, ofrecer serias e importantes resistencias y oposiciones. Y esto no lo pueden soportar las instituciones analíticas. La historia es contundente en este sentido, con demasiados ejemplos conocidos.

Respecto a lo anterior puede decirse que se trataba de situaciones políticas, las que serían ajenas a los campos científicos y profesionales, lo que por supuesto es difícil de fundamentar tanto por razones ético-morales como por la imposibilidad de negar las incidencias de esas situaciones en la vida psíquica y social (lo que comprendieron muy bien una significativa cantidad de analistas que tomaron otro camino). Pero lo que es imposible de justificar, salvo al precio de una fundamental castración teórica producto de una "domesticación" del psicoanálisis por razones no profesionales sino
ideológicas-políticas, es la (parcial o total) negativa a ver y estudiar cómo las multicitadas formas culturales inciden en la construcción de la subjetividad (modelos de yo e ideales del yo, del superyo, fantasías y caminos para la satisfacción de los deseos, etc). Con lo cual el mundo comprensible se limita al microfamiliar -e incluso de manera equívoca porque éste es también afectado y transmisor de los valores culturales predominantes-, con lo cual el psicoanálisis se aliena del mundo real para recluirse en las reducidas significaciones de los vínculos edípicos. Es de imaginar que una postura diferente llevaría de manera casi inevitable a un fuerte choque del mundo psicoanalítico y de los psicoanalistas con el statu-quo, con lo que esto significaría para el mantenimiento de su actual prestigio de clase y de conveniencias económicas en el mercado de trabajo6.

El "bizantinismo" psicoanalítico

En realidad esto no es nada nuevo y tiene importantes antecedentes teóricos, algunos de los cuales sólo buscaban la comprensión de aspectos cada vez más remotos en la construcción del psiquismo pero que no dejan de producir idéntica alienación. Entre tantos otros ejemplos pueden citarse la postura de O. Rank respecto al papel central del "trauma de nacimiento", el marco teórico de M. Klein, etc., a los que luego por ejemplo se agregan, de manera menos inocente, los planteos respecto al carácter fundante del "psiquismo fetal" o la "teoría del filicidio". En todas ellas, y en muchas más, no hay lugar (solo en aspectos mínimos o secundarios) para la inclusión de aspectos culturales y sociales.

Es por todo esto la extraña pero real carencia, desde hace mucho tiempo y salvo excepciones, de su presencia en la absoluta mayoría de la producción teórica y clínica psicoanalítica, y la consecuente acusación que se formula a este marco teórico tanto de ser instrumento de adaptación7 como de su (aunque sea relativa) pérdida de capacidad de comprensión de la dialéctica psíquica del hombre de nuestro tiempo cada vez más cambiante.. En efecto, los estudios sobre esto son producto de esferas distintas a las psicoanalíticas y poco provenientes de éstas, que se mantienen aferradas a los aspectos clásicos ya conocidos, o que formulan propuestas teóricas que no las incluyen.

En líneas muy generales la situación al respecto es la siguiente:

a) El campo institucional, clásico y ortodoxo (la IPA y sus filiales nacionales) mantiene la negación señalada en diferentes grados. Por supuesto que conocen e incluso citan la "obra sociológica" de Freud, pero la postergan, no la aplican ni en teoría ni en práctica8, o la critican;

b) Otros sectores, sobre todo los más modernizados (o postmodernizados) de escuelas francesas -Lacan sobre todo pero no exclusivamente-, aceptan y no niegan la relación hombre-cultura, pero de hecho la anulan de dos maneras, a veces diferentes y otras
coincidentes: 1) viéndola como una relación estructural, es decir básica, fundante, permanente e insalvable de tipo represivo y limitante de, sin detenerse ni importarle las formas concretas e históricas de un proceso al que hay que resignarse; de esta manera, y a través de un discurso complejo y atrayente para la ideología escapista de nuestra época, nunca "aterrizan" en las significaciones actuales y presentes de una relación que aceptan pero que desterritorializan; 2) haciendo centro en el discurso, aspecto sin duda importante y antes poco valorizado por el psicoanálisis, pero que ahora se convierte en aspecto absoluto y deshistorizado (algo no exclusivo de los psicoanálisis);

c) Aquellas instituciones que en épocas rebeldes y contestatarias pasadas se alejaron de las tradicionales para formular propuestas alternativas hace tiempo las abandonaron de acuerdo a las nuevas modas vigentes9.

De esta manera es visible un mayoritario silencio del psicoanálisis respecto al psiquismo del hombre de nuestro tiempo y las causas de los importantes cambios que se están produciendo en el mismo (la llamada "patología del fin de milenio"), que deben buscarse en otros lados. De allí el planteo de bizantinismo del subtítulo, en clara referencia a las preocupaciones psicoanalíticas actuales por temáticas cuyo valor no se cuestiona -seguramente muchas de ellas lo tienen-, pero que se hacen dejando de lado las principales.

Perspectivas
El campo psicoanalítico se encuentra en una situación nada fácil.
Por un lado ha dejado de tener el peso cuantitativo y cualitativo que tuvo en otros momentos dentro de su esfera profesional, siendo indudable el desarrollo de otras perspectivas teóricas anteriormente con escasa penetración. Incluso su imagen de "modernidad" ha decrecido notoriamente, aunque en algunos casos ésta pretende ser retomada por algunas de sus nuevas escuelas.

¿Tendrá posibilidad de recuperación, y por tanto salir de su situación actual tal vez no de decadencia pero sí de disminución de la influencia que llegó a tener? Es imposible preverlo, pero no hay muchas razones para ser optimista por la esclerotización que tienen sus instituciones oficiales, y el señalado "bizantinismo" de las "(pos)modernizantes" que, en importante medida, son reflejo de las actuales ideas prevalentes en el mundo actual.

Es por tanto difícil creer que pueda recuperar un sentido crítico como, al menos respecto a ciertas temáticas, tuvo en sus comienzos, y más si este sentido crítico debe tenerlo en el sentido apuntado en este trabajo, que lo llevaría a confrontarse con la cultura dominante, lo que equivale a decir con los poderes establecidos, en la que hoy se mantiene un sector reducido del campo psicoanalítico, y la vasta mayoría ha optado por el conformismo acrítico o cierto verbalismo pseudo-crítico al estilo de algunas posturas posmodernistas.

Enrique Guinsberg
Psicólogo argentino
residente desde hace más de veinte años en México D.F.
gbje1567 [at] cueyatl.uam.mx

Notas

1.  Freud. S.: “Las perspectivas futuras de la terapia psicoanalítica”, en Obras completas, Amorrortu Editores, Buenos Aires, Tomo XI , p.139. Todas las citas son de esta edición.

2.  Freud, S.: “Una dificultad del psicoanálisis”, tomo XVII, p.131-133. Op. Cit.En realidad podría ser la cuarta herida narcisista, si se incluye el determinismo económico que previamente formulara Marx.

3.  Un desarrollo mayor de esto en mi artículo "La relación hombre-cultura: eje del psicoanálisis", en revista Subjetividad y Cultura, México, Nº1, 1991; reproducido en Guinsberg, E., Normalidad, conflicto psíquico, control social, ob.cit.

4.  En algunos casos también será criticado desde perspectivas teóricas distintas como ocurre en todas las disciplinas, pero este es otro problema.

5.  Reich, W.: Materialismo dialéctico y psicoanálisis, Siglo XXI, México, 6a.ed. p.75-76.

6.  Si la teoría analítica destaca, en general correctamente, que toda acción humana tiene una causalidad, debería analizar el por qué -en Argentina, Brasil, México, etc- sus sedes, y los consultorios de sus miembros importantes, siempre están en zonas residenciales de alto status social. Algo tal vez tan anecdótico como sintomático.

7.  Es interesante mencionar que esta crítica muchas veces le fue hecha a la mayoría del llamado Psicoanálisis del yo que, efectivamente, llega a asumir explícitamente tal búsqueda; pero quienes así lo entienden desde el campo psicoanalítico no siempre lo hacen con otras de sus propias vertientes que, tal como se destaca, hacen lo mismo pero de manera no implícita.

8.  La no inclusión de estas incidencias culturales en la clínica es la conclusión de su negación teórica, y con las mismas significaciones. Acerca de la necesidad de su inclusión y sus dificultades, véase mi artículo "Desde la lectura de El malestar en la cultura: los psicoanálisis ¿entre la peste y la domesticación?", en Imagen Psicoanalítica, revista de la Asociación Mexicana de Psicoterapia Psicoanalítica, México, Nº 9, 1997.

9.  Un desarrollo mayor en mi artículo "Lo light, lo domesticado y lo bizantino en nuestro mundo psi". Subjetividad y Cultura, México, Nº 14, 2000.
 

 
Articulo publicado en
Agosto / 2001