Tensión:
1. Estado de un cuerpo estirado por la acción de las fuerzas que lo solicitan.
2. Fuerza que impide que se separe las diversas porciones de un cuerpo que se halla en dicho estado.
Diccionario de Ciencias Médicas Dorland Librería Ed. El Ateneo.
“Lo corporal” se apoya en diversas técnicas corporales cada una con su propuesta y encuadre de trabajo, con una visión particular sobre el sujeto y el mundo, con su forma de pensar el cuerpo y las problemáticas que él plantea: la Eutonía trabaja sobre la idea de “tono”, el método Alexander interroga el “uso” corporal, la Bioenergética investiga las organizaciones caractero-musculares. En nuestro país han tenido gran desarrollo los aportes que ubican al cuerpo como expresivo, tanto en sus vertientes más ligadas a la danza (Patricia Stokoe), a la poética corporal (Alicia Lipovetzky), a la psicomotricidad (Daniel Calmels), a lo novelado del cuerpo (Susana Kesselman), como así también en líneas vinculadas con el psicoanálisis, el teatro y el psicodrama (Elina Matoso y Mario Buchbinder).
En las primera etapas de configuración del campo corporal las nociones de relajación y unidad del cuerpo fueron ejes centrales para las metodologías y conceptualizaciones que surgían, siendo la percepción del cuerpo propio considerada como la llave de acceso a procesos de aprendizajes en unos casos o psicoterapéuticos en otros. Podemos decir que así como “el psicoanálisis restituye al sujeto la palabra, lo corporal abre la posibilidad de reintegrarle su potencia de percepción” (Liliana Singerman, comunicación personal).
Lo corporal se hace así presente en la cultura como instancia reparadora del organismo. Es posible pensar que allí donde la sociedad exhibe, impune, el daño, la tortura, la explotación o la exclusión, surge el ideal de un cuerpo conciente, integrado y armoniosamente relajado, libre de las tensiones que supone la lucha con el ambiente o capaz de encontrar el adecuado tonismo para sostenerla: “A medida que envejecemos el estado de reposo que todos aprendemos a adoptar está equilibrado o desequilibrado de acuerdo con el grado de tensión muscular mal distribuida. La hipertensión muscular es una tensión residual y una deformidad postural que queda después de una actividad esforzada o de cualquier actividad que deje tras de sí tensión muscular residual. Esta tensión residual debería resolverse teóricamente, mediante el retorno a un estado de reposo equilibrado; pero en general sólo se relaja parcialmente, sin solución del problema de la pauta diatónica. En el último caso, la tensión permanece latente en un estado de reposo desequilibrado, de tal suerte que bastara la idea de movimiento para reactivar la hipertensión muscular, normalmente en forma tensión anticipatoria o ‘preparación’”.(1)
En las conceptualizaciones que se desarrollan en la Europa en los años 40 y 50, la tensión aparece como algo que es necesario evitar o, si ya instalada, encontrar los mejores recursos para disolverla, redistribuirla, etc.; La relajación ofrece un modelo de cuerpo ideal a alcanzar y mantener. Estos abordajes hacen recordar las primeras formulaciones teóricas de Freud, en las cuales el funcionamiento del sistema nervioso esta regido por el “principio de inercia”, la tendencia a “desembarazarse de la excitación”. Esta búsqueda de la “no-tensión“, inalcanzable en la naturaleza del humano es reformulado como “Ley de constancia”, ideas con las que Freud construirá el conjunto de su teoría y que dan cuenta del funcionamiento del aparato psíquico: “El principio de inercia es quebrantado desde el comienzo por otra constelación. Con la complejidad de lo interno el sistema de neuronas recibe estímulos desde el elemento corporal mismo, estímulos endógenos que de igual modo deben ser descargados; estos provienen de células del cuerpo y dan por resultado las grandes necesidades: hambre, respiración, sexualidad. De estos estímulos el organismo no se puede sustraer como de los estímulos exteriores, no puede aplicar su Q para huir del estimulo. Solo cesan bajo precisas condiciones que tienen que realizarse en el mundo exterior; por ejemplo, la necesidad de alimento. Para consumar esta acción, que merece ser llamada “específica”, hace falta una operación que es independiente de Qn endógena, y en general es mayor, pues el individuo está puesto bajo unas condiciones que uno puede definir como apremio de la vida”.(2)
En el comienzo, entonces, ¡la tensión! Ya sea que surja de necesidades básicas o del funcionamiento intrapsíquico la tensión y sus vicisitudes parecen estar en el centro de las cuestiones de la clínica y de los procesos de construcción/deconstrucción de un cuerpo.
Las tensiones de una clínica:
La clínica corporal instaura un dispositivo que favorece:
-La producción de percepciones
-La visibilidad de las tensiones
-La nominación y figuración de los estados-cuerpo
-La puesta en movimiento y circulación de imágenes, sentidos, cantidades y cualidades corporales
-La apropiación y corporización del organismo
En este recorte singular los abordajes terapéutico-corporales se organizan alrededor de ciertas propuestas técnicas que ponen al cuerpo en el eje de una tensión cuyo atravesamiento permite interrogarse sobre la especificidad de estos dispositivos:
Quietud: La mayoría de las técnicas corporales invitan a entrar en la quietud como condición de la percepción; observar el propio cuerpo, registrar apoyos, bordes, tamaños, exige una cualidad quieta que permite focalizar y dar aumento a las sensaciones corporales. Lo sensoperceptivo no es un dato “a priori” de la experiencia, más bien es una construcción que requiere de dicho estado inicial. Aunque la imagen del cuerpo esté sostenida en la mirada y en el lenguaje, parte del dispositivo consiste en suspender la mirada y el lenguaje como organizadores de la acción cotidiana. La quietud es permanencia en alguna tensión, cultivo de sensaciones, espacio para el recuerdo, fuente de angustias y placeres. Es el cuerpo quieto de las técnicas corporales el que se impone en la clínica como produciendo subjetividad. En tanto quietud, hace percepción, constituyéndose así en condición y también obstáculo de la clínica del cuerpo en la medida en que no pueda ser destituida y cuestionada.
Expresión: Un cuerpo en movimiento, para ser observado por un terapeuta capacitado, caracterizado por posturas, gestos, dinámicas diferentes, “lo expresivo” es fundante del trabajo corporal en sus vertientes terapéuticas; desde Reich interpretando “la actitud aristocrática”, hasta los grupos terapéuticos que actualmente incluyen la escena y la máscara, lo expresivo está en el centro de la clínica corporal. Pero ya sea “... lo ex-presivo considerado como canalizador de la presión (interna-externa) o lo expresivo, como metabolización fantasmática o lo expresivo como lo lúdico que abre paso a lo creativo alojado en el cuerpo o lo expresivo como catártico”(3), la expresión implica tensiones sobre el movimiento y sobre la lectura: ¿quién se expresa? y ¿quién lee ese cuerpo expresándose? Podemos plantearnos una expresión libre al modo de la libre asociación: tan determinadas una como la otra por procesos inconcientes, jaquean el lugar del coordinador/terapeuta, reinstalando la necesidad de la palabra, la apelación a recursos plásticos u otras formas de simbolización. La expresión, siendo condición de nuestra clínica puede constituirse en obstáculo, si pretendemos reducirla a su “comprensión”.
Contacto: El contacto, que en las técnicas del cuerpo trasciende la noción de tacto, es un instrumento provocador que instala la pregunta sobre la posibilidad de relacionarse con otro cuerpo. ¿Qué es “comunicarse”, “tocar”, “mirar”? También el contacto interroga sobre lo nuevo y lo viejo en la clínica corporal, qué se inaugura como nueva experiencia y qué se reedita como repetición de patrones de la propia historia. El contacto puede favorecer o complicar los procesos transferenciales, es decir que aquello que sostiene la condición terapéutica puede tornarse obstáculo, según si la noción de contacto se usa para obturar un vació o para ponerlo en actividad. El contacto indica como lugar de incertidumbre, no sólo el “saber” supuesto sino también el supuesto en “ser” que se juega en el encuentro paciente-terapeuta.
Estas problemáticas articulan un espacio donde juegan algunos “imposibles” de la clínica corporal: “relajarse”, “percibirse”, “expresarse”, “comunicarse”. Más que objetivos alcanzables, la actitud clínica considerará lo que surja como nuevo en el intento de. Lo más interesante no será el cuerpo relajado sino las dificultades de relajarse, la movilidad de los estilos de expresarse, los malentendidos de la comunicación; la clínica corporal no es sin-tensión, más bien transita entre tensiones y entre imposibles. Es una clínica paradojal, en el sentido que Winnicott le otorga: paradoja como aquello contradictorio pero estructurante, que es necesario sostener, y no resolver.
Los modos de la tensión:
La noción de tensión me parece útil para pensar algunas cuestiones clínicas y posibilidades de intervención en un proceso terapéutico. Las definiciones de tensión remiten a cantidades, a fuerzas que se hacen o no presentes en un cuerpo, a las diferentes intensidades; y a las transformaciones de esas cantidades en cualidades corporales. También, como la pulsión, incluye la idea de trabajo y la de resistencia.
Me parece que hay dos grandes modalidades de presentarse la tensión en el cuerpo; modos de la tensión que pueden dar líneas diagnósticas y señalar caminos de intervención del terapeuta corporal:
-Hay un “cuerpo a de–construir”, cuerpo que se presenta consistente en su historia, conjunto de representaciones (imágenes, nombres, recuerdos, explicaciones); un cuerpo que se muestra con cierto borde, al modo de una estructura donde la tensión tendrá la forma de un síntoma, encierra un mensaje, está dirigido a. Es dolor, es angustia, que mueve a una producción subjetiva, tiene un sentido y un valor en la historia personal, de la cual es un elemento organizador. Aquí la tarea será “entrar” en esas representaciones desde la percepción, darles movimiento, ponerlas en escena, vestirlas con ropajes de viejos y nuevos personajes, hacer circular identificaciones y sentidos, revisar las “ posiciones” de lo corporal-subjetivo.
-Otras veces la tensión aparece como pura cantidad casi sin cualidades del orden de lo que no tiene nombre ni imagen, ha irrumpido al modo del trauma, haciendo caer los sistemas que intentaban organizar ese cuerpo. Es “in-sostenible” y exige algo que permita hacer soporte, red, representación. Un “cuerpo a construir”, donde la tarea es a veces inaugurar una historia o un espacio-cuerpo donde un “ yo” pueda habitar: dar piel, dar borde al interior del cual la cantidad se diversifique en producciones, en imágenes, en posiciones de tensión. Hacer marca de experiencia nueva en el tejido corporal implica también, de otro modo al terapeuta y a su cuerpo.
Aquellos “imposibles” de lo corporal, tomarán distintas formas y grados de posibilidad y diseñarán estrategias de intervención donde quietud, expresión y contacto, darán cuenta de estas diferencias de diagnóstico y tratamiento, formulando distintos encuadres, marcos de trabajo que puedan ser pensados como un “espacio-soporte; soporte en tanto implica soportar la emergencia de lo pulsional, que se va a re-crear a través del dispositivo tópico-analítico (...) En este sentido se habla de un dispositivo tópico, en tanto este define un lugar donde se juega la situación de crisis, pensando este espacio al decir de Freud como una proyección del carácter extenso del aparato psíquico. Recuérdese que hablar de espacio soporte es referirse no sólo a un cuerpo moviéndose en une espacio, sino a un espacio en un cuerpo. Este es el espacio que se fragmenta en una situación de crisis, dejando al yo atrapado por los efectos de la pulsión de muerte. La creación de un dispositivo donde aparecen espacios de lenguaje para tratar una crisis, permite pensar también en lo que denominaré un topoanálisis desde el cual se han podido desarrollar algunos conceptos específicos para conceptualizarlos”.(4)
¿Cual es el “topos” de una clínica de abordaje corporal? He intentado con estas notas, dar cuenta de un cambio en la definición y en la valoración en la noción de tensión: del esfuerzo por sustraerse a ella, la clínica la ubica hoy como instrumento de su operación sobre la subjetividad; lejos de ser inhibidora, paralizante o simplemente desarmonizadora, puede tornarse movilizadora y productiva. Paradoja y tensión: caminos privilegiados en la construcción de una clínica de abordaje corporal. Decir que la clínica corporal no es sin tensión propone pensar un espacio donde se oponen distintas concepciones sobre el cuerpo, la subjetividad, sobre el enfermar y la cura, y preguntarse por la operatoria específica de un terapeuta corporal. Decir que la clínica corporal no es sin tensión implica pensar el cuerpo mismo como un espacio donde luchan tendencias a la unidad y tendencias hacia lo fragmentario de la experiencia corporal. Implica interrogar algunas nociones que fundaron nuestra práctica: conciencia corporal, unidad-totalidad, integración, coraza, enraizamiento, etc., con la intención de enriquecerlas y articularlas con las ideas de prácticas cercanas en la preocupación por la subjetividad actual. Implica revisar la tensión entre percepción/recuerdo, por ejemplo, o entre vivencia/palabra y sus particulares modos de hacerse cuerpo. Implica “tensar” la relación cuerpo/cultura, preguntando por el “quantum” de lo social inscripto en la historia singular de cada cuerpo. Decir que la clínica corporal no es sin tensión implica, tal vez, abandonar un “cuerpo cierto” de las certezas de la técnica y aventurarse en un cuerpo de percepción ampliada, un cuerpo de incertidumbre..... ¡¡y sostenerla!!
Mónica Groisman
Lic. en Sociología.
Psicoterapeuta corporal
Notas
1. El principio de Matthias Alexander. El saber del cuerpo, Will fred Barlow. Ed. Paidos
2. Proyecto de psicología para neurólogos, Sigmund Freud. Amorrortu Editores.
3. El cuerpo, territorio escénico, Elina Matoso. Ed. Paidos.
4. Registros de lo negativo, Enrique Carpintero. Topía Editorial.