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24/7 El capitalismo tardío y el fin del sueño

 

Cualquiera que haya vivido en la Costa Oeste de América del Norte sabe perfectamente que, cada año, cientos de especies de pájaros migran hacia el norte y hacia el sur a lo largo de esa franja continental. Una de ellas es el gorrión de corona blanca. En el otoño, su ruta lo lleva desde Alaska hasta el norte de México y luego, en primavera, de regreso al norte. A diferencia de la mayoría de las otras aves, este tipo de gorrión tiene una capacidad muy inusual para permanecer despierto hasta al menos siete días durante la migración. Esta conducta de estación le permite volar de noche y buscar alimento de día, sin descansar un instante. Durante los últimos cinco años, el Departamento de Defensa de Estados Unidos dedicó grandes sumas de dinero a estudiar estas criaturas. Los investigadores recibieron fondos de varias universidades. En la Universidad de Wisconsin-Madison, los estudios se focalizaron en la actividad cerebral de estas aves durante estos largos períodos de vigilia, con la esperanza de adquirir conocimiento aplicable a los seres humanos. El objetivo era descubrir formas de hacer posible que la gente permaneciera sin dormir y, a la vez, que funcionara de manera productiva y eficiente. El propósito inicial era sencillamente la creación de un soldado insomne. Y el proyecto de estudiar al gorrión de corona blanca es solo una pequeña parte de un esfuerzo militar más amplio, dedicado a alcanzar cierto dominio sobre el sueño de los seres humanos. A partir de una iniciativa de la División de Investigación Avanzada del Pentágono [Defense Advanced Research Project Agency; DARPA], los científicos llevan adelante, en varios laboratorios, experimentos con técnicas de restricción del sueño que incluyen neuroquímicos, terapia genética y estimulación magnética transcraneana. A corto plazo, lo que se busca es desarrollar métodos para permitir que un combatiente se mantenga, como mínimo, siete días sin dormir y, a largo plazo, tal vez el doble de ese tiempo, preservando, a su vez, un alto nivel de rendimiento físico y mental. Los medios existentes para producir insomnio siempre han ido acompañados de déficits cognitivos y psíquicos (por ejemplo, disminución del estado de alerta). Esto ocurrió con el uso generalizado de anfetaminas en la mayoría de las guerras del siglo XX y, más recientemente, con drogas como Provigil®. El objetivo científico aquí no es el de encontrar formas de estimular la vigilia, sino más bien el de reducir la necesidad corporal de dormir.

Durante más de dos décadas, la lógica estratégica de la planificación militar de Estados Unidos se ha dirigido hacia la eliminación de la presencia humana en los circuitos de comando, control y ejecución. Se gastan incontables miles de millones en el desarrollo de robots y otros sistemas de identificación de blanco y ejecución operados a distancia, con resultados que han sido desalentadoramente evidentes en Pakistán, Afganistán y otros lugares. Sin embargo, a pesar de las afirmaciones extravagantes a favor de los nuevos paradigmas de armamento y las constantes referencias de parte de los analistas militares al agente humano como el anómalo “cuello de botella” en operaciones de sistemas avanzados, la necesidad militar de contar con grandes ejércitos humanos no va a disminuir en el futuro cercano. La investigación sobre el insomnio debe entenderse como parte de una búsqueda de soldados cuyas capacidades físicas se aproximarían a las funcionalidades de redes y aparatos no humanos. Los complejos científico-militares realizan esfuerzos impresionantes para desarrollar formas de “incremento cognitivo” destinadas a mejorar los varios modos de interacción entre el hombre y la máquina. Al mismo tiempo, los militares también están financiando muchas otras áreas de investigación cerebral, incluyendo el desarrollo de un medicamento contra el miedo. Habrá ocasiones en las que, por ejemplo, no podrá utilizarse un dron con misiles y se necesitarán escuadrones de la muerte con comandos resistentes al sueño y al miedo para llevar adelante misiones de duración indefinida. Como parte de estos esfuerzos, los gorriones de corona blanca han sido retirados de los ritmos estacionales de la costa del Pacífico, para ayudar en la imposición, sobre el cuerpo humano, de un modelo mecánico de duración y eficiencia.

Como ha demostrado la historia, las innovaciones relacionadas con la guerra se asimilan de un modo inevitable a una esfera social más amplia y el soldado insomne resultará el precursor del trabajador o el consumidor insomne. Productos para evitar el sueño, en caso de ser agresivamente promovidos por las compañías farmacéuticas, se convertirían primero en un estilo de vida y, por último, en una necesidad para muchos. Los mercados abiertos las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana y la infraestructura global montada para facilitar el trabajo y el consumo continuo han estado en vigencia durante algún tiempo, pero ahora es un sujeto humano el que está a punto de coincidir con ellos.

 

* Fragmento del Capítulo 1 del libro 24/7. El capitalismo tardío y el fin del sueño, Ed. Paidós, Bs. As., 2015.

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Articulo publicado en
Abril / 2016