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“Actualidad” de la neurosis de angustia

 

La pretensión de este trabajo es dar cuenta brevemente de la actualidad que mantienen hoy día las conceptualizaciones freudianas en torno a la neurosis de angustia. En este sentido, dicha “actualidad” remite tanto al carácter actual de su etiología -identificada y descripta por Freud en textos tempranos y diferenciada, junto a la neurastenia, de la de las psiconeurosis de defensa-, como a la vigencia que tal propuesta tiene en nuestros tiempos para dar cuenta de ciertos modos actuales de padecimiento.

Frente al embate de un neopositivismo psiquiátrico (DSM IV e industria psicofarmacológica mediante) que pretende reducir en su totalidad las causas de la enfermedad mental a un desequilibrio neuroquímico[i], la respuesta del psicoanálisis no puede ser tampoco la de una propuesta culturalista que interprete exclusivamente el padecimiento psíquico como “signo de su tiempo”, desconociendo el carácter universal de ciertas variables cuya permanencia trascienden a los modelos sociales e históricos[ii]. Si bien es cierto que cada época y cada sociedad producen formas particulares de presentación del sufrimiento psíquico -y que sin lugar a dudas no es mera casualidad que la Europa de la época victoriana producía histéricas, mientras que en nuestra Latinoamérica actual el padecimiento psíquico se presenta predominantemente bajo otras formas- ello en modo alguno comporta la anulación del conocimiento sobre el sujeto y el carácter intrapsíquico de su padecimiento que el psicoanálisis viene construyendo desde hace más de un siglo. El psicoanálisis actual tiene entonces el desafío de seguir sosteniendo -sin desconocer ni renegar de sus determinantes orgánicos, cada vez que estos tengan lugar- el carácter individual, histórico y representacional del padecimiento psíquico, así como sus condiciones histórico-socio-políticas de producción. Así, las conceptualizaciones de Freud respecto de las neurosis de angustia y los ataques de angustia (en el marco de las llamadas “neurosis actuales”) sigue ofreciéndonos elementos útiles para pensar algunas de las formas actuales de padecimiento psíquico, siempre y cuando podamos ponerlas a trabajar -retomando la expresión de Laplanche-, rescatando la fecundidad que ellas encierran.

 

Si volvemos sobre algunos textos tempranos[iii] encontramos una descripción minuciosa de dos cuadros psicopatológicos -la neurastenia y la neurosis de angustia- en los cuales Freud no reconoce aquello que había podido discernir como específico de las psiconeurosis, es decir, su origen en conflictos infantiles y el carácter simbólico de los síntomas. No obstante, la etiología de estas dos afecciones se encuentra igualmente en la esfera de lo sexual, aunque no en la sexualidad infantil sino en la vida sexual actual del adulto.

Dos interrogantes, entonces. El primero: ¿qué correspondencia podemos establecer entre los hoy llamados trastornos de ansiedad y ataques de pánico (categorías diagnósticas no psicoanalíticas), y aquello que Freud describiera como neurosis de angustia y ataques de angustia? Y conectado a esto: ¿cómo pensar en la actualidad la categoría de lo “actual” en psicoanálisis?

Si nos situamos en el plano de los síntomas la correspondencia que buscamos es evidente: un cuadro de irritabilidad general (que, señala Freud, indica una acumulación de excitación o una incapacidad para tolerarla; esto constituye un aspecto importante, y más adelante volveremos sobre ello), una angustia libremente flotante (expectativa angustiada) presta a conectarse con un contenido de representación que se le presente como adecuado, ataques de angustia (sin un objeto específico asociado, o que pueden conectarse con contenidos generales como la muerte, la locura, ciertas funciones corporales como la respiración o la actividad cardíaca), síntomas físicos (agitación, sudor, palpitaciones, temblores), inhibición de la locomoción (que Freud llama aquí agorafobia, pero encargándose de diferenciar la forma en que ésta aparece en las neurosis de angustia de su modo de presentación en las neurosis obsesivas; aquí hay otro elemento importante sobre el que luego volveremos). Estamos ante una descripción sintomatológica que no difiere en mucho de aquélla que podemos encontrar en los actuales manuales de nosología psiquiátrica respecto de los mencionados trastornos de ansiedad y ataques de pánico.

Pero cuando recorremos estos textos tempranos nos encontramos con que Freud no sólo describe una constelación de síntomas propios de las neurosis de angustia, sino que también ensaya una aproximación a la etiología de las mismas. En “Sobre la justificación de separar de la neurastenia un determinado síndrome en calidad de neurosis de angustia” afirma que el origen de éstas se encuentra siempre en una frustración en la vida sexual actual del sujeto, frustración que genera una acumulación de excitación que a consecuencia de ello experimenta una desviación del ámbito de lo psíquico: el psiquismo no encuentra manera de reequilibrar la excitación sexual endógenamente generada. El problema de la neurosis de angustia es entonces el de una falta de procesamiento psíquico. Se puede ver aquí la importancia que asume el aspecto económico, en la medida que lo que está en juego es una ecuación entre la capacidad metabólica del aparato psíquico y la magnitud e intensidad de las excitaciones a las que éste se ve expuesto.

La etiología de carácter actual, la falta de procesamiento psíquico y la presencia de una angustia libremente flotante, son particularidades que hacen necesario mantener la especificidad de la neurosis de angustia como neurosis actual y diferenciarlas de las psiconeurosis de defensa. A diferencia de éstas, en la neurosis de angustia -así como en la neurastenia- no interviene la defensa como mecanismo psíquico que desaloje de la conciencia una representación que le resulte inconciliable. Freud lo señala cuando alude a la diferencia entre la agorafobia (inhibición de la locomoción) de las neurosis de angustia y la que se observa en la neurosis obsesiva: en ambas se produce una traslación de un monto de afecto libre, pero mientras en la neurosis obsesiva ese monto de afecto ha quedado libre como consecuencia de la represión previa de la representación a la cual anteriormente estaba enlazado, en las neurosis de angustia no proviene de una representación reprimida sino que no es susceptible de ulterior reducción. Tampoco es posible equiparar neurosis de angustia y fobias, ya que mientras que en las fobias la angustia se enlaza a un objeto sustitutivo (como por ejemplo el caballo, en el caso de Hans) en las neurosis de angustia esa angustia es masiva, sin un objeto claramente manifiesto. Lo mismo ocurre si la comparamos con la histeria: los síntomas histéricos que se presentan en lo somático son el resultado de una conversión, una formación de compromiso entre el deseo y la defensa, en cambio en las neurosis de angustia tal formación de compromiso no tiene lugar, sino que se trata de una tensión física que al no poder procurarse una derivación hacia lo psíquico permanece en el ámbito del cuerpo.

Ahora bien, cuando volvemos sobre esta explicación que Freud da de las condiciones de producción etiológica de las neurosis de angustia, no podemos evitar toparnos con algunos puntos que nos resultan oscuros. Uno tiene que ver con la distinción entre excitación sexual somática y “libido psíquica”, como excitaciones ambas de carácter endógeno pero referidas a realidades diferentes, la primera a la del cuerpo, la segunda a lo psíquico. ¿Puede pensarse una excitación sexual puramente física, desprovista de referencia a un deseo que allí se ponga también en juego? ¿Acaso lo sexual por excelencia, la pulsión, no implica justamente una articulación ineludible entre el cuerpo y lo psíquico? La angustia no puede ser otra cosa que un afecto, algo del orden de lo psíquico. En este sentido Laplanche, al revisar la cuestión de la angustia en la obra freudiana, afirma: “la angustia como desbordamiento y abatimiento del yo por un exceso de libido, he ahí la teoría «actual»”. Y continúa: “una teoría psicoanalítica de la angustia no puede abstenerse de tomar en cuenta este ataque interno por la libido, que se desarrolla en el nivel mismo del cuerpo”.[iv] Bajo la luz del concepto de pulsión como estímulo endógeno, del que el aparato psíquico no puede huir, la afirmación freudiana de que el psiquismo “cae en la neurosis de angustia cuando se nota incapaz para reequilibrar la tensión (sexual) endógenamente generada”[v] adquiere otro espesor. Despejada esta dificultad nos sale al paso una segunda cuestión: si esta tensión sexual endógena -que en las neurosis de angustia el psiquismo no puede reequilibrar- no está por fuera de lo psíquico, ¿qué significa que su destino sea el de ser “desviada de lo psíquico”? Siguiendo a Freud no podemos entender esa desviación sino como una falta de procesamiento psíquico: lo que se ve imposibilitado en las neurosis de angustia es la ligazón de una moción pulsional a una representación. Al interceptarse la posibilidad de su ligazón, de su elaboración psíquica, el monto de afecto deviene cantidad descualificada, desligada de toda representación, angustia sin objeto. Resuena aquí una posible referencia a la angustia automática, descripta por Freud en 1926[vi], y que nos sirve también de apoyatura para pensar -en el marco de esta segunda teoría de la angustia- a los ataques de angustia como un desprendimiento masivo de excitaciones como consecuencia de una falla en el desprendimiento de angustia-señal.

En nuestro intento de establecer una posible correspondencia entre los denominados por la psiquiatría y la psicología cognitivo-conductual trastornos de ansiedad y ataques de pánico, y las categorías psicoanalíticas de neurosis de angustia y ataques de angustia, se nos presenta un tercer obstáculo, ahora referido a las formas etiológicas que Freud describe como causas específicas de la neurosis de angustia: angustia virginal, de las recién casadas, causada por la abstinencia voluntaria, por la eyaculación precoz o el coitus interruptus, por excitación frustránea, o relacionada con el climaterio y la senescencia. En la clínica actual nos encontramos, además de neurosis de angustia que responden a esta etiología consignada por Freud, con cuadros que sin lugar a dudas podemos encuadrar dentro de la neurosis de angustia pero para los cuales no se dejan discernir como específicas tales condiciones de producción provenientes de la vida sexual, sino que en ellos encontramos como causa específica ciertas formas traumáticas en que se produce el impacto de la realidad socio-política sobre el aparato psíquico, y que siguiendo a Silvia Bleichmar podemos caracterizar como “procesos de desubjetivación”. La realidad socio-política -entendida como “el conjunto de variables sociales, económicas y políticas que fundan y sostienen un campo representacional en el cual se despliegan angustias, temores y relaciones consigo mismo y con el otro humano”[vii]- de la última década en nuestro país ha impactado en una gran parte de la población produciendo en los sujetos enormes niveles de desesperanza, de dolor, así como la ruptura del lazo social como lazo amoroso que emplaza al otro (y al sujeto mismo, para ese otro) en el lugar de semejante. Reducidas a su inmediatez, un gran número de personas se ven despojadas de todo proyecto vital e identificatorio en la medida que estos desaparecen del horizonte de lo alcanzable, más allá de todo plazo. Se trata de algo diferente a la sistematización del terror como política del Estado, tal como se produjo durante la última dictadura militar en nuestro país: el neoliberalismo ha instalado aquello que Hannah Arendt describiera como “banalidad del mal” -y que alude a un modo particular de ejercicio de la violencia, sin furia, sostenido en la ausencia total de reconocimiento de la destrucción que se ejerce sobre los otros, considerados como algo desechable (es decir: no considerados en tanto “otro”, semejante)- como uno de los principales mecanismos de control social.

Con este desplazamiento de la vida sexual como factor etiológico específico y único de las neurosis de angustia de la actualidad, y agregando como factor específico también a los efectos provocados por el impacto intrapsíquico de la realidad socio-política, en apariencia nos estaríamos apartando de la tesis freudiana según la cual lo inmetabolizable en las neurosis de angustia proviene del interior (interior que, como ya hemos desarrollado, alude no sólo al cuerpo somático sino también a su inevitable atravesamiento y parasitación por líneas libidinales) y no del exterior. No nos extenderemos en este punto, lo cual supondría dar cuenta de los diferentes modos en que se produce el ingreso de la realidad al aparato psíquico. Sólo señalaremos que la realidad como conjunto de fuerzas exterior al psiquismo es para éste una fuente permanente de estímulos que en la medida que ingresan al aparato devienen para éste excitaciones, adquieren el carácter de un interno-exterior (interior al psiquismo, exterior al yo) que esforzará al aparato a un trabajo psíquico de ligazón y metabolización -de procesamiento, en términos freudianos-, de descomposición y recomposición, trabajo psíquico cuyas condiciones de posibilidad estarán dadas no sólo por el entramado simbólico-representacional de cada sujeto en particular sino también por las posibilidades de articulación y regulación que desde lo social se pueda ofrecer.

Si las neurosis traumáticas son las neurosis guerra y de los grandes accidentes, podríamos decir que nuestras actuales neurosis de angustia son una suerte de neurosis traumáticas de los “tiempos de paz”, y de los pequeños, cotidianos y sistemáticos “accidentes”: lo catastrófico organizado como cotidiano. De alguna manera esto es lo que señala Silvia Bleichmar cuando afirma que “La violencia sin regulación […], la pérdida de trabajo que conlleva no sólo el riesgo autoconservativo por la carencia sino también la deconstrucción de identidades producidas a lo largo de las generaciones, la ausencia de representación de futuro para los niños que impone a los padres el incumplimiento de su propia promesa generacional y una expulsión de la identidad acuñada a lo largo del tiempo, la descomposición de las relaciones al semejante a partir de la atomización y el aislamiento como efecto de la competencia laboral en los sectores laborales ocupados, son formas con las cuales la realidad económica y política ejerce sus efectos en la subjetividad, en particular en los modos con los cuales el yo se representa a sí mismo y se sostiene en su función integradora no sólo a nivel del psiquismo individual sino social”[viii].

Esta es una de las tantas vías a través de las cuales lo real, lo actual, ingresa al aparato psíquico, y también a nuestros consultorios o a cualquier otro dispositivo en el cual tenga lugar nuestra praxis como analistas. Pensar a la actualidad social y política como productora de un padecimiento actual -en sentido psicoanalítico- es también una vía posible para rescatar la fecundidad de aquella propuesta freudiana respecto de las neurosis de angustia.

 

Ignacio Chiara

 

Licenciado el Psicología.

Miembro del “Movimiento Psicoanálisis 3” de la ciudad de Santa Fe.

ignaciochiara [at] yahoo.com.ar

 

 

Bibliografia

 

Bleichmar, S., “Las formas de la realidad”, en La subjetividad en riesgo, Buenos Aires, Editorial Topía, 2007.

Freud, S., “Sobre la justificación de separar de la neurastenia un determinado síndrome en calidad de neurosis de angustia” (1895 [1894]), Obras Completas, Tomo III. Buenos Aires, Amorrortu Editores, 1996.

Freud, S., “A propósito de las críticas a la neurosis de angustia” (1895), Obras Completas, Tomo III. Buenos Aires, Amorrortu Editores, 1996.

Freud, S., “Inhibición, síntoma y angustia” (1926), Obras Completas, Tomo XX. Buenos Aires, Amorrortu Editores, 1996.

Laplanche, J., Nuevos fundamentos para el psicoanálisis. La seducción originaria, Buenos Aires, Amorrortu Editores, 2001.

Laplanche, J. y Pontalis J-B., Diccionario de Psicoanálisis, Buenos Aires, Paidós, 1

 

Notas

 

[i] Ninguno de nosotros desconoce el problema que implica la actual medicalización del padecimiento subjetivo tanto infantil como adulto (el tratamiento psicofarmacológico de los llamados ADD/HD y panic attack, respectivamente, constituye un ejemplo paradigmático de ello), donde lo que se oferta y se vende es la ilusión de un bienestar en el que la supresión de los síntomas como fin en si mismo se encuentra siempre al servicio de un taponamiento del malestar psíquico.

[ii] Para un desarrollo más extenso de estas ideas, véase: Bleichmar, Silvia,“Entre la producción de subjetividad y la constitución del psiquismo”, Revista Ateneo Psicoanalítico, Nº 2, Buenos Aires, 1999.

[iii] Cf. Freud, Sigmund, “Sobre la justificación de separar de la neurastenia un determinado síndrome en calidad de neurosis de angustia” (1895 [1894]), “A propósito de las críticas a la neurosis de angustia” (1895) y “La sexualidad en la etiología de las neurosis” (1898), Obras Completas, Tomo III, Buenos Aires, Amorrortu Editores, 1996.

[iv] Laplanche, Jean, Nuevos fundamentos para el psicoanálisis. La seducción originaria, Buenos Aires, Amorrortu Editores, 2001, Pág. 29.

[v] Freud, Sigmund, “Sobre la justificación de separar de la neurastenia un determinado síndrome en calidad de neurosis de angustia” (1895 [1894]), Obras Completas, Tomo III, Buenos Aires, Amorrortu Editores, 1996, pág. 112.

[vi] Cf. Freud, Sigmund, “Inhibición, síntoma y angustia” (1926), Obras Completas, Tomo XX. Buenos Aires, Amorrortu Editores, 1996.

[vii] Bleichmar, Silvia, “Las formas de la realidad”, en La subjetividad en riesgo, Buenos Aires, Editorial Topía, 2007, pág. 58.

[viii] Ibid., págs. 59-60.

 

 
Articulo publicado en
Noviembre / 2009