La postmodernidad nos ha sorprendido con la noticia de una supuesta “crisis de la familia”, crisis que amenaza con su inexorable fragmentación, su creciente “desorden”, con su probable desaparición. Hechos que, por otra parte, parecen ser responsables de una serie de trastornos que pueden ser registrados a nivel social (adicciones, violencia doméstica, abusos sexuales, etc.), causantes a su vez de la desconcertante aparición de “nuevas patologías” a nivel individual; hechos que no dejan de comprometer al psicoanálisis tanto desde el punto de vista teórico como clínico.