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Acerca del Estado Nación: abriendo una polémica

 

Nos proponemos plantear una polémica con algunas ideas marco-macro, presentes en el campo de los trabajadores de salud mental, que se toman como base teórica para entender el mundo actual y la Argentina en particular y las derivaciones sobre la subjetividad que de ellas se desprenden.
Queremos debatir en esta oportunidad la formulación de la caída del Estado nación. Entendemos que ésta es parte de las concepciones hegemónicas sobre la globalización, caracterización que se acepta como una verdad incuestionable, como un hecho de la realidad y no como una formulación ideológica.
Esta idea se presenta con distintas modalidades, desde las que reconocen la existencia del Estado como entidad formal pero no lo tienen en cuenta en sus análisis, hasta las que llegan a la negación de su existencia En este último caso se suele considerar como equivalentes la crisis profunda que atraviesa la salud pública, educación y justicia, o las privatizaciones, etc, con la inexistencia del estado.
El estado habría sido sustituido por el mercado como instancia organizadora de las relaciones sociales. Esta idea es, según nuestra opinión, funcional a la de los economistas de la clases dominantes, que plantean que hay que aceptar que el mercado es el que manda, y que no se puede hacer otra cosa ante esto. Si bien aparecen como posiciones contrapuestas, y lo son desde el punto de vista subjetivo, coinciden en enmascarar lo principal , que , entendemos, es la estructura económica, y el poder de las clases que la sostienen a través de la fuerza del estado. La utilización de la categoría de las “leyes del mercado” oculta que sigue habiendo estados nacionales, algunos opresores y otros oprimidos. Cuando hablamos del Estado nos referimos al conjunto de instituciones superestructurales que garantizan el mantenimiento y autorreproducción del orden económicosocial instituido.
A partir de definir, casi como premisa, la sustitución del estado-nación por el mercado, los analistas que sostienen esta concepción pasan a ocuparse, sin mediaciones, del problema de la subjetividad, que habría sido destituida por el mercado.
Plantean que han variado las formas de dominación. Mientras en la lógica estatal y nacional la dominación tendría como procedimiento el disciplinamiento para controlar la conciencia de los ciudadanos a través de la alienación, ahora solo existiría el mercado que promueve la multiplicación de los actos de consumo que destituyen la subjetividad. En la lógica del mercado la conciencia ya no es el objeto mas preciado para dominar sino que el terreno de dominación es la subjetividad consumidora.
La operatoria del mercado, dicen, no impone limitaciones al ejercicio de la libertad, ya que esta se convierte en inútil. El horizonte de dominación no es la alienación sino la fragmentación, con un correlato de ausencia de sentido , en la subjetividad consumidora.
De esto desprenden que ahora se trata no de subvertir el orden social, no de luchar por transformarlo, sino de promover estrategias de subjetivacion que se propongan producir “situaciones habitables” que permitan , ante el sin sentido del consumismo, dar sentido, y, ante la incertidumbre, la indefensión, la desprotección, apuntalar.
Sostienen que mientras en los estados nacionales para salir de la alienación, era necesario un trabajo de subjetivación que implicaba básicamente una impugnación del sistema, en la época que denominan “del mercado y sus fragmentos” la tarea subjetiva no necesita de la subversión de la estructura social si no, como decíamos anteriormente, de la creación de situaciones habitables, que permitan el desarrollo de lazos sociales.
Esto queda por ejemplo expresado por Ignacio Lewcowicz, en la revista Campo Grupal Nº 37, refiriéndose al papel de las asambleas: “hay desvanecimiento general de la potencia estatal, no se combate a un enemigo estatal consolidado, sino que se intenta habitar con alguna potencia la pura dispersión generada por la destitución del estado, generada a su vez por los flujos de capital financiero. Dicho al revés, activamente: entre el estado y el pueblo en su juego de soberanía se ha interpuesto otra cosa heterogénea que ha disuelto el juego , que ha desfondado al estado y que ha dispersado al pueblo...las asamblea intentan constituir la vecindad, la adherencia, la cohesión. No buscan ir más allá del estado sino más allá de la dispersión pura...las asambleas no tienen que organizar el trabajo de expulsión de los usurpadores del estado sino el trabajo de cohesión entre la gente dispersa...no es exigencia de que se vayan todos, sino asunción de que ya no hay nadie”.
Nuestra experiencia nos ha demostrado que, efectivamente, cuando se produce un movimiento social, ese movimiento, además de la lucha por resolver sus problemas específicos, produce un efecto, característico de todo agrupamiento de cohesión, de ligadura entre sus integrantes, que funciona como apuntalador en su triple significado apoyo, modelización y transicionalidad creadora.
En muchos casos la participación en movimientos que despliegan prácticas sociales de este tipo, contribuye a transformar los sentimientos de impotencia en potencia, a recuperar la autoestima , a elaborar en mejores condiciones las situaciones traumáticas, a desarrollar la autonomía y la creatividad.. En términos generales, la lucha por la transformación de la realidad es un factor que contribuye activamente a la preservación de la salud mental .Si bien no fue formulada por Freud en relación a esta problemática, recuperamos su concepción de que “llamamos normal o sana una conducta que no niega la realidad....pero se esfuerza en transformarla. Esta conducta normal y adecuada conduce naturalmente a una labor manifiesta sobre el mundo exterior”.
La cuestión reside, y en eso nos posicionamos claramente, en si lo que les otorga su significación y sentido fundamental a esos agrupamientos es el aspecto de cohesión, o sea “ser”, o si lo fundamental es lo que ese grupo se proponga: una acción transformadora en el plano social. Entendemos que esta práctica social transformadora es la que simultáneamente abre condiciones para los cambios subjetivos., no solo en aquellos que participan directamente de ella, sino al conjunto que la toma como referente, cumpliendo una función instituyente.
Está claro que si se desestima el poder del Estado, el papel de las asambleas como ejercicio de la democracia directa, como gérmenes de doble poder, queda también desestimado. Si bien Lewcowicz se refiere a las asambleas , esto también se extiende a todas las formas actuales de organización del movimiento popular. Este planteo desconoce el momento, las condiciones y los motivos por los cuales surgieron las asambleas populares, es decir desconoce su aspecto fundacional.
Por otra parte, coincidimos en que el estado se ha debilitado en su función de metaorganizador, de referente, de regulador de los intercambios psíquicos y sociales, en el plano del universo simbólico. Esto está en relación con la existencia de una crisis de hegemonía de las clases dominantes y de la dificultad concomitante en sostener los mecanismos de consenso y de control social.
El problema es si estas características de la situación actual implican que el estado ya no existe o si son indicadoras, de la profundidad de la crisis económica, política y social.
Otra cuestión en debate es la problemática de la alienación. El concepto de alineación no es unívoco, aunque reconoce lazos internos en sus diferentes acepciones.
El concepto marxista de alienación se refiere básicamente a la desapropiación, por parte del trabajador, del producto de su trabajo, que aparece luego, en la estructura social, como mercancía, ajeno e inmanejable para aquel que lo ha creado, quien se convierte, a su vez, en otra mercancía.
Hablamos de alienación, en el plano psicosocial, en tanto las personas se desapropian de parte de sí mismas, en el ámbito del proceso secundario, es decir en el orden del pensamiento, perdiendo la capacidad de crítica en relación a ciertas ideas que se les imponen desde el exterior.
Piera Aulagnier define la alienación como una patología de la idealización y, por lo tanto, de la identificación. Vale la pena señalar que producimos una cierta ampliación y modificación de su concepto, de acuerdo con su sentido más riguroso. Más particularmente no lo consideramos sólo desde el punto de vista de la patología, ya que existe siempre un grado de alienación inevitable, dado por las necesidades de pertenencia social que requieren alguna adscripción individual a los ideales colectivos por la tendencia espontánea del yo al reducir la distancia con el ideal.
En la alienación se impone un discurso al sujeto desde el exterior, discurso que es tomado con valor de certeza y que es asumido por el sujeto como propio, convirtiéndose a su vez en portavoz. Constituye un accidente desconocido por el sujeto, compartido con otros, y sólo reconocible por un observador externo.
Consideramos que a pesar de la crisis, la problemática de la alienación persiste, aunque se haya debilitado. Y si es menor no lo es por la inexistencia del estado y del disciplinamiento que este despliega, tampoco por la hegemonía del mercado ni por la fragmentación , sino por el descrédito del discurso de las clases dominantes y por la práctica social instituyente de nuevas representaciones sociales y de nuevos ideales colectivos.
El poder, aún en medio de la crisis, necesita insistir en promover mecanismos de consenso y garantizar su autorreproducción.
Se puede pensar este fenómeno en distintos niveles. Por un lado las campañas de acción psicológica que persisten intentando construir sistemas de ideas enmascaradoras. A título de ejemplo : las campañas mediáticas sobre la cuestión de la inseguridad, de la cual se omiten las causas y, ante la indefensión social ciertamente promovida , se propone como salida la mano dura, o la pena de muerte, preparando el dispositivo para intensificar la represión a las luchas sociales.
O la inducción a considerar como natural e inevitable el sistema capitalista, y a que los sujetos sociales asuman esta idea como convicción propia
No queda claro por otra parte que es lo que se entiende por libertad.. La represión del 19 y 20 de diciembre, los asesinatos de Avellaneda, o la amenaza por EEUU de invasión a Irak, por ejemplo, nos eximen de comentarios.
Por otra parte sostenemos el concepto de Engels en el sentido de que la libertad es la conciencia de la necesidad. No se trata de pensar o de decir lo que se quiera. Se trata de la conciencia colectiva y personal de la necesidad y, por lo tanto, de la posibilidad de reconocer las condiciones concretas de la explotación, de reconocerse como sujetos sociales activos capaces de transformar la realidad y en ese proceso transformarse a sí mismos.
Afirmamos la relación de interioridad entre estructura social y subjetividad y consideramos que la primera. constituye el aspecto principal en esa relación. Y en particular, la relación , como parte de la estructura social, entre las relaciones de producción y la subjetividad.
La participación misma de los trabajadores de salud mental en las luchas sociales actuales, está detonada por la incidencia de la crisis económica en su vida y en su práctica profesional. Cuando desde estas ideas se lo reconoce, este reconocimiento toma el carácter de una reprobación moral: “nos tocaron el bolsillo y por eso ahora salimos”. Como si la práctica social fuera un producto exclusivo de las ideas, de la conciencia, como si fuera sólo un acto ético, y no surgiera a partir de la búsqueda de resolución de las necesidades.
Entendemos que estos debates son importantes por la incidencia que tienen, no solo en la práctica social y política, sino en el ámbito de las prácticas profesionales específicas.

Diana Kordon Lucila Edelman
Médicas psiquiatras.Psicoterapeutas.Miembros titulares de la AAPPG.miembros del EATIP
eatip [at] fibertel.com.ar

 
Articulo publicado en
Noviembre / 2002