Ella: Buenos días, yo soy la otra.
EL: Buenos días, cuando usted me dice que es la otra yo pienso inmediatamente en que es la amante de alguien.
Ella: No, no. Yo me presento como la otra porque ustedes siempre hablan del otro, que es masculino, y yo soy mujer, por eso le digo que soy la otra.
EL: Si usted se presenta, entonces, como la otra, uno cree que hay otros más además de usted, digamos que si hay otra es porque no está sola.
Ella: Usted bien sabe que si bien en este mundo actual estamos en soledad, existencialmente angustiados por nuestra soledad, es un mundo en el que hay muchos otros y otras, es decir, no estamos solos.
El: Ahora bien, usted me dice “yo soy la otra” y eso suena como a decir “soy una refugiada, una extranjera”.
Ella: Eso pasa porque el problema del otro se considera a partir de lo exótico o de lo extraño, si usted reflexiona un poco más se dará cuenta que hablamos del otro cuando percibimos discriminación o exclusión.
El: Es que el término “otro” es casi un equivalente al de “ente” o “esencia”, el otro es una entidad metafísica. ¿Dónde está el otro?, en realidad, siguiendo el pensamiento de David Hume, “ser es ser percibido” y si el otro no se percibe, entonces no existe.
Ella: Usted me lleva por un carril demasiado ontológico e inconsistente, yo quisiera hablar en términos más cercanos a la gente común. O ¿acaso el otro no es una persona común?.
El: Mire si el otro es una entidad metafísica, excede a lo común, ya que no se percibe sino que se piensa, yo pienso en el otro, pero no lo percibo, entonces puedo llegar a sospechar que en realidad el otro no existe.
Ella: Las consecuencias a las que usted está arribando son muy peligrosas, porque es como decir, hablamos del otro, pero el otro no existe mas que en nuestro discurso y los otros reales de carne y hueso quedan fuera de nuestra consideración.
El: Ese es el peligro de la metafísica, tantas esencias, existencias, entes reales e ideales, que quedamos en una red conceptual imposible de abrir a la existencia concreta.
Ella: En definitiva, yo quería decirle que hay otros y que hay otras, aunque usted lo interprete como una lucha de género, pero yo como mujer me siento discriminada; tanto hablar del otro y las otras ¿qué?.
El: Tiene razón, cada vez que se habla o se piensa en el otro, la otra queda excluida, es que todo juicio universal siempre deja un particular afuera.
Ella: De esta cuestión, la Declaración Universal de los Derechos Humanos es un buen ejemplo, dice que todos los hombres son libres e iguales y luego aparecen los niños, los aborígenes, las mujeres, los negros diciendo que ellos y ellas no son iguales ni libres.
El: Entonces ¿usted piensa que ya no tendríamos que hablar del otro?.
Ella: Hay que hablar del otro sabiendo que también existe la otra y por lo tanto nombrarla.
El: Entonces quedaría resuelto el problema del género, aunque yo pienso que él único género es el humano. Y los otros problemas ¿quedan sin ser considerados?.
Ella: Lo que ocurre es que, en verdad, el gran problema no es el otro sino la diferencia. ¿Qué hacemos con la diferencia?.
El: Está bien, desplazamos el problema del otro del centro de la cuestión y hacemos girar toda la problemática alrededor de la diferencia.
Ella: Esa propuesta me parece más atinada, sobretodo porque la diferencia es femenina.
El: Le doy un consejo, trate de salir un poco del problema del género, porque sino será usted entonces la que discrimina; la diferencia no es varón ni mujer, es eso, diferencia.
Ella: ¿Qué hacer con la diferencia?, sobretodo ¿qué hacer con la diferencia de los demás?, ¿cómo entenderla?.
El: Bueno, yo le propongo, ya que estamos dialogando muy civilizadamente, que trabajemos en torno al problema de la diferencia que es lo más relevante, dejando de hablar de los diferentes, porque hablar de los diferentes, en definitiva es discriminarlos.
Ella: Entiendo, si yo señalo al otro como el diferente, estoy poniendo en alerta a los que no se consideran diferentes y entonces comienzan a crear gabinetes, disciplinas, cuerpos teóricos en dos volúmenes y abordan al diferente dejando de pensar en él o en ella como un semejante.
El: Estamos llegando a un acuerdo y eso que usted al comienzo venía a la defensiva conmigo, porque al ser otra se consideraba diferente.
Ella: Sí yo siento que al ser otra, ustedes los otros me ubican como la diferente.
El: Pues bien, se abre ahora una nueva posibilidad que intenta superar a las anteriores, pensemos la diferencia, reflexionemos juntos, y a partir de los resultados de nuestra indagación, podremos pensar la diferencia en términos éticos.
Ella: Y a partir de esa propuesta lo que sigue es pensar pedagógicamente la diferencia y encontrarle una salida política.
El: Me parece bien, ha sido un gusto conocerla señora otra, yo era otro al que todavía no se le había ocurrido todo esto, conocerla me ha llevado por caminos que en su ausencia estaban cerrados.
Ella: Ha sido un honor para mí, nunca pensé que el otro sería tan importante para mi crecimiento personal.
Angelina Uzín Olleros