Un problema tan antiguo como la filosofía misma es el del cambio y la permanencia, el motor del cambio entendido como devenir con su consiguiente reflexión histórica: si todo se transforma con el paso del tiempo ¿qué es lo que permanece?; a su vez cada época habla a través de sus protagonistas, algunos se interesan por las rupturas otros por las continuidades, ponen el acento en el pasado o en el futuro para definir el presente, lo actual o lo inactual de lo que acontece ahora en el mundo contemporáneo.
Un mundo desencantado sostenido a su vez en una teoría del desencanto: nada nuevo por hacer ya que estamos en el “desván de la historia”
La noción de sujeto ha transitado por diversos enfoques como sujeto de conocimiento, sujeto ético y sujeto político; esta noción moderna de la condición humana pone el acento en alguien que es lo que es porque responde a su propia naturaleza: racional, social y política. Lo que subyace es lo que hace a ese animal humano un sujeto, lo sostiene. Como concepción antropológica, la de “sujeto” es heredera del término utilizado por Aristóteles hypokeímenon.
Pocos términos resultan tan polisémicos como el de campo. Con relación a la acreditación científica y su producción, podemos conjugar definiciones que destacan lo político-ideológico por un lado o lo científico-académico por otro.
La idea actual de democracia continúa ligada a la idea de representación. El concepto de “representación” se encuentra asociado a diversas maneras de definición y caracterización, en principio, podemos afirmar que toda re-presentación es una presentación ajena a lo representado. Es decir, estar presentes in-directamente en aquello que alegóricamente nos muestra una realidad que no está presente por sí misma sino por otro, ya sea en forma de imagen, de metáfora, de relato.
Quisiera considerar al menos dos cuestiones - al comienzo de este artículo - para pasar luego a diferentes posiciones acerca del tema que hoy nos convoca, a saber: el poder y la política. En primer término pensar en la vinculación o desvinculación entre Filosofía moral y Filosofía política y la "difusa" frontera que separa a ambas en algunas corrientes de pensamiento.
Eugène Delacroix plasmó en su lienzo una escena filosófica muy aristotélica, “La muerte de Sardanápalo” (1827-1828)1 no por describir el pensamiento del filósofo griego sino por mostrar aquello que Aristóteles atacaba en su obra: el hedonismo.“Hedonismo” significa la búsqueda de los placeres, la entrega a las pasiones carnales.
Para Aristóteles, la felicidad no consiste en conseguir los placeres, por el contrario, se es feliz cuando nuestro comportamiento se opone al placer dedicándose a la acción política y a la contemplación.
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Carla Delladonna (compiladora), Rocío Uceda (compiladora), Paulina Bais, María Sol Berti, Susana Di Pato, Marta Fernández Boccardo, Romina Gangemi, Maiara García Dalurzo, Bárbara Mariscotti, Agustín Micheletti, María Laura Peretti, Malena Robledo, Georgina Ruso Sierra