Suicidio adolescente: Algunos intentos de darle voz a una epidemia silenciosa | Topía

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Suicidio adolescente: Algunos intentos de darle voz a una epidemia silenciosa

 

La fiebre de un sábado azul y un domingo sin tristezas
esquivas a tu corazón y destrozas tu cabeza…
Y en tu voz, sólo un pálido adiós…
Charly García, 1979

A partir de las entrevistas realizadas a tres profesionales psicólogos2 que se encuentran trabajando con la problemática del suicidio adolescente en distintas localidades de la Provincia de Buenos Aires, hemos podido detectar como común denominador: la carencia de estadísticas fidedignas; el aumento de los intentos de suicidio desde 2011, y en especial luego de la pandemia covid-19; el fenómeno de la identificación-propagación o efecto dominó a partir del manejo de la información; la más que evidente relación con las autolesiones, la violencia familiar y las adicciones; considerar la universalidad de la crisis adolescente sumada a las de la institución familiar y del contexto social, económico, político y cultural; el predominio de la carencia de un proyecto vital esperanzador tanto para jóvenes como para adultos, en medio de un mundo globalizado expulsivo y de exclusión. Estos valiosísimos testimonios se encuentran detallados en: https://www.topia.com.ar/articulos/suicidio-adolescente-segunda-parte. En base a ellos y a otros textos que hemos venido revisando, nos aventuramos a compartir estas apreciaciones.

A manera de introducción

El suicidio puede definirse como la muerte causada por conducta auto-inflingida y dañina, que tuvo carácter intencional. Es un problema mundial de salud pública con impacto económico, social y psicológico. En un trabajo clásico, el psiquiatra inglés Erwin Stengel3 ha aclarado que “suicidio” significa el acto fatal, e “intento suicida” el acto no fatal de auto perjuicio llevado a cabo con un consciente intento autodestructivo. Cada año mueren alrededor de un millón de personas en el mundo a causa del suicidio (Ellis, Rutherford, 2008), y habría alrededor de 3500 suicidios diarios en todo el planeta. En Argentina, según datos de UNICEF (2019), es la segunda causa de muerte entre chicos de 10 y 19 años. Los casos se han triplicado en los últimos treinta años, hay suicidios cada tres horas, duplicando incluso la cantidad de muertes por homicidio. De todos modos, no hay datos totalmente fehacientes, dado que en general no es tan simple determinar muertes por suicidio consumado, a la vez que se tiende a evitar hablar del tema a partir del supuesto mito del contagio y la propagación. El suicidio parece ser la acción más personal que un individuo pueda asumir, sin embargo, las relaciones sociales juegan un papel importante en su causalidad. Es un problema específicamente humano, solamente el ser humano puede querer su muerte y matarse a sí mismo. No hay períodos en la historia sin registro de suicidios (Stengel, 1965).

Nadie se quiere matar si antes no renunció a la posibilidad de amar y ser amado; nadie se quiere matar si a la vez no deseó matar a alguien; y nadie se quiere matar si su muerte no fue deseada por alguien

El término latino “adolescere”, significa crecer, desarrollarse o cultivarse, aunque otra acepción lo liga al padecer o experimentar dolor. Más allá de todas las disquisiciones acerca de donde corresponde circunscribir a nivel cronológico la adolescencia4, podemos decir que es un período de desarrollo biológico, psicológico y social que ocurre entre los 12 y los 20 años. Una transición entre el final de la niñez, la pubertad y la etapa más joven de la adultez, por lo general anterior a la independencia económica. Este pasaje se caracteriza por el despertar sexual, la búsqueda de un sentimiento unificador de identidad capaz de integrar el intenso flujo pulsional que se despierta con todos los mecanismos disociativos característicos, una serie de duelos puntuales5, la tendencia a idealizar al grupo de pares (en desmedro de las figuras parentales o de autoridad, con las cuales se busca confrontar), y la adquisición del pensamiento abstracto. Ha sido un momento crítico en todos los tiempos, con el agregado de las situaciones que se suman en medio de un contexto familiar, social e institucional y comunitario, también críticos.

Desenmascarar al monstruo

El exceso de realidad produce monstruos”, suele decir Enrique Carpintero, y en relación a esta metáfora tan vívida -volviendo a Stengel- nadie se quiere matar si antes no renunció a la posibilidad de amar y ser amado; nadie se quiere matar si a la vez no deseó matar a alguien (por lo que detrás de todo intento de suicidio hay un intento de homicidio, como considera la mirada psicoanalítica clásica); y nadie se quiere matar si su muerte no fue deseada por alguien (por lo cual, muchos suicidas terminan actuando el deseo de otros). Tres razones punzantes y evidentes: desamor (recordemos a Spitz y sus estudios sobre el síndrome de hospitalismo); odio y deseo de matar, seguramente ligados a una identificación con cierto maltrato inicial (invasión tanática que retorna masivamente sobre sí mismo); y la captación del deseo latente de cierto entorno. Todo esto adquiere mayor preponderancia en una sociedad que no promueve el cuidado del semejante. Que, por el contrario, maltrata permanentemente, desde condiciones de desigualdad, violencia económica e impunidad; y que además cuenta con sujetos ligados al poder que abogan anónimamente por “cierto tipo de limpieza étnica, ética, social”, ante un mundo superpoblado y con una pérdida creciente de los recursos naturales. El encuentro de todas estas variables, sienta la base productora de un modelo de muerte. Sin amor, sin solidaridad, sin sentimiento de comunidad, sin condiciones dignas de trabajo, sin salud ni educación efectivas, sin justicia, sin seguridad, con un tejido social devastado que produce masas de padres frustrados e impotentes que no llegan a cumplir su rol ni tampoco llegan a construir un proyecto propio, con medios de comunicación perversos que fomentan el conflicto inconducente, la desunión y el doble discurso, y un Estado que no garantiza el derecho a la vida, y deja abandonados a la deriva a sus ciudadanos… En medio de este tétrico panorama, no es descabellado entender que miles de jóvenes no deseen seguir viviendo.

Por otro lado, no hay que dejar de ver que las tecnologías informático-digitales imperantes van promoviendo un sujeto en franca regresión, donde mecanismos de disociación (y a menudo de fragmentación), la ansiedad, la desmemoria del “todo está en google” y las tendencias adictivas impuestas y tal vez inducidas6, no ayudan a construir mecanismos de fortaleza yoica, de control y regulación de los impulsos, tolerancia a la frustración, capacidad de espera, ubicación en tiempo y espacio (tan importante de integrar desde la adolescencia), sino que todo lo contrario. Se gestan estados de alienación, donde devienen falsas identificaciones con discursos e intereses del poder opresor (Kordon, Edelman, 1995). Por otro lado, la carencia de liderazgos democráticos y confiables, la propagación de mensajes esquizofrenizantes y/o confusionales comunes a todas las franjas etarias, llevan a que muchos jóvenes no puedan integrar sus emociones, a que se estanquen en estados de paranoia e impulsividad, y no lleguen a poder crear un proyecto que atraviese y supere “la Desesperanza Aprendida”Sería interesante releer a Alfredo Grande7 cuando analizaba la película Terminator y “Las Máquinas de Matar como analizador de la institución del genocidio” (Topía, 1992). Las máquinas de matar eran las políticas de exterminio -aún vigentes- desde la imposición neoliberal del hambre y la pobreza, otras formas de matar o inducir suicidios. Es más fácil y siniestro crear las condiciones para que la gente se mate sola y que nadie lo vea, antes que eliminarla por otros medios. Tal vez con asesoramiento de I.A…

Pocos se quieren matar si aman y recibieron amor, y si hay solidaridad, confianza, voluntad, pasión, memoria, optimismo y gratitud

Hoy se ha vuelto realidad lo que hace treinta años era ficción. La noticia reciente de que en Bélgica un dispositivo de I.A habría inducido al suicidio a un científico no estaría por fuera del deseo de ciertas élites de suplantar al ser humano.8 No se puede omitir el impacto que tuvo la pandemia covid-19: la imposición del teletrabajo, la multiplicación de la exclusión, la violencia, el abuso de sustancias y los ataques de pánico, además de la preocupante cantidad de muertes súbitas en personas de diversas edades, la proliferación de discursos neofascistas travestidos de valores libertarios absolutamente ajenos a su concepción histórica original. Ante este muestreo, y más allá de cualquier razonamiento individual o cuestiones contradictorias intrínsecas a la condición humana, se vuelve evidente un clima predisponente para que se produzca esta realidad que estamos analizando, que muchísima gente no le encuentre sentido a seguir viviendo así. Suicidios éticos ante la hipocresía y crueldad del contexto como los de Lisandro de la Torre o Favaloro, no son exactamente idénticos al de la actriz María Onetto, o al de miles jóvenes que deciden no seguir “muriendo en vida”, o que se matan votando a sus propios verdugos. La raíz pareciera estar en el mismo brote perverso y monstruoso que es indispensable desenmascarar.

No poder amar ni ser amado, se entiende. Vayamos a esto de odiar a alguien y querer matar a otro para terminar matándonos a nosotros mismos, o a esto de actuar o hacer realidad el deseo de otros que quieren que no existamos más. Desde Stengel, entiendo que esta es alguna de las formas que toman los mecanismos monstruosos que, muy probablemente, refiera Carpintero. Mecanismos micro y macro-sociales, molares-moleculares, inter e intrasubjetivos, que juegan a la hora de intentar construir lo que entendemos por realidad. Ese monstruo institucional, ilusorio o no, no nos da precisamente amor, nos violenta, y nos llena de un odio que no podemos expresar, y nos induce culpa, confundiéndonos desde el doble discurso. En medio de una situación así, sin salida… ¿Quién puede querer seguir?

Desde el existencialismo, Frankl decía que “quien tiene un porqué vivir puede soportar cualquier cómo”. Lo descubrió en un campo de concentración, cuando se encontró preguntándose “¿Por qué no me suicido?” Antes de hacerlo, le preguntó eso mismo a sus compañeros cautivos, y de esas respuestas creó la Logoterapia al finalizar la guerra con la derrota nazi. Luego retomó esa misma pregunta ante sus pacientes más desesperados. Porque esa pregunta primero se la hizo a él mismo, luego a sus compañeros del campo de concentración, finalmente a sus pacientes. Y de la respuesta, por simple que fuera, devenía el plan y la estrategia terapéutica. Resulta oportuno recordar a Tato Pavlovsky9 cuando decía:Se matan los que de una u otra manera no han podido expresar el odio. Les falta una frase que no dijeron”. No poder expresar el odio mataría directamente. El arte permite vencer a la muerte, le decía Pichon a Vicente Zito Lema, y Vicente no paró de propagarlo. Para sublimar, más que pensar, hay que jugar… Y luego pensar, y tal vez escribir. Volvemos a Pavlovsky y el papel de jugar en serio, no a medias… Los secretos de transitar el absurdo, hablar de creatividad en serio. Jugarse a recorrer los opuestos en uno… Y en una de esas, vencer a la muerte. Como propagaba la voz de la poesía, a través de Zito Lema. Esto no es posible solo desde el pensamiento, sino desde el pensamiento posterior al viaje por la propia locura y caos interior. La expresividad, la creatividad, el absurdo, los opuestos, podrían marcar el camino para afrontar este mundo homicida productor de suicidas en masa, y acaso redescubrir el valor de la sabiduría de los estoicos. Los maestros que ya no están nos marcan los caminos a veces: Pichon, Zito Lema, Pavlovsky, Frankl, Stengel, etc. Pocos se quieren matar si aman y recibieron amor, y si hay solidaridad, confianza, voluntad, pasión, memoria, optimismo y gratitud. Tengámoslo en cuenta los que seguimos navegando estas incertidumbres distópicas, con ánimo deseante aún… Según Séneca: “Necesitamos la vida entera para aprender a vivir, y también cosa sorprendente, para aprender a morir.

En una sociedad sin garantías de orden, sin tejido social, sin una política protectora, sin familia, sin tribu, sin una mirada ecológica sensata… ¿A qué mundo invitamos a los adolescentes a ingresar? 

Tal vez quede por decir que habría que respetar, más que condenar al suicida. Ni verlo como cobarde, ni como valiente. Simplemente como alguien desesperado y harto (que quizá esté solo y se sienta insignificante o, por el contrario, quiera defenderse de alguien que lo dañó previamente). En una sociedad sin garantías de orden, sin tejido social, sin una política protectora, sin familia, sin tribu, sin una mirada ecológica sensata… ¿A qué mundo invitamos a los adolescentes a ingresar? Es fundamental superar la hipocresía de incitarlos a vivir en un mundo insoportable. Para querer vivir es fundamental que prime el cuidado, el respeto, el amor en el sentido de Fromm. En síntesis, el sentimiento de comunidad, de la mano del trabajo, la justicia social, la creatividad, la coherencia y la posibilidad de futurar… Poder ver un horizonte, mantener un mínimo de imaginación, asombro, curiosidad y entusiasmo. Partiendo de la base de asumir nuestra mortalidad, las preguntas serían: ¿es mejor quitarse la vida? ¿morir en vida? ¿o morir luchando por una vida digna hasta el último suspiro? Según Vicente Zito Lema10, la belleza vence a la muerte. La voz de la poética puede re-despertar deseos a punto de desvanecerse. Habrá que recurrir a las artes, para desenmascarar al “mundo perversionante”, adicto a la muerte. Habrá que encontrar el proyecto ético-poético-político pendiente desde siempre, y lanzarlo a batallar en defensa de la vida. Si los adultos gestáramos algo de todo esto, es de suponer que los adolescentes estarían más deseosos de proyectarse hacia un mundo futuro por venir...◼

 

Notas

1. Psicoterapeuta de Orientación Psicoanalítica, Supervisor Clínico, Coordinador de Grupos, Psicodramatista, Docente Universitario, Profesor Titular de la Cátedra de Psicoterapias (UAA, filiales Mar de Ajó, Mar del Plata y Dolores desde 2017 hasta la fecha).
2. Más precisamente lxs Lics en Psicología, María Emilia Martín (Partido de la Costa), Natalia Cociña (Dolores) y Martín Cuzzoni (Mar del Plata). Los detalles de estas entrevistas podrán leerse en: “Suicidio adolescente: el testimonio de profesionales intervinientes en distintos ámbitos públicos de la provincia de Buenos Aires”, publicado en www.topia.com.ar
3. Luego de esta introducción da una serie de datos estadísticos relativos a porcentuales acorde a la edad, sexo, etnia, religión, países o niveles de aislamiento de la población estudiada. Y más adelante brinda datos detallados sobre las formas de suicidio más comunes, a saber: ahogarse con gas, arrojarse al mar, envenenamiento, prenderse fuego, ahorcamiento, uso de armas de fuego, instrumentos cortantes, arrojarse desde lugares altos, ingesta de pastillas, etc. Quien se interese por estos detalles puede consultar el texto original de Erwin Stengel, Psicología del Suicidio y los intentos suicidas, Ed. Hormé, Bs. As., 1965.
4. En los últimos tiempos se habla de “niños-hombres” que crecen prematuramente en ámbitos marginales, o de adolescentes eternos que permanecen en rol dependiente respecto a sus padres, bastante más allá de los treinta años de edad.
5. Según Arminda Aberastury son tres: el duelo por el cuerpo infantil perdido, el duelo por el rol infantil perdido, y el duelo por la imagen perdida de los padres de la niñez.
6. Pensar en términos de hipnosis colectiva puede parecer extraño, pero si releemos a Freud en Psicología de las Masas o a Orwell en 1984
7. Grande, Alfredo “Matar el futuro: Las máquinas de matar como organizadoras de la institución del genocidio” en El Edipo después del Edipo, Topía, 1996.
8. “Consternación en Bélgica por el suicidio de un hombre tras hablar con un chatbot de I.A”, Página/12, 11 de junio de 2023.
9. Pavlovsky, Eduardo, Proceso Creador. Terapia y Existencia, Ediciones Búsqueda, 1982.
10. Zito Lema, Vicente, El ultraje de los dioses: el crimen de la pobreza y la belleza espantada, Editorial Sudestada, 2023.

 

 
Articulo publicado en
Agosto / 2023