La pandemia que nos atraviesa hizo entrar en crisis a pacientes, analistas y los tratamientos clínicos. La continuación a través de pantallas dio lugar a algunos debates sobre la pertinencia de su uso. Muchos llegan al puerto dilemático entre tecnofóbicos y tecnofílicos. Algunos descreen que algo del psicoanálisis pueda suceder sin el encuentro presencial y otros afirman que se continuó el análisis por otro medio, en una suerte de pontificación sobre un inconsciente que no conoce frontera alguna.
Los forzados tratamientos a distancia muestran una crisis que atraviesa a analistas y pacientes
Lo que aquí se discute no es el tema de los tratamientos a distancia, temática trabajada inclusive desde estas páginas justo antes de iniciar la pandemia.1 Aquí el problema es otro: con el confinamiento todos fuimos obligados a trabajar de este modo (“a distancia”), para continuar los tratamientos. El confinamiento cambió el eje de la cuestión: continuar a distancia o interrumpir el trabajo. La invitación a continuar por dispositivos tecnológicos aquello que era presencial no fue tomado por todos los pacientes. Algunos tratamientos se interrumpieron, sea por resistencias (que pueden ir al interior del tratamiento al forzamiento del trabajo de ese modo), sea por cuestiones que aún desconocemos. Algunos probaron con algunas sesiones y luego abandonaron por no sentir que fuera “su espacio”. Muchos continuaron su trabajo en estos nuevos ámbitos. Otros retomaron meses después.
Los forzados tratamientos a distancia muestran una crisis que atraviesa a analistas y pacientes. Una crisis que surge “cuando un individuo o grupo se encuentran en un momento dado en una situación que supera su capacidad de funcionamiento (ésta puede estar referida a instancias psíquicas y/o a integrantes del grupo familiar y/o grupo de trabajo, etc.). Implica un grado de desorganización que dificulta la capacidad de funcionamiento armónico con uno mismo y con los demás”. 2 Una crisis, que como se suele decir, implica peligro y oportunidad. En esta ruptura tomaré algunas problemáticas clínicas.
1- El estrechamiento de la polifonía de la clínica
El encuentro se ha estrechado: pasamos de un recital en vivo a una transmisión. Los cuerpos habitan ese espacio de una manera absolutamente distinta
El análisis es una experiencia que va mucho más allá de las palabras intercambiadas. El escuchar implica el percibir con todos los sentidos creando una polifonía del “encuentro de quien padece en transferencia -que ‘habla’ con su cuerpo en distintos registros simultáneamente- y un analista que en el acto de escuchar con todos sus sentidos, interviene también en varios niveles, sea consciente o no de ello.”3 En los trabajos a distancia este intercambio polifónico se angosta. No compartimos el mismo espacio ni se produce el mismo tipo de encuentro. Aquí puede servirnos lo que sucede con la música y con la reproducción “a distancia”. La experiencia musical “en vivo” permite escuchar con todo el cuerpo. La reproducción musical ha permitido nuevas experiencias que, aunque conserven el audio e inclusive el video, como en una transmisión actual por streaming, es incomparable al de “estar allí”. El encuentro se ha estrechado: pasamos de un recital en vivo a una transmisión. Los cuerpos habitan ese espacio de una manera absolutamente distinta.
Si a esto sumamos lo que implica el encuentro clínico (no es unilateral), nos implica un trabajo para poder “recrear” la experiencia analítica. En pacientes que venían trabajando, la experiencia tiene una historia transferencial compartida que funciona de soporte de este estrechamiento. Tal como en la música, cada vez que volvemos a escuchar a un músico que escuchamos varias veces en vivo, el escuchar actual será heredero de dichos encuentros. En este camino, por ejemplo, algunos pacientes que trabajaban con diván eligieron continuar el trabajo solamente con la voz mediante llamada telefónica. En algunos casos hasta recreando su propio diván en algún lugar íntimo de su casa. En otros casos, el trabajo clínico perdió una espesura que llevó a interrupciones. Y en algunos, la inédita situación permitió trabajar nuevas cuestiones derivadas del nuevo dispositivo: en qué espacio tomar la sesión -el nuevo “consultorio”- que posibilitó nuevas asociaciones a partir de esta situación. Pero en otros, no contar con espacio privado imposibilitó cualquier trabajo. Un abanico de singularidades a través de este estrechamiento.
En el caso de nuevos pacientes la situación es diferente. No es lo mismo comenzar un trabajo esperando lo que sucederá en el encuentro presencial que, si el trabajo está tomado a distancia, como en el caso de residir en distintos lugares del mundo. Allí paciente y analista comienzan sabiendo que, salvo alguna excepción, éste será el canal del encuentro. Así como cuando sabemos que escucharemos una reproducción musical. Es una nueva experiencia, que tiene sus particularidades.
A partir de todo esto, surgen varias problemáticas. ¿Sucederá como la música de hoy, que nos hemos acostumbrado a que nuestro escuchar mayormente es con reproducciones? ¿Nos convertiremos en anfibios psicoanalíticos nadando entre encuentros presenciales y a distancia? En todo caso, seguramente rescataremos la potencia del encuentro cuerpo a cuerpo, tal como hoy todos acordamos con la música. Casi nadie compara escuchar en vivo a la mejor reproducción con la mayor fidelidad de sonido. Aunque también hay quienes prefieren la intimidad de su espacio a la movilización hasta el encuentro del vivo. La cuestión tecnológica no es menor, en las sesiones a distancia, mediadas por pequeños teléfonos o grandes monitores la palabra jamás llega con la textura de una sesión presencial. Ni para el paciente ni para nosotros. Son encuentros diferentes, tal como en la música. Lo que es inadmisible es afirmar que, simplemente, continuamos con otra modalidad, festejar a la tecnología y dar por terminada la cuestión. O la inversa, decir que no es posible el análisis por pantallas. La cuestión tiene varias complejidades, que involucran lo ya investigado sobre los trabajos a distancia, pero que en este momento atraviesa a todos los analistas. Y es una cuestión que a partir de ahora no es una particularidad de algunos tratamientos, sino que nos atraviesa a todos. Y que no sabemos cómo continuará en la pospandemia.
2- El trabajo a distancia en la contratransferencia y la transferencia
La noción de contratransferencia tiene 110 años de historia desde que Freud la formuló. Una noción extensa de contratransferencia permite incluirla como una parte de la subjetividad del analista4, que aparece visible como obstáculo en el trabajo clínico. Por lo tanto, la contratransferencia es el surgimiento de algunos aspectos específicos de la subjetividad del analista como efectos del contacto con la situación clínica.5 La subjetividad del analista siempre está en juego y determina su contratransferencia, ya que no es sólo un “reflejo” de la situación del paciente o un mero punto ciego de su propia biografía. El aporte de la subjetividad del analista es clave en la construcción y sostén de la transferencia-contratransferencia. Para ejemplificarlo, los pacientes nos traen sueños de acuerdo a la importancia que le demos en solicitarlos y en trabajarlos como la “vía regia” hacia el inconsciente. Si no solicitamos ni vemos nada en particular… dejan de ser un material significativo en los tratamientos. Para lo cual es necesario considerar qué nos sucede como analistas con la nueva modalidad de trabajo.
La actual crisis en los tratamientos nos llevó a trasladar el trabajo a distancia. La relación del analista con las tecnologías es parte de su subjetividad y determina esta nueva tarea. Si ya trabajaba o no a distancia con algunos pacientes o la pandemia hizo estrenar esta forma de trabajo obligadamente tiene sus consecuencias. Qué pensaba previamente, también.6 A todos nos forzó a un entrenamiento en esta forma de trabajo en medio de la crisis. En este caso la propia relación con los “nuevos” instrumentos de trabajo determina el campo contratransferencial. Pasar de trabajar en el consultorio a trabajar en la propia casa, en la mayoría de los casos. La cercanía (o no) de la propia familia en el nuevo lugar de trabajo. El tipo de dispositivos y programas empleados. Para llevar adelante esta tarea fueron y son necesarios distintos espacios de sostén para los propios analistas que van desde su propio análisis, supervisiones y encuentros de pares… Que además también fueron reconvertidos de la misma forma.
En el caso de los pacientes suceden otras cuestiones. La nueva forma de trabajo será de acuerdo a su propia experiencia con la tecnología. No es lo mismo quien ya en su trabajo tenía varias videoconferencias diarias que quien no utilizaba videollamadas previamente y necesitó ver cómo hacía sus primeras videollamadas por WhatsApp desde su teléfono celular. Encontrar el lugar adecuado para las nuevas sesiones. En algunos casos, luego de vivenciar que se recreaba la situación clínica, algunos ya prefiguran continuar de este modo como forma de ahorro de tiempo de traslado en grandes ciudades. Otros, esperan retornar lo más rápido posible al trabajo presencial. Algunos prueban con videollamada y luego terminan en llamada telefónica, por problemas de “conexión” en todos los sentidos. Menos es más: concentrarnos en el registro sonoro musical de la voz permite reencontrarse con algo de la situación previa, casi como un momento de sesión donde cualquiera cierra los ojos en medio de asociaciones, donde jamás el juego visual hace que tengamos que mirar al analista en una pantalla todo el tiempo.
En síntesis, las modificaciones del dispositivo tiñen la contratransferencia y la transferencia.
3- La crisis del espacio-soporte
Los ejes anteriores están atravesados por la situación que vivimos pacientes y analistas. La pandemia, el confinamiento y los diversos cuidados necesarios atravesaron y atraviesan la subjetividad. Una situación de crisis social que se hace carne individual de distinta forma, ya que por la singularidad de cada cual se convierten en el “suceso-actual” dentro de las propias series complementarias. Cada cual lo experimentará de acuerdo a cómo lo afecte en varios niveles, según clase, género y generación, entorno de convivencia donde tiene que estar más o menos confinado, relación con su trabajo. Pero en todos los casos esta crisis implica “una falla del espacio-soporte, soporte en tanto implica soportar la emergencia de lo pulsional, que se va a re-crear a través del dispositivo.”7 La particularidad de esta crisis es que el propio dispositivo también entró en ella. La crisis es del paciente, el analista y el espacio del análisis.
La crisis del espacio-soporte implica el encuentro con el desvalimiento originario que implica soportar los efectos de la pulsión de muerte: la emergencia de la violencia destructiva y autodestructiva. En nuestros orígenes el Primer otro es quien provee de un espacio-soporte que empieza siendo intersubjetivo y termina siendo intrasubjetivo. A lo largo de la vida se multiplican sostenes (familiares, institucionales, culturales).
La crisis de pandemia implica el encuentro con distintas formas del desvalimiento: el miedo al contagio y a la muerte, la dinámica del encierro (a solas o en una convivencia forzada de 24 horas por 7 días de la semana), la ausencia de “encuentro cercano del tercer tipo” con gran parte de nuestras relaciones, la posibilidad o no de poder trabajar de otra forma, siendo el trabajo un sostén indispensable de nuestra subjetividad, la caída de proyectos colectivos e individuales… Una larga serie interminable de “sucesos actuales” que tocan diferentes facetas de la subjetividad que marcan a fuego estos tiempos.
¿Cómo poder reorganizar el espacio-soporte ante este desvalimiento en la clínica?
En situaciones graves es muy difícil poder abordarla con este estrechamiento de la clínica. La corporalidad presente es central en los pacientes graves
Las situaciones clínicas han sido y son variadas, pero marcadas en distinta forma por esta actualidad. Hay una diferencia importante en tipos de pacientes y patologías. A grandes rasgos, en situaciones graves es muy difícil poder abordarla con este estrechamiento de la clínica. La corporalidad presente es central en los pacientes graves. Desde los primeros analistas que trabajaron con pacientes psicóticos y los trataban cara a cara (cuerpo a cuerpo), incluyendo entrevistas con familiares. Todo este tipo de trabajo clínico tiene extremas dificultades para entrar en una pantalla.
Lo importante no es aliviarse por poder continuar sino poder pensar qué y cómo estamos trabajando
En cambio, en situaciones de pacientes no graves, que transitaban por sus tratamientos hubo distintas situaciones. Desde quienes rápidamente se han “adaptado” a estas nuevas condiciones, a quienes no soportan lo que está sucediendo día a día, en una crisis que no parece tener horizonte claro ni cercano. Algunos pacientes que se mostraron renuentes al trabajo a distancia en un inicio, pasado un tiempo se comunicaron para poder retomar algo de su espacio terapéutico, porque esta crisis terminó desbordándolos, ya que implicó una interrupción de muchos espacios… también el análisis.
No se puede hacer generalizaciones. Muchos trabajos clínicos continuaron. Muchos se volvieron muy difíciles o se interrumpieron. También hay inicios de análisis
La novedad compleja del trabajo en esta crisis es que el dispositivo mismo con el que trabajamos las crisis se modificó. No contamos con la corporalidad presencial, uno de los ejes para poder constituir el espacio-soporte, tal como en situaciones graves. El estrechamiento implica llegar con huellas de la corporalidad (la voz y la imagen del cuerpo) a través de un dispositivo tecnológico. Que a su vez se ha convertido en parte de nuestro cuerpo, ya que en este camino todos nos hemos vuelto cyborgs.8 Los celulares, como el automóvil en el siglo XX, se han vuelto parte de nuestro cuerpo. En medio de esta complejidad, la mayoría de los trabajos clínicos continúan. Con lo cual, a pesar del estrechamiento la posibilidad de recrear el espacio-soporte en el análisis está funcionando. En algunos casos se puede reducir en los diálogos de inicio de sesión sobre la situación… “seguimos así”, “hasta cuándo”, “no soporto más las pantallas”, “extraño el viaje al consultorio… no soporto entrar directamente cuando acabo de cortar con algo del trabajo”. En otros casos son tema recurrente de las sesiones a partir de alguna de las facetas del miedo a la muerte, la sofocante convivencia forzada (“nunca estuve tanto tiempo con mi familia… y no los soporto más”) o soledad (“hace tanto que no toco a nadie”), la pérdida de la intimidad, la pérdida del trabajo… Inclusive, en algunos casos, la nueva situación funciona de apertura a nuevas líneas de trabajo analítico que no hubieran surgido en otra situación y en otro espacio. Así, aportes de sueños, lapsus y otras formaciones del inconsciente permiten avanzar a la par de la reorganización del espacio-soporte en medio de esta situación. Situaciones clínicas como un paciente, al ver un gesto mío (donde el rostro toma un primer plano en su celular) recuerda un sueño transferencial donde hacía el mismo gesto y abre nuevas asociaciones. Específicamente, creo que los trabajos con los sueños validan aún más que son la vía regia que ante este estrechamiento, abren nuevos horizontes del análisis. Y en medio de pequeñas pantallas y cuestiones de la actualidad son la autopista hacia el inconsciente.
No se puede hacer generalizaciones. Muchos trabajos clínicos continuaron. Muchos se volvieron muy difíciles o se interrumpieron. También hay inicios de análisis. Lo importante no es aliviarse por poder continuar sino poder pensar qué y cómo estamos trabajando. Qué implicancias tiene esta forma de trabajo, qué posibilita y qué impide. Finalmente, continuamos las enseñanzas de Fernando Ulloa, que sostenía que nuestro desafío es teorizar nuevas prácticas más que practicar teorías.9
Notas
1. “Abordajes clínicos a distancia”, en Revista Topía Nº 88, abril 2020, con textos de Ricardo Carlino, Diana Tabacof y Silvia Di Biase.
2. Carpintero, Enrique, Registros de lo negativo. El cuerpo como lugar del inconsciente, el paciente límite y los nuevos dispositivos psicoanalíticos, Editorial Topía, Bs. As., 1999, pág. 207.
3. Vainer, Alejandro, “La polifonía en la clínica psicoanalítica”, en Revista Topía Nº75, Bs. As., noviembre 2015.
4. La noción de subjetividad del analista la desarrolla Enrique Carpintero en Registros de lo negativo (op. cit.) y se incluye en la noción amplia de subjetividad desarrollada en El erotismo y su sombra. El amor como potencia de ser, Editorial Topía, Bs. As., 2014.
5. Vainer, Alejandro, “Contratransferencia y subjetividad del analista. Cien años después”, en Topía Revista Nº58, abril 2010.
6. Es interesante cómo Christophe Dejours relata lo sucedido en Francia, donde muchos analistas se oponían al trabajo a distancia y cuando empezó la pandemia, sin pensar, dieron vuelta su posición pasando rápidamente su trabajo a distancia. Dejours, Christophe, “La pandemia y la crisis en el trabajo”, en Carpintero, Enrique, El año de la peste, Ed. Topía, Bs. As., 2020.
7. Carpintero, Enrique, Registros de lo negativo, op. cit., pág. 210.
8. Hazaki, César, Modo cyborg. Niños, adolescentes y familias en un mundo virtual, Ed. Topía, Bs. As., 2019.
9. Ulloa, Fernando, “Psicología de las instituciones: una aproximación psicoanalítica”, en Revista de Psicoanálisis, Volumen XXVI, Tomo 1, Bs. As., 1969.