Tiempos Pandémicos: Tratamientos a distancia. Psicoanálisis, Psicoanalistas y pacientes adolescentes | Topía

Top Menu

Titulo

Tiempos Pandémicos: Tratamientos a distancia. Psicoanálisis, Psicoanalistas y pacientes adolescentes

 

Contadas con los dedos de una mano, podríamos pensar cuáles han sido las situaciones en que la experiencia analítica, quedó atravesada en su totalidad -analistas y pacientes-, por circunstancias de una coyuntura omnipresente.

Freud, algún caso clínico relatado por Winnicott en el contexto de la guerra (bombardeo de Londres); y en un salto sin escalas para una referencia local, Argentina de fines 2001/2002 son algunas de ellas.

Podríamos pensar en esas situaciones para asemejarlas con el momento actual. Todas y todos intervenidos por una situación que por magnitud y alcance nos enfrenta a un esfuerzo de pensamiento y análisis muy singular.

Nos encontramos de forma repentina con una importante cantidad de novedosa información de los pacientes: acceso a la intimidad de su casa, muchas veces la presencia y o la presentación de hijos y otros familiares que aparecen

Ese jueves a la noche (marzo 19), nos enfrentamos a una circunstancia inédita. El consultorio en su totalidad -tratamientos, divanes, sillones y hasta las nuevas consultas-; quedó circunscripto a pantallas de computadoras, tablets, celular, o teléfonos de línea.

Un enorme esfuerzo de reacomodamiento y cintura; también de cervicales, vista y escucha.

Todo lo demás ya lo sabemos y ha sido experienciado en este largo tiempo por todas y todos…

Desde la elección de la pared para instalar el nuevo y reducido consultorio; hasta el desarrollo progresivo en la expertise tecnológica de dispositivos y formatos.

Y en esa dirección nos hemos ido incomodando y reconvirtiendo analistas, pacientes y tratamientos.

Así una breve y escueta síntesis del panorama de este tiempo.

 

El desafío de la no traducción

Una de las primeras situaciones con las que hubo que salir a vérselas es con el hecho de pasar varias/muchas horas bajo esos formatos. Si bien no son nuevos para la mayoría de los analistas, sí lo son en términos de la exclusividad y totalidad de los tratamientos. De tener unas pocas horas semanales abocados a esa experiencia, al “full time connected”.

De modo casi automático nos vemos tentados a traducir la práctica bajo el modo digital. Un imposible, por supuesto, dadas las circunstancias. Movimiento fallido desde mi perspectiva.

Cualquier intento de traducción punto a punto llevaría la marca de una copia no genuina, con consecuencias poco deseadas al interior de los tratamientos.

Entiendo y fui confirmando a lo largo de estos meses, que si bien el proceso de ese movimiento no ha sido tan duro como lo podíamos imaginar en un principio; la tentación a la traducción se ha convertido en un punto central.

¿Cómo hacer lo mismo bajo modos que no son los mismos?

O en otras palabras;

¿Cómo cambiar el encuadre sin que el encuadre cambie?

Parados en este punto, algunas preguntas se despliegan;

-¿Cómo queda intervenida la transferencia cuando abierta la pantalla se da paso a otro/nuevo registro íntimo de pacientes y analistas?

Nos encontramos de forma repentina con una importante cantidad de novedosa información de los pacientes: acceso a la intimidad de su casa, muchas veces la presencia y o la presentación de hijos y otros familiares que aparecen. Del mismo modo como también nosotros abrimos y damos nueva información a los pacientes.

Desafío en puerta: convertir en material toda esa oleada de inputs informacionales. Un interesante reto que pone a prueba nuestra versatilidad en la mirada y escucha.

-¿Qué es nuevo y qué no en este modo de abordar la práctica en la clínica a distancia? Utilizo “distancia”, término que encuentro más preciso que “virtual”, ya que este último arrastra aún hoy cierta connotación negativa.

La distancia física. La escisión entre el cuerpo físico y la palabra en sesión se torna inquietante en principio.

Quedamos expuestos y obligados a la puesta en juego del desarrollo creativo de nuestro ser analistas.

Bajo el mismo modo que la disminución o ausencia de un sentido, genera el desarrollo de otros; la reducción a un registro bidimensional del cuerpo del paciente nos enfrenta al despliegue y la agudización de nuevos modos de escucha (y mirada). Modalidades diferentes a las que siempre estuvimos acostumbrados y acomodados. De allí un punto capital de registro para no traducir sino construir modos que incorporen esas diferencias.

El cuerpo aparece entonces bajo nuevos formatos;

  • Mirando a la cámara.
  • En lugares diversos. Caminando en la calle. En búsqueda de privacidad del hablar y del decir.
  • En la cama. Situación con la que me he encontrado más de una vez en este tiempo con pacientes adolescentes.
  • A través solamente de la voz en el teléfono.
  • Y las muchísimas formas a las que fuimos asistiendo en este tiempo con los pacientes; las cuales conformarían un listado enorme de situaciones y circunstancias a enumerar y describir.

Todas cruzadas (e intentando no sean mezcladas), con nuevos modos en el que nuestros cuerpos/imágenes de analistas también aparecen y agregan novedad. De allí la importancia de registrar, por ejemplo, una posible captura de nuestra propia imagen, al vernos todo el tiempo en la pantalla, escuchando(nos) e interviniendo.

Situación particular que ubica al “encuadre” como uno de los ejes sobre los que nos vemos interpelados.

Acorde al par “rigidez/flexibilidad”, con el que entendemos y entendimos hasta ahora ese complejo y central concepto en la práctica clínica, se juega y jugará gran parte del devenir de los tratamientos.

Freud, Klein, Meltzer, Bleger -en los desarrollos más canónicos y ortodoxos de la concepción del setting analítico-; y más cerca Laplanche -con su formulación de la cubeta-. Todos estos desarrollos nos han acompañado a comprender el lugar central de variables e invariantes necesarias para alojar el despliegue de la Regla Fundamental; Asociación Libre y Atención Flotante.

Viene a mi ayuda en este punto Fernando Ulloa, quien con la maestría y el despliegue teórico/técnico al que nos tenía acostumbrados, desafiaba esa concepción rígida y por momentos estereotipada del encuadre. Haciéndolo jugar en el interior del campo de la sesión como un modo aliado de la intervención del analista. Un modo claro está, de entender el encuadre. Diferenciado y opuesto a un “no encuadre”.

La desestructuración, deconstrucción y la capacidad de poner el eje en una escucha dinámica y flexible, donde el encuadre acompañe, sea solidario y no obstáculo. Creo que deviene punto central en el proceso que estamos cursando; y que generará entiendo algunos movimientos que llegaron para quedarse.

Así entendido, sosteniendo el foco en la escucha/mirada; y sobre el soporte de la potencia de la transferencia; los nuevos modos bajo los que estamos atendiendo, no serán -ni vienen siendo-, tan abismales como amenazan. Es desde ahí en donde trato de no pensarlo como una traducción, sino nuevos formatos para una continuidad.

¿Pero quiénes son más interpelados y sacudidos por este nuevo formato: pacientes o analistas? ¿Quién corre el riesgo de perder el encuadre -establecido-? ¿Qué es lo que se pone en jaque en estos primeros tiempos de trabajo remoto, la Asociación Libre del paciente o la Atención Flotante del analista?

Pienso que la mayoría de las veces, opción B es la respuesta más cercana, convirtiéndose esto en un escollo más grande para analistas que para la mayoría de los pacientes.

Punto por demás interesante.

¿En general no vienen siendo los pacientes de un modo más fácil que los analistas, quienes logran buscar, encontrar y resolver esas condiciones de intimidad/privacidad necesarias para la garantía de continuidad y desarrollo de la sesión?

Asistimos a sesiones en donde pacientes se conectan o hablan desde la calle, el baño, la terraza, escalera del edificio, buscando diferentes horarios, por teléfono, con auriculares, encerrados dentro de un auto. Circunstancias que dan cuenta de la clara búsqueda, sostén, resolución de esas condiciones de privacidad y continuidad. Y que ponen en evidencia el hecho que -apelando a un juego de palabras con la situación de quien se mete en su vehículo para tener sesión-; más que la llegada de un tiempo de (auto)análisis; el dispositivo, la demanda y la fuerza de la transferencia siguen bien vigentes.

Me he encontrado en este tiempo, imagino como muchos, comenzando una sesión por video, continuarla sin cámara por problemas de conexión de internet, y finalizarla por teléfono de línea, sin que se vea alterada la dinámica en modo significativo.

Hago propia una idea de Oscar Sotolano. Estas circunstancias ponen en evidencia muchos de los enquistamientos de las prácticas analíticas y sus conductores.

Si es esto correcto, y así lo vengo pensando también, deviene en una circunstancia más que auspiciosa para repensar nuestras propias prácticas.

Gran momento para volver sobre el trabajo de varias de las categorías, conceptos y herramientas con las que intervenimos a diario: Neutralidad/Abstinencia/Transferencia/Contratransferencia...

Todas sometidas al ejercicio de la revisión.

 

Adolescencia. Algunas particularidades de su despliegue en cuarentena

Con los adolescentes la situación de reordenamiento de las condiciones para la continuidad de los tratamientos corre el riesgo de quedar tomado por los mismos desórdenes que generan estas circunstancias.

Si bien su condición de nativos digitales los ubica en una situación de continuidad y casi sin sobresaltos frente a los cambios de formato; la adolescencia muestra sus marcas y se despliega en cualquiera de las dimensiones:

  • Organización / Desorganización.
  • Exhibicionismo / Repliegue.
  • Horarios, relación con los nuevos modos de la escolaridad.
  • Búsqueda de “salir adentro de casa”.
  • Todas situaciones que se despliegan (por supuesto con particularidades y singularidades), al quedar reducido sus mundos al interior de sus hogares, en una convivencia intensiva con sus familias.

Lo inmediato queda en suspenso por obvias razones de coyuntura, y el placer también en pausa. “No sé lo que quiero pero lo quiero ya”, decía Luca Prodan. Una descripción que bien le cabe al tiempo adolescente, y que hoy con “el mundo pausado”, adviene al lugar de conflicto. Aún más si de la mano del contexto de fuerte incertidumbre, lo cruzamos con la crisis de esperanza que sobrevuela en relación al futuro. Es lógico entonces que asistamos, escuchemos y veamos movimientos y movilizaciones generados por estos escenarios:

Gran dificultad para el desarrollo y despliegue de los movimientos exogámicos, propios e intrínsecos a esa etapa psicomadurativa. Movimientos que necesitan y adquieren nuevas búsquedas, muchas de las cuales adquieren una presencia fuerte, exacerbados por las particularidades que toman las convivencias en pandemia.

Situaciones que tocan y raspan en varias oportunidades los bordes del análisis. Y creo presentan una particular atención en el desafío que generan.

¿Cómo diferenciar abulia y repliegue al interior de sus cuartos, por ejemplo, de cuadros más propios de una depresión?

Silvia Bleichmar se preguntaría: ¿Qué de estos son indicios del malestar y sufrimiento generados por como quedó afectada/interrumpida la vida adolescente; cuáles trastornos; y cuáles síntomas de un grado de mayor estructuración?

Punto diagnóstico y pronóstico bien importante.

Algunos recortes clínicos de este tiempo de tratamientos con pacientes adolescentes encuarentenados

“¿Me llamás vos así no me quedo dormido?”
A. 18 años. Sesión martes 17.30 hs.

“Sí, estoy en una partida de play con amigos. Pero te escucho igual.”
M. 16 años.

“Lo voy escribiendo acá para no olvidarme el jueves. Igual si podes, contéstame algo antes.”
B.17 años. Mensaje de 3 páginas enviado por WhatsApp. Domingo a la mañana.

“Estoy muy angustiada porque me doy cuenta que odio a mis viejos, y antes no me pasaba.”
R. 20 años. 4 meses sin pisar la calle.

“¿Podemos cambiar el horario de hoy porque me estoy yendo a dormir recién?”
V. 16 años. Mensaje de WhatsApp
5:48 am.

“Estoy así, vestida a medias, porque recién salgo de bañarme.”
J. 21 años.

Aquí cuidar y reordenar las condiciones de la cubeta se pone un poco más complicado. Y requiere estar en guardia para seguir garantizando una buena continuidad y eficacia de esos bordes; dentro del cual pueda seguir desplegándose eficazmente el proceso analítico.

Otros dan cuenta de la importancia que siguen teniendo sus propios espacios terapéuticos, aún más en estos tiempos de encierro.

“Te das cuenta que en 3 años nunca fui puntual como ahora. Cuando vuelvas al consultorio la seguimos así. De una.
G. 19 años.

“Hagámosla por WhatsApp mañana porque sigo en el hotel encerrado; pero igual me mando al baño”.
D. 16 años. 10 días cumpliendo la cuarentena con toda su familia en dos cuartos de hotel.

También están las viñetas que expresan de un modo más divertido el compromiso y los intentos de sortear las dificultades para sostener la sesión.

“Cuando nos conectemos más tarde, por si mi mamá escucha voy a decir:
camión de la serenísima” = “cargamento de leche que tengo”
“voy a caminar para despejarme” = “encuentro clandestino con una piba”
“La cuarentena se hace muy larga ya no se qué hacer con la calentura.”
L. 17 años.

“Llamémoslo efectos no deseados de la falta de medicación.”

G. 24 años haciendo referencia a la falta de sexo. Con su sexualidad encuarentenda, y padeciendo con angustia importante las consecuencias de la abstinencia; -al modo casi de un cuadro de neurastenia-.

“Lo tengo tatuado”

E. 38 años. En referencia a su hijo de 2 años mientras tenemos la sesión por Skype.

Perspectivas inciertas y deseos auspiciosos

Si podemos sortear ciertas trampas al estilo de:

“los tratamientos entran en crisis por la pandemia”; al perderse el encuadre, el lugar del analista corre el riesgo de caerse”; “muy difícil armar y/o sostener transferencia bajo condiciones remotas”; etc., etc…; una posibilidad muy interesante se abre.

No soy muy optimista en los cambios a nivel general y/o macro. Pero creo están dadas ciertas condiciones para que nosotros analistas y nuestras prácticas, puedan (podamos) llegar a conseguir un upgrade en donde, sin sacrificar profundidad y sosteniendo el espíritu freudiano, se gane en la versatilidad y flexibilidad necesaria para acompañar los tiempos que corren. A más de 100/120 años de aquella Viena del 900, sostener el corazón de la teoría psicoanalítica supone punto clave. A mi entender sólo posible en la medida de poder lograr ese movimiento de reacomodamiento necesario, con el objetivo de sostener el fondo.

Venimos arrastrando mucho (prácticas y conceptos ), sin ser revisado.

¿Qué sucede cuando se incomoda nuestra comodidad?

¿Estamos para poder escuchar(nos) la complejidad que adviene, por ejemplo, en el discurso de una adolescencia que se las ingenia por abrir espacios exogámicos en una vida fuertemente endogámica?

¿Cuánto nos interpela y deja al descubierto puntos ciegos e intervenciones moralizantes?

Todas preguntas que se abren en abanico y de modo exponencial.

¿Cómo dar habilitación a lo nuevo? Pero digo a lo nuevo nuevo. No a escuchar lo viejo; vale decir, lo mismo pero con forma de nuevo.

Y si estas situaciones pandémicas traen algo realmente novedoso, -que en los espacios de permeabilidad que el aparato psíquico deja acorde a las distintos momentos y estructuras singulares-; ¿estamos para poder alojarlo; aceptando, sosteniendo y devolviendo ese nuestro No Saber?

Entendemos que esta situación excepcional y las medidas a la que nos fuerza -cuarentena, movimiento migratorio de los tratamientos hacia una vía remota-; nos empuja a un esfuerzo adaptativo fenomenal. Sostenido además por una incertidumbre que pone en juego miedos arcaicos y primarios frente a la muerte. Hecho que nos expone sin mediaciones a la coexistencia de múltiples trabajos de duelos muy intensos.

Registrando e incorporando alguna de estas nociones (utilizo el gerundio asociado a la idea de proceso en curso), entiendo es la oportunidad de enfrentarnos a un gran momento entonces para poner a jugar algunos cuestionamientos a “la letra” de las teorías aprendidas. Monitoreando el cuidado por mantener ese movimiento revolucionario y revelador de la teoría y práctica psicoanalítica. Movimiento necesario para acompañar a los nuevos tiempos que corren, y de la cual la pandemia puede ser solo la punta del iceberg.

Ahí veo el desafío.

Para una posición pesimista lamentablemente nos sobran datos, gráficos, estadísticas y argumentos. Tal vez un poco optimista, pero quisiera quedarme con estas ideas.

Referencias, y gratitudes

Fernando Ulloa; Manuel Castells; Silvia Bleichmar; “Grupo Clínico en Pandemia” del Colegio de Psicoanalistas; la mayoría de los pacientes.

 

 
Articulo publicado en
Noviembre / 2020