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Las tormentas solares y la tecnología

 

Cayó del cielo

El 2 de setiembre del año 1859 el clipper Southern Cross, uno de esos veleros de tres mástiles que en aquellos tiempos dominaban los mares, salió de una fuerte tormenta en las costas de Chile. Los avezados marineros lucharon con denuedo para que el Southern Cross pudiera atravesar la fuerte marejada. Cuando amainó la borrasca no tuvieron el alivio esperado. El mar estaba teñido de rojo y el cielo tenía variaciones en rojo y amarillo que no podían descifrar pese a larga experiencia que tenían como navegantes de alta mar. El temor a lo desconocido se hizo presente de inmediato, los más experimentados navegantes oteaban el horizonte buscando respuestas, recién lograron calmar a la tripulación cuando comprendieron que se trataba de una aurora boreal. Algo que no correspondía que ocurriera en esas latitudes pero que ahí estaba. Decidieron seguir navegando con cautela y estar preparados para enfrentar una probable borrasca.

La ecuación entre progreso y planeta sustentable hace ya mucho tiempo que ha sido denunciada como imposible bajo las condiciones económicas imperantes

Ese mar rojizo que le siguió y que envolvió al Southern Cross no era efecto de extrañas corrientes marinas, y no estaba solo focalizado en la zona por donde navegaba el clipper. Se trataba de un evento que se había originado en el sol y que alteró al planeta entero. Todo había comenzado con una explosión en el sol, una tormenta solar, cuyos efectos electromagnéticos entraron por ambos polos. Como en una película de terror, hubo indicios que en aquel entonces no se podían comprender.

El telégrafo, la tecnología de la comunicación de punta de aquellos tiempos, funcionó como una alarma. Sus cables captaron la energía magnética que venía a la velocidad de la luz desde el sol. Fue como un raro “pararrayos”. Sus instalaciones dieron cuenta de que algo alarmante ocurría. Ya el 29 de agosto hubo incendios en algunas de sus oficinas, fallos extraños e inexplicables en las comunicaciones en diversas estaciones, cables que ardían sin explicación. Interferencias que, como en otro orden les había pasado a los marineros del clipper, los técnicos de las compañías telegráficas no tenían idea de cómo interpretar. Fue la ciencia astronómica la que dio los primeros pasos para entender ese mundo tan convulsionado.

Evento Carrington

El día primero de setiembre, mientras observaba por un telescopio en las afueras de Londres, Richard Carrington, un astrónomo que pasó a la historia por estar en el momento indicado registrando lo que sucedía en la superficie solar, hizo las anotaciones que documentaron la mayor explosión solar conocida: “Dos parches de luz intensamente brillantes y negro. Duración: cinco minutos”.

Desde aquél entonces el extraño suceso motivó las más diversas investigaciones, se comenzó a comprender los efectos que esas detonaciones causan en nuestro planeta. Lo ocurrido se conoce como Evento Carrington en honor del astrónomo londinense. En la actualidad existen estudios constantes sobre los efectos de las explosiones solares en la Tierra, se escanea el sol teniendo cada vez más conciencia de las posibles consecuencias de las tormentas solares.

La hiperconectividad y el enchufe en la pared

En el año 1859 las personas se aterrorizaron por ese mundo que amaneció teñido de rojo en casi todas las latitudes, dadas las comunicaciones de la época se tardó en informar que esas anomalías eran los efectos de esa explosión solar, el Evento Carrington, quedó en la historia como la mayor explosión solar que golpeó la Tierra. La misma demostró los inesperados peligros que vinculan a la progresiva electrificación del mundo y las tormentas solares.

Desde el momento que se logró transportar la electricidad, el avance de la misma ha sido imparable. Sus enormes transformadores, sus cableados atravesando montañas y cruzando por las profundidades del océano no se han detenido, en aquel entonces era imposible atar cabos entre lo que significaba la electrificación del mundo y los posibles riesgos que esos interminables tendidos de cables harían circular si una tormenta solar de grandes magnitudes golpease el planeta.

Ese tendido, esos transformadores convertidos en “pararrayos” que capturan y propagan la enorme energía que lanzan las explosiones solares. Nada ni nadie, por ahora, puede proteger a la Tierra de las consecuencias de las mismas

Como ya sabemos, el avance de las comunicaciones es impresionante año tras año. La relación entre electricidad e hiperconectividad es imparable. Las inmensas redes que transportan electricidad y conectividad por todo el mundo son el signo del constante desarrollo tecnológico y la más clara demostración de la ilusión de que el progreso supuestamente indefinido no hace más que traer mejoras al mundo. La ecuación entre progreso y planeta sustentable hace ya mucho tiempo que ha sido denunciada como imposible bajo las condiciones económicas imperantes. En todas partes se observan las catástrofes que la producción económica del hombre produce al planeta.

Dentro de este panorama general queremos señalar que: la relación entre los dispositivos que el usuario-cyborg tiene a su disposición y la producción de electricidad que se intensifica cada vez más, como dice la cita de inicio de este artículo toda la portabilidad necesita un enchufe para recargarse. Es decir que hay una estrecha relación entre estos fenómenos del sol, la electricidad y la profusión de aparatos que usamos. En consecuencia las tormentas solares son una preocupación que se agiganta entre los investigadores tanto de la astronomía como de los venidos de las ciencias sociales, y de la que por ahora los usuarios-cyborg no tienen mucha conciencia.

Ese tendido, esos transformadores convertidos en “pararrayos” que capturan y propagan la enorme energía que lanzan las explosiones solares. Nada ni nadie, por ahora, puede proteger a la Tierra de las consecuencias de las mismas.

Los informes seriamente documentados hablan del enorme costo social, económico y político de tal eventualidad. Se sabe que los satélites no funcionarían, que no tendríamos posibilidad ninguna de conectarnos con la placenta mediática (la NUBE). Por lo tanto a todo lo que allí está guardado será imposible acceder, que habría incendios múltiples en las grandes urbes afectadas, que la electricidad no funcionaría, que a las historias médicas guardadas en internet no se podría acceder y que, por lo tanto, muchos pacientes en estado de urgencia no tendrían (sus médicos) la información de su historia clínica, que los datos bancarios colapsarían y que no funcionaría el dinero electrónico, etc. Es decir, una especie de Apocalipsis que caería del cielo, pero que entraría en cada hogar o institución por un aparato cuyo cable esté introducido en un enchufe en una pared.

La directiva de Obama

Estas tormentas geomagnéticas no son una hipótesis teórica de un modelo abstracto, ocurren. Por ejemplo: una de ellas llegó el 13 de marzo de 1989 dañando los grandes transformadores de la provincia de Quebec en Canadá, en Nueva Jersey, Estados Unidos, y en zonas de Gran Bretaña. Pocos años después, ya en el nuevo siglo, ocurrieron apagones en Suecia y en África. Toda la información que conocemos sobre las instalaciones eléctricas actuales indica que, dado su enorme capacidad de generar y llevar electricidad a todas partes, son mucho más sensibles a los efectos de una tormenta solar que impacte -como el Evento Carrington- de lleno en nuestro planeta.

En julio de 2012, la tormenta solar más grande que se conoce, atravesó la órbita terrestre, pero nuestro planeta había pasado por ese lugar una semana antes. De haberse producido el encuentro entre las emanaciones de la explosión solar y la Tierra, las consecuencias hubieran sido gravísimas. No ocurrió, pero demostró que los gobiernos del mundo que ya conocen el tema, no tenían preparados muchos planes para evitar los efectos de ese bombardeo solar. Se sabe que la respuesta más eficaz hoy día es desconectar a tiempo todos los sistemas eléctricos y que la manera para que ello ocurra es tener un sistema de alarmas en el espacio que alerte con tiempo el advenimiento de una tormenta que avanza a la velocidad de la luz. También se conoce que las partículas solares más dañinas arribarían a la Tierra entre veinticuatro y cuarenta y ocho horas después de la explosión, que este tiempo es más que suficiente para desconectar los grandes transformadores de electricidad. Y no tenemos, por ahora, otros recursos de defensa.

La relación entre los dispositivos que el usuario-cyborg tiene a su disposición y la producción de electricidad se intensifica cada vez más

Recoger información sobre la tormenta del 2012 fue posible porque la misma golpeó de lleno en un satélite enviado por la NASA para alertar sobre las tormentas solares. El STEREO, así se llama el satélite, está preparado para recibir esos impactos y poder seguir brindando información. Este satélite pertenece al único escudo conocido que puede alertar para desconectar con anticipación los grandes sistemas eléctricos. Está organizado y operado por la NASA. Es conocido como Solar Shield, Escudo Solar, y está compuesto por dos satélites: STEREO y la sonda SOHO. Este sistema de alarmas cubre solamente América del Norte. El resto del mundo por ahora no tiene ningún tipo de dispositivos en el espacio preparado para anticipar estos peligros.

Siendo presidente Barak Obama dio a conocer la Directiva Nacional Número 8. En ella enumeró los veintitrés riesgos de amenaza nacional para los Estados Unidos. Como uno de los grandes peligros incluyó a las tormentas solares, recalcó en esa directiva que si una de ellas golpea de lleno a los Estados Unidos podría llevar al país a una catástrofe nacional. Dentro de ese marco se diseñó un nuevo sistema de protección civil. Claro que dicha directiva no sabemos si bajo el gobierno de Trump es tenida en cuenta (mientras escribo este artículo, por orden del presidente, el gobierno de los Estados Unidos está cerrado). Por eso es justo darle el valor a la iniciativa de Obama al haber declarado en forma oficial las consecuencias catastróficas que tendría esta energía solar absorbida por los transformadores de electricidad, los que se convierten en conductores de una especie de bomba de dimensiones impredecibles.

Colgados del pincel

El planeta Tierra seguirá padeciendo enormes catástrofes naturales, son parte de su historia, su presente y su futuro. La economía capitalista se ha desprendido de la concepción de un desarrollo sustentable entre producción económica y su relación con el planeta. No hay más que recordar que los tibios avances que se han realizados sobre el calentamiento global, que tiene una denominación más light: “cambio climático”, han sido obstaculizados por Trump.

La cultura cibernética tiene un altísimo consumo de electricidad y es necesario comprender las relaciones y consecuencias entre las condiciones económicas imperantes y los peligros que el mundo cyborg nos plantea con los consumos eléctricos de todos los tipos de aparatos que usamos para la hiperconectividad. Señalemos solamente la necesidad de electricidad de las monedas virtuales: “Toda la red de computadoras conectadas a la red de Bitcoin consume tanta energía al día como algunos países de tamaño mediano (qué país, depende de las estimaciones en las que confíes). Y cada día la red que abastece a Ethereum, la segunda moneda virtual mejor valuada, devora el equivalente a la electricidad de otro país”2. Para seguir tomando nota de la magnitud del fenómeno en declaraciones ante una comisión senatorial de los Estados Unidos el científico de Princeton, Arvind Narayanan sostuvo que bitcoin consume el uno por ciento de la electricidad mundial.

Con el ejemplo que hemos planteado tratamos de mostrar la magnitud de la producción, transporte y consumo de electricidad, el consumo voraz de las máquinas de comunicar. También señalar que los transformadores y cableados son el punto vulnerable ante el impacto de una de estas tormentas solares. No es una metáfora que el planeta tiembla cuando estas partículas sacuden nuestro mundo, tampoco las consecuencias y mucho menos que solo una parte del hemisferio norte tiene algunas defensas para anticiparse a las tormentas del tipo Evento Carrington.

Recordemos que esa tormenta solar del año 2012 que atravesó la órbita terrestre fue caracterizada como la más potente de los últimos ciento cincuenta años, y solo el azar resolvió la situación a favor de la humanidad.

La economía capitalista se ha desprendido de la concepción de un desarrollo sustentable entre producción económica y su relación con el planeta

Como se comprenderá no se trata de anunciar el nuevo apocalipsis, sí de poner en conocimiento de los peligros de la relación entre electricidad y el profuso aparataje tecnológico que usamos. También de que los mismos salgan de este “cono de silencio”. Al respecto las grandes empresas eléctricas y las tecnológicas silencian estos peligros. Niegan la posibilidad de organizar mundialmente, no solo en el país más rico del mundo, formas de defensa. Velan el problema y sus responsabilidades para que nada se haga al respecto. No hacen aportes económicos para buscar soluciones, no hay duda que son parte del problema y la NASA lo demuestra al pedir que las empresas tecnológicas y productoras de electricidad se incorporen a las investigaciones sin que le respondan afirmativamente. En consecuencia quieren que sigamos colgados del pincel, o mejor dicho del Smartphone.

Notas

1. Sametband, Ricardo, “Los trucos de magia electrónica que nos ayudan en cada momento del día”, diario La Nación, Argentina, edición impresa, 21 de enero de 2019.

2. Popper, Nathaniel, diario The New York Times, edición en español, 24 de enero de 2018.

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Articulo publicado en
Abril / 2019