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Lo corporal vincular en clave de complejidad

 

Le abrió la puerta. Dos miradas se cruzaron. Entró en el espacio. Dos voces se saludaron. Dos tonos musculares se afectaron mutuamente. Dos historias y un “ahora” empezaban… quizás a construir el relato de un encuentro.

¿Qué es un encuentro? ¿Qué nombra un encuentro entre un trabajador o un terapeuta corporal y su alumno o paciente?

¿Qué, quiénes habitan la escena de “lo corporal”?

Del cuerpo a lo corporal

El cuerpo ha devenido un gran interrogador de prácticas, no sólo clínicas o pedagógicas. Interroga también la filosofía, el arte, la política, las temáticas de género y la ética. Hablar de “lo corporal” nos permite acercarnos a la complejidad del cuerpo en tanto constructo histórico social, efecto del entramado biológico, pulsional, vincular, social y semiótico. Territorio privilegiado donde el poder hacer marca mediante prácticas y enunciados, mediante formas múltiples, anónimas, a través de las instituciones familiares, educativas, de prácticas de salud, mediáticas, telemáticas, de mercado, entre otras.

Un encuentro es significativo si modifica a quienes lo producen y será origen (nunca único, siempre singular y situacional) si produce una novedad donde había ausencia de inscripción previa al encuentro

Cuerpo producido y productor, participante y participado, autor de una narrativa, de un relato en acto: líneas de fuga a las capturas que lo instituyen. Cuerpos intervenidos, atacados y al mismo tiempo transgresores.

Dimensión de “Lo corporal” que a su vez que producido por un entramado, entrama con las dimensiones, biológicas, psíquicas, vinculares, representacionales, semióticas, histórico sociales, biopolíticas -en tanto siempre inscripto en un dispositivo de poder-, territorializando procesos de subjetivación. Procesos de subjetivación siempre inacabados que, en clave de complejidad, dan cuenta de las múltiples dimensiones que lo constituyen.

El pensamiento complejo constituye una epistemología. Incluye apertura y heterogeneidad, azar, fluir y autoorganización, incertidumbre y probabilidad. Supone el entretejido de elementos heterogéneos, el caos como creativo y las redes como lógica de funcionamiento.

Supone entonces procesos de subjetivación abiertos a nuevas marcas. En clave de disyunción inclusiva renuncia a la lógica de un eje central y organizador y admite diversidad de ejes heterogéneos, con puntos de anclaje y estabilización y efectos de cierre, siempre sometidos a nuevos procesos de auto organización. El pensamiento de la complejidad nos arrima a una lógica de producción subjetiva inmanente.

La escena de “lo corporal”

¿Desde la perspectiva de la complejidad cómo pensar a los actores de la escena de lo corporal? Si esta perspectiva incluye apertura y heterogeneidad, la experiencia compartida en ese encuentro producirá un efecto de novedad, de algo inaugural para quienes lo habitan.

Hablar de dimensiones reclama pensar las perspectivas, las especificidades de cada dimensión: la caja de herramientas, las conceptualizaciones, los modos de intervención, los recursos técnicos, lo que destaca mirar y lo que deja de lado.

En el campo de lo corporal podríamos mencionar, seguramente entre otros, el trabajo con la propiocepción, las emociones, las sensaciones, el tacto/contacto, las consignas, la imagen, la creatividad, el movimiento, la quietud en movimiento, el movimiento en la quietud, la respiración, el tono muscular, la relajación…

Las prácticas del campo de “lo corporal”, montajes que disponen a la percepción, al movimiento, a escenas pobladas de cuerpos han impactado la hegemonía de la representación, las capturas de sentido, las lógicas causales y las marcas identitarias.

También estas prácticas impactan las lógicas de mercado, ya que los cuerpos que habitan los espacios de “lo corporal” no son los cuerpos útiles, productivos y meritocráticos, ni los cuerpos mediáticos ni cuerpos sometidos a la dominancia de la imagen. Son cuerpos sensibles.

Sin embargo, algunos relatos sobre estas prácticas parecen quedar capturados nuevamente en una lógica binaria. En estos relatos queda invertido el lugar de la “verdad”, desplazando la hegemonía desde la razón al cuerpo: el cuerpo es el que sabe, él porta la verdad primera y última y a ella hay que volver.

Algunas conceptualizaciones de Ana Fernández sobre otros modos de Producción de Subjetividad articuladas con la perspectiva vincular nos ofrecen herramientas para desarmar el pensamiento de la trascendencia y la captura binaria.

“…en el cotidiano de nuestras acciones, pensamientos, decires están presentes simultáneamente una lógica de la representación y una lógica de la multiplicidad, en éste puede resaltarse el atravesamiento permanente entre un plano discursivo que opera en el dominio del lenguaje tanto explícito como implícito y un plano de los cuerpos que con sus intensidades y afectaciones opera todo el tiempo sobre el primero” (Ana Fernández, Lógicas Colectivas, 2007).

Si del lado de la representación opera la hegemonía del sentido y del lenguaje, del lado de la multiplicidad las intensidades y las afectaciones, ninguna de las dos puede ser pensada sino en simultaneidad con la otra.

A los cuerpos les acontece algo del orden de la incertidumbre, de lo inesperado, de lo impensado

La perspectiva vincular va a complejizar las conceptualizaciones sobre vínculo analítico (conceptualizaciones que pueden ser extensivas para pensar la vincularidad en sentido amplio) incluyendo una multiplicidad de dimensiones transferidas y no transferidas introduciendo fuertemente la idea de relación y de co-construcción vincular.

“…diferenciamos así transferencia de vínculo terapéutico, señalando que hay dimensiones vinculares construidas en cada encuentro singular paciente-analista que dan lugar a producciones novedosas… dada la fuerte vigencia del encuentro con el analista el paciente no sólo transfiere sino que se vincula en la actualidad, y el analista no solo escucha sino que también transfiere… lo novedoso excede la transferencia-contratransferencia, es decir, va más allá de la resignificación… queremos destacar la idea de co-construcción para dar cuenta del accionar clínico de un analista pensado como subjetividad compleja, no sólo como objeto de proyecciones y/o como lugar de resto” (M. C. Rojas y Susana Matus, 2017).

Berenstein (2001) ubicará al interior de la escena analítica la emergencia de lo que antes no había, productor de un hecho nuevo y vincular y lo nombrará como “interferencia” diferenciándolo de la transferencia (en tanto despliegue del mundo infantil y de las relaciones de objeto). En la lógica de la transferencia se reencuentra algo de lo que se perdió, siendo el analista soporte del encuentro con el objeto perdido. En la lógica de la interferencia NO hay reencuentro. Hay advenimiento de novedad. La interferencia no completa a la transferencia, es del orden de un exceso, no de una falta y reclama un trabajo a realizar.

La idea de la “interferencia” reclama la puesta en la escena vincular de las nociones de Presencia e Imposición. Presencia como cualidad que impone en el otro una marca que lo modifica. Imposición (como efecto de Presencia) como la acción de otro que impone, más allá del deseo de quien la recibe. Así una dimensión del vínculo analítico será la disposición a la transferencia como repetición siendo del orden de la elaboración. La otra es la posibilidad de pensar una nueva inscripción que de alguna manera impacta lo instituido. En este sentido un encuentro es significativo si modifica a quienes lo producen y será origen (nunca único, siempre singular y situacional) si produce una novedad donde había ausencia de inscripción previa al encuentro. Si hay producción subjetiva, si hay inscripción inaugural, si hay renovada producción de novedad, hay vincularidad.

¿Cómo articular estas conceptualizaciones con la especificidad de la dimensión de lo corporal?

Ensayemos algunas escenas

Escena 1:

Esa mañana D. llegó al piso, se acostó boca arriba y se desperezó, se estiró en todas las direcciones que tuvo ganas y finalmente cuando detuvo su movimiento le propuse que, desde lo que di en llamar su “mirada interna”, fuese construyendo sus modos de estar apoyada en el piso a partir de la observación de sus apoyos. Construyendo su estar corporal esa mañana…

Me sorprendí mientras me escuchaba decir que “construya su estar corporal” ¿por qué construir y no registrar los modos de estar apoyada?

Escena 2:

“Siento mi cuerpo como el de un monigote, como aquellos dibujos de cuando era chiquita, puros palotes…” dijo A. esa mañana angustiada. A. trabajaba en la gestión pública y su trabajo estaba siendo literalmente aplastado con la intención de pasarla a prescindibilidad. Le propuse trabajar desde la palabra y el contacto en un recorrido sobre el cuerpo. Mientras que con una pluma de color contactaba la zona de su cuerpo que iba nombrando me escuché decir: “como si desde tu mirada interna fueses desplegando, produciendo una pielguante que construye el espacio interno y que al construirlo lo abraza…”

Mientras mi boca hablaba y mi manopluma acariciaba su cuerpo, pensé qué estaba nombrando con “mirada interna”.

Escena 3:

F. contó que no había podido dormir esa noche. Su esguince de tobillo “incurable” le alteraba seriamente la marcha (por su trabajo debía caminar muchas horas al día) y al final de la jornada laboral solía contracturar mucho la zona cervical lo que muchas veces le producía cuadros jaquecosos. Dijo que quería descansar y pensar poco. Acordamos que se acostara en el piso. Rápidamente se ubicó boca arriba como si se desparramese desdibujando sus bordes. Puse una mano sobre su pecho: me angustié. Comenzó a mover su cabeza rolándola hacia uno y otro lado y mis manos fueron al encuentro de su cabeza, Una mano sobre cada sien. El movimiento cedió. La escuché decir: “mis cervicales parecen una columna de cemento rugoso y deformado”. Mis manos permanecieron sobre sus sienes algunos minutos más… no sé cuántos. Entonces F. dijo: “la imagen fue cambiando, van apareciendo la forma de mis vértebras cervicales”. Mis manos supieron que una lágrima se deslizó. Me pregunté si las vértebras lloran…

Algunas reflexiones a partir de las escenas:

- Me sorprendí mientras me escuchaba decir que “construya su estar-corporal”, ¿por qué construir y no registrar los modos de estar apoyada?

¿Por qué hablar de construir el estar corporal y no registrar? ¿Es sólo una diferencia expresiva sin importancia o supone dos lógicas acerca de cómo pensar lo corporal?

El riesgo de hablar de lo interno es suponer que lo interno/externo, el adentro/afuera funcionan como compartimentos estancos y no en relación

La idea de observar “el cuerpo”, de observar los apoyos, supone el encuentro con algo dado, un observable por una conciencia, reproduciendo la idea de sujeto y objeto, o de una razón que conoce reproduciendo los binarismos alojados para siempre en el positivismo.

¿Pero quiénes habitan la escena de “lo corporal”? ¿una/s conciencia/s que observa/n “cuerpo/s” y un observador/coordinador/terapeuta que reproduce el par sujeto/objeto?

O acaso la escena de “lo corporal” pueda pensarse como una situación, siempre singular, heterogeneidad compuesta de infinitos elementos variables que no responden a un plan previo, que dispone pero que no predice ni previene. Espacio habitado por dos o más personas, aunque en posiciones asimétricas bajo los efectos de la imposición que supone la presencia de él/los otros. Cuerpos afectados y afectando. Intensidades que afectan sin decir. Experiencia de encuentro y de relación entre el piso y el cuerpo, juegos de fuerzas que instituyen “estares corporales”. A los cuerpos les acontece algo del orden de la incertidumbre, de lo inesperado, de lo impensado.

Dice Suelly Rolnik acerca del cuerpo vibrátil: “una capacidad diferente de nuestra subjetividad más desconocida por su represión histórica… Capacidad que nos permite aprehender al mundo en su condición de campo de fuerzas vivas que nos afectan y se hacen presentes en nuestros cuerpos como sensaciones… esta capacidad está desvinculada de la historia del sujeto y del lenguaje… el otro es una presencia viva hecha de multiplicidad plástica de fuerzas que pulsan en nuestra textura sensible. Se disuelven así las figuras del sujeto y objeto, y con ella la separación del cuerpo respecto del mundo.”

Coordinador/terapeuta y alumno/paciente ubicados en diferentes posiciones inmanentes coproducen un territorio: el espacio de “lo corporal” en un juego de implicaciones que los atraviesa.

Co-construcciones vinculares, que inauguran cada vez lo corporal vincular.

- Como si desde tu mirada interna fueses desplegando, produciendo una pielguante que construye el espacio interno y que al construirlo lo abrace…

En esta escena podemos pensar cómo operan en simultaneidad las lógicas representacionales y de la multiplicidad. Mientras mi palabra nombra aquellas zonas del cuerpo para las cuales hay inscripción previa, se conocen, hay representación para ubicar las partes del cuerpo que voy nombrando, al tiempo la pluma toca su cuerpo sensible, “afecta” su estar corporal y en esta simultaneidad de devenires A. construye, inaugura su estar corporal ese día.

- Mientras mi boca hablaba y mi manopluma acariciaba su cuerpo, me preguntaba qué estaba nombrando con “mirada interna”.

Quizás ésta sea una de las preguntas sobre clínica corporal que me resulte más difícil responder. Recuerdo, al decir de Beatriz Sarlo, que la potencia de una pregunta está en el campo de problemas que inaugura…

Una de las donaciones del campo de lo corporal al pensamiento de la subjetividad sea el de habilitar otros códigos expresivos, no lingüísticos ni deficitarios, sino simplemente otros

El riesgo de hablar de lo interno es suponer que lo interno/externo, el adentro/afuera funcionan como compartimentos estancos y no en relación. Que el adentro y el afuera se relacionan entre sí como términos definidos, y no que son efectos de esa relación.

Así al pensar en la mirada interna no me refiero a una mirada que observa un sí mismo sustancial, preexistente al que hay que develar, sino a la capacidad creativa capaz de construir un nuevo relato corporal.

Queda abierta, trabajando la pregunta… ¿cómo nombrar la experiencia entonces?

- Puse una mano sobre su pecho: me angustié

Mi mano y su pecho se encuentran en el contacto. Del lado de mi mano la intención de contactar. Del efecto del encuentro la intensidad: la emoción. Indecidible a quién le pertenece. Es producción de la manopecho.

En clave de afectación mi mano afecta su pecho y su pecho afecta mi mano. Y esto no será sin efectos. No sólo en A. También en mí. Al decir de Rolnik, fuerzas que operan en nuestras texturas sensibles, en las de ambas. Se disuelve la idea de un coordinador/terapeuta por fuera de la escena corporal, se disuelve la idea de objeto/sujeto. Para ambas la escena devendrá novedad subjetiva.

- La escuché decir: “mis cervicales parecen una columna de cemento rugoso y deformado”. Mis manos permanecieron sobre sus sienes algunos minutos más… no sé cuántos. Entonces F. dijo: “la imagen fue cambiando, van apareciendo la forma de mis vértebras cervicales”. Mis manos supieron que una lágrima se deslizó. Me pregunté si las vértebras lloran…

¿Cómo pensar la producción de una imagen? Vivimos en un mundo saturado de sentidos dados. Y estos atraviesan nuestros cuerpos, los capturan y modelan.

Podríamos pensar que estos cuerpos capturados en sentidos que encorsetan/asfixian, buscan y encuentran otros códigos de expresión para lograr “respirar”: el dolor, la contractura, la rigidez…

La “razón” y su aliado la “representación” cuando operan en modo hegemónico les suponen a estos modos expresivos un déficit simbólico.

Tal vez una de las donaciones del campo de lo corporal al pensamiento de la subjetividad sea el de habilitar otros códigos expresivos, no lingüísticos ni deficitarios, sino simplemente otros. Su práctica le abre la puerta a otra semiótica para pensar los procesos de subjetivación.

Entonces, la imaginación, su expresión en imágenes son rupturas en acto de los encorsetamientos de sentido. Intensidades no discursivas, vacíos de palabras, cuerpos afectándose, sensaciones que nos fuerzan a idear, a pensar. Y a “respirar”.

A modo de apertura

Decíamos al principio que hablar de “lo corporal” nos permitía acercarnos a la complejidad del cuerpo en tanto construcción histórico social entramado biológico, pulsional, vincular, representacional, social y semiótico.

Esta complejidad se efectúa cada vez, en cada encuentro en nuestros espacios de trabajo o terapias corporales.

Pero decir que se efectúa no supone poder capturar la multiplicidad que habita la complejidad. Sólo saber que produce efectos, que produce sus potencias en su accionar, en un campo de inmanencia siempre singular. Que lo vincular corporal se inaugura en cada encuentro, se produce en situación, en la multiplicidad de experiencias que se componen en cada encuentro. Y que deja indecidible el “qué” y el “quién” de esa producción.

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Articulo publicado en
Abril / 2019