Desde el año 1992, integro el equipo de adolescencia del Hospital de niños Ricardo Gutiérrez y desde 1995 soy co-fundadora del Hospital de día de dicha institución.
Hospital de Día, es un dispositivo terapéutico de jornada diaria (el paciente asiste todos los días de 9 a 13 hs., almuerzo incluido). Fue creado para cubrir la necesidad de aquellos adolescentes que salían de una internación total, pero que necesitan un seguimiento más intenso que el que se ofrece en un servicio ambulatorio. También para aquéllos que “no están” para una internación y requieren un aparataje terapéutico más completo. Nuestro modelo de abordaje integra: Asamblea multifamiliar, terapia grupal, terapia corporal, terapia ocupacional, taller de psicopedagogía, taller de cine,
Grupo de mujeres (integrado por las madres de las pacientes), control clínico a cargo de dos médicos especialistas. Es único en todo el país con estas características.
El paciente recibe por fuera del Hospital de día su terapia individual y, si es necesario, terapia familiar.
Este dispositivo es sin duda un espacio “transicional entre el adentro y el afuera” que acompaña un proceso de recuperación, de maduración, de cambio y crecimiento.
¿Qué es lo que motiva a un equipo de salud de adolescentes incorporar una terapia corporal? El ingreso al hospital de pacientes con trastornos alimentarios, especialmente anorexias, y la gravedad de las mismas lleva a repensar y a implementar nuevas estrategias interdisciplinarias para una atención y asistencia de las necesidades del paciente y su familia.
Cuándo fui invitada para integrar el equipo, comencé a preguntarme ¿de qué modo mis experiencias y mi formación, mi mirada y mi lectura corporal podrían tener eficacia en la clínica dentro de este contexto terapéutico tradicional?
No fue fácil responderme a mis interrogantes iniciales. ¿Cómo interdisciplinar? ¿Cómo posicionar la corporalidad en un contexto tan psi? ¿Cómo dar cuenta de la importancia del “cuerpo real” para llegar al “cuerpo simbólico” y a las representaciones de imagen? ¿Qué sucede cuando la palabra es silenciada y el paciente dice y muestra su padecer desde otros lenguajes y desde otras narrativas? ¿Cómo crear mi propio estilo terapéutico?
Mi apuesta comenzó a centrarse en la importancia de la corporalidad para la identidad y la construcción yoica, ayudando a transitar la incertidumbre, lo inestable, el caos y el desequilibrio, el asombro de lo inesperado con que cada adolescente se presenta.
El padecimiento de las y los adolescentes con trastornos alimentarios es intenso, sostenido y doloroso. Rigen conductas autodestructivas y de desvalorización en algunas instancias o de narcisismo en otras.
El proveer alivio, aquietamiento y despertar el interés para el auto-reconocimiento como una manera de apropiación y cuidado comenzaron a guiarme en la tarea, pensando en todo lo que puede disparar y despertar en los pacientes un contacto sensible y concreto consigo mismo desde una vivencia que conlleve a renovar y adquirir otra presencia en una construcción que desarme un discurso instalado: “Me veo gorda/o”, “soy pura panza”, “mis caderas me matan” y donde en muchas instancias se presentifica la paradoja del paciente “sin cuerpo”. “Estoy y no estoy”, “de repente siento que no estoy, y eso me da mucha angustia”
Sabemos que la crisis de imagen más contundente por la que atraviesa un individuo sucede en esta etapa evolutiva, justamente porque se van determinando los cambios biológicos, psicológicos, familiares y sociales más significativos y determinantes en la historia del individuo y no siempre hay una estructura psíquica y familiar que pueda sostener tanta mutación.
La secreción de estrógenos incrementa la erogeneidad, la sexualidad, la posibilidad de procrear, se crece en altura, cambian las medidas: “de repente me quedaron chicas las zapatillas, estoy más patona.”
La piel suave y tersa manifiesta porosidades y acné. Dice una paciente, “no me reconozco en este cuerpo”.
Hay apertura a nuevos escenarios sociales, cambios de escuelas, de responsabilidades.
La adolescencia es cambio desordenado, y es maduración corporal, nuevas sensaciones fluyen entre lo prohibido, lo negado y lo aceptado. Aparecen deseos e impulsos de una química que se transforma.
Cada adolescente los experimenta de un modo singular.
Es así como fui construyendo un espacio terapéutico confiable y seguro, para que el paciente pueda en su tiempo y espacio entrar en una búsqueda para descubrirse, conocerse, recrearse y reinventarse a pesar del padecimiento.
Los recursos de la eutonía me fueron dando herramientas y pautas de trabajo que voy adecuando acorde a la necesidad, sumados a los aportes de Reich y Winnicott.
En la tarea:
Proponer un recorrido por la piel permite marcar límite-frontera, diferenciar y discriminar un espacio tridimensional propio y único, captando sensaciones tanto dolorosas o placenteras y también desanestesiar la insensibilidad que por exceso de tensión acaba estructurando la “coraza defensiva” desde la piel hacia adentro y desde la piel hacia fuera (defensa del mundo externo, porque es vivido como una amenaza).
La experiencia sobre la estructura ósea acerca a una construcción, justamente de “estructura y sostén”, también al goce o al rechazo, hay quienes se impactan al reconocer la cercanía de la osamenta a la piel, “soy puro hueso, me impresiona tocarlos”. Hay quienes gozan de eso, intentando reinar en la patología.
Hay situaciones en donde el cuerpo-esqueleto de la adolescente, funciona como sostén de una estructura familiar en quiebre, en derrumbe, en donde lo que une y arma al cuerpo familiar es el cuerpo-esqueleto de la paciente.
La posibilidad de “dar toque eutónico” me permite un acercamiento a modo de “maternaje” que provee sostenimiento y cuidado. Holding, al decir de Winnicott: “El toque eutónico es un modo de accionar del eutonista con las propias manos alguna zona del cuerpo del paciente. Este modo de tocar-sostener, permite también devolver el modo en que una zona se encuentra.”
También “evitar el toque” es importante, cuando el paciente no puede sostenerlo por historias previas a las cuales remite o pensado en instancias en donde no pueden significarlo, entonces lo confunden.
Pienso que el arte de “tocar” o “no tocar” es una instancia fundamental que debe tener muy claro el terapeuta o el eutonista. El toque entra en el campo de la intersubjetividad, por lo tanto es comunicación y escucha de quien lo da y de quien lo recibe, siendo el que lo recibe el que le da sentido y palabra y le asigna su valor.
Es fundamental pensar y repensar con profundidad la implicancia del contacto, ya que existe lo que yo llamo “patologías del contacto” en donde lo beneficioso del toque se transforma en terrorífico para quien lo recibe.
Estas instancias de rechazo, requieren de una tarea a priori para poder llegar a implementarlo.
Los cambios tónicos van sucediendo en el transcurso del tratamiento y permiten bajar el nivel de angustia y nerviosismo continuo, también cede el control con lo cual emergen nuevos registros, nuevas autoobservaciones que van “cambiando el texto y el contexto” rompiendo el cliché.
La observación y lectura corporal basada en los aportes que me brinda la mirada Reichiana, permiten una comprensión de la estructuración de las defensas y la pulsación energética como expresión en las actitudes corporales.
Al finalizar la sesión, cada paciente es invitado a poner una palabra que venga de la sensación física y una palabra que llegue de la sensación emocional. Esta posibilidad de llegar a la palabra y no de partir de ella, toma un proceso que emerge de la experimentación, es así como se refuerza la vivencia sentida y luego verbalizada. “Estoy mas firme”, “Me siento mas tranquila”, “Tengo paz”, “relajada”, “me reconozco más”. También mi pregunta puede ser: “¿Cómo llegaste y cómo estás ahora? ¿Qué pasó a través del trabajo?”
Surgen nuevas respuestas en donde el “awareness” (darse cuenta corporal) aporta otros reconocimientos que se direccionan en el proceso de la sesión: “llegué dura y angustiada, estoy mas blanda pero firme”.
Siempre que recibo a un adolescente, busco rescatar sus “núcleos saludables” y la posible inteligencia sensorial que yace en su interioridad, así como trabajar la carga afectiva y emocional que “pesa” y que está presente en la corporalidad.
¿Los espejos sociales, familiares, relacionales que imagen devuelven?
¿Dónde se proyecta el adolescente para mirarse y seguir avanzando?
Lo gratificante de la tarea es saber y sentir que la creación de este espacio corporal se funda en el vínculo y la alianza terapéutica, permitiendo ir construyendo acuerdos, crear confianza, consensuar necesidades y objetivos, y especialmente tener el tiempo y la paciencia para que cada paciente me habilite para acompañarlo en su proceso de “cura”.
Ruth Nejter
Eutonista
Pedagoga-terapeuta Corporal*
contacto [at] eutoniaconruth.com.ar
* Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez. Servicio de psicopatología.
Cofundadora de Hospital de día - Terapeuta de internación psiquiátrica de dicho hospital.