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Escribir sobre música, una forma de bailar

 
Música y Pensamiento crítico. Columna

Una frase que se adjudica a varios autores (desde Frank Zappa a Thelonius Monk pasando por Elvis Costello) dice que “escribir sobre música es como bailar sobre arquitectura”. Aunque parece una defensa de los músicos ante los críticos, se convirtió en el eslogan y coartada perfecta para reducir a la música en una experiencia inefable de la cual nada se puede decir. Y se usa para silenciar la riqueza de los diferentes modos de acercarnos y enriquecer la experiencia musical.

En las antípodas encontramos al pensamiento crítico. Un pensamiento que cuestiona las bases de lo obvio, tanto desde las categorías del propio conocimiento como desde la realidad socio histórica. La clave de esta perspectiva es poner en evidencia la dominación del capitalismo en la subjetividad. De Marx a la Escuela de Frankfurt, en cuyo seno se consolidó un particular abordaje del marxismo. Dentro de estos autores, quien se ocupó de la música tuvo nombre y apellido: Theodor W. Adorno. Filósofo, sociólogo y músico. En su extensa obra sobre la música marca una forma de abordaje posible del pensamiento crítico sobre este arte. Muchos de sus análisis sobre cómo el capitalismo atraviesa la producción de las obras musicales llevaron a desestimar algunos aspectos de la música popular por considerarla una “regresión de la escucha”. Sin embargo, sus alertas de cómo la fetichización y la mercantilización atraviesan la experiencia musical alertaron sobre cómo el capitalismo atravesaba las entrañas de la producción y la experiencia musical hacia mediados del siglo pasado.

Las experiencias musicales se han transformado velozmente en los últimos años. Un pensamiento crítico sobre la experiencia musical en la actualidad del capitalismo tardío implica visibilizar cómo opera la dominación en su producción. Para ello son ineludibles dos ejes:

-La expansión de la producción musical y la proletarización de los músicos. La industria musical ha ido mutando varias veces en el último siglo desde la posibilidad de reproducción y amplificación de la música. En la actualidad conviven una profusión de experiencias musicales en todo momento y lugar. Hay mucha música todo el tiempo, pero la inmensa mayoría de los músicos que la producen obtienen cada vez menos de su trabajo. Las milésimas de centavos de dólar que pagan Youtube y Spotify por cada reproducción son sólo la punta del iceberg de la situación actual de los músicos. En la actualidad queda encubierto con los ejemplos de los poquísimos músicos que ganan millones. Como sucede en el resto de los ámbitos de nuestra sociedad.

-Las experiencias musicales de hoy son múltiples. La invasión permanente de la música como fondo de la vida actual se ha instalado. Cada momento se puebla de música con distintas funciones: como mero consumo de mercancía y a la vez como catalizador para las ventas de otras mercancías (en shoppings, restaurantes, negocios, salas de espera, etc.). También como tranquilizante en la vida sin pausa de estos tiempos. Frente a muchas experiencias musicales desubjetivantes, hay mucha música con función subjetivante: en la cantidad de música “en vivo”, en el erotismo de los encuentros que se producen cuando se baila, en la posibilidad de elección de la banda sonora para nuestra vida.

Mucha tinta corre hoy tratando de dilucidar por qué la música es tan importante para nosotros en la actualidad. La experiencia musical desborda lo sonoro y se sostiene en los intercambios entre subjetividades que posibilita la música. Moverse y bailar. Hablar y escribir. Todos son nutrientes de la experiencia musical. El pensamiento crítico sobre la música implica desentrañar y avanzar sobre lo que siempre fue y es: más que sonidos, una experiencia subjetiva determinada por la sociedad en que vivimos.

En este camino, escribir sobre música es bailar y producir con nuestras manos al ritmo de lo que ella nos provoca. E invitar a bailar a los lectores para que muevan sus propias arquitecturas musicales.

Alejandro Vainer

 

 
Articulo publicado en
Julio / 2018