En la parte final de la redacción de este libro, tomamos contacto con un texto de Michael Hard y Antonio Negri, IMPERIO. Atilio Boron, en un excelente texto de 150 páginas, IMPERIO & IMPERIALISMO, desarrolla un extenso análisis crítico, capítulo a capítulo, a través del cual muestra los aciertos parciales, pero sobre todo, las falencias y contradicciones de la promocionada producción de estos autores que se denominan a sí mismos “comunistas postmodernistas”.
Nuestro objetivo es más modesto. Vamos a desarrollar una referencia crítica al texto completaria, de algunas hipótesis que desarrollamos en el capítulo anterior de este libro, (titulado el Nuevo Perfume de una Vieja Ideología.) Nos referimos a autores como Ulrich Beck, J. Derrida, J. Deleuze, F. Guatari, E. Laclau, R. Rorty, y en general a todos los nuevos existencialistas y pragmatistas que desde nuestra perspectiva, se incluyen en lo que, parafraseando a Gramsci, ya hemos llamado“nuevos intelectuales orgánicos de la dominación”, para ubicar el amplio y documentado texto que estamos tratando, en esta misma categoría.
El hoy mediático filósofo italiano, antiguo estudioso de Marx y Spinoza, fogoso teórico de Le Brigate Rosse en los setenta, se desliza hacia el postmodernismo en compañía de F. Guatari y J. Deleuze en su exilio en Francia. Vuelto a Italia escribe desde su prisión domiciliaria en colaboración con su discípulo Hard, esta obra que, por su entramado conceptual y frondosidad retórica podríamos decir que es parafraseando ahora Franco Rella, es algo así como el “discurso hermenéutico delirante” de la “sociedad delirante”.
El libro de H. y N. dentro de su aparente complejidad, tiene bastante nitidez en los objetivos que se traza. En primer lugar su abierto rechazo a asimilar la globalización, a una fase o momento del ejercicio de la hegemonía imperialista, a la que sustituye por la contradictoria concepción de Imperio en el cual un nuevo orden ético supranacional promueve el universalismo de una personalidad jurídica política, que es “convocada” para borrar toda historia anterior.
En segundo lugar, el desarrollo de una propuesta epistemológica, en la cual mezcla dos concepciones metodológicas antagónicas, el análisis sistémico y la lectura “rizomática” y, como si esto fuera poco, introduce de golpe reflexiones marxistas y algunos toques de su visión particularmente equívoca de la dialéctica negativa de W. Benjamín.
Y por fin el uso particular de la categoría spinoziana “multitud”a la cual se le atribuye una función de antagonismo equilibrante y desequilibrante del sistema imperial, una especie de motor del cambio, paradojalmente intrasistémico pero también rizomático, o sea imprevisible, en tanto manada o rebaño errático, que se fractura en múltiples líneas de fuga.
Hemos seleccionado algunos párrafos estratégicos del discurso del texto, con el objetivo de documentar y sintetizar lo más posible, nuestro análisis crítico.
“Desde el comienzo, entonces, el imperio pone en movimiento una dinámica ético-político que reside en el corazón mismo de su concepto jurídico político... este incluye dos tendencias fundamentales. La primera es la noción de un derecho que se afirma en la construcción de un nuevo orden, que abarca todo el espacio considerado por el como la civilización, un espacio universal, ilimitado, la segunda... abarca todo el tiempo dentro de su base ética. El imperio agota el tiempo histórico, suspende la historia y convoca al pasado y al futuro, dentro de su propio orden ético. Para decirlo de otro modo: el imperio presenta su orden como permanente eterno y necesario...” pág30 Michael Hardt y Antonio Negri “El Imperio”Paidós,2002
Esta definición sobre el imperio, se vislumbra como éste acaba con el imperialismo, o sea con su acción histórico, económica, política y militar más importante, como por ejemplo:
1) el imperialismo siempre impera o sea subsume al otro. Lo coloniza o lo recolonializa. Lo somete a enclaves mineros, petroleros, agrícolas. O le succiona sus ahorros a través de privatizaciones, operaciones financiero bancarias en las que se combina la usura o el despojo abierto, el caso argentino actual en el cual los bancos de exterior se quedan con más de 26.000 millones de dólares de los ahorristas, 2) El imperialismo no incluye al otro a partir de una dinámica ético política, sino que despliega una hegemonía desde a) de prácticas económicas, políticas y militares, que van destinadas a mantener la autonomía y la preservación ilegitima de las grandes inversiones, b) operaciones de instituciones que como el FMI, o el Banco Mundial, que extorsionan a los países abiertamente el caso de la Vicepresidenta del FMI, A. Krugger, indicando en un comunicado sobre la crisis argentina el 8 de mayo del 2002, la necesidad de que se llame a elecciones, dada la debilidad del presidente Duhalde para aplicar las recetas del F.M.I, 3) Operaciones de la Embajada norteamericana y sus agentes para derribar gobiernos constitucionales como el caso del agente Otto Reich, y el propio embajador en Venezuela, en el golpe que pretendió derribar al Presidente Hugo Chávez, el 13 de abril del 2002
La dinámica ético política del imperio, sería exactamente lo contrario a la dinámica depredadora, generadora de mafias económicas y políticas gobernantes nacionales intermediarias del verdadero poder imperialista. ¿Dónde está el nuevo orden y el nuevo derecho ético político. El “espacio de civilización” desde la nueva base ética?
El imperialismo se caracteriza precisamente por su violación permanente a toda ética, su doble discurso permanente promoviendo la “democracia” y avasallándola allí donde los atisbos de su emergencia real amenazan su hegemonía, aparece difuminado, disfrazado y negado, bajo una forma de “imperio que convoca al pasado y al futuro suspendiendo la historia, agotando el tiempo histórico”. Esta negación de la historicidad, de evidente índole heideggeriana, indudablemente presenta su orden como permanente y necesario, eterno sin historia y tampoco sin futuro, porque “nada hay más allá de este presente”. Pasa por alto cómo se impone este orden, desde la extorsión y la sumisión a la servidumbre por la corrupción de los gobiernos y la sangrienta coerción armada para corregir toda presunta ingobernabilidad.
“El nuevo paradigma es tanto un sistema como una jerarquía, una construcción centralizada de normas y una extendida producción de legitimidad extendido a lo largo y a lo ancho del espacio mundial. Se configuró ab initio como una estructura sistémica dinámica y flexible... Concebimos esta estructura... como un híbrido entre la teoría de los sistemas de Nikas Luhmann y la teoría de la justicia de John Rawls... la totalidad sistémica tiene una posición dominante en el orden global, rompe toda dialéctica previa y desarrolla una integración de los actores que parece lineal y espontánea... Todos los conflictos... y todos los disensos impulsan al proceso de integración. La paz, el equilibrio y el cese del conflicto son los valores a los que apunta el todo. El desarrollo del sistema global (y del derecho imperial, en primer lugar) parece ser el desarrollo de una máquina que impone procedimientos de acuerdo continuos que conducen a equilibrios sistemáticos, una máquina que crea un continuo requerimiento de autoridad... El imperio no nace por las partes implicadas en un conflicto ya existente, el imperio es convocado a nacer y se constituye sobre la base de su capacidad para resolver conflictos.” pág.30
Para H y N, parece resuelta lo que los teóricos de los sesenta, de los cuales ellos se consideran tributarios,(ver pag.76), denominaron la “crisis de los paradigmas”. Más, el Imperio es el “nuevo paradigma”. Un paradigma cuya novedad es relativa, dado que se trata de un intento de universalizar las tradicionales categorías sistémico funcionalistas creadas por Parsons y los “teóricos de la acción”, en los cuarenta, “aggiornato” con un toque “rawlsiano” que se supone tiene que ver con la identificación de la democracia con la multiplicación del los “disensos”. Este “híbrido”, tal calificativo es dado por los propios autores, “rompe con toda dialéctica previa”. Si bien la observación está hecha al pasar, el tema de la ruptura o la derrota de la dialéctica, volverá a aparecer en otros pasajes de la obra. No nos queda duda que se refiere tanto a la dialéctica en la interpretación, en tanto “paradigma borrado”, como a la ruptura, desde la aparición del Imperio, de un desarrollo dialéctico de la realidad histórica, en él está incluido el imperialismo. Así por arte y magia de un imperio “convocado a nacer” que nada tiene ver con los conflictos que lo preceden, o sea con la historia a la cual supera, queda atrás la modernidad y los crímenes atroces, las revoluciones sangrientas, los autoritarismos genocidas, y también, (agregamos nosotros) todas aquellas luchas revolucionarias que significaron avances hacia la democracia. La idea de convocatoria tiene que un inconfundible sello de acto de fé, de “acontecimiento” que surge de una modernidad caotizada, en tanto superada, no por una transformación radical surgida de la lucha emancipatoria de un sujeto social y político transformador, sino por “sistema infinito desterritorializado”, un “no lugar” sin presente ni pasado ni futuro, dado que los tres se funden a la manera heideggeriana, en la “perdurabilidad del instante”
“Sostendremos... que entre la diversas figuras de la producción activa actual, la figura de la fuerza del trabajo inmaterial -dedicada a las tareas relacionadas con la comunicación, la cooperación y la producción y reproducción de afectos-, ocupa una posición cada vez más central tanto en el esquema de producción capitalista, como en la composición del proletariado”, pág 64
“El objeto de explotación y dominación tiende a abarcar la capacidad universal de producir. Esta fuerza laboral abstracta es una actividad sin lugar que, sin embargo, posee un poder extraordinario. Es el conjunto cooperativo de cerebros y manos, espíritus y cuerpos, es tanto la no pertenencia como la difusión social creativa del trabajo vivo, es el deseo y el esfuerzo de una multitud de trabajadores móviles y flexibles y al mismo tiempo, es la energía intelectual y la construcción lingüística y comunicativa de las multitudes que trabajan con el intelecto y los afectos”. pág199
En estos párrafos se expresa una de las contradicciones centrales del texto. Se afirma, con un acierto indudable que el objeto de explotación se universaliza. En términos gramscianos podríamos afirmar que el “americanismo” impone su hegemonía, desde la expansión ilusoria de la cultura consumista en todas las regiones del globo y acalla con el absolutismo de su poder militar todos los conflictos, que se puedan suscitar como amenaza a la formidable capacidad de la imposición de su dominación, como decíamos en la página del texto referido. El “americanismo” es el punto de partida no sólo productivo, del gran capital en expansión, sino de la constitución de un tejido social en el cual la lucha de clases se complejiza, en la medida que la desigualdad y la explotación, aparecen difuminadas por una formidable expansión consumista, que se ampliará material e ilusoriamente con la revolución tecnológica y la globalización. Es natural que esta complejización de la lucha de clases tenga que ver con la cuestión de la hegemonía. La clase subalterna, está cada vez más contenida por una industria cultural que la subsume en sí misma, la disuelve en su potencialidad de cambio, en tanto satisface su deseo a través del goce mediático. La Hegemonía norteamericana sobre el resto de los países capitalistas, tanto europeos como asiáticos reside en su gran capacidad para absorber las innovaciones productivas producidas fuera de los EEUU, cualquiera sea su origen. Desde la Guerra del Golfo, hasta Afganistán, pasando por Granada y Panamá en América Latina, en la globalización hegemonizada por el “americanismo”, éste impone su discurso por la “cultura” o por las armas. Por el contrario H y N, nos sorprenden con la afirmación que esta expansión de la explotación se hace sobre una “fuerza laboral abstracta”, sin lugar, como “multitud de trabajadores móviles y flexibles que con energía intelectual y construcción lingüística y comunicativa trabajan con el intelecto y los afectos. Semejante afirmación ni siquiera puede ser válida para una propuesta estrictamente eurocéntrica. La clave hegemónica del americanismo en la globalización, está, precisamente, en la masificación universal de las todas las sociedades, en las usurpaciones de sus subjetividades (y de sus afectos), en base de una expansión universal de una nueva alienación, desde el fetichismo bajo la subyugación mediática. Uno de los escasos puntos de coincidencia entre Freud y Canetti está precisamente en esta negatividad de la masa. Para Freud lo que define la existencia de una masa perdurable es la existencia del líder y la sumisión del yo (que representa el espíritu crítico individual) de cada hombre-masa a él. La relación libidinal de tipo "hipnótica", somete a cada individuo a una autoridad superior, que piensa por él y ante cuyo mandato se doblega. Para Canetti, la piedra angular de la constitución y existencia de la masa está en el "temor a ser tocado". El miedo al “otro” obliga, paradojalmente, a estrecharse con el otro, para fundirse en el gran cuerpo constituido por ese estrechamiento.
Estos trabajadores inmateriales forman una “entidad habitante fantasmal de un no lugar”, esa multitud explotada, pero extrañamente entusiasta y realizada en su trabajo inmaterial, parece existir sólo en el discurso delirante de H. y N.
“Las nuevas figuras de resistencia y las nuevas subjetividades se producen en la coyuntura de los acontecimientos, en el nomadismo universal, en la mezcla general y el mestizaje de las poblaciones, y en la metamorfosis tecnológica de la maquinaria biopolítica imperial... estas nuevas figuras se producen porque las luchas aunque sean antisistémicas... no son sólo fuerzas negativas... No se trata de un carácter positivo historicista, sino por el contrario la posibilidad de la red gestae de la multitud, una fuerza antagónica y creadora. El poder desterritorializador de la multitud y la fuerza constitutiva que sostiene al imperio, y al mismo tiempo la fuerza que demanda y hace necesaria su destrucción.” pág.71
“A quienes debemos más los enfoques que aclaran ese escenario es a los filósofos franceses que hicieron una relectura de Nietzsche, en la década de 1960. Esta relectura implicó una reorientación desde el punto de vista de la crítica, que se produjo cuando estos autores comenzaron a reconocer el fin del funcionamiento de la dialéctica y cuando ese reconocimiento se vio confirmado en las nuevas experiencias prácticas y políticas que se concentraron en la producción de la subjetividad. Lo que en el medio de la crisis del 20 apareció como trascendencia contra la historia... ahora se constituía en una posición ontológicamente categórica de estar afuera y en contra y por lo tanto más allá de todo residuo posible de dialéctica. Este era un nuevo materialismo que negaba todo elemento trascendente y constituía una reorientación radical del espíritu” pág 343 y 344
“Los teóricos de la crisis de siglo XX, nos enseñan que es en este espacio desterritorializado y eterno, donde construye el nuevo imperio y en ese desierto de significación, el testimonio de la crisis, puede avanzar hacia la realización de un sujeto singular y colectivo, hacia los poderes de las multitudes. Estas han internalizado la falta de lugar y tiempo fijo, son móviles y flexibles y conciben el futuro como una totalidad de posibilidades que se ramifican en todas las direcciones. El universo imperial se ha formado ciego a la significación, está colmado por la totalidad variadísima de la producción de subjetividad. La decadencia no es ya un destino futuro, es la realidad del imperio”. pág 345
Los últimos párrafos seleccionados del libro de Hard y Negri, nos dan suficientes elementos, para desarrollar una reflexión final sobre este verdadero compendio de la lectura histórico política de la postmodernidad. Mas allá de los filósofos que explícita o implícitamente los autores convocan, desde Nietzsche, los postmodernos, que en su mayoría ya hemos citado, hasta el fantasma de Marx, que es aludido a la manera de espectral como lo hace Derrida en “Les spectres de Marx”, el objetivo del texto es la destrucción del historicismo y la dialéctica. Como ya hemos visto este intento se hace, absurdamente, desde la propuesta de dos modelos de interpretación que son contrapuestos y excluyentes.
En algunos párrafos no parece haber otra cosa que una ampulosa reconstrucción del modelo sistémico, arrancado de su nivel microanalítico tradicional, para expandirlo universalmente, o sea una continuidad de los intentos de Easton para explicar la toma de decisiones políticas, en términos de la resolución de elementos disfuncionales que aceleran y le dan vida al funcionamiento de los sistemas. Así está explícitamente mencionado en la referencia a Luhman en el primer capítulo del libro. Frente a esto contrasta la definición del Imperio como un sistema desterritorializado y eterno, en el cual las multitudes conciben un futuro que se ramifica en todas las direcciones posibles. Esta es una vulgarización de la teoría rizomática que Deleuze y Guatari desarrollan sobre todo en un texto para H y N fundamental, MIL MESETAS.
De todas maneras la reiteración permanente de una retórica que ha acuñado la postmodernidad, desterriorialización, no lugar, ceguera de significaciones, las nuevas subjetividades que se producen en la coyuntura de los acontecimientos, nomadismo universal, metamorfosis tecnológica de la maquinaria biopolítica imperial forman parte de un discurso presuntamente transgresor, devenido en “delirio conjetural” que es característico de una corriente del pensamiento francés, liderada en los cincuenta por George Bataille. Adorno, Macusse y Sartre denunciaron, en la postguerra, como expresión de lo más oscuro de la filosofía ideológica heideggeriana, del “existencialismo auténtico” que sostuvo, subrepticia o abiertamente, el nazismo. Para esta filosofía el “sujeto trascendental” Kant, Hegel y la racionalidad autónoma e instrumental, son blancos explícitos, pero a la vez encubridores del ataque a aquellos que son sus verdaderos enemigos, el sujeto histórico de la razón crítica, capaz de construir una verdadera emancipación, corriendo el velo retórico y ampuloso que encubre una filosofía que impugna el pensamiento, promueve el desconocimiento e ignora la perduración de la desigualdad y la explotación.
Si bien compartimos la crítica de Boron cuando afirma que... Podríamos sintetizar esta crítica final diciendo que la falla crucial del libro se encuentra en sus graves errores de diagnóstico y la total desconexión e incompatibilidad entre un marco teórico de naturaleza indiscutiblemente conservadora... derivado principalmente del saber convencional del neoliberalismo que exalta la globalización y naturaliza el capitalismo... A. Boron op. cit. pág 135, pensamos que Boron es demasiado generoso cuando acudiendo a la historia política intelectual de Negri sostiene que éste pertenece a ese sector de los intelectuales extraviados, que se han desviado del camino de marxismo y lo invita a rectificarse. Nosotros en cambio tenemos una impresión distinta.
Pensamos que, en el caso de Antonio Negri, su vinculación al marxismo en lo que éste es como teoría crítica e intervención praxística revolucionaria en confrontación contra el extrañamiento y la explotación, fue siempre muy lateral y esta lateralidad está presente en textos fundantes de su obra como la Anomalía Salvaje y otras obras previas a su exilio en Francia. Los fuertes residuos spinozianos tiñen irreversiblemente su pensamiento, y son la clave de una raíz que se mantiene en toda su obra. Parte de un substancialismo divino que existe “en sí y por sí”, siendo los individuos, cuerpos surgidos de la extensión y modificación de esta sustancia y el pensamiento de esta sustancia en su diversificación continua e infinita, “constituye los espíritus”. La filosofía es descubrir un bien que puede ser trasmitido y comunicado para promover la eternidad del gozo, para toda la humanidad. Este fundamentalismo, más allá de la tradición del autor de la “Etica”, como avanzada del racionalismo liberal, es muy importante para explicar la adhesión de Negri a un accionalismo simplista que se expresó en las prácticas terroristas de las “brigadas rojas” y su impacto negativo de la lucha política por la democracia en la Italia de los setenta. En su exilio en Francia, Negri trabajó intensamente con los autores que según él mismo fueron los “enterradores de la dialéctica”. Pero al contrario de la mayoría de ellos, que en general se encerraron en su hermenéutica retórica y autoreferente, Negri ahora en colaboración con Hardt, asume el desafío de confrontar su teoría con la realidad actual, desde ese verdadero “collage” de metodologías contrapuestas. El resultado está a la vista: un imperio sistémico y a la vez rizomático, suspendido en el espacio y el tiempo, celebrado por el aparato mediático multinacional, como un retrato fiel de la apasionada complejidad del mundo global. La celebración es similar a otras ceremonias de coronación teleológica, las tesis de Fukuyama con el fin de la historia, o la visión “macluhaniana” de la quimérica aldea cultural. El común denominar es que todos usan como referentes a Marx, para destruirlo, descontextualizarlo o como en el caso presente reducirlo a un comunista light, una especie de comunicador de paz y amor.
El Imperio ha devorado el Imperialismo, y con él la expansión planetaria del americanismo, su compleja hegemonía de la cultura del Macdonald, sostenida por el poder absoluto de las armas nucleares, el nazismo y el fascismo que avanzan en Austria, Francia, Italia, Holanda, los movimientos de resistencia latinoamericanos a la recolonización, zapatistas, movimiento de trabajadores, sin tierra, piqueteros, ha borrado la historia, las luchas de clase, la lucha por la emancipación. Ha unido el capital y el trabajo. La multitud es el nuevo sujeto político,”
La corrupción imperial ya está socavada por los proyectos de productividad de la multitud... la cadena genética se formó el andamiaje se renueva constantemente mediante la nueva productividad”... “sólo nos resta esperar la maduración del desarrollo político del posse. No podemos ofrecer ningún modelo para el acontecimiento. Sólo la multituda a través de su experimentación práctica ofrecerá los modelos..” pág. 372
Un nuevo Santo de Asís será el prototipo del nuevo militante. El resabio spinoziano se encarna en nuevos protagonistas, la sustancia, (Dios), se modifica en los cuerpos y se expande en infinitas rupturas del espíritu de la multitud que abate el poder y sostiene el nuevo poder, en el círculo infinito que es el imperio, transitado, atravesado por el nomadismo universal.
En la postmodernidad volvemos a encontrarnos en la situación de San Francisco y proponemos contra la miseria del poder, el gozo del ser... esta es una revolución que nadie podrá controlar, porque el biopoder y el comunismo, la cooperación y la revolución continúan unidos, en la simplicidad y también en la inocencia. Es la irrefrenable levedad y dicha de ser comunista”pág. 374
El razonamiento asombra por su inconsistencia, ¿dónde está la “multitud” revolucionaria que impondrá a la miseria del poder el gozo del ser?
¿En las masas sometidas a la hipnosis de la cultura mediática, en las masas que en Europa, adhieren progresivamente al neofascismo y nazismo, en los campos de refugiados palestinos de donde surgen los jóvenes fundamentalistas que se inmolan contra la barbarie israelí, en los tres millones de italianos que convocados por las centrales obreras se oponen al neofascismo en Roma, en los movimientos de resistencia a la globalización, campesinos y urbanos, que surgen en América Latina?
El pensamiento caótico de Hardt y Negri, no puede diferenciar la real clase subalterna que intenta enfrentarse al imperialismo, y las fuerzas de masas que son las que otorgan consenso rutinario y sostienen al imperialismo en sus acciones militares genocidas. Por eso dibujan sobre esa realidad un imperio imaginario surgido del matrimonio imposible entre lo sistémico del imperio y lo rizomático de la multitud
Parecen haber construido una saga al estilo Steven Spielberg en la “Guerra de las Galaxias”. El imperio está en decadencia pero es infinito. Es una construcción imaginaria superpuesta a la realidad. Han pensado este “mundo quimérico”, para liberarnos de la incertidumbre, del dolor de la violencia, de la realidad. Para liberarnos de ejercer nuestro “pensamiento crítico”, para liberarnos de intentar ser libres, de repensar “lo pensado, por otros”, como afirma Gramsci.
No están solos en esta invitación a abandonar el conocimiento praxístico o sea de la política real, el sujeto histórico y la clase subalterna
Otros filósofos como Alan Badiou aconsejan la “ardiente paciencia” para esperar el “acontecimiento” portador de lo “nuevo”, en el borde lo caótico y, aunque parezca extraño, hasta el marxista inglés John Holloway, conocido por sus trabajos sobre la movilidad del capital en el mundo actual, aconseja mirar al mundo con lentes volcánicos.
Los filósofos parecen haberse replegado en el sí mismo, miran un mundo que para ellos parece condenado a un devenir errático sin horizonte previsible.
Pero se equivocan, los formidables poderes surgidos con la modernidad se expanden con la globalización y penetran cada vez más profundamente en la subjetividad, aislando al ser individual del ser social, por la seducción o la violencia.
Los “Imperios Ilusorios” en tanto falsas propuestas emancipatorias son cómplices del discurso político hegemónico. Sólo la reconstrucción del ser social desde una verdaderamente nueva vincularidad en la sociedad, podrá articular los múltiples movimientos de resistencias reales, que se oponen al imperialismo real, en una clase subalterna consciente de su potencial revolucionario para construir, desde la sociedad civil, una nueva hegemonía.