Llegan a la consulta, lo que llamo pacientes etiquetados, con un diagnóstico que lucen como una camiseta o una suerte de identidad adquirida.
“Soy un TOC”, lo mío es “Trastorno de Ansiedad”, sufro de “Ataques de pánico”, “Soy Anoréxica”, “Soy Bipolar” y con mayúscula. Me recuerda cuando en las salas de hospital, se nombraba a los pacientes “la de la cama n°” o “el del ACV”, con desconocimiento de la persona sufriente.
¿Por qué esta presentación en vez de hablar de su malestar, dolor o sufrimiento?
Hay pacientes que portan este “diagnóstico” como algo valioso, al sentirse dueños del mismo. En cambio otros, lo llevan como una estigmatización de la que no siempre son conscientes.
La fuente es la identificación con algún familiar o amistad significativa que porta ese diagnóstico; y otra es la búsqueda en google según los síntomas percibidos y ahí encuentran los aportes de los DSM IV o DSM V. Y encuentran que al diagnóstico se agrega el tratamiento farmacológico y alguna línea de psicoterapia breve y salvadora.
Viñeta: Haroldo Meyer
La poderosa industria farmacéutica y grupos médicos afines sostienen esta propuesta: síntoma, diagnóstico y rápida solución sin personalizar el abordaje.
También lo vi en pacientes con experiencias previas con tratamientos con psicofármacos y psicoterapias conductistas.
Conociendo mi profesión de médica psiquiatra, además de psicoanalista, algunos de estos pacientes llegan con la expectativa de un tratamiento farmacológico que combata a la brevedad sus síntomas.
No cabe duda que poder nombrar el padecimiento con “la etiqueta” genera cierto alivio, pero en estos pacientes opera como una coraza defensiva que nombra lo innombrable en el terreno de la neurosis o genera alguna palabra en las patologías del vacío.
Diego, de 20 años, llega a la consulta expectante de recibir tratamiento psicofarmacológico.
Hasta dos meses antes en tratamiento psicológico y farmacológico con citalopram, con diagnóstico de Trastorno de Ansiedad. El tratamiento se interrumpió por desacuerdo de los padres con las indicaciones del terapeuta de limitar la sobreprotección que ellos ejercían.
Diego se siente afectado por dificultades en su vida social, relacionarse con mujeres por sobre todo, porque tiene crisis de eructos y ruidos intestinales cuando se encuentra entre otras personas que no sean de su familia. Se siente nervioso, sudoroso , con temblores y necesita apartarse de los otros.
Cuando tomaba la medicación disminuyeron estos síntomas, al interrumpir reaparecieron. Tanto él como sus padres trajeron su interés por poder continuar el tratamiento farmacológico. Es una familia farmacofílica, ambos padres toman antidepresivos y ansiolíticos. Si bien son pacientes de psicoterapias, respecto a su hijo consideraban que ya había tenido la psicoterapia adecuada y ahora se trataba de regularizar su tratamiento farmacológico.
Confirmé la continuidad de la medicación temporariamente, en tanto tenía entrevistas enfocadas a generar un vínculo confiable y hacer una historia, encontrándome con la insistencia acerca del síntoma, pero paulatinamente se fue generando un clima transferencial positivo y fueron desplegándose las dificultades vivenciadas, y hablar de sí mismo, sus vínculos familiares y con sus pares.
De ahí fue posible plantear un dispositivo terapéutico individual, entrevistas familiares cuando fue oportuno; y separadamente algunas entrevistas de control del tratamiento farmacológico hasta poder suspender la medicación después de tres meses, en una reducción progresiva de dosis.
Esto resultó posible en tanto yo lo planteé como proyecto terapéutico, salir de la desubjetivación que conlleva la etiqueta “trastorno de ansiedad”, así como “el que madura con atraso” para dar lugar a descifrar en la historia de Diego y su familia el significado de estos rótulos tomados como verdades absolutas. Y Diego se fue instalando en el dispositivo analítico. Sus padres aceptaron dar el sostén necesario al mismo, después de tener algunas entrevistas con ellos en los que se sintieron alojados, para después trabajar con sesiones individuales con Diego exclusivamente.
Se desarrolló un proceso de análisis al haberse establecido una relación transferencial positiva, con mejoría paulatina en sus síntomas y encausándose su transcurrir adolescente, con pasos hacia la autonomía.
La ansiedad con algunas expresiones somáticas reaparecían con menor intensidad y de poca duración; Diego acudía a alguna dosis de un ansiolítico, pero dándole un significado de sintomático y no curativo, y con deseos de poder liberarse de su uso, que resultaba parte del desprendimiento del modelo familiar.
En otras consultas, si en una primera etapa de diagnóstico psiquiátrico evalúo que el tratamiento farmacológico psiquiátrico es de mayor complejidad y duración, oriento el proyecto terapéutico a llevarlo adelante en equipo con otro profesional psicoanalista, y a veces de otras disciplinas (terapia ocupacional, trabajo corporal).
Requiere un trabajo previo con paciente y familia implementar este dispositivo interdisciplinario.
No avalo el tratamiento farmacológico exclusivo. Siempre hay una persona y una familia con cuya subjetividad trabajar para que un diagnóstico no funcione como una estigmatización limitante.