“Soy gorda pero no...tonta”. Se armó la gorda. ARIstocracia encubridora del eterno deseo de resucitar la burguesía nacional, que volvió como hamburguesía y es millones de consumierdores. “Soy flaco pero no alegre”. Aunque nos pide que nos alegremos porque debemos más, nos pagan menos, vivimos peor, morimos mejor. La cotidianeidad es una remake de Dante Quinterno, en la cual Patoruzú gobierna la provincia de los peores aires, en la cual se va a pagar con patacones que después servirán para jugar a El Estanciero II, donde un crotto llega a presidente de la ruralía nacional. Granero del mundo, granaderos para el mundo, fuerzas de paz que llevan obuses como regards of the argentin way of life. La gorda y el flaco ocupan la imaginería, más la gorda que el flaco, pero el flaco tiene al loco, la gorda a la virgen, y ya sabemos, en la cancha se ven los pingos, si lo sabrá mingo que viene ganando por una y varias de nuestras cabezas desde el gran premio Dictadura Militar... ¿Como será en otros países? Necesitamos el consuelo de los tontos, aunque lamentablemente pueda implicar el mal de muchos. Pero el mal de muchos, aunque seamos tontos, no nos consuela. Nuestro Mariano sigue hablando, nuestro Bernardo sigue sin dormir, nuestro Daniel escalafona para el Goebbels de plata, nuestro Chiche apela a la memoria del alzheimer, y nuestro Enrique Santos sería apenas un costumbrista desesperado porque al cambalache que describió como alerta, lo tomaron como ejemplo.
La gorda y el flaco, tonterías aparte, son íconos actuales que ilustran el pasaje del humorismo pequeñoburgués de Tato, al cínico sadismo de las jodas de Tinelli. En un país de burlados y burladores, no hay espacio para el humor. La desaparición del humor es un indicador de la pérdida del espacio del juego, que como nos enseñaron, es lo único que se puede tomar en serio. El humor sostiene la seriedad, pero abomina de la solemnidad. El humor tiene un fundamento autoerótico, porque de lo primero que tenemos que reírnos es de nosotros mismos. Narcisismo donde el espejo es siempre una sonrisa, como permanente organizador del intercambio erótico social. Antes nos reíamos para no llorar, ahora lloramos ante el primer asomo de risa. La Gorda y el Flaco son usuarios del 0-800-radicales, ignoro si preferible al 0610-menemistas. Es evidente que lo que le falta al flaco, le sobra a la gorda. Si las pasiones engordan, el flaco es mas aburrido que el casting de una documental. La gorda y el flaco son los protagonistas del sainete de la disminución del costo político. Lo que el Flaco sostiene es la desaparición de la política, al menos como recurso personal. Como Presidente, es uno de los peores locutores que hemos tenido. La Gorda en cambio de insaciable voracidad, se alimenta de micrófonos y periodistas con mostaza. Los desvaríos corruptos y perversos de la globalización, tienen en el cuerpo globalizado de la Gorda su más engordada enemiga. Y mucho menos quiere hacerle el caldo gordo a los correligionarios, que desde el Estado Benefactor para los beneficiados de siempre, han hecho abultadas y gordas transacciones. La Gorda y el Flaco sostienen el espectáculo de una ciudadanía decadente, donde los islotes de consistencia de la gestión de la democracia, las ARP (aseguradoras de riesgo político, denominación preferible a la de partidos políticos porque más que partidos están polifracturados) tienen procesos de endocanibalismo y en la cual los frentes electorales son pactos mafiosos. Los Yo del tejido social democrático implotan, y se construye un paradigma de confrontación: el piquete. Esta diáspora de políticos politizados deja al sujeto social sin “yoes”, que a pesar de las servidumbres puedan descargar la pulsión, adecuarse a la realidad y ser aceptables para el superyo. El sujeto social histórico se identifica masivamente o se desidentifica de los modelos Gorda y Flaco. Porque los procesos de identificación imprescindibles para asegurar la consistencia, coherencia y credibilidad del sujeto, no se construyen por imágenes, sino que se garantizan por actos de colectivos autogestionarios. La Gorda y el Flaco pasarán la misma película mientras el movimiento piquetero continúa creciendo. Como acto final para llamar la atención, quizá la Gorda tenga que bañarse en la fuente de la Plaza, mientras el Flaco mira impertinéntemente, pensando donde dejó el shortcito. Que alguien se lo esconda.