(especial para La TECL@) Revista Digital dirigida por Conrado Yasenza)
La Patria son mis hermanos, que están labrando la tierra. Cancionero de la guerra civil española.
Cuando el Estado sale a matar, se hace llamar Patria. Aforismo anarquista.
El "Qué hacer?" que proponía Lenin y el "ser o no ser" del cual se lamentaba Hamlet, limitan un territorio por donde transita la incertidumbre, la perplejidad, la bronca, el entusiasmo, el coraje, la apatía, la tristeza, la esperanza. Marcados a fuego por la profecía gardeliana, sostenemos la "vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser" ¿Haber sido qué? Quien más, quien menos, partícipes necesarios de las mayores asociaciones ilícitas construidas para la conducción – destrucción política del país: los populismos radicales y peronistas, las oligarquías conservadoras, las dictaduras militares. Esta participación necesaria tiene que ver con la circunstancia que ningún actor puede hacer su función sin un público que lo contemple. Participación necesaria y deseante, porque en esa función vemos mucho de lo que anhelamos y escuchamos mucho de lo que esperamos. El punto de inflexión es determinar en qué punto de la función el espectador (reconozcamos que no es mas que eso, espectador) se da cuenta que fue a ver una comedia pero está mirando una tragedia. La semana trágica, la masacre de Ezeiza, cicatrices imborrables de historias para ser contadas setenta veces siete y más también. Fuimos a ver a Gaby, Fofó y Miliki, y de pronto aparecieron los leones comiendo cristianos, comunistas, progresistas, intelectuales, obreros, maestros, campesinos... Algunos no se levantaron del circo. Quizá para no darle pasto a las fieras, sin darse cuenta en el mejor de los casos que le estaban dando algo menos renovable que el pasto: el alma. No vendieron: regalaron su alma al diablo de los burócratas, los genocidas, los ladrones, los asesinos. Nuestras democracias y nuestras dictaduras mataron cada vez que consideraron que los daños colaterales eran inevitables, y emulando a Goebbels (miente, miente, miente, que algo quedará) establecieron: mata, mata, mata, que nada quedará. Pero algo quedó. A pesar de Yrigoyen, Uriburu, Perón, Aramburu, Rojas, Frondizi, Guido, Illia, Onganía, Lanusse, Perón, de Perón , Videla, Galtieri, Bignone, Alfonsín, Menem, De la Rúa, Chacho Alvarez, Puerta, Rodriguez Sáa, Duhalde....algo quedó. Las construcciones superyoicas de la identidad política fueron arrasadas. Los mitos fundantes del conservadurismo, el radicalismo y el peronismo fueron destruidos por ellos mismos. Como todos sabemos, los únicos privilegiados no son los niños y para un peronista no hay nada peor que otro peronista. La ilusoria afirmación "que se doble, pero que no se rompa", dejo pasó a la amarga comprobación que se dobló estrangulando gente, y que se rompió con internas más dignas de Boris Karloff y Bela Lugosi que de los pulcros caballeros Moreau y Terragno. Los conservadores se matan en los countries y los lumpen aristocratizados balean a sus clientes. Pero algo quedó. El viento no se llevó todo. El 19 y 20 de Diciembre 2001 fueron el final de un proceso de enfrentamiento con estas democracias plataneras, donde el valor cívico que exhiben es la plata que le pagan a los mismos organismos a los cuales ya les pagamos varias veces la deuda. Fue un final porque el enfrentamiento había comenzado ya durante las privatizaciones de Menem, y seguramente Doña Rosa cuando llegue la próxima factura de servicios, comenzará a buscar dónde puede embocarlo a Neustadt, el periodista insomne. Como todo final, abre otros principios. Pero hay una génesis social del 19 y 20, que incluso puede abarcar desde el Cordobazo. Como hay una génesis social de las fábricas recuperadas, con la experiencia cooperativa de cientos de miles de productores y consumidores. El Hogar Obrero no cayó. Lo tiraron para que los Amos de las Góndolas (Wall Mart, Carrefour) reinaran sobre los siervos del consumo. A lo mejor cayó por algunos de sus defectos, pero lo tiraron por casi todas sus virtudes. Pero algo quedó. Surgieron nuevas identidades, que prefiero denominar procesos de subjetivación. La identidad piquetera, la identidad desocupado, fue creando su propia dignidad, su propia autoestima. Si es cierto que sólo saben los que luchan, entonces estamos en un momento político donde nuevos conocimientos (y no solamente saberes) comenzarán a responder el "¿qué hacer?" y también el "¿ser o no ser?". Algo quedó y mucho más necesitamos. Hoy las burocracias radicales, peronistas, militares, conservadoras no pueden ni montar sus propios espectáculos porque nadie va a la función, excepto que alguien nos pague la entrada, porque después de todo un choripán no se le niega a nadie. Pero todavía padecemos de identidades empetroladas. Como si todos fuéramos pingüinos cubiertos de un petróleo que solos no nos podemos sacar. Petróleo que nos va dejando sin defensas, sin reacción. Identidades empetroladas a las cuales Freud denominó masas artificiales. Para decirlo simple: si las masas espontáneas y revolucionarias son la crema, las masas artificiales son la manteca. Sólo sirve para untar. Es una efervescencia cristalizada, apropiada por el sistema de dominación para que, en el mejor de los casos, todo cambie para que nada cambie. Gatopardismos duhaldistas que sólo hacen perder el tiempo. Si hay que usar todos los medios, incluso los legales (diría Lenin) la próxima función electoral es la mejor ocasión para cambiar los actores. Ellos quieren que sea una farsa, nosotros haremos la función en serio. Lo más probable es que se asusten tanto que hasta intenten suspender la función por mal tiempo. Gatopardismo sí, pero no tanto. Si desalojamos nuestras identidades empetroladas, donde somos el reflejo fiel o deformado de la imagen del otro, podremos generar nuestras propias imágenes. Cambiar el mundo tomando el Poder, y empezando por el Gobierno. Por algo se empieza. A donde se termina es un problema del destino, no del origen. Allende y Chávez, fueron votados. Perón y Alfonsín, también. Si es importante saber de dónde se viene, también es importante saber a dónde se quiere ir.
Para superar las identidades empetroladas será necesario un perseverante y no exitista ejercicio de una ecología política y social. El Padre de la Patria comenzó su lucha en nombre del mismo rey que tenían sus enemigos. Hasta que el 9 de Julio de 1816 lo salvó de la esquizofrenia. No así del exilio. Sin identidades empetroladas, luchando por las ideas recuperadas, podremos ser derrotados, porque el pueblo unido puede ser vencido, pero nunca más fracasaremos. Y superaremos la vergüenza de haber sido y no tendremos más el dolor de ya no ser.
Por Alfredo Grande (*)