En el principio hay la injuria (…)
Y una de las consecuencias de la injuria es moldear las relaciones con los demás y con el mundo. Y, por tanto, perfilar la personalidad, la subjetividad del individuo. (…)
El insulto me hace saber que soy una persona distinta de las demás, que no soy normal
Didier Eribon1
Uno “existe” no solo en virtud de ser reconocido, sino, en un sentido anterior, porque es reconocible.
Judith Butler2
“«Hay putos», escribió con sencillez espantosa Francisco López de Gómara para describir algunas costumbres que lo sorprendieron después de escuchar los relatos referidos por los viajeros del Nuevo Mundo.”3
Así comienza Osvaldo Bazán el segundo capítulo de su historia sobre la homosexualidad en la Argentina sin disimular su irritación al adjetivar el relato del historiador y clérigo autor de la Historia General de las Indias (1552). Esta narración que, según su autor, ha “trabajado por decir las cosas como pasan”, registra incansablemente la presencia del “pecado de sodomía” o “pecado nefando” en los nativos de América. El empeño de López de Gómara por “decir las cosas como pasan” nos permite discernir lo que era “natural” para él y el público para el que escribe. El clérigo no se queda solo en la descripción de “actos” o “conductas”, sino que además sustantiva y adjetiva a los protagonistas de esos comportamientos expresando una y otra vez sus juicios de valor.
Relata que los habitantes de Pánuco (actualmente ciudad del Estado de Veracruz en México) profesan una religión cruel, ya que desollaron a los españoles que quisieron conquistarlos, se los comieron y pusieron sus cueros bien curtidos en sus templos para jactarse de ello. Y agrega: “Son asimismo grandísimos putos, y tienen mancebía de hombres públicamente, do se acogen las noches mil de ellos, y más o menos, según es el pueblo.”4 Esto le permite justificar que se los mate o se los tome por esclavos como modo de “castigar sus pecados” y, obviamente también, incautarles el oro.
Más adelante se refiere a los nativos de Santa Marta (actual ciudad balnearia de Colombia): “Son muy putos y précianse de ello…”5 en alusión a su vestimenta femenina.
En el capítulo sobre el descubrimiento del Perú sentencia: “y eran ellos muy grandes putos, por lo cual tratan mal a las mujeres” y agrega: “…viven como sodomitas, hablan como moros y parecen judíos [por sus grandes narices].” 6 Todo una petición de principio; identificamos aquí prejuicios muy arraigados hasta aun muy avanzado el siglo XX.
Más allá del interés histórico que pueden conllevar estas referencias voy a detenerme en una cuestión muy difundida en innumerables textos que se han escrito y que aun hoy se siguen escribiendo sobre homosexualidad apoyados en una de la frases más citadas de Michel Foucault; la que sitúa la creación del “personaje” homosexual en 1870:
“La sodomía -la de los antiguos derechos civil y canónico- era un tipo de actos prohibidos; el autor no era más que su sujeto jurídico. El homosexual del siglo XIX ha llegado a ser un personaje: un pasado, una historia y una infancia, un carácter, una forma de vida; asimismo una morfología, con una anatomía indiscreta y quizás misteriosa fisiología. Nada de lo que él es in toto escapa a su sexualidad. (…) No hay que olvidar que la categoría psicológica, psiquiátrica, médica, de la homosexualidad se constituyó el día en que se la caracterizó -el famoso artículo de Westphal sobre las “sensaciones sexuales contrarias” (1870) puede valer como fecha de nacimiento- no tanto por un tipo de relaciones sexuales como por cierta cualidad de la sensibilidad sexual, determinada manera de invertir en sí mismo lo masculino y lo femenino. La homosexualidad apareció como una de las figuras de la sexualidad cuando fue rebajada de la práctica de la sodomía a una suerte de androginia interior, de hermafroditismo del alma. El sodomita era un relapso, el homosexual es ahora una especie.”7
Si bien resulta evidente que en la segunda mitad del siglo XIX la homosexualidad se convierte en una categoría psiquiátrica8 definida y delimitada en pleno auge del positivismo, transformando a “criminales” y “pecadores” en “enfermos”9, esto no significa que no haya existido una categoría discursiva “popular” para representar a estos sujetos como parte de una clase, previa a las teorizaciones de los psiquiatras alemanes, es decir, no solo como práctica condenable, sino como clase “reconocible”. En particular nos centraremos en la España de la conquista de América.
¿A qué se refiere López de Gómara cuando habla de “putos” en el siglo XVI? Podría sostenerse que en realidad se refería a la práctica de la sodomía, es decir al sexo anal, que no es lo mismo que las relaciones sexuales y/o afectivas entre varones. Pero el mismo autor parece responder a esta objeción cuando describe al cacique Pacra a quien Vasco Nuñez de Balboa torturó y asesinó con el fin de sacarle el oro justificándolo en su condición de “pecador”: “Era Pacra hombre feo y sucio, si en aquellas partes se había visto, grandísimo puto, y que tenía muchas mujeres, hijas de señores, por fuerza, con las cuales usaba también contra natura; en fin, concordaban sus obras con el gesto (resaltado mío).”10 En esta cita queda claro que tener sexo “contra natura” con mujeres es algo diferente a ser “puto”. Hasta aquí sabemos que para López de Gómara el vocablo “puto” se refiere a los hombres que tienen relaciones sexuales con hombres y que, además, les gusta usar vestimenta femenina, tratan mal a las mujeres y probablemente les adjudique también promiscuidad.
Si bien este clérigo no se priva en adjetivos a la hora de describir las “cosas como son”, se repiten estas concepciones y juicios de valor en otros cronistas de la época que asimismo relatan repetidamente las torturas y castigos de los que son objeto los “putos” que son descubiertos “in fraganti”. Dado el temor que inspiran estos tormentos ejemplarizadores, es de esperar que solo obtengamos testimonio de los verdugos y no de las víctimas.11
Alonso Gómez de Santoya, miembro de la frustrada expedición de Jaime Rasquín al Río de la Plata, relata en el siglo XVI la condena a muerte del contramaestre de la urca capitana y la mutilación sexual de dos grumetes: “Aconteció un caso nefando y harto estupendo, que en la capitana se halló el contramaestre della que era puto, que se echaba con un mochaco y con otro, pasaba un caso horrendo; y el contramaestre dieron garrote y echaron a la mar, y a los mochacos azotaron, por ser sin edad los quemaron los rabos; cosa que dio alteración harta en ambas naos.“12
Para el marino lo horrendo era que el “puto” se echaba con un mochaco y con otro; no la tortura y la mutilación de los participantes y el asesinato del contramaestre.
Según el Diccionario Etimológico de Joan Corominas deriva de la palabra “puta”: “Puto: ‘sodomita, especialmente el pasivo’ [mediados del S. XV, Coplas del Provincial, 42, 75, 7613; «puto que padece: catamitus; puto que haze: pedico» Nebrija; anticuado en gran parte de España, pero muy vivo en la Argentina y otras partes de América].”14 Asimismo sitúa que “puta” es de etimología incierta y empezó a utilizarse en el siglo XIII. Hay dos hipótesis, una que deriva del latín putus: niño/a, muchacha/o y la segunda del latín pútida, fem. de putidus ‘hediondo’. Corominas no explica, ni se pregunta cómo es que el vocablo “puto” se asocia con una palabra que designa a la prostitución femenina. Aunque sí señala que es común en diversos idiomas, que términos como niña o muchacha se tomen peyorativamente para designar la prostitución femenina. A pesar que carece de fundamento fáctico, la asociación sexo entre varones y prostitución se repite en distintas épocas y sociedades. No sería difícil pensar en un deslizamiento de sentido de la noción de relajación sexual implícita en la prostitución, a la promiscuidad e inmoralidad que se les adjudica a los varones homosexuales en sociedades hostiles e intolerantes a esta forma de sexualidad.15 Por otro lado, en sociedades machistas y patriarcales la penetración al hombre implica humillación y sumisión porque se asocia con el rol de la mujer.16 Por ejemplo, en Roma era mal vista la pasividad sexual de un ciudadano, ya que se asociaba con impotencia política. Sin embargo, el papel sexual pasivo era aceptado en jóvenes, mujeres y esclavos; todos ellos, sujetos excluidos de la estructura de poder.17Veamos la definición del popular Vocabulario español-latino de Nebrija de 1494:
“Puto que padece. Catamitus .i.
Puto affi. Cinaedus .i. pathicus .i.
Puto que haze. Paedico. Onis. Paedicator
(…)Hazerlo el ombre a otro. Paedico.”18
Es decir, el “puto” con rol activo –que haze- lo traduce al latín como paedico que significa literalmente “penetrar el ano”19, mientras que paedicator era el nombre con el que se designaba a los prostitutos masculinos que ejercían un rol activo en la antigua Roma.20 En cuanto a cinaedus y pathicus refiere a prostitutos que ejercían un rol receptivo.21 Asimismo, catamitus deriva del griego Ganimedes. Se trata del hermoso hijo del rey de Troya de quien Zeus se habría enamorado instantáneamente por su belleza. Envió un águila o bien, transformándose él mismo en una, lo llevó al Monte Olimpo donde se convirtió en su amante y escanciador de los Dioses. En la literatura de finales del Imperio romano se convirtió en sinónimo de lo que el mundo antiguo denominaba “el amado” en la relación entre dos varones.22
En consonancia con la definición de Nebrija, la edición de 1780 del Diccionario de la Real Academia Española define “puto” como “El hombre que comete el pecado nefando. Cinaedus, catamitus.”23
Es decir, que ya en 1494 el más popular diccionario latino español diferenciaba al “puto” receptor y al “puto” dador en alusión al sexo entre varones.24
Es difícil discernir si en el castellano medieval determinada noción era utilizada de modo “neutro”, para describir un tipo de sujetos que llevaban adelante determinadas prácticas o si constituía un agravio, un insulto, ya que estos suelen ser, en general, de naturaleza oral. El contexto que nos brindan los textos mencionados muestra a las claras que no se trataba de un vocablo neutro. Sino que siempre indicaba acusación con consecuencias que inspiraban miedo y terror.
El contexto de la España previa al descubrimiento de América traza un clima general de intolerancia, discriminación y aplastamiento de la diversidad. En 1449 surgen los Estatutos de limpieza de sangre como mecanismo de discriminación legal hacia las minorías españolas conversas bajo sospecha de practicar en secreto sus antiguas religiones, en 1478 se instaura la feroz Inquisición bajo control directo de la monarquía que la convierte en brazo centralizador de su autoridad en manos de Torquemada, así se dibuja un contexto marcado por la intolerancia social y la unificación del reino cristiano con la toma en 1492 de la última ciudad islámica de España, Granada. Le seguiría la expulsión de los miles de musulmanes y judíos. 25
Por otro lado, los fueros medievales son una fuente privilegiada para discernir el uso como injuria de cierto vocablo, ya que de modo explícito proclaman como vedadas determinadas palabras. Allí aparecen todas las faltas pasibles de alterar el orden social y, entre estas, figuran los insultos castellanos medievales.26 En este sentido hallamos que en el fuero de Burgos de 1255 se registra como agravio “puto sabido”; donde el adjetivo “sabido” subraya el carácter irrefutable de la acusación.27 Así, “puto” se perfilaba como un tipo “reconocible” con una enorme carga denigrante y deshonrosa.
En las crónicas de Indias los conquistadores e historiadores hablaron una y otra vez de “eso”, no cabe duda que los “putos” y el sexo entre varones era una temática que insistía y se constituía como problema. Como sujetos se los perseguía, torturaba y mataba y como insulto o injuria se esgrimía para acusar a quienes se quería descalificar, robar o sacar del medio políticamente.
A modo de cierre podemos presumir que en España y luego en Hispanoamérica, la categoría discursiva “puto” fue una categoría discursiva popular a partir de la segunda mitad del siglo XV, cuatro siglos antes que la categoría “homosexual” se convirtiera en una categoría psiquiátrica.
Notas
1. Eribon, Didier, Reflexiones sobre la cuestión gay, Anagrama, Barcelona, 2001, pp. 29 - 30.
2. Butler, Judith, Leguaje, poder e identidad, Síntesis, Madrid, 2004, p. 22.
3. Bazán, Osvaldo, Historia de la homosexualidad en la Argentina, Marea, Buenos Aires, 2° edición, 2010, p. 13.
4. López de Gómara, Francisco (1552), “Historia General de las Indias” en Historia General de la Indias y Vida de Hernán Cortes, Biblioteca Ayacucho, Caracas, 1979, Cap. XLVII, p. 70.
5. Ibídem, Cap. LXXI, p. 109. Existen muchos otros cronistas y conquistadores que dan cuenta de la práctica de la homosexualidad en las tribus que vivían antes de la colonización. Se recomienda consultar Bazán, Osvaldo op. cit. y Patiño, Víctor Manuel, Historia de la Cultura Material en la América Equinoccial. Tomo VII: Vida Erótica y Costumbres Higiénicas, Instituto Caro y Cuervo, Bogotá, 1993. Incluso se puede leer en el Archivo general de Indias, de Sevilla (Est. I°, caj. I°, legajo I°, aprox. 1532) la existencia de una provincia a la que se denominaba “Provincia de los Putos” en el Valle de Epari, hoy Colombia. Serrano y Sanz, Manuel: Relaciones históricas de América, primera mitad del siglo XVI, Sociedad de Bibliófilos españoles, Madrid, 1916, p. 100. Digitalizado por Boston Public Library. Disponible en http://archive.org/details/relacioneshist00serr
6. Ibídem, Cap. CVIII p. 163
7. Foucault, Michel (1976), Historia de la sexualidad 1: La voluntad de saber, Siglo XXI, Buenos Aires, 1992, pp. 56 - 57.
8. Esto ya había sido señalado por Havelock Ellis en 1897. Guy Hoqcuenghem apoyándose en Ellis y en el Foucault de Historia de la Locura lo dice así antes de la publicación de La voluntad de saber. “…la sociedad capitalista fabrica lo homosexual como produce lo proletario, suscitando a cada momento su propio límite. La homosexualidad es una fabricación del mundo normal. (…) lo que es fabricado es esta categoría psico-policíaca, la homosexualidad; este recorte abstracto del deseo que permite regentar incluso a los que se le escapan; esta introducción en la ley de lo que está fuera de la ley. La categoría en cuestión, e incluso la palabra misma, son una invención relativamente reciente. (…) el pensamiento moderno irá creando una nueva enfermedad; la homosexualidad. Según Havelock Ellis, la palabra homosexual fue inventada en 1869 por un médico alemán. El pensamiento pseudocientífico de la psiquiatría, que recortó para reinar mejor, ha transformado la intolerancia salvaje en intolerancia civilizada.” Guy Hocquenghem (1972), El deseo homosexual, Melusina, Madrid, 2009, p. 23. Ellis, Havelock (1897), Estudios de psicología sexual, Vol.2: Inversión Sexual, Reus, Madrid, 1913. Para profundizar en la relación entre Foucault y Hocquenghem consultar Didier Eribon, op. cit.
9. Cf. Barzani, Carlos, “Homofobia. Una reflexión sobre los discursos para definir mejor el prejuicio sexual” en Revista Topía N° 51, Buenos Aires, Abril 2008, p. 23.
10. Ibídem Cap. LXV, p. 97
11. Como dice una canción de rock argentina, “si la historia la escriben los que ganan, eso quiere decir que hay otra historia”, Nebbia, Litto, Quien quiera oír que oiga, 1984.
12. Rodriguez Molas, Ricardo, Historia de la tortura y el orden represivo en la argentina, Eudeba, Buenos Aires, 1984, p. 13.
13. Coplas del Provincial, cáustica sátira político social anónima, escrita durante el reinado de Enrique IV, entre los años 1465 y 1474; atribuidas a cuatro diferentes autores: Fernando del Pulgar, Alonso de Palencia, Rodrigo Cota o Antón de Montoro. Aquí los versos 75 y 76:
“A ti, fray Diego de Llanos,/puto malquisto de gente,/de linaje de villanos,/de sangre lluvia doliente,/di a tu hermano, por mi amor/que castigue su trasero/de tanto puto palmero/como trae alrededor.”
14. Corominas, Joan, Diccionario crítico etimológico de la lengua castellana, Madrid, Gredos, 1954, p. 930
15. Nótese como Gómez de Santoya enfatiza el hecho que el contramaestre “se echaba con un mochaco y con otro”.
16. Cf. Barzani, Carlos, “Homosexualidad y patriarcado neoliberal” y Badinter, Elisabeth (1992), XY, la identidad masculina, Norma, Santa Fe de Bogotá, 1994, p. 62.
17. Boswell, John (1980), Cristianismo, tolerancia social y homosexualidad. Los gays en Europa occidental desde el comienzo de la Era Cristiana hasta el siglo XIV, Muchnik, Barcelona, 1992, p. 98.
18. Nebrija, Antonio de (Salamanca, 1494), Vocabulario español-latino, Real Academia Española, Madrid, 1951.
19. Boswell, op. cit., p. 445, nota 41.
20. Boswell, op. cit., p. 466, nota 87.
21. Ibídem.
22. Ídem, p. 272. John Boswell (1947-1994), profesor de Historia Medieval de la Universidad de Yale. En esta investigación Boswell sostiene el surgimiento de una subcultura homosexual (“ganimédica”) durante el período 1050-1150. El término se usaba como sustantivo y como adjetivo y carecía de connotación moral negativa. Ver especialmente el capítulo: “El triunfo de Ganimedes. La literatura gay en la Alta Edad Media.” Para este autor recién en la segunda mitad del S. XII aparece una virulenta hostilidad en la literatura, que luego se extendió a la teología y a los escritos jurídicos, antes de esto las disposiciones legales eran raras y de dudosa eficacia.
23. Instituto de Investigación Rafael Lapesa de la Real Academia Española (2013): Mapa de diccionarios [en línea]. <http://web.frl.es/ntllet> [Consulta: 16/03/2014]
24. No tomamos la palabra sodomita dado que su sentido es polisémico, a veces designa las relaciones sexuales entre varones y en otras ocasiones el sexo “contra natura” o “en vaso indebido”.
25. El investigador costarricense Jacobo Schifter sostiene la hipótesis que los españoles crearon la idea del carácter y de la personalidad homosexual en el siglo XVI y que la “limpieza de sangre” fue la precursora. (comunicación personal)
26. Castillo Lluch, M., “De verbo vedado: consideraciones lingüísticas sobre la agresión verbal y su expresión en castellano medieval”, en Cahiers d’Études Hispaniques Médiévales N°27, 2004, pp. 23 - 35. Esta autora señala que los denuestos vedados en los fueros medievales atañen principalmente al cuerpo (sexualidad y enfermedad) y a la moral del individuo.
27. Fuero de Burgos, Corfis, Ivy A. (ed.), Text and concordance of fuero de Burgos, European MS. 245 Philadelphia Dree Library, Madison: HSMS, 1987 citado por Castillo Lluch, op. cit. Se trata de una versión del Fuero Real, código municipal paradigmático, completado en 1255 bajo el reinado de Alfonso X.