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He pasado mi vida entera intentando procesar el nazismo

 
ENTREVISTA A HORST KÄCHELE

Horst Kächele es un psicoanalista nacido en 1944, en Stuttgart, Alemania. Se formó como psicoanalista en el Instituto Psicoanalítico de Ulm, perteneciente a la Asociación Psicoanalítica Internacional (IPA). Se dedicó tanto a la clínica como a la investigación sobre tratamientos psicoanalíticos utilizando grabaciones y vídeos de sesiones. El fruto de estas investigaciones fueron los dos tomos publicados en colaboración con Helmut Thomä, Teoría y Práctica del Psicoanálisis (1989-1990). En los mismos aborda la praxis psicoanalítica continuando ideas de Sandor Ferenczi y Michael Balint con el agregado de poder contar con fragmentos clínicos de sesiones desgrabadas. Esto permite acercarse de una manera inédita y mucho más “carnal” a las sesiones y a los conceptos psicoanalíticos. Ha continuado trabajando en investigaciones en psicoanálisis en el marco de la IPA, continuando su tarea docente como profesor honorario en diversas universidades del mundo.

En el reportaje se abordan diferentes temáticas que van de los persistentes efectos del nazismo en la subjetividad hasta las particularidades de la investigación en psicoanálisis.

Horst Kächele vino a Buenos Aires en abril de este año, invitado por el Instituto de Altos Estudios en Psicología y Ciencias Sociales de la UCES para el Encuentro Especial sobre el algoritmo David Liberman, organizado por David Maldavsky. Esto nos posibilitó encontrarnos con él y dialogar sobre diferentes aspectos del psicoanálisis y sus perspectivas para el siglo XXI.

 

I-Psicoanálisis y Nazismo

 

T: En primer lugar, cuénteme algo acerca de su vida para quienes no lo conocen en la Argentina.

K: Nací en 1944. Cuando era un niño de 14 años visité mi primera exposición sobre el Holocausto en Stuttgart. Creo que mi descubrimiento del psicoanálisis ciertamente tuvo que ver con ese hecho, que ocurrió a los 15 años cuando fui a mi primera reunión de psicoanalistas en Stuttgart. Tempranamente había decidido que ese sería uno de mis campos de interés. No sabía si estudiar medicina o psicología, y finalmente, me decidí por la medicina, lo que resultó ser una buena idea porque por primera vez me puse en contacto con la biología, que había sido una materia que yo no apreciaba en absoluto en la escuela, y esto me dio una buena base. Desde mi primer semestre en la universidad cursé materias de psicología y filosofía junto con las materias que correspondían a la carrera de medicina. Así que durante todo el tiempo tuve una doble línea de formación. A los 25 años hice mi tesis doctoral sobre las teorías que buscaban explicar la muerte de personas por causas psicológicas. Aquel trabajo, un estudio en profundidad de 80 páginas, se convirtió en mi primera publicación. De ese modo me estaba especializado en psicoanálisis.

La facultad en la que estudié en ese momento era nueva en la universidad, era un momento en el que la medicina psicosomática cobraba relevancia en el campo. Fue entonces cuando comencé a trabajar en psicoanálisis y durante cinco años fui investigador con un nombramiento de dedicación exclusiva. De modo que podría decirse que desde el comienzo de mi vida profesional hasta ahora, la mitad del tiempo realicé trabajo clínico, y la otra mitad llevo adelante tareas de investigación. Creo que es una buena combinación. Como terapeuta tengo un sentimiento muy fuerte respecto de ciertos temas, y como investigador tengo otras impresiones fuertes, ambos constituyen aspectos importantes de mi personalidad. No podía ser sólo investigador y no podría soportar realizar únicamente trabajo clínico. Creo que ambas son experiencias muy importantes y fecundas. Tuve un buen desarrollo en Ulm, y el profesor Thomä, que era el jefe del departamento en el que trabajaba, me apoyó mucho, así que me quedé en Ulm. Y con el tiempo convertimos a esa facultad en uno de los centros más importantes de investigación sobre psicoanálisis.

 

T: Nació en 1944 en Alemania… ¿Cuáles son los efectos del nazismo para Ud. en la sociedad y en el psicoanálisis?

K: Oh, es terrible. Tengo la sensación de que he pasado mi vida entera intentando procesar el nazismo  y sus efectos. Es un proceso que, como problema social, reaparece una y otra vez, no es un tema que se trate de una vez y para siempre. Durante los años ‘50 y ‘60, cuando era joven, fue abordado con menor sistematicidad, pero ya en los años ‘70 se convirtió en un problema de mayor centralidad. Sólo para darle un ejemplo reciente: hace poco, sólo hace unos meses, en una publicación muy importante en el medio salió un artículo que abordaba la política de la Cancillería británica durante el nazismo. Hasta ahora se sostenía que el Reino Unido había ayudado a la gente, y ahora, sabemos que estaban totalmente involucrados en el sistema nazi. Este tipo de descubrimientos toman 30 o 40 años hasta que finalmente los historiadores logran desarmar los mitos que conforman los fundamentos de una mitología sobre el accionar histórico de determinados actores sociales. Y tenemos que estar agradecidos de que los historiadores pueden hacer este trabajo. Lo cierto es que siento que la historia de mi vida, por decirlo de algún modo, se ha desarrollado bajo la sombra que proyectan aquellos hechos. Mi padre era industrial, de la aeronáutica, y fue nazi, al igual que el resto de los ‘capitanes de la industria’ que habían demandado políticas afines y para quienes aquellos años fueron ‘tiempos maravillosos’.

De modo que para mi historia personal fue muy importante saber que después de la guerra mi padre fuera contratado por los estadounidenses en el marco de la campaña de desnazificación de la sociedad. Esto, de algún modo, fue un indicio de que los Aliados confiaban en él, y me dio un sentimiento de tranquilidad. De todos modos, cuando murió mi padre contacté a un historiador especialista en la temática para que indagara sobre sus acciones durante el régimen nazi, para conocer una versión pormenorizada de los hechos. Nunca me atreví a pedirle detalles a mi padre, y él nunca habló demasiado al respecto al igual que todos los que vivieron en aquellos años; ellos tampoco lo hicieron. Así que tuve una enorme tranquilidad cuando una voz especializada, que realmente había investigado en detalle, no había encontrado evidencias de acciones que él no me hubiera mencionado ya. Para un psicoanalista como yo, este es un tema clave.

Simultáneamente, este tipo de historias cobra otro cariz, por ejemplo, cuando uno va a los Estados Unidos y se enfrenta en otro grado al destino del pueblo judío. En 1991 trabajé para un laboratorio en Washington, donde estudiábamos el desarrollo infantil, y me llamaba la atención lo hostil del ambiente laboral... hasta que finalmente una señora griega, me dijo, ‘¿no se da cuenta que este es un grupo de judíos? ... ¿Para qué vino?’ Así que... este tipo de cosas son como una sombra sobre mi vida. Diría que es una sombra que se proyecta sobre mi vida y que realmente odio… Ayer estuve viendo la película Shoah, y ahora salió esta otra película sobre Eichmann, y creo que se tienen que ver, tienes que hacerlo. Cuantos más detalles y más sepas, mejor. Mi experiencia es que cuanto más detalles se sepan, mejor. Ahora, así, por lo menos sabemos, al igual que lo que mencioné sobre la Cancillería. Ahora lo sabemos, tenemos una idea más clara y sabemos que han estado mintiendo durante 40 años. Y el público ha sido capaz de alguna manera de aceptarlo. Me refiero a que todo tipo de personas han mentido. Un premio Nobel no podía recordar que había sido un SS a los 16 años de edad.[1] Este era un hecho que él no podía recordar de inmediato. No hay nada malo, con 16 años, no sabía dónde iba a ir. Pero todos ellos se han olvidado. Hay un montón de gente famosa, que no ha podido recordar que en los primeros días de aquella época habían firmado una afiliación. Es lo que ocurrió. Es tan irritante, que su mente brillante no lo proteja, que no haya podido....Esto no es fácil de aceptar.

 

 

II-Investigación en Psicoanálisis

 

T: ¿Cómo surgió el proyecto de investigar en clínica psicoanalítica?

K: Helmut Thomä, realizaba trabajo clínico y era profesor de teoría psicoanalítica en Ulm, me contrató para diseñar algunos componentes del proyecto de investigación que estaba dirigiendo. Trabajamos juntos durante diez años realizando el trabajo de campo y las grabaciones, y estudiándolas. En 1981 comenzamos la escritura de nuestro primer volumen que se publicó en 1985. En 1988 se publicó el segundo volumen. Aquellas publicaciones reflejaron el intercambio y la dicha que se ponía en juego en el trabajo de una manera muy clara, donde él no era el jefe y yo el joven investigador, sino que pudimos intercambiar y compartir ideas y pensamientos del otro. Construimos una mirada compartida, a tal punto que sería difícil para alguien identificar quién escribió qué partes del texto. Tuvimos una relación laboral muy buena.

Thomä estaba más identificado con el psicoanálisis que yo. Podríamos definirlo como un típico miembro de la generación de la escuela clásica, posfreudiana que realizaba un enorme esfuerzo por llevar el psicoanálisis a Alemania. En cambio, en mi caso la situación era totalmente distinta. En ese entonces, tenía una beca del Consejo Alemán de Investigación y ya ocupaba un puesto de investigación en la Universidad. De alguna manera era como si se me convocara a trabajar en este ámbito. No fue difícil para mí; Thomä había sufrido; yo no. Creo que el no haber sufrido me ha permitido ser más abierto, es decir, me parece que cuando no has sufrido tanto te vuelves más abierto, más receptivo. Entonces, volviendo sobre lo anterior, terminé mi formación cuando aún era muy joven, a los 30 años. A los 32 años fui uno de los egresados más jóvenes de la institución psicoanalítica. A los 33 fui profesor, y a los 35 años formaba analistas. Creo que todo esto pudo ocurrir de aquel modo por un clima de época y un ambiente que fue propicio para tales desarrollos y que yo pude aprovechar considerablemente. Con Thomä trabajamos en una relación de reciprocidad e intercambio que resultó ser muy productiva. Finalmente, no fue sorprendente que en 1990, tras 20 años de trabajo conjunto, la facultad me convocara para asumir el cargo de Jefe del Departamento. Fue por entonces, también, cuando tomé el cargo de jefe del departamento de medicina psicosomática. Así que cuando finalmente dejé la facultad había más de 50 personas. Y el Instituto de Investigación en Stuttgart-que dirigía desde 1988- contaba con un equipo de 12 personas con dedicación exclusiva para la investigación en psicoanálisis y psicoterapia. Así que debo decir que tuve mucha suerte, mucho apoyo de muchas personas, y afortunadamente pude utilizar el apoyo que fui recibiendo.

 

T: En sus libros habla del papel de la persona del analista en el análisis.

K: Aquella propuesta comenzó a tomar cuerpo durante los años ’60, cuando Thomä estuvo capacitándose con Michael Balint durante un año en Estados Unidos. Diez años antes ya se había ido allí y fue entonces cuando estableció un vínculo y una conexión emocional muy fuerte con los Estados Unidos, y con el mundo judío. Aquel año de trabajo junto a Balint, sin lugar a duda, lo marcó de forma profunda. Regresó a Alemania con la idea de comenzar un proyecto de investigación en línea con el trabajo que de alguna manera Balint le había transmitido particularmente en relación a su tesis respecto de la importancia que tiene para la terapia el pensamiento del analista, las intervenciones y las no intervenciones.

Yo descubrí a Thomä a través de ciertas lecturas que fui haciendo. En ese entonces yo estaba estudiando en Ulm, y en 1967 leí su artículo sobre el rol de la intervención en la terapia. Luego descubrí su libro sobre anorexia y leí acerca de cómo la influencia de Balint en Thomä hizo que éste iniciara la investigación en torno al estudio de grabaciones, porque se había dado cuenta de que realmente no se podía estudiar la mente del analista sin el aporte de algún tipo de documentación externa. Fue así como comenzó el vínculo entre nosotros y esa fue un poco la genealogía del proyecto de investigación que llevamos adelante juntos.

El tema de la grabación fue muy importante dado que mediante la grabación, de la cinta, el analista tiene una herramienta para identificar mejor cuál era su pensamiento. Me refiero a un registro diferente de lo que escribes que de cierto modo ya está informado...Pero cuando se ve la grabación, usted puede sentarse y observar a la gente hablar. De este modo podría trazarse una línea respecto del surgimiento de esta nueva agenda de investigación vinculando a Balint, a Thomä, a Ulm, y a mí en el’ 67. En aquel entonces Thomä trabajaba con dos grupos que no estaban funcionando; finalmente me contrataron a mí, y comenzó una línea de trabajo muy larga y productiva. Y comenzó gracias a su pensamiento clínico, no a su deseo por investigar, que no era lo que lo movía.

Thomä tenía una particular curiosidad clínica, un cuidado al escuchar, con mucha atención, que se anclaba en su deseo por mejorar su competencia clínica y ello lo empujó a estar involucrado en la investigación. Creo que esta es la mejor manera que tengo de describir este proceso. La investigación comenzó con los primeros cuatro casos que consistieron en dos grabaciones que tenía él y otras que hice yo luego de mi primera capacitación.

 

T. La grabación se convirtió en parte del encuadre

K: De inmediato, y la mayoría de las veces, la gente dice ‘oh, me sorprende que se tome en serio esto’... La mayoría de los pacientes se sorprenden del esfuerzo que uno se toma en estas cosas. Algunos dicen, ‘no, yo no quiero’, ok,... La mayoría dicen que no tienen inconveniente si es para que lo utilice yo mismo.

Así que nuestro modelo partía de la idea de que los terapeutas fueran responsables de los cambios terapéuticos, que a su vez era el modelo que venía de Balint. Balint no era un analista silencioso, la interferencia fue su línea de desarrollo. Ahora podemos ver, en el estudio más reciente que forma parte de un informe de un estudio de Estocolmo, que es muy claro respecto de cómo la preparación de los materiales, el estilo, estilo terapéutico, la actitud terapéutica del analista marcan una gran diferencia.

Le resumo los resultados: analizaron los motivos de los tratamientos exitosos y se llegó a la conclusión que el 10% depende de la técnica, su tipo de terapia, el 20% de la competencia del terapeuta para establecer la situación de tratamiento, pero el 30% de la capacidad del paciente para utilizar el tratamiento. El 40% restante es por factores indefinidos. Esto es muy importante tenerlo en cuenta. Quiero decir, después de todo, el tratamiento depende del paciente, de lo que él o ella quieran...

 

T: ¿Dónde ubica a la personalidad del psicoanalista?

K: Eso es el 20%. Pero no diría que es la personalidad del analista, es más bien su actitud en relación al tratamiento. No su “persona”, sino a la forma en que se encuentra en sesión. La actitud en el espacio de las sesiones. Nada de lo que ocurre por fuera puede decir qué tipo de analista es el terapeuta, nada, de ninguna manera, aunque se acentúe  cualquiera de los componentes que participan. La clave está en el comportamiento del terapeuta durante la sesión. Se trata de un tema muy importante, particularmente debido a que el único contacto del terapeuta con los pacientes ocurre durante la sesión. Nada saben los pacientes acerca del analista por fuera del espacio de la terapia.

 

T: Desde su perspectiva, ¿cómo aborda la neutralidad?

K: En nuestro libro hacemos referencia al concepto de ‘neutralidad comprometida’ (engaged neutrality). Con cada paciente tenemos que averiguar en qué medida se tiene que ser más abierto o más restringido. Este es un asunto que refiere a que los pacientes necesitan diferentes cosas y no la típica neutralidad clásica. Pero quiero enfatizar: este planteo de neutralidad se construye en torno a este paciente. Si un paciente le trae un ramo de flores, y se trata de un paciente muy narcisista, y uno comienza a interpretar este hecho, el paciente lo va a querer matar. Por lo que creo que hay que aceptarlo, y que puede ser que después de varios meses tenga la oportunidad para, de algún modo, hablar de ello, y tal vez pueda decirle lo que pensó en aquel momento luego. Está claro que el tipo de neutralidad que es abstracta no ayudará. Es la capacidad y enfoque que tenga del paciente, lo que le permitirá conocer qué alcance de la interpretación le es útil.

Lo importante es el clima que se genera a partir de la interacción en la sesión, no por qué usted dice lo que dice. No son sus palabras, sino el clima. Estos son los sectores comunes, que son realmente importantes dado que deben predominar en cada situación de tratamiento de una manera específica. No son siempre iguales y tienen que servir para calibrar la cercanía y la distancia. Y es usted quien debe deducir eso.

Por ejemplo, una paciente estuvo en silencio durante casi un año, venía a su horario y se quedaba en silencio durante toda la sesión. Me dije a mi mismo que estaba bien; sentí que ella sabía que era algo que estaba bien. Se trataba de una paciente procedente de Moscú que había vivido bajo un régimen dictatorial, y a ella simplemente le gusta poder estar a solas, ella sentía como una repetición que yo también le demandaba. Hubo poco psicoanálisis, era de un carácter anal muy fuerte; por un tiempo esa fue su forma de ser. Tuve que averiguar estas cosas para no hacer intervenciones que provocaran en ella una resistencia innecesaria. Esto es a lo que me refiero cuando apunto a los casos específicos, y mucho depende de la paciente.

 

T: ¿Qué diferencias plantea en cuanto a la cantidad de sesiones en el psicoanálisis?

K: Se comparten los conceptos básicos que configuran el tratamiento, que dependen, en todo caso de la intensidad con la que se trabaja. Indudablemente, hay más o menos de trabajo. Si son tratamientos con una frecuencia de cinco veces a la semana tenemos más oportunidades de participar que en aquellos que son de una vez a la semana. Pero muchos hablan del paciente que va cinco veces, y no desarrolla un buen trabajo analítico, mientras que hay otros que va una vez por semana, y si lo hace. No soy el primero en plantear esto. Los procesos del análisis no dependen de factores externos, puede que haya factores externos que sean útiles, puede ser, pero no necesariamente es así.

Sintetizando, si el paciente no reconoce su cara cuando falta a una sesión, o llega con una semana de retraso, entonces usted sabe que necesita dos sesiones. Estos son los criterios, hay construir una situación de trabajo en función de lo que este paciente necesita para beneficiarse de este tratamiento.

T: Entonces, las necesidades del paciente configuran el clima y la frecuencia...

K: Es una tarea compartida que se conversa con el paciente. Para el caso yo le diría al paciente: usted y yo debemos prestar atención y observar juntos, para saber qué intensidad y frecuencia son buenos para usted. Y le digo, si usted, como paciente, se da cuenta que no piensa sobre las sesiones, que está muy distante, esto podría ser indicativo de que otra sesión podría serle útil. Esta es la forma en que abordaría este tema desde adentro, como modo para establecer las condiciones de trabajo. Y luego, hay momentos en hay pacientes a quienes les va mejor cuando nos vemos cinco veces a la semana, pero hay muy pocos, muy pocos pacientes con quienes se pueda corroborar fehacientemente que sólo podrían realizar este trabajo con cinco sesiones semanales. Esa es mi lógica. Mi esposa no es analista de la IPA y en su trabajo no podemos ver ninguna diferencia entre dos y tres veces a la semana. No es mensurable, no se trata de algo que se pueda ver. En términos generales de lo que se trata es de construir la situación analítica, y allí la frecuencia de diván y sesiones son uno entre otros parámetros de referencia.

 

T: ¿Cuál sería para Ud. la formación analítica ideal?

K: Hace mucho tiempo, con el Dr. Thomä escribimos una vieja carta -que actualmente está en mi sitio web[2] – que presentaba una posición muy dura respecto de capacitación oficial para el análisis (de la IPA). Y nuestra posición al respecto de este tema apunta a que la supervisión es el lugar donde se define cuánto tratamiento necesita cada persona que se trata. Es tarea del supervisor a decir: “mira, una y otra vez tenés este ‘punto ciego’.  Aquí se juega algo de tu situación personal, no voy a discutirlo porque no me corresponde, pero sería recomendable que lidies con este asunto”. Entonces, la idea es que la persona lo resuelva por sí mismo. No abogamos por una formación continua del analista durante cuatro, cinco, seis, siete años...No nos parece un modelo convincente.

En primer lugar, no hay evidencia de la cantidad de análisis necesario para el analista. Yo hice un estudio sobre 300 casos de capacitación de analistas en Alemania que tenían entre 300 -1300 sesiones de análisis. Obviamente las personas son diferentes, y quizás cuanto más radicales sean las teorías, más tiempo requieran de formación para el analista. De todos modos creo que esas son dimensiones de la capacitación, pero en su problematización no se puede dejarse de lado el hecho de que la capacitación es un negocio, es una fuente de ingresos. Mientras este sistema sea así, no habrá interés para que de alguna manera sea libre. Anna Freud y otros estuvieron de acuerdo respecto de que el análisis didáctico que tenemos en las instituciones psicoanalíticas es el más raro, es rápido, no es gratis, no es voluntario. Por lo tanto se evidencia una tasa muy alta de segundos análisis y no es una buena señal porque se tiene un análisis para la institución y otro para uno mismo... Esto es terrible. En términos de responsabilidades, diría que por un lado está la del alumno quien debe velar por su propia capacidad como analista, y por el otro está quien debe mostrarle cómo hacer, y ese es el supervisor que debe intervenir cuando estén haciendo las cosas mal, porque ese es su trabajo.

La mayoría de los analistas en Alemania participan de lo que se llama intervisiones o visiones conjuntas–supervisión entre colegas- y tienen sus propios grupos donde se reúnen cada dos semanas... En gran medida pareciera que esta es la modalidad más común. Creo que se debe a que hay un estándar de calidad asegurado por parte de los profesionales que son parte del sistema de salud. Por lo que estos grupos de intervisión están oficialmente reconocidos como garantía de calidad.

 

T: En su libro relata como en Alemania el Estado de Bienestar había sido compatible con el psicoanálisis y con las psicoterapias. Esto es imposible en la Argentina. Y, teniendo en cuenta que escribió el libro antes de la caída del Muro de Berlín y del fin de los Estados de Bienestar, me pregunto ¿cómo funciona esto ahora en Alemania?

K: Se fue extendiendo de hecho. Una vez que cayó el muro se extendieron todos estos privilegios hacia el este de Alemania. En relación al psicoanálisis, todo el mundo podía conseguir “terapia psicodinámica”. Aceptamos que éramos diferentes, y con el fin de superar la división, les dimos el título de “psicoterapeuta psicodinámico”; aunque su tratamiento fuera un poco diferente también atendían personas que requerían tratamiento. Finalmente todo aquel que quería convertirse en psicoanalista lo único que debía hacer era capacitarse durante un año en una universidad occidental. Tan sólo un año, no más. Se puede decir que tuvimos una posición muy abierta... Es decir, había que hacer un puente. Y ampliamos el sistema de seguros cubriendo la psicoterapia. En este sentido se tiene que tener en cuenta que en Alemania, el seguro médico es financiado, no es el Estado. El Estado sólo controla el sistema. Este Sistema General de Seguros es un sistema en beneficio de todas las personas y están todos representados, cada ciudad tiene su propia institución, y cada estado está asociado con los médicos, por lo que se tiene a los médicos en un lado y por el otro a los representantes de las personas aseguradas. El seguro es obligatorio para todos: usted tiene que pagar y está representado por un cuerpo colegiado. Hay muchos y diferentes, pero todos ellos están regulados por la misma legislación.

T: No son privados

K: No. Además, existen los privados, cuando usted gana más de 4.000 euros se puede acceder a un sistema de seguro privado. Todo trabajador tiene que pagar su cuota de seguro a estas compañías que están controladas por el Estado, pero no son del Estado. Y para definir qué tipo de prestaciones se cubren y cuáles no, lo discuten aquellas dos partes: los médicos y los representantes de los asegurados. Hace 20 años en un esfuerzo conjunto de muchos analistas de Berlín, el ex-Instituto de Berlín, los profesionales recomendaron que la terapia cognitiva conductual se incluyera en el contrato de seguro. En relación con otros tratamientos, por ejemplo, no se cubre la cirugía estética para aumentar el tamaño de los senos, pero si por ejemplo la nariz está muy torcida, y el psicoterapeuta dice que es esto provoca un trauma muy fuerte en la persona, usted puede conseguir que le cubran el tratamiento corrección de nariz. El desafío más grande que se enfrentaba yacía en que los individuos debían aportar de por vida al sistema. Otra manifestación de la singularidad de este tipo de sistema es que antes de comenzar el tratamiento, el profesional debe escribir una propuesta que se somete a la revisión de sus pares. En otros sistemas, el médico no lo hace, y es el médico el que persigue a la compañía de seguros. Pero en nuestro caso, a fin de establecer algún sistema de control, antes de indicar un tratamiento se debe escribir la propuesta y si la respuesta es afirmativa, entonces se puede comenzar con el tratamiento. De todos modos es relevante remarcar que el porcentaje de rechazo no supera el 2,8%, por lo que realmente hay que ser estúpido para no obtener el financiamiento de parte de la compañía de seguros.

T: ¿Cuál es la situación del cognitivismo en Alemania?

K: Tenemos las cifras exactas para el caso de Alemania ya que se hizo un estudio a nivel nacional. El 45% de todos los tratamientos son cognitivo-conductual y el 45% son psicodinámicos de una vez a la semana. Allí hay una paridad. Tenemos, por otro lado, un 10% de lo que se llama psicoterapia analítica que a su vez se divide en dos veces por semana el 8%; tres veces a la semana con un 1,5%; y cuatro veces a la semana, 0,5%. Esta es una estadística a nivel nacional, así que es una buena fotografía. Para el caso de los tratamientos cognitivo-conductuales podría ser aún más elevado, porque tenemos muchos psicólogos que piensan que es más fácil de aprender y menos costoso el tratamiento cognitivo-conductual –aunque realmente no es el caso, pero es así cómo lo venden. Por lo cual el porcentaje de este tipo de tratamientos está aumentando.

 

T: ¿Cómo es la situación de la medicalización en Alemania?

K: Nosotros somos parte del sistema médico, la psicoterapia es parte del sistema médico en Alemania. Ahora también los psiquiatras quieren hacer psicoterapia, llamar al tratamiento que brindan psicoterapia y referirse a sí mismos como psicoterapeutas, a pesar de que hacen muy poco de eso... Actualmente, la recomendación más común acordada oficialmente para el tratamiento de la depresión prescribe que en caso de ligera depresión se trate con nada o con psicoterapia; para la depresión de gama media, se recomienda psicofarmacología o psicoterapia con igual peso, porque la evidencia marca que los resultados son iguales en tratamientos con medicamentos o psicoterapia; y para la depresión severa, una combinación de fármacos y psicoterapia. Que estos protocolos sean oficiales es maravilloso, es un gran paso.

T: Para terminar... ¿Cuáles son, en su opinión, los problemas y desafíos que enfrenta el psicoanálisis en el siglo XXI?

K: Creo que tiene que convertirse en un tratamiento que considere el tipo de trastorno-específico, que no todo sea lo mismo... La gente padece determinados desordenes y para ello debe haber un tratamiento. Por lo tanto debe haber un tratamiento específico para pacientes borderline, que es un trastorno específico y requiere un tratamiento específico. Lo mismo para la depresión. O sea, tratamientos específicos para cada trastorno… Creo que es la única manera que hay para que sobreviva el psicoanálisis.

Freud dijo que no se puede tratar a todos con la misma técnica, pero esto se ha olvidado. Así que la idea de la práctica del psicoanálisis (con sillón y diván) con quién sea que viene al consultorio va a morir.

No va a sobrevivir en un sistema oficial. Seguirá siendo algo esotérico... no, no lo puedo nombrar de otra forma. Seguirá existiendo, es una intervención científica respetable... Pero está claro que tiene que haber una terapia trastorno-específica, por lo menos trastorno orientada, entonces... ahora con los nuevos medios el psicoanálisis debe que aprender a utilizar y a funcionar con estos medios de comunicación. Estoy comenzando a estudiar esto en un proyecto de investigación que trabaja sobre cien casos de análisis con Skype entre estudiantes chinos y terapeutas estadounidenses... y estoy seguro que ustedes ya tienen personas que usan Skype para las sesiones...

Uno debe estar abierto a estudiarlo y estar interesado, ya que podría ser útil, por ejemplo como opción, en vez de estar atrapado en tráfico porque tiene que viajar una hora para ir a la sesión, -una hora de ida y una de vuelta es una pesadilla, ¿verdad? Así que creo que este será el futuro.

De hecho, si pudiera hacer una recomendación haría hincapié en el hecho de que el psicoanálisis está dejando de lado trastornos médicos muy importantes, mientras que si los tomara como parte de su agenda podría jugar un papel importante. Por ejemplo, en la diabetes tipo I entre los adolescentes, es evidente que los pacientes con este cuadro debieran de recibir tratamiento psicoterapéutico y no está ocurriendo. Es una lástima, porque en esos caso la terapia es decisiva, es una verdadera garantía. Es, asimismo, expresión de la importancia de los psicoterapeutas que en unas cuantas sesiones pueden lograr resultados importantes, no tiene que plantearse un tratamiento de 5 sesiones por semana. Hay que participar de este campo de la medicina moderna donde se nos necesita. Creo que esto sería una declaración de principios. Otro ejemplo puede pensarse en relación con el nacimiento de bebés prematuros. Se realizó un estudio (en Alemania) y evidentemente se tiene que hacer algo, no es un solo un problema psicosomático, es un hecho social. El único campo en el que la psicoterapia se ha desarrollado bastante bien es la psico-oncología, pero son muy pocos los psicoanalistas que hacen psico-oncología.

Creo, que este es el campo donde el psicoanálisis tiene que ser más consciente de los problemas reales.

 

T: ¿Considera el psicoanálisis como un arte o una ciencia?

K: Tiene componentes de ambos, tiene aspectos que son controlables científicamente que son pasibles de ser conocidos y comprendidos, pero siempre en última instancia, la realización del hecho analítico es un hecho artístico, sin duda.

 

Traducción: Florencia Rodríguez

[1] Se refiere a Günter Grass, quien relata estos hechos en Pelando la cebolla (2007), y a la polémica que se generó a partir de su publicación. (Nota del editor)

 

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Articulo publicado en
Abril / 2012