Hace ya unos cuantos años, en mi trabajo dentro del manicomio, intuía que un paciente es mucho más que su diagnóstico. Eran “una esquizofrenia”, “una paranoia”, “una epilepsia”. Me parecían simples etiquetas para certificar una historia sin fin. Con dicha marca se justificaba lo injustificable: largas internaciones que poco tenían de terapéuticas. Estos argumentos, sean psiquiátricos o psicoanalíticos, eran coartadas para encubrir la defensa de un sistema manicomial.
Hasta el día de hoy el problema es el reduccionismo con que los saberes hegemónicos intentan atrapar la complejidad de nuestra subjetividad. Como consecuencia, el diagnóstico desde dicha perspectiva, lleva a un único tratamiento posible para abordar el padecimiento subjetivo. Los dos casos que veremos a continuación intentan restringir la subjetividad tan sólo a un sistema neuronal, o bien, como mero efecto de una estructura de lenguaje.
1-En la psiquiatría actual, los diagnósticos suelen ser el camino más corto hacia la indicación psicofarmacológica. Inclusive llevó a modificar diagnósticos en función de la respuesta a ciertas drogas específicas. El biologicismo intenta avanzar a poder encontrar el mecanismo biológico hasta el último rincón de nosotros. Por supuesto, para luego vendernos la droga adecuada y la utopía de la felicidad medicada por el mismo precio.
2-Desde otra perspectiva, la visión lacaniana reduce la subjetividad a una estructura de lenguaje. En consecuencia, los diagnósticos son sólo estructurales y se basan en un exclusivo mecanismo frente a la castración. Esto implica una sola etiología para entender el padecimiento subjetivo. Y, consecuentemente, un solo camino para poder modificarlo.
¿Cuál es el problema de tales reduccionismos?
La subjetividad es más que el aparato orgánico o el aparato psíquico
La subjetividad, desde nuestra perspectiva, es producto de la interrelación de tres aparatos (el orgánico, el psíquico y el cultural).[1] Los tres aparatos producen una subjetividad que es corporal. Y este cuerpo constituye un espacio donde aparecen los efectos de producción de estos tres aparatos.
Trabajamos con el padecimiento subjetivo. Este padecimiento excede a cada aparato. Como psicoanalistas trabajamos con el aparato psíquico, pero tenemos que dar cuenta de los otros aparatos, porque no nos consulta “un aparato psíquico”. Por ello, es necesario incluir un diagnóstico clínico, sintomal, familiar y comunitario o social. Esto lleva a distintos caminos clínicos, según dichos diagnósticos. Podemos trabajar con un paciente solo; incluir a la familia y a los amigos; trabajar en equipo; organizar tratamientos mixtos; e inclusive derivar pertinentemente.
El diagnóstico psicopatológico no nos alcanza. Tampoco a Freud, quien en 1904 sostenía que “además de la enfermedad, es preciso tomar en cuenta el valor de una persona en otros campos”, mencionando la importancia de cierto grado de cultura y un carácter “confiable”.[2] Es que el diagnóstico clínico psicoanalítico da cuenta del aparato psíquico y sus determinaciones. No abarca toda la subjetividad. Muestra un aspecto que puede ser determinante en algunos casos, como las neurosis. Pero en otros casos, tales como cuando hay una enfermedad orgánica, una crisis familiar, o problemáticas donde predomine lo negativo, son necesarios los diagnósticos para construir dispositivos psicoanalíticos acordes al padecimiento y a la situación. A mayor predominio de lo negativo, mayor necesidad de implementar diferentes trabajos para constituir un “espacio soporte” de la pulsión de muerte. La constitución de estos dispositivos psicoanalíticos nos posibilita trabajar con “modos de funcionamiento de la psique que difícilmente movilizarían un análisis clásico.”[3]
Para llegar a estos diagnósticos, nuestro instrumento clínico son las primeras entrevistas, donde lo particular del psicoanálisis es el campo transferencia-contratransferencia que es el espacio específico donde establecemos diagnósticos y constituimos dispositivos psicoanalíticos.
El genuino trabajo clínico “caso por caso” es el que permite construir un dispositivo psicoanalítico para dar respuesta al padecimiento subjetivo, de acuerdo a los diferentes diagnósticos. Los avances de un siglo de psicoanálisis nos permitieron dejar falsas opciones como la cuestión de psicoanálisis vs. psicoterapia (entendiendo el psicoanálisis como la estandarización de un rígido y único dispositivo) y su consecuencia: la “analizabilidad”, según el diagnóstico clínico. Construir nuevos dispositivos psicoanalíticos pertinentes es la tarea para avanzar por los nuevos caminos de la terapia psicoanalítica del siglo XXI.
Alejandro Vainer
Psicoanalista
alejandro.vainer [at] topia.com.ar
Notas
[1] Carpintero, Enrique, Registros de lo negativo. El cuerpo como lugar del inconsciente, el paciente límite y los nuevos dispositivos psicoanalíticos, editorial Topía, Buenos Aires, 1999. También está desarrollado en la Editorial de esta misma revista.
[2] Freud, Sigmund, “Sobre Psicoterapia”, en Obras Completas, Amorrortu Editores, Bs. As., 1979, Tomo VII, pág. 253.
[3]Carpintero, Enrique, “Algunas reflexiones sobre el giro del psicoanálisis”, en esta misma revista.