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La importancia de los sueños en los nuevos dispositivos psicoanalíticos

 
Editorial

Recordemos: Freud encontró en la interpretación de los sueños “la vía regia” de acceso a lo inconsciente. Su resultado fue un texto cuyo título en alemán, Die Traumdeutung une indisolublemente el sueño con la interpretación. Este fue puesto en venta el 4 de noviembre de 1899. Franz Deuticke, la casa editora, coloca en el libro la fecha de 1900. La edición fue de 600 ejemplares. En los primeros dos años se vendieron 228 ejemplares. La tirada original recién se agotará luego de ocho años. Las reseñas del libro no son numerosas, en su mayoría de gente proveniente del campo de la cultura. Por el contrario, el ambiente médico lo ignoró completamente. A pesar de ello, semanas después de su publicación, Freud le escribe a su amigo Fliess: “Imagina que un día habrá en esta casa una placa de mármol que diga: Aquí, el 24 de julio de 1895 se le reveló al Dr. Sigmund Freud el secreto de los sueños”. Hubo que esperar mucho tiempo. Recién en los años ochenta se colocó la placa de mármol en la villa Bellevue donde la familia de Freud pasaba sus vacaciones a fines del siglo XIX. Allí en la noche del 23 al 24 Freud tiene el famoso sueño que llamará “el sueño de la inyección de Irma”. Este es el primer sueño donde Freud realizará un análisis detallado. Luego va a ser uno de lo primeros ejemplos que aparecen en la Die Traumdeutung. En la historia del psicoanálisis fue permanentemente analizado por diferentes autores como Erickson, Kouth, Lacan, Anna Freud, Anzieu, Schur, etc. Sin embargo, agotar su interpretación es imposible ya que todo sueño tiene un “ombligo” que comunica con lo desconocido, con lo cual se podría continuar el trabajo indefinidamente. Como señala Emilio Rodrigué este es “un sueño que lleva el peso histórico de haber sido soñado para ser analizado, y analizado a fin de cumplir un destino muy particular” [1] . Es decir, es un sueño que debe entenderse dentro del autoanálisis que realizaba Freud.

En este sentido, los sueños deben interpretarse en un tratamiento determinado por la transferencia. Fuera de ella sólo son posibles infinitas interpretaciones. Por ello, el trabajo del sueño sólo existe en relación con una interpretación que se da en la transferencia-resistencia-contratransferencia entre el paciente y el terapeuta.

La interpretación de los sueños es un libro extraordinario por las características de su estructura. Como dice Elizabeth Roudinesco su autor “es a la vez el soñante, el intérprete, el teórico y el narrador. Para llevar a cabo su empresa, Freud utiliza doscientos veintitrés sueños: cuarenta y siete son suyos, ciento setenta y seis provienen de pacientes o allegados” [2] .  Durante las ediciones posteriores lo fue actualizando con notas y agregados. Mientras en la primera edición contaba con una lista bibliográfica de 80 libros, en la última tenía dos listas de 260 y 200 libros respectivamente. Es que Freud se daba cuenta de la importancia de este texto en el interior de la teoría que iba desarrollando. Como escribe James Strachey en la introducción a la edición inglesa: allí encontramos “el más importante de todos los descubrimientos obsequiados al mundo...la distinción entre los dos modos diferentes del funcionamiento psíquico, el proceso primario y el proceso secundario” [3] .

La obra se puede dividir en tres grandes partes. La primera es donde describe los trabajos sobre el sueño escritos antes de Freud. La segunda está compuesta por cinco capítulos: el método de la interpretación de los sueños, la teoría de la formación del sueño, la desfiguración onírica, el material y las fuentes del sueño y el trabajo del sueño. La tercera parte constituye el famoso capítulo VII, donde desarrolla la teoría del funcionamiento del aparato psíquico: consciente, preconsciente e inconsciente.

Es en “el sueño de la inyección de Irma” donde Freud elabora su hipótesis de que el sueño tiene un sentido que constituye la realización disfrazada de un deseo inconsciente reprimido. La misma se basa en distinguir entre “el contenido manifiesto del sueño y los pensamientos oníricos latentes...(llamando) trabajo del sueño al proceso que de los segundos hace surgir el primero”. Este es obra de la censura que produce las alteraciones que se conocen como “desfiguración onírica”. De esta manera, como dice Octave Mannoni vamos a encontrar una “reconstitución” en el contenido manifiesto de los pensamientos latentes [4] . Este proceso es producto del funcionamiento de cuatro leyes: 1°) La condensación que es “una inclinación a formar nuevas unidades con elementos que en el pensar de vigilia habíamos mantenido sin duda separadas. A consecuencia de ello, un único elemento del sueño manifiesto suele subrogar un conjunto de pensamientos oníricos latentes...”. 2°) El desplazamiento que es la rapidez por la cual cambian “intensidades psíquicas (investiduras) de un elemento sobre otros; de suerte que a menudo en el sueño manifiesto un elemento aparece como más nítido y, por ello, como el más importante, pese a que en los pensamientos oníricos era accesorio; y a la inversa...” 3°) La figuración donde en el sueño el camino a lo inconsciente no puede representar las relaciones lógicas entre los elementos que lo componen pero sí modificarlas y disfrazarlas. 4°) La elaboración secundaria que se produce a través de nuestros propios pensamientos y de nuestros fantasmas.

De esta manera, Freud plantea que en los sueños no vamos a encontrar un sentido directo: éste siempre se configura como una máscara. Por ello su importancia como modelo de funcionamiento del aparato psíquico ya que se rigen por las mismas leyes que el chiste, los actos fallidos, el síntoma, las alucinaciones y los delirios.

Hablar de lo inconsciente olvidado nos lleva a realizar algunas preguntas ¿El sueño que debe interpretar el analista es el discurso que relata el paciente? ¿El relato de un sueño debe ser privilegiado como material?, ¿es igual que cualquier otro o no tiene ninguna importancia? ¿La exposición de un sueño es un medio para comunicar algo al analista?

Estos interrogantes han dado lugar a importantes desarrollos teóricos y diferentes perspectivas en la práctica clínica. Sin embargo, cien años después de la aparición de Die Traumdeutung el trabajo con los sueños se fue olvidando. Hoy ya no se suele preguntar en las primeras entrevistas sobre los sueños repetitivos. Tampoco se aclara, al inicio del tratamiento, la importancia de que el paciente relate sus sueños en las sesiones. Por otro lado, cuando aparece algún sueño en la sesión se lo deja de lado privilegiando otro material o, a lo sumo, se lo interpreta sin pedir las necesarias asociaciones al paciente.

¿Por qué se ha llegado a esta situación? Varias son las causas. Una de ellas podríamos encontrarla en una interpretación de la teoría lacaniana que encuentra en el sueño pensamientos transmutados en imágenes visuales ligadas al orden de la experiencia y, por lo tanto, efecto de lo imaginario. De esta manera, los sueños no tienen otra importancia que formar parte del discurso del paciente. También -como señala en este número Roberto Harari- la utilización de las sesiones breves hace imposible trabajar un sueño. Por otro lado, no podemos dejar de mencionar el auge de tratamientos, acordes con los tiempos que corren, donde lo inconsciente es olvidado por técnicas sacadas de un manual de autoayuda.

Rescatar la importancia de la interpretación de los sueños -subrayamos el plural- es porque permite el acceso a lo inconsciente no como una substancia del Ser, sino en sus múltiples manifestaciones del aparato psíquico. Por ello, no podemos entenderlo como un juego de palabras a la manera de develar un jeroglífico; mucho menos, la forma de acercarnos a alguna esencia del paciente. Su interpretación se hace con palabras en el interior de un tratamiento que le da sentido por sus efectos terapéuticos.

Es así como, al implementar nuevos dispositivos psicoanalíticos nos encontramos con que, en algunos pacientes, lo resistido en acto hace necesario generar un

espacio-soporte de la muerte como pulsión [5] . Para ello el trabajo con los sueños se constituye en una herramienta fundamental, teniendo en cuenta que dadas sus características (cantidad de sesiones, abordaje cuerpo a cuerpo, grupal, etc.) lleva a implementar diferentes técnicas que permitan las asociaciones con el material relatado. Es en este trabajo donde vamos ha encontrar -como dice J.-B. Pontalis- que “...existen otros lugares donde se manifiesta la pulsión, donde el ello se manifiesta sin figurarse: un más acá de la representación –sin duda el campo de la pulsión de muerte- cuando la pulsión se fija a los ‘representantes’ que se actualizan directamente en el actuar compulsivo o que repite el destino; un más allá, más problemático, de la representación, donde lo pulsional, siempre presente, produce el espacio abierto de la obra y de la acción. El sueño ocupa, también ahí, una situación intermedia. Cuando Freud, al interrogarse sobre un más acá del principio de placer, vuelve a la cuestión de los sueños traumáticos, no deja de formular la necesidad de condiciones previas a la instauración del sueño como consumación de deseo: la capacidad de soñar exige que ‘antes se haya cumplido otro trabajo’. Toda la especulación de Más allá del principio de placer -especulación en realidad tan próxima a la experiencia analítica- tiende en última instancia a definir este trabajo” [6] . Este es el trabajo que debemos realizar en la mayoría de las actuales formaciones sintomáticas donde vamos a encontrar lo negativo no simbolizado. Un trabajo del sueño en la cura como la marca de la necesidad de asignarle límite a lo inconsciente en acto. El sueño responde a esta necesidad al circunscribir en una forma el proceso primario. Caso contrario, sólo van a aparecer los sueños repetitivos o, lo más frecuente, la ausencia de sueños en el transcurso del tratamiento. Es cierto, ésta es una característica de una subjetividad construida en la actualidad de la cultura, la cual lleva a lo que he denominado el exceso de realidad que produce monstruos [7] . Dar cuenta de estos monstruos requiere -entre otras cosas- trabajar la resistencia a que surgan los sueños como manifestación de la cura. Su “olvido” debe ser entendido como una resistencia del analista. En este sentido, quizás ésta sea la principal causa por la cual se haya dejado de lado la interpretación de los sueños.

Notas

[1] Rodrigué, Emilio, Sigmund Freud. El siglo del psicoanálisis, editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1996.

[2] Roudinesco, Elisabeth y Plon, Michel, Diccionario de psicoanálisis, editorial Paidós, Buenos Aires, 1998.

[3] Strachey, James, introducción a la Interpretación de los sueños, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1976.

[4] Mannoni, Octave, Freud. El descubrimiento del inconsciente, editorial Galerna, Buenos Aires, 1970.

[5] Carpintero, Enrique, Registros de lo negativo. El cuerpo como lugar del inconsciente, el paciente límite y los nuevos dispositivos psicoanalíticos, Topía editorial, Buenos Aires, 1999.

[6] Pontalis, J.-B. Entre el sueño y el dolor, editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1978.

[7] Carpintero, Enrique, “El exceso de realidad produce monstruos”, Topía revista, número XXIV, noviembre-febrero 1998/1999, Buenos Aires.

 
Articulo publicado en
Julio / 2001